El grupo finalmente llegaba al reino. Nihon y Ashia observaban con asombro las altas murallas, mientras el bullicio de la ciudad dejaba ver que algo importante estaba por ocurrir. Las calles estaban agitadas, llenas de personas que iban de un lado a otro preparando decoraciones, comidas, trajes y eventos.
Al llegar al almacén donde residía Jhon, lo encontraron ocupado en alguna tarea. Al notar su presencia, Jhon se giró y los recibió con una sonrisa:
—¡Vaya! Miren quiénes volvieron.
Sin embargo, al ver a Nihon y Ashia, frunció el ceño por un instante, intrigado. Serafín dio un paso adelante.
—Ellos nos ayudaron —explicó—. Y ahora tienen algo importante con nosotros.
Jhon asintió sin más, cambiando de tema.
—Bueno… ¿cómo les fue?
—Bien, aunque fue algo extraño —respondieron.
Jhon no preguntó más. Solo los invitó a entrar.
—La cena estará lista pronto. Pueden descansar un poco mientras tanto.
Durante la cena, Nihon, aún curioso, preguntó:
—¿Es normal que los habitantes del reino estén tan… alterados?
—Al parecer —dijo Jhon mientras servía más bebida— el rey está organizando una celebración especial.
Todos recordaron entonces la carta que Alieen había recibido: el mismísimo rey los había convocado.
—Felicitaciones —añadió Jhon, sin sorpresa—. Será mejor que mañana se vistan lo mejor que puedan.
—¿Nos vas a acompañar? —preguntó Uzziel.
—Lo siento. Tengo cosas que hacer —respondió Jhon, evadiendo la mirada.
Al día siguiente, los cinco se dirigieron al castillo central. El ambiente en la ciudad era festivo. Antes de llegar a las puertas del castillo, Jhon se despidió:
—Los veré luego.
Al acercarse a las puertas, dos guardias los detuvieron.
—Identifíquense.
Uzziel dio un paso al frente, pero antes de hablar, los guardias exigieron ver el símbolo. Con un gesto rápido, Uzziel levantó su camisa, mostrando su marca. Los guardias también examinaron a Serafín y Shiloh, quienes mostraron sus propios símbolos. Sin más palabras, abrieron las puertas.
Nihon y Ashia observaban el interior con asombro. Finalmente llegaron a una gran puerta.
—El rey Roger los espera.
Las puertas se abrieron lentamente.
Mientras tanto, en otra parte del castillo, Jhon caminaba hasta llegar a una habitación donde lo esperaban cinco personas sentadas alrededor de una mesa.
—Bienvenido, Jhon. Eres el último.
—Lothar… hace cuánto no nos reuníamos —respondió, tomando asiento.
—Demasiado tiempo. Comencemos la reunión de los Caballeros de Umbra.
Hablaron sobre misiones, actividades recientes… hasta que uno de ellos, un caballero de cabello plateado, se inclinó hacia adelante:
—¿Y tú, Jhon? ¿Qué hay con esos nuevos “empleados”? ¿Y esas vendas?
—Un pequeño descuido —respondió serio.
—Muy bien… Ahora hablemos del verdadero motivo por el que estamos aquí —dijo Lothar.
Jhon cruzó los brazos en silencio.
Frente al trono, los cinco héroes eran recibidos por el rey Roger, un hombre anciano pero enérgico.
—Sean bienvenidos. Supongo que se preguntan por qué los llamé.
Roger comenzó a relatar un cuento: cada siglo, una antigua maldición se desata sobre el mundo, trayendo caos y muerte. Sin embargo, junto a ella, cinco héroes son invocados sin memoria para sellarla… hasta que el ciclo se repite.
—Ustedes son esos héroes.
—¿Héroes…? —susurró Uzziel.
—Sí. Tú incluso ya encontraste una de las armas legendarias. Son reliquias únicas, anteriores incluso a la maldición.
Luego, pasaron funcionarios a registrar sus marcas.
—Gracias por venir. Hasta pronto… héroes —dijo Roger antes de que fueran escoltados fuera.
Cuando caminaban por el pasillo, una gran puerta se abrió de golpe. Lothar, Jhon y el resto de los caballeros de Umbra salieron al paso. Lothar escaneó con la mirada al grupo.
—¿Qué tienes ahí?
Uzziel sujetó su espadón, pero antes de responder, Lothar lo golpeó con el puño. Uzziel se protegió con su arma, sorprendido de que el impacto no la rompiera.
—Así que ustedes son los “héroes”… —dijo Lothar con desdén.
—Ni se te ocurra tocarlos otra vez —gruñó Jhon, deteniendo a Lothar.
—Estos son tus empleados, entonces… Ocultar información tiene consecuencias, Jhon —dijo Lothar mientras bajaba lentamente la mano—. Así que por eso no quisiste hablar de ellos. ¿Acaso se te olvidó que ocultar cosas ante esta corte es castigable? ¿Lo sabes, Jhon?
