Andrea se para frente a su última caja, con la certeza de que será la más difícil de revisar. En ella no hay libros, porque esos están con ella en Italia; tampoco hay libretas porque esas se fueron a la basura al terminar la carrera.
Lo que hay frente a ella es solamente una gran colección de chucherías. Algunas son de alto valor sentimental porque son lo que le queda de sus aventuras con Vanesa, el resto merece acabar en la basura; el truco está en decidir cuál es cuál.
Lo primero que saca es una gorra negra con el logo de Pizza Hut. Después, encuentra un viejo permiso de conducir que logró obtener gracias a que su amiga le dio lecciones durante varias semanas en el estacionamiento de la pizzería.
En un costado se encuentra una yarda con el logo del Señor Frog's, el único souvenir que conservaron de su viaje a Cancún en el verano de 1998, cuando terminaron su primer año de carrera.
Debajo de la yarda hay un panfleto de diseño tan vanguardista, que es imposible ignorarlo. Lo toma en sus manos, admirándolo.
«Desencuentros», dice el pedazo de papel en letras grandes; debajo, hay varias figuras abstractas; más abajo, en letras muy pequeñas, advierte: «Una obra original escrita, dirigida y protagonizada por los alumnos de la carrera de Ciencias de la Comunicación». Al pie de la página se encuentran el logo de la Universidad del Mayab y el del Centro Cultural Dante.
Andrea busca una lista de trova en Spotify y le sube el volumen a su celular.
«A este paso nunca vamos a acabar», dice la voz de su interior.
Era septiembre de 1998, el tercer semestre de sus carreras llevaba apenas unas semanas de haber iniciado, pero Andrea ya estaba estresada con la cantidad de proyectos que tendría que entregar en diciembre.
Vanesa, en cambio, parecía estarse tomando las cosas con extrema ligereza: tenía más amigos que nunca, salía mucho y reclamaba tiempo con Andrea constantemente.
Una noche, después de mucha insistencia por parte de su amiga, Andrea aceptó acompañarla a ver una obra de teatro amateur.
—¿Entonces, no era asistencia obligatoria? —preguntó Andrea mientras subían las escaleras hacia el tercer piso del Centro Cultural Dante.
—No —respondió Vanesa.
—¿Y tampoco van a darte puntos en ninguna asignatura?
—No —Vanesa fingió estar distraída, pero resultaba evidente que estaba evitando la mirada de Andrea a propósito.
—Estás siendo deliberadamente críptica y no entiendo por qué.
—Tú nunca entiendes nada —respondió su amiga, empujándola por la espalda para que continuara subiendo las escaleras—. Estamos apoyando a los alumnos de mi universidad.
—¿Los niños ricos necesitan apoyo?
—No todos son niños ricos, Andy.
Andrea mariposeó los ojos.
—¿Y por cierto... de dónde sacaste ese rollo de que yo tenía que venir y que no me la podía perder? —insistió Andrea.
—Eso lo entenderás en un rato —aseguró Vanesa, mirando su reloj.
Andrea hizo una mueca.
El teatro del tercer piso era pequeño pero muy acogedor. El escenario, que Andrea apostaba que apenas podría acomodar a dos o tres actores a la vez, estaba bordeado por unas gruesas cortinas negras y sobre él pendía una estructura metálica con tres reflectores.
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Las cosas que no nos dijimos
Romance(LGBT) Andrea creía haber dejado atrás su pasado, pero al regresar a su ciudad natal para despedirse de su abuela, se encuentra con una monta?a rusa emocional que la lleva a enfrentar los demonios que creía enterrados. En la casa familiar, entre los...
