"En Atlas, la justicia es un mito. La verdad, un lujo y la lealtad... un arma de doble filo."
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Adana De'Luca es la imponente agente del departamento de detectives en casos de crímenes organizados. Con una actitud desafiante y sin miedo, se e...
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—¿Agente De’Luca, me está escuchando? —pregunta por décima vez el sargento.
Un sobresalto me recorre el cuerpo al sentir una mano firme posarse sobre mi hombro. Me incorporo de inmediato, parpadeando para despejar la bruma del sueño. ¿Me quedé dormida? No puedo creerlo. Anoche no pegué un ojo, reviviendo una y otra vez el atentado que casi me cuesta la vida y la propuesta de Raphael que aún retumba en mi mente.
Asiento mecánicamente, apenas procesando la pregunta que me llega como un eco lejano. Mis ojos se enfocan en la gran pantalla frente a mí, esa barrera tecnológica que me separa de los rostros de aquellos que me enviaron aquí, como si eso bastara para contener mi furia.
Mientras las voces continúan su monótono intercambio con Haleys, siento a Edyn acercarse sutilmente a mi lado.
—¿No dormiste bien? —susurra cerca de mi oído, su voz baja y cargada de preocupación, como si temiera que el simple hecho de decirlo en voz alta pudiera romperme.
Sin apartar la vista del sargento, niego levemente con la cabeza. No quiero hablar demasiado, no aquí, no frente a todos. Pero él merece al menos una parte de la verdad.
—Intentaron atacarme —murmuro, apenas audible, como si mi garganta se cerrara al confesarlo.
La palabra “atacarme” pesa más de lo que imaginaba. No es solo un hecho, es una herida abierta, un eco que no ha dejado de retumbar en mi mente desde anoche. Aún puedo sentir la vibración de la bala rozándome, el calor de Raphael cubriéndome, y ese miedo helado que me arrastró de vuelta a recuerdos que había intentado enterrar.
Edyn se sobresalta, y por un instante, su expresión se endurece. Pero su entrenamiento y la tensión del momento lo obligan a recomponerse casi de inmediato. Ambos sabemos que este no es el lugar ni la hora para escándalos, aunque el silencio entre nosotros dice más que cualquier palabra.
No estamos solos, y mucho menos rodeados de personas de confianza.
—A mí también —confiesa Edyn, su voz tan baja que apenas la oigo por encima del zumbido en mis oídos.