抖阴社区

                                        

Me acerqué a ella con vacilación. Ignoraba que tenía encapsulados esos sentimientos y deseé que los hubiera compartido conmigo antes—. Eli...

—Y tampoco sabía... —Elise me miró con un extraño resplandor brillando en su mirada que desapareció en el momento en que ella la apartó de mí—. Si era el momento para hablarle de nosotras. Si era muy pronto, si debía esperar. No quería decepcionarla... —confesó y yo entendí de inmediato a qué se refería.

"No quería decirle de nosotras, que ella se ilusione contigo y que luego desaparezcas de su vida."

Asentí con la pesadez de una piedra cayendo despacio por mi vientre. Me senté a su lado y tomé su mano que descansaba solitaria sobre el edredón.

Sus dedos se enredaron con los míos; suaves, largos y delgados acariciaron mis nudillos y los míos rozaron la sedosa superficie de su palma.

—Me habría gustado saberlo.

—Tienes razón. Y lo siento.

No podía culparla ni enojarme con ella por mucho tiempo. Era normal que quisiera proteger a su hija, temer por ella.

—Yo también lo siento. No quiero que creas que tienes que proteger a Olivia de mí. Jamás haría algo para lastimarla, ¿lo sabes verdad?

—Lo sé, escucha... —Elise se giró completamente hacia mí y apartó uno de los mechones color chocolate que caían sobre mi rostro—. Quiero que hablemos, quiero que nos entendamos. Necesito saber que pasa por esa cabeza dura que tienes.

Sabía a lo que se refería. Yo hacía eso. Callaba y pretendía que todo el mundo entendiera qué sentía o qué pensaba. Y cuando no lo hacían, me enfadaba con ellos.

—De acuerdo.

—Y yo... Trataré de no temer por ella. Oli... Ella... Es lo único que tengo.

Su mirada fue esquiva y supuse que era a causa de esa preocupación constante por Olivia.  Luego, se situó donde nuestras manos se entrelazaron y allí permaneció un momento, contemplativa.

No supe exactamente el motivo de porqué no me sentí mal al escucharla decir aquello. Me entraron unas ganas inmensas de abrazarla y sin miedo, tiré gentilmente de su brazo haciendo que su rostro se acerque al mío.

—Ella no es lo único que tienes, Elise.

Le tomó un segundo responder, tiempo que usó para fijar sus ojos cristalinos en los míos y enredar sus manos alrededor de mi cintura.

—¿En serio?

Asentí y la besé despacio. Sus labios, fríos pero suaves como la seda y carnosos como un durazno en verano, se acompasaron con los míos en un acto reflejo. 

Si ella me dejaba, yo estaría aquí. Si ella me quería, también me tendría a mí.

—Muéstrame. Por favor —murmuró, la punta de su nariz rozó ese espacio adyacente en el que se convertía en pómulo.

Acuné su rostro en mis manos e hice lo que me pidió, abriendo mi boca y uniéndome a la vehemencia con la que ella se enredaba en mí. 

No sabía cómo lo hacía pero esa familiar calidez floreció en mi pecho; como una pequeña llama que crecía a medida que sus besos se profundizaban, que su lengua danzaba con la mía. 

—Muéstrame, Vanessa —rogó aferrándose de mí cómo pudo y llevándome con ella.  

Realmente quería. Quería deshacerme de su ropa y devorarla hasta que se convierta en un manojo de nada, temblorosa y desecha de placer. Pero la encontré suplicante, con esa mirada tan pura y ese color rosado en sus mejillas y supe que quería que recuerde cada beso que dejaría en su cuerpo, cada caricia en su piel, cada palabra en su oído. 

La distancia entre nosotras ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora