"En Atlas, la justicia es un mito. La verdad, un lujo y la lealtad... un arma de doble filo."
.......
Adana De'Luca es la imponente agente del departamento de detectives en casos de crímenes organizados. Con una actitud desafiante y sin miedo, se e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
══━━━━✥ ♕ ✥━━━━══
Un caso sin pistas concretas me llevan a entender que desde mis cinco días estando aquí, será un largo trabajo, llegando al lugar de mi hospedaje, lo que encuentro ya no me sorprende, viniendo de un lugar como Atlas con una fachada sombría, antigua, con grafitis y manchas que hablan de abandono. Pero en el interior del edificio, todo cambia; birllante, limpio y con acabados en marmol. El ascensor sube lentamente al quinto piso, y el pasillo oscuro y vacío me envuelve en un silencio extraño. Algo no está bien.
Frente a mi puerta, noto que la cerradura está abierta, aunque sin signos de forzamiento. Un escalofrío recorre mi cuerpo al empujarla. El aire es denso, húmedo, y una sensación de inquietud me invade. Algo no cuadra. ¿Quién estuvo aquí?
Desenfundo con cuidado la pistola que llevo en la cintura y me agacho un poco, tomando la posición de ataque. Mi respiración se vuelve más pesada mientras el silencio de la casa me envuelve, cada paso es más calculado, más tenso. Paso el pasillo, la cocina, y luego una luz tenue de la lámpara de la mesa del salón me llama la atención. Camino hasta esa zona, el único lugar donde esa luz parece tan incongruente, tan peligrosa.
Y allí, en el sofá, se encuentra él. Un hombre de estatura imponente, los brazos estirados con una arrogancia que lo rodea. En su mano, un vaso con whisky. Me recibe como si estuviera en su propio terreno.
Su sombra sobre el suelo parece alargarse y envolverlo, emitiendo un aire superior que congela el aire a su alrededor. Percibo el peligro al instante, como si su mera presencia se infiltrara en la habitación y se apoderara de cada rincón. El cañón de mi pistola avanza lentamente hacia la parte central de su cráneo, mis dedos tensos sobre el gatillo, aunque no lo disparo. No quiero cometer un error.
—Bienvenida—dice. Su voz rasposa y grave hace que el aire se espese, llenando la habitación de una vibrante amenaza. Mi cuerpo reacciona sin pensarlo, retrocedo dos pasos, como si su voz tuviera el poder de paralizarme.
—¿Quién eres y qué haces en mi casa?—pregunto, la duda impregnando cada palabra, pero también la necesidad de mantener el control, de no mostrar miedo.
Él lleva el vaso de su mano a sus labios, tomando un trago con calma, como si el tiempo no le perteneciera a nadie más que a él.
—No vengo a hacer nada, preciosa. Puedes bajar el arma—responde, pero la seguridad en su tono no hace más que aumentar la presión en mi pecho.
Apreté con fuerza el mango del arma, mi dedo índice aún posado sobre el gatillo, tenso y listo para disparar en cualquier momento.
—¿Por qué entraste en mi casa?—volví a preguntar, acercándome, mi voz ahora más firme, casi desbordada por la rabia—. ¡Responde, antes de que te dispare!
Una risa socarrona salió de él, haciendo que sus hombros se sacudieran con ligera diversión, como si estuviera disfrutando de la situación.
—Creo que no te conviene hacer eso, preciosa—respondió, girando la cabeza ligeramente hacia un lado, dejando al descubierto una cicatriz que cruzaba su rostro, desde la ceja hasta su pomulo. Su ojo, marcado por la huella de una vida violenta, se fijó en mí con una intensidad que me hizo sentir como si estuviera mirando al mismísimo abismo.
Tragué en seco, notando cómo mis manos empezan a sudar. La amenaza de mi propia arma en la mano parecía cada vez más irreal.
—No has respondido ninguna de mis preguntas—dije, forzando mi voz a mantenerse firme mientras el aire se volvía pesado entre nosotros.
El hombre hace una señal con su mano libre, una que me resulta extraña, pero sé que intenta indicarme que me acerque. Lo rodeo sin en ningún momento apartar la pistola de su dirección.
Cuando finalmente estoy frente a él, puedo distinguir con claridad su apariencia: robusto, con varias cicatrices en su cuello que intentan ser disimuladas por tatuajes. Su cabello es desordenado, algo largo y negro, y unas cejas gruesas que hacen que sus ojos se vean más finos, como si fueran los de un cazador. Su nariz griega, y sus labios, de un color casi rosa, completan el conjunto.
—¿Me responderás?—pregunté.
El hombre sonríe, dejando a la vista una fila de dientes que podrían considerarse perfectos, si no fuera por el color amarillo que los tiñe, pero no de suciedad.
—Fue fácil ingresar a tu vivienda—responde.
Agité mi pistola en su dirección. —¿Quién eres?
La sonrisa burlona en su rostro desaparece al instante. Se inclina hacia adelante, reduciendo la distancia entre nosotros.
—¿No me conoces? —pregunta, con un tono que me inquieta aún más.
Niego con la cabeza, sintiendo cómo el pánico crece dentro de mí. No lo conozco, no tengo idea de quién es este hombre que parece tan tranquilo en esta situación tensa.
—Soy Raphael Velourm, preciosa —se presenta, y al escuchar su nombre, una chispa de sorpresa me recorre.
Aunque el miedo no desaparece por completo, su nombre me obliga a calmarme un poco.
Me acerco con cautela, obligándome a recuperar la compostura.
—¿Y qué hace un empresario de rango élite en la casa de una simple detective de crímenes? —insisto, observando cómo llena su vaso de whisky, sin apartar la vista de él.
—Vengo a hacer un trato —responde con firmeza.
Su respuesta me hace bajar la guardia, al menos un poco. Tomo asiento a su lado, sin dejar de analizar cada uno de sus movimientos.
—¿Con la policía? —pregunto, desconfiada, buscando una respuesta más clara.
Él niega con la cabeza y me mira. —Contigo.
══━━━━✥ ♔ ✥━━━━══
¡BUENAS, BUENAS! Aquí su fiel escritora con una nueva historia, probando nuevos horizontes.
Espero que disfruten tanto esta novela policiaca con romance, como yo lo disfruto escribiendo cada capítulos.