El barrio Uchiha respiraba quietud, un silencio de piedras ancestrales y ventanas ciegas que observaban a Sasuke como espectros desaprobadores. Cada paso suyo crujía sobre las hojas secas, un sonido que le recordaba huesos triturados bajo botas de shinobi. Al pasar frente al estanque donde su padre lo entrenaba, Sasuke detuvo la mano derecha —la que no llevaba el peso de un brazo perdido— sobre la marca en su cuello. La piel ardía bajo sus dedos, un sello de fuego que Naruto había grabado con la precisión de un herrero forjando cadenas.
¿Cómo llegué aquí?, pensó, aunque sabía la respuesta. El celo lo había convertido en un títere de su propia biología, y Naruto… Naruto había sido el titiritero dispuesto a romper todos los hilos.
—Patético —murmuró, no hacia sí mismo, sino hacia los retratos imaginarios de Fugaku y los ancianos Uchiha que seguramente se retorcían en sus tumbas—. Si me vieran ahora…
El viento susurró entre los árboles, llevando consigo el aroma a incienso quemado de algún altar lejano. Sasuke imaginó a su padre cruzando los brazos, su ceño fruncido tan familiar como el filo de una katana. "Un Uchiha no se deja marcar por un necio", habría dicho. "Menos por un idiota que come ramen con la boca abierta".
La ironía lo hizo resoplar. Por primera vez en años, casi se sorprendió riendo.
La tienda de la señora Yumi era un remanso de colores en el gris del barrio: puestos de tomates carmesí, berenjenas moradas como moretones y rábanos que brillaban bajo el sol como joyas humildes. Sasuke eligió tres tomates —los más perfectos, los que Itachi habría seleccionado— y los depositó en la cesta de mimbre.
—Señorito Uchiha —saludó la anciana, limpiándose las manos en el delantal manchado de tierra—. Hace semanas que no venía. ¿Todo bien?
—Rutinas —mintió él, evitando su mirada.
La mujer se inclinó sobre el mostrador, sus ojos arrugados brillando con malicia senil. De repente, su nariz se agitó como la de un perro rastreador.
—Hmmm… —gruñó, olfateando el aire—. Algo huele diferente en usted.
Sasuke se tensó. Las feromonas de Naruto debían de estar adheridas a su piel como barniz, un recordatorio químico de su derrota.
—No sé de qué habla —dijo, sacando monedas del bolsillo con demasiada fuerza.
—¡Vamos, no se avergüence! —la anciana rio, mostrando un hueco donde faltaba un diente—. Hasta estos huesos viejos reconocen el aroma a "apareamiento". ¿Quién es el afortunado? ¿Algún Alfa de la policía? ¿Un mercenario extranjero?
—No es asunto suyo —Sasuke arrojó las monedas sobre el mostrador y agarró los tomates, sintiendo cómo el rubor le subía por el cuello como una enredadera venenosa.
—¡Je! El amor es un asunto de todos —canturreó ella, guardando el dinero—. Dígale a su Alfa que le traiga flores la próxima vez. ¡A las Omegas nos gustan los detalles!
Sasuke salió de la tienda con la dignidad de un gato mojado, maldiciendo mentalmente a Naruto, a la anciana y a su propia genética traicionera.
La casa Uchiha se alzaba al final del camino, su estructura imponente y vacía como un ataúd de madera. Sasuke avanzó hacia ella, los tomates latiendo en su bolsa como corazones robados. Pero a cinco metros de la entrada, el aroma lo detuvo: pelo de perro, tierra húmeda, lágrimas secas.
—Sasuke…
Kiba emergió de las sombras del porche, su figura alta y desgarbada tambaleándose como un árbol a punto de caer. Los ojos del Inuzuka estaban rojos, hinchados, y en sus mejillas brillaban rastros de sal. Akamaru, a su lado, gimió bajo la lluvia emocional de su amo.

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Aprovechando el Celo
FanfictionEn un mundo donde los Alfas y Omegas están destinados a unirse por la fuerza de sus instintos, Naruto Uzumaki ha esperado a?os por su oportunidad con Sasuke Uchiha, a pesar de que este último está comprometido con Kiba Inuzuka. Cuando el celo de Sas...