Jhon bajó la mirada, sin responder. El silencio pesaba, hasta que otro caballero apareció desde una de las columnas del salón. Tenía el cabello plateado y una mirada curiosa mientras examinaba a los héroes recién llegados.
—¿Estos son los héroes? —preguntó, sin ocultar su desdén.
Sin previo aviso, sacó una pequeña daga y la lanzó directo hacia ellos. Pero Shiloh, rápida como el viento, desenfundó su estoque y la desvió en el aire. El caballero la miró sorprendido.
—¿De dónde sacaste esa cosa vieja? —dijo con cierto asombro.
—¡Ya basta, Filip! —ordenó Lothar, mirándolo de reojo. Luego, volvió su atención a Jhon—. Bien… Supongo que esta vez se te va a perdonar, hermano.
Jhon, aún sin levantar la mirada, murmuró a Uzziel:
—Ya nos podemos ir.
Los cinco lo siguieron en silencio.
Ya de regreso en el almacén, comenzaron a hablar sobre lo ocurrido con el rey. Algunos lo cuestionaron directamente.
—¿Tú ya sabías sobre todo esto, Jhon?
Pero Jhon no respondió. Seguía organizando unas cajas, hasta que un caballero entró anunciando que los necesitaban en el castillo.
—¿Esto se volverá costumbre? —preguntó jhon, con tono sarcástico.
El caballero lo miró y añadió:
—A ti también se te necesita, Jhon.
Fueron guiados hasta una gran sala. El caballero les pidió que se colocaran en el centro, pero detuvo a Jhon justo antes.
—Tú, ven conmigo.
Los héroes observaron mientras los caballeros de Umbra entraban, subiendo a una tarima. Luego, Jhon se unió a ellos, en completo silencio.
Lothar dio un paso adelante.
—Por orden del rey, ahora se asignará a cada héroe invocado un maestro o tutor. Estos serán los caballeros de Umbra. Comenzamos. Cuando mencione su nombre, den un paso al frente.
—La heroína Ashia: Elisa, especialista en venenos y pociones.
—El héroe de fuego, Serafín: yo seré su tutor, Lothar el lider de los caballeros de umbra.
—La heroína del agua, Shiloh: Gabriel, el caballero de hielo.
—El héroe del viento, Nihon: Leila, experta en fuego.
—El héroe de la tierra, Uzziel: Jhon, el caballero medio elfo.
—¿Y qué hay de mí? —dijo Filip con tono indignado—. ¡Yo quedé sin nadie!
—Lo siento, Filip. Solo son cinco héroes invocados —respondió Lothar.
—¿En serio? Hasta las asignaciones están mal hechas. ¡Leila debería estar con Serafín, no con Nihon! ¡Ella es la princesita del fuego, o algo así!
—Reina del Fuego —corrigió Leila, con frialdad—. Y yo misma pedí el cambio.
—¡Claro, llamita! ¿Y tú, Lothar? ¿No eres el nieto del anterior héroe de tierra? El único que tiene algo de lógica aquí es Gabriel… ¡Y eso que necesita un cristal para usar magia de agua!
—¡Ya es suficiente, Filip! —intervino Lothar—. Las asignaciones están decididas.
—Pues por esta falta de respeto, exijo un combate con los héroes.
Lothar suspiró. A regañadientes, preguntó:
—¿Desean participar?
Los héroes, aún confundidos, aceptaron. Uzziel dijo:
—Está bien…
—¡Bien! —exclamó Filip, saltando al centro—. Pero quiero pelear con los cinco a la vez.
Lothar comenzó a contar mientras Filip se estiraba.
—Oye, Filip… La lanza.
Filip dejó su lanza a un lado, desarmado.
—Bien. ¿Listos? Comiencen.
Filip se quedó inmóvil, sonriendo. Serafín se acercó con cautela, espada en mano.
—¿Por qué no haces nada?
Cuando intentó atacarlo, Filip desapareció. Una risa comenzó a escucharse. Apareció entre Uzziel, Shiloh y Nihon, riéndose. Serafín giró para atacarlo, pero Filip volvió a desaparecer.
—¡Ya deja de huir, cobarde! ¡Ven y pelea!
Filip apareció a su lado y lo golpeó con un puñetazo, lanzándolo contra la pared.
—¡Serafín! ¿Estás bien? —gritó Uzziel.
—Ya voy por ti —añadió, avanzando… hasta que:
—¡Yo te ayudo! —dijo Filip, golpeándolo por la espalda. Ambos héroes chocaron contra la pared.
Shiloh lanzó una estocada a la cabeza de Filip, que esquivó justo a tiempo. Nihon se unió al ataque. Los dos lo acorralaban mientras él retrocedía, riendo.
—Vaya, son rápidos…
Serafín apareció detrás de él, intentando atacarlo de nuevo. Filip atrapó su espada con la mano desnuda.
—¿Eso es todo? Si quieren que pelee en serio, al menos denme un golpe.
Entonces, los tres héroes lo atacaron simultáneamente. Uzziel golpeó con tal fuerza que el suelo se partió, levantando una nube de polvo y escombros. Acorralaron a Filip… hasta que, con una explosión de fuerza, los mandó a volar.
