Esa noche de Halloween lo fue todo, fue el día en que su futuro había sido definido por completo, sin posibilidad a cambios. Harry Potter no era el ni?o que vivió, era su hermano. Los Potter no eran lo que aparentaban, los que parecían ser malos no...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuando notó la respiración calmada de Harry al caer completamente dormido, cerró el libro que traía en las manos. Se levantó despacio, intentando no hacer ruido de la silla donde estaba sentado y acomodó las frazadas para que el pequeño mago estuviera bien cubierto y no pasara frío. Sacando su varita, susurró un hechizo que le avisará si Harry despertaba o tenía pesadillas, hechizo que había encontrado en una guía para padres mágicos.
Aquella guía la había encontrado por casualidad en la biblioteca de Hogwarts, ¿qué hacía ahí? No lo sabía. Esa guía había sido su salvación en muchas ocasiones, como obtener un tratamiento para la gripe en niños o encontrar algún juguete perdido.
Dando un último vistazo a Harry, cerró la puerta detrás de sí al salir de la habitación del niño. Con un suspiró pesado, dirigió sus pasos hasta su oficina. Había sido un mes difícil, cuidar de Harry y asegurarse de que sus clases vayan según lo programado se había vuelto algo caótico. Y no por el hecho de que el niño estuviera bajo su cuidado, sino que sus alumnos en vez de realizar sus pociones correctamente le hacían preguntas sobre quién era el niño que habían visto aquel día en el partido de quidditch. Él solo ignoró las tontas preguntas de esos mocosos, al fin y al cabo acabaron por olvidarse de ese tema al estar cerca de las vacaciones de navidad, vacaciones que en una semana iniciarán.
Una semana más, le repitió su mente. Una semana y podría olvidarse por un tiempo de que debía enseñar a un grupo de idiotas de distintas edades. Solo unos pocos, los cuales podían ser contados con los dedos de su mano, eran competentes en su área de trabajo. De todos ellos, solo uno realmente sobresalía, aunque sabía que aquella muchacha podía más, mucho más si notase el talento que tenía para las pociones.
Tomó asiento en la silla de su escritorio, sabiendo que debía abrir la correspondencia que los elfos dejaban en su escritorio cada vez que llegaban al castillo. Cuando su correo llegaba durante las mañanas, las lechuzas dejaban los paquetes en su mesa, al igual que sucedía con los alumnos. Al estar cuidando de Harry, prefería tomar las comidas en sus habitaciones junto al niño, razón por la que los elfos luego dejaban su correo en sus oficinas. Usualmente solían llegarle las revistas mensuales de pociones y herbología a las que él estaba suscrito. Mismas revistas que había visto que a Harry le gustaba leer, incluso había pensado en pedir dos ejemplares por cada revista para regalarselas al niño.
La correspondencia que le había llegado esa misma mañana no eran las revistas. Sabía eso porque las de pociones le llegaban los primeros días de cada mes y las de herbología en quincena. Por el contrario, era un simple sobre con un sello azul sobre este. Tomó entre sus manos el sobre. En el sello se podía ver la marca de un escudo, escudos que las familias sangre pura solían tener. Frunció el ceño al creer reconocer tal escudo, algo en su mente le decía que lo había visto antes, solo que no recordaba dónde. ¿Era solo su imaginación? Con esa interrogante en mente, abrió el sobre y leyó: