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El apartamento se encontraba en completo silencio, roto únicamente por el leve zumbido del secador de cabello. Soojin estaba de pie frente al gran espejo del vestidor, pasando sus dedos entre los mechones oscuros mientras el aire cálido terminaba de secarlos. El vestido rojo que había elegido para la gala reposaba sobre una silla cercana, listo para envolverla con su elegancia.
Jungkook, por su parte, estaba en la sala, sentado en el sofá con un vaso de agua en la mano. Llevaba su camisa negra desabrochada hasta el tercer botón, esperando el momento en que tuviera que arreglarse completamente. Sin embargo, en lo único que podía pensar era en ella. Desde la puerta entreabierta, la veía moverse con naturalidad, concentrada en cada detalle de su arreglo.
No podía explicarlo, pero había algo en Soojin que siempre lograba robarle el aliento. Quizás era la manera en que sus labios se fruncían levemente cuando se aplicaba el labial, o cómo su cuello se inclinaba al abrocharse los pendientes. Pero esta noche, más que nunca, su simple presencia despertaba en él una atracción intensa, visceral.
Se levantó sin hacer ruido, dejando el vaso en la mesa, y caminó con calma hacia ella. Apoyó un hombro en el marco de la puerta y cruzó los brazos.
—No deberías tener permitido verte así antes de una gala.— comentó con voz grave.
Soojin alzó la mirada, viendo su reflejo en el espejo. Jungkook la observaba con un brillo especial en los ojos, uno que reconocía bien.
—¿Y cómo se supone que debería verme?— preguntó con una sonrisa traviesa, girándose ligeramente para encararlo.
Jungkook se separó del marco y caminó hasta quedar justo detrás de ella. Se inclinó, acercando su rostro a su cuello sin llegar a tocarla.
—Como alguien que no tiene idea de lo que me provoca.— susurró contra su piel.
Soojin sintió un escalofrío recorrer su espalda. Jungkook siempre tenía esa habilidad de hacer que su mundo se detuviera con un simple gesto, con el roce de su respiración o el tono bajo de su voz.
—Creo que sí lo sé.— respondió con un tono desafiante, mirándolo a través del espejo.
Él soltó una risa suave, apoyando ambas manos en sus caderas y recorriéndolas lentamente hasta su cintura.
—¿Ah, sí?— musitó —Entonces dime… ¿qué es lo que me provoca?
Soojin dejó el secador sobre la cómoda y giró el rostro apenas un poco, dejando que sus labios casi rozaran los de Jungkook.
—¿Realmente quieres que lo diga en voz alta?
Los dedos de Jungkook se apretaron levemente contra su cintura. El aire entre ambos se volvió más denso, más cargado de una tensión deliciosa.
—Quiero que me lo muestres.— contestó, deslizando una mano por su abdomen.
Soojin dejó escapar una pequeña risa antes de alejarse de su agarre. Caminó hasta la silla donde estaba su vestido y lo tomó con delicadeza, dándole la espalda a Jungkook a propósito.