Después del café del lunes y sin ninguna explicación ni señal de que algo había ocurrido (¿por qué habría de darme una?), Elise volvió a erigir esa pared inmensa entre nosotras. Hablábamos poco, solo lo estricto y necesario para que cada una pueda hacer su trabajo; no compartimos ni un café en la kitchenette de la oficina.
Por eso, a partir de ese momento, y como respuesta defensiva, resolví erigir mis propios muros también. Era consciente de que había algo allí, algo que Elise callaba. No estaba segura de qué era ni por qué lo hacía. Ni siquiera podía decir si era algo de lo que tenía que preocuparme. Simplemente, no supe qué pensar de ella.
Me había dicho a mi misma que no tomaría todo personal, pero me costaba horrores hacerlo cuando se trataba de ella. ¿Cómo podía ignorar su frialdad si cuando ella era amable conmigo sentía mariposas revoloteando en el estómago? ¿Cómo podía evitar buscar su mirada si cuando ella me sonreía sentía que me derretía por dentro?
Estaba mal. Muy mal.
Nada de esto podía conducir a buen puerto.
Con frecuencia me encontraba pensando en Amanda; no en ella exactamente, pero sí en lo desastroso que resultó todo para nosotras. Recordé su constante rechazo y mis llantos ahogados sobre la almohada, esperando que en algún momento deje de doler tanto. Recordé mis llamadas insistentes a su móvil, casi a cualquier hora del día e incluso la noche, y su voz crispada pidiéndome que la deje en paz.
Fueron meses así. Hasta que un día, logré detenerlo.
No supe identificar qué fue exactamente lo que hizo que pare, pero algo hizo click en mi interior y simplemente decidí alejarme para sanar en soledad.
Ahora, con Elise, temía que pudiera suceder lo mismo. Temía convertirme en una arrastrada de nuevo; temía no darme cuenta de ello, como sucedió con Amanda, y en unos meses estar hecha un desastre llorando por una mujer que jamás podría amarme.
Por eso yo también necesitaba mis muros, pues aquí no tenía a donde huir y desaparecer, no tenía los brazos de papá para arrullarme. Era yo y mi alma.
Para el final de la semana, venía atrasada con el trabajo. Necesitaba terminar los planes de acción para las áreas de Recursos Humanos y Calidad y Procesos y ni siquiera había comenzado a proyectar, a grandes rasgos, las acciones en las que trabajaríamos.
Bufé, sintiéndome agotada de repente. Eran apenas las 2pm y tenía tantas cosas para hacer que solo pensar en ello me hacía doler la cabeza.
—Nessa, ¿estás ocupada? —La voz cantante de Robin llamó mi atención minutos más tarde.
La verdad era que si lo estaba pero, ¿qué podía decirle?
Ignorando los colores neón que brillaban en su camisa el día de hoy, negué con la cabeza y la invité a sentarse en el único asiento libre del box—. No, claro. Dime.
Robin se pasó una mano por su cabello corto. Estaba más corto de lo normal, supuse que habría ido al salón de belleza. Sin embargo, parecía extrañamente cansada, sus párpados estaban caídos.
—Quería pedirte postergar las próximas reuniones de coaching con Elise.
Algo sorprendida, miré mi calendario donde encontré que Elise había cancelado las reuniones que teníamos planificadas de aquí a dos semanas—. ¿Qué sucedió?
—Su hija tiene neumonía. —Robin no se molestó en explayarse con explicaciones.
—Oh, no... No sabía que Olivia estaba mal.
—¿Conociste a Oli? —Robin arqueó las cejas, asombrada—. Elise suele ser bastante reservada con su vida.
Me encogí de hombros, quitándole importancia a sus palabras. La realidad es que no quería darle más peso del que podían tener. ¿Qué sentido tenía?
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La distancia entre nosotras ?
RomanceIncapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie, Pennsylvania, donde espera recuperarse de los estragos emocionales producto de su fallida relación con Amanda. Pero sus esperanzas de no v...