Shiloh apareció de repente, estocada directa. Filip apenas logró bloquear. Ella siguió atacando sin pausa.
—Bastante veloz —dijo Filip, ya más serio.
Ella no respondió. Intensificó el ritmo.
De repente, Filip desapareció y apareció junto a ella.
—Pero aún te falta.
La tomó de la cabeza y la estrelló contra el suelo. Luego, gritó:
—¡Gabriel! ¡Hagamos un cambio! ¡Déjame entrenarla!
—¡Ni se te ocurra! —respondió Gabriel.
—vamos ¿Por qué no? ¿Acaso te interesa? —se burló Filip.
Antes de poder seguir, Uzziel, Serafín y Nihon lo atacaron juntos. Filip volvió a desaparecer.
Uzziel se arrodilló junto a Shiloh, mientras los demás vigilaban.
—¿Y tú? ¿Quién eres exactamente? —se escuchó la voz de Filip.
Estaba frente a Ashia.
—Veamos qué puedes hacer…
Le pidió que repitiera un conjuro.
—“Gran rey del fuego, hazte presente en mi mana…”
—¡Ese idiota! —diría Leila observándolo.
Justo cuando Serafín iba a detenerlo, Filip desapareció. Y de la mano de Ashia salió una gigantesca bola de fuego. Serafín cayó al suelo, quemado. Ashia se desplomó, inconsciente.
—¡Desgraciado! —gritó Nihon, corriendo.
Filip apareció junto a él y lo noqueó.
—Tranquilo. Solo gastó todo su mana.
Uzziel, que había dejado a Shiloh en un lugar seguro, se alzó. Lo miró con furia.
—Bueno… solo quedas tú —provocó Filip.
Comenzó el duelo. Uzziel atacaba con potencia brutal, haciendo temblar el salón, pero Filip lo esquivaba con burlas.
Finalmente, Uzziel estrelló su espadón contra el suelo con fuerza, y en ese momento, apretó con rabia el mango del arma. Como si respondiera a su furia, el espadón empezó a vibrar de forma extraña, atrayendo el polvo, los escombros y hasta fragmentos de piedra a su alrededor. Todo se comprimió contra la hoja en un instante, y luego estalló con una gran explosión que hizo volar a ambos combatientes. Uzziel se levantó de inmediato, jadeando… y entonces lo vio: Filip estaba de pie, pero un líquido oscuro caía de una parte de su armadura.
—¡Le rompió la armadura! —rió Elisa desde la tarima.
—No te emociones mucho —dijo Filip, vendándose—. Solo fue un rasguño. Yo sigo intacto.
De pronto, Filip se lanzó directo hacia Uzziel, con una velocidad brutal, y le soltó un puñetazo directo al abdomen. El impacto fue tan fuerte que Uzziel quedó sin aliento
Filip empezó a atacar con una velocidad brutal. Golpe tras golpe llovía sobre Uzziel, quien apenas lograba bloquear algunos, mientras otros lo alcanzaban de lleno. Cada impacto retumbaba como un trueno en el salón.
—¡Ya es suficiente! —exclamó Lothar, lanzándose al centro del combate. En un instante, apareció al lado de Uzziel y bloqueó uno de los ataques de Filip con una sola mano—. Ya terminó la pelea.
—¿¡Estás bromeando!? —gritó Filip con rabia.
—¡Te dije que se acabó! —repitió Lothar con firmeza.
Filip se zafó de un tirón y comenzó a correr alrededor de ellos a una velocidad cada vez mayor. Su cuerpo chispeaba, emitiendo descargas de electricidad mientras se reía.
—Aquí vamos de nuevo… —suspiró Gabriel desde la tarima, recostado con fastidio.
Un rayo cruzó el salón a toda velocidad, directo hacia Lothar. Pero él no se movió. Levantó una mano y lo detuvo como si fuera una simple brisa. De ese relámpago, emergió Filip, buscando un ataque sorpresa, pero Lothar ya lo tenía sujeto del cuello.
—¿Tú crees que esos rayitos me van a hacer algo? —dijo Lothar apretando con fuerza, mientras Filip intentaba zafarse.
—¡Suéltame! —gruñó Filip.
—¿Acaso se te olvidó quién soy yo? ¡A mí se me respeta! —rugió Lothar, y con la otra mano le dio un golpe seco y brutal en la cabeza que lo estrelló contra el suelo.
Filip quedó tendido, completamente inconsciente.
—Mamañema… —masculló Lothar con desdén, mirando su cuerpo desplomado.
Entonces se giró hacia Uzziel, que aún se sostenía en pie.
—Perdón por las molestias que les causó este idiota. Pueden retirarse, héroes.
Pero en ese instante, Uzziel también cayó al suelo, exhausto.
Más tarde, en el almacén, todos los héroes estaban descansando. Las sirvientas les cambiaban vendajes mientras Jhon supervisaba en silencio. Luego se acercó unos pