—¿Un árbol?
Su viejo tic amenazaba con volver. Los dedos le picaban. La voz de la campanita zumbó en su oído, advirtiéndole. Pero no pudo oponerse o provocaría un escándalo. Lo siguió con precaución.
Josh lo había estado buscando desde poco después de que partiese. Aunque su hermana le explicó reiteradas veces la causa de su herida, Josh no lo creyó ni por un segundo. Se demoró recorriendo los lugares más obvios como su casa y el correo, incluso fue hasta el negocio de la señora Díaz, donde ambos solían comprar juntos. Comprobó la biblioteca, pero estaba cerrada con llave. Pensó que era una pérdida de tiempo pasar por la universidad, pero resultó ser todo lo contrario.
Noah se había visto obligado a seguirlo al baño ya que sus susurros acalorados estaban atrayendo la vista de los pocos presentes.
—¿Te sorprende? —afirmó el tono—. Nunca miro por donde voy.
—Tendrás que mostrarme ese árbol. O eres el idiota más grande de todos o ese árbol sabe dar buenos ganchos. —Josh cerró la puerta del baño.
Adiós a las chances de salir, para ello iba a tener que atravesarlo. Y a pesar de que Peeters no le rompió nada, todavía tenía moretones en las costillas y raspones en el rostro. Sin mencionar el corte en la boca.
«Piensa, Noah. Piensa».
—Soy el idiota más grande de todos, pero creo que eso ya lo sabemos. ¿Puedo retirarme?
—A ver, a ver —Levantó su rostro con rudeza, tuvo que ejercer presión ya que Noah se resistía—. Qué árbol ni qué mierda. Fue él, ¿cierto?
—¿Quién?
—¿Por qué lo defiendes?
—Una cosa es ser transformista y otra muy diferente es ser abusivo. —Le apartó las manos de un manotazo. No podía perder más tiempo. No tenía más tiempo.
—¡Podría ser ambas! —Apoyó una mano en el mármol con rudeza—. Podría ser cualquier cosa. Te mintió y te engañó. Nos engañó a todos.
—¿Y qué hay de ti? Porque no sales al pueblo tal como eres, porque no le dices a tus padres. —Se movió por su izquierda, pero Josh lo detuvo con su brazo—. Crees que puedes señalar a otros cuando ni siquiera eres sincero contigo mismo. Eres un hipócrita, Joshua.
Por un segundo creyó que sus palabras lo habían hecho entender. Al menos pensar en ello. Sin embargo Josh lo arrinconó más.
—No te voy a dejar ir hasta que me des un nombre.
—¿¡Por qué eres tan pesado!?
Josh golpeó la pared recordándole a Peeters.
—¡Porque me importas, idiota! —Lo sujetó por la chaqueta—. No dejé de quererte y siempre lo supiste, y aun así seguiste adelante como si nada—. ¿Crees que no me di cuenta que evitas estar en casa cuando estoy yo? Eres un inmaduro.
«Uno conoce su propio dolor, pero somos ignorantes del ajeno».
—Lo nuestro terminó hace rato. Pero no dejes que eso te haga vivir una mentira. —Josh abrió los ojos en grande, aflojando su agarre—. Sal. Déjate de tonterías. De vivir fingiendo y sal de una vez. Te van a mirar raro y seguro crearán rumores, pero no les des el gusto. No sigas al ganado si no eres una oveja.
Josh parecía de piedra. Sus ojos brillaban húmedos conteniendo un manojo de emociones comprimidas. La nariz dilatada. Ni siquiera podía mantener estable su respiración. Noah se apartó con cuidado. En el fondo le daba pena, él había estado en la misma situación años atrás. Pero jamás lastimó a nadie por ello. El silencio del baño era inquietante, hacía que todo sonara ruidoso. El goteo de un grifo, la respiración de Josh, los dedos de Noah clavándose a las correas de la mochila. Intentó pasarlo otra vez y una garra se cerró sobre su muñeca.
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Detrás de mis palabras
Teen Fiction?Qué pasaría por tu cabeza si te invitaran a volver a creer en la magia? ?Y si la magia apareciera en forma de biblioteca y escapatoria delante de tus ojos? Noah Baker lleva a?os so?ando con dejar atrás Fennie, la isla que no solo lo vio nacer y cr...
