El suave aroma a papel y tinta impregnaba el aire de la pequeña librería. Caminé entre los estantes con calma, deslizando la yema de los dedos por los lomos de los libros, sintiendo su textura bajo mi piel. Me gustaba ese lugar, la tranquilidad que ofrecía en medio de la ciudad, como si el tiempo se detuviera entre aquellas paredes llenas de historias.
Alcé la mano para tomar un libro cuando, de repente, otra mano rozó la mía. Un leve escalofrío recorrió mi espalda y, sin pensarlo, aparté la mano unos centímetros, solo para encontrarme con un par de ojos distintos a cualquier otro.
Uno dorado, el otro azul.
Mi respiración se detuvo por un instante. Algo dentro de mí se removió, como si una brisa cálida acariciara un recuerdo enterrado en lo más profundo de mi alma. No conocía a ese chico, o al menos eso creía. Sin embargo, la sensación de que no era un extraño se arraigó en mi pecho de una forma tan fuerte que sentí miedo de moverme.
—Ah, lo siento... —murmuró él con una voz ronca, pero suave.
Negué lentamente con la cabeza.
—No... no pasa nada.
Mis labios temblaron al decirlo. No entendía por qué mi corazón latía de esa forma, por qué mi cuerpo entero se negaba a apartarse de su cercanía.
Bajé la mirada al libro que ambos habíamos intentado tomar al mismo tiempo. El título se dibujaba con elegancia sobre la portada.
—La maldición de quererte... —leyó él en voz baja.
Hubo algo en su tono que hizo que mi pecho se contrajera. Tragué saliva con dificultad y llevé las manos al pecho, sintiendo el latido desbocado de mi corazón. Algo en mí dolía, pero no entendía por qué.
Él también estaba inmóvil, como si el mundo entero hubiera dejado de existir. Solo estábamos nosotros, en ese instante, con un libro entre nuestras manos y un sentimiento inexplicable llenando el aire.
No sabía su nombre, no sabía quién era... y aun así, sentí que lo había conocido toda mi vida. Que en algún momento, en algún lugar, le había amado con toda mi alma.
El silencio entre nosotros se alargó, pero no era incómodo. Era como si el tiempo nos estuviera dando la oportunidad de recordar algo que se nos había escapado de las manos. Algo que debió haber sido eterno.
El joven, que aún tenía la mirada clavada en el título del libro, dejó escapar un suspiro casi imperceptible. Sus dedos se deslizaron por la portada con una lentitud reverente, como si en ese simple gesto se escondiera un eco de algo perdido en el tiempo.
—Curioso título... —murmuró, con un leve tono de melancolía.
Sus palabras me hicieron sentir una punzada en el pecho. Tragué saliva, intentando entender por qué una simple frase podía afectarme tanto.
—Sí... —respondí en un susurro—. Es un título... extraño.
El joven desvió la mirada hacia mí. Por un instante, todo en su expresión cambió. Sus ojos, esos ojos de dos colores tan únicos, se abrieron ligeramente, como si hubiera descubierto algo que le había sido arrebatado hace mucho tiempo.
Y en ese instante, lo sentí.
Algo dentro de mí gritó su nombre. Un nombre que no conocía, pero que mi corazón parecía haber guardado celosamente.
Obanai.
El aire pareció volverse pesado. Mis manos temblaron y un leve cosquilleo recorrió mi columna. No... eso no tenía sentido. ¿Por qué había pensado en ese nombre? ¿Por qué supe que le pertenecía, aunque nunca lo hubiera escuchado antes?
—Tú... —comenzó él, como si las palabras se atascasen en su garganta.
Sus dedos se crisparon sobre la cubierta del libro. Parecía confundido, como si una avalancha de emociones desconocidas lo estuviera golpeando al igual que a mí.
Mi respiración se aceleró. No entendía lo que ocurría, pero la sensación era tan fuerte, tan dolorosa y a la vez tan cálida, que quise aferrarme a ella.
—Nos hemos... visto antes, ¿verdad? —pregunté sin pensar.
Él parpadeó, sorprendido. Luego, con un dejo de vacilación, apartó la mano del libro, dejando que mis dedos lo tomaran por completo.
—No lo sé... pero... —susurró, y su voz se quebró apenas un poco—. Se siente como si así fuera.
El peso de sus palabras cayó sobre mí como una verdad oculta tras un velo demasiado fino. Un velo que podía romperse en cualquier momento, revelando lo que había estado ahí todo el tiempo.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó él, con el mismo tono contenido, como si temiera la respuesta.
Sentí que mi corazón latía con más fuerza. No entendía por qué, pero sentía que si decía mi nombre en voz alta, algo dentro de mí despertaría por completo.
Así que tomé aire, y con un temblor en los labios, respondí:
—Natsume.
Sus ojos se abrieron un poco más. Por un momento, su expresión reflejó una mezcla de incredulidad y emoción contenida.
Y entonces, en un susurro, con una voz que sonó como una plegaria, él dijo:
—Soy... Obanai.
El nombre resonó en mi mente como un eco lejano, como si lo hubiera escuchado antes, en otra vida. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, pero no era miedo... era una certeza inquietante, una sensación de pérdida y reencuentro al mismo tiempo.
Obanai.
No era un nombre desconocido para mí, aunque no podía recordar por qué.
Él también parecía afectado. Su mirada, de dos colores distintos, me observaba con una intensidad que me dejaba sin aire. Había algo en la forma en que me veía, algo melancólico, como si estuviera recordando algo que aún no lograba comprender del todo.
—Natsume... —repitió mi nombre en un susurro.
Mi pecho se oprimió. Su voz... había algo en su voz que hacía que mi corazón latiera con fuerza, como si mi alma lo reconociera antes que mi mente.
Nos quedamos en silencio, sin saber qué decir. Era una sensación extraña, como si estuviéramos en la frontera entre lo desconocido y lo familiar. Como si el tiempo se hubiera doblado sobre sí mismo para traernos de vuelta a este momento.
Nos quedamos mirándonos, con el peso de un recuerdo que no podíamos alcanzar. El mundo a nuestro alrededor se desvaneció, dejando solo el latido acelerado de mi corazón y la certeza de que este encuentro no era una coincidencia.
El libro entre mis manos seguía abierto en la portada, sus palabras brillando ante mis ojos como una verdad ineludible.
"La maldición de quererte".
El destino nos había vuelto a unir. Y aunque no recordáramos el pasado, aunque el tiempo nos hubiera arrebatado nuestros recuerdos... algo dentro de mí sabía que siempre lo había estado buscando.
Y ahora, al fin, lo había encontrado.
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La maldición de quererte | ????? ??????
FanfictionEn un mundo asolado por demonios, Natsume lucha por la justicia sin saber que el destino la unirá a Obanai Iguro. Entre batallas, sacrificios y sentimientos ocultos, ambos descubrirán que algunas promesas trascienden el tiempo. ?FICCI?N?
