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—¿Pasó algo con mi mamá? —preguntó ansiosa.

Yuqi le observó, arrugando el ceño.

—No —dijo—, Sana está bien —agregó con tono serio, dando a entender que no diría otra cosa.

Yuri sólo suspiró, siguiéndola cuando caminó por un pasillo vacío para luego detenerse ante una puerta cerrada, tocando dos veces. Segundos después se abrió, Lucas apuntando con su linterna al rostro de las chicas. Yuqi entró, tirando de ella, y observó la pequeña sala donde unas pocas personas estaban reunidas.

—Tú eres la hija de Sana, ¿cierto? —dijo una mujer sentada detrás de una mesa redonda—. No te pareces mucho a ella.

Sana la miró, parpadeando, y la reconoció de las imágenes que había visto por televisión e internet antes de viajar, investigando todo lo que podía. Song Qian, la líder y vocera del movimiento omega en China, la mujer que llevaba más de diez años batallando por los derechos de su raza. Había leído muchas cosas de ellas, pero no sabía realmente cuál era cierta.

—Soy Yuri —se presentó con voz tímida, repentinamente cohibida ante la mirada penetrante de la omega.

Nunca antes había visto una mirada así en otro omega. Los que conocía, normalmente, tenían ojos suaves, dulces y llenos de miedo y sumisión. Otros, como Yena, solían ser juguetones y demandantes de atención. Pero los de Song...

Los de Song eran salvajes, feroces, indomables.

Song asintió en su dirección.

—Me habría gustado que nos conociéramos en otras circunstancias —dijo Song ladeando su cabeza—, pero supongo que eso será imposible —hizo un gesto a su alrededor—. CaoLu me contó que te trajo porque te impusiste a ella. La obligaste a traerte.

Se tensó.

Los ojos de Song se endurecieron.

—Song, es sólo una chicaquilla... —comenzó a decir Lucas.

—Mi alfa también era sólo un chiquillo de quince años cuando me agarró y violó en los baños del colegio dejándome preñada —le interrumpió Song impasible—. También tenía sólo quince años cuando me golpeó hasta hacerme abortar meses después.

El silencio se hizo en la habitación.

Song se inclinó, curiosa.

—¿Qué castigo crees que merece un alfa que se impone, Yuri? —preguntó sonriendo—. ¿Qué castigo le darías al alfa que se imponga ante Sana?

Yuri tragó saliva.

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Tzuyu soltó un gemido bajo cuando anudó dentro de Sana, la omega jadeando contra su oído, gruñendo y gimoteando, y miró el techo con una expresión de cansancio.

—Tienes razón —dijo Tzuyu llamando su atención—. He perdido experiencia.

Sana lamió su mejilla, dominada por el omega en su interior, ronroneando por el gusto cuando Tzuyu acarició su cabello desordenado. Acababa de anudar dos veces en Sana y realmente estaba agotada por aquello, pero sacudió su cabeza, volteando a la omega, escuchando su chillido cuando salió de su interior.

—¡M-mala! —se quejó Sana como una niña pequeña—. ¡A... Alfa mala! —le dio un golpe en la cabeza, suave y ligero, pero Tzuyu le gruñó en señal de advertencia.

Sana le devolvió el gruñido, juguetón, y antes de que se moviera, la alfa empujó el almohadón en su boca para que la mordiera.

Sana se quejó por el disgusto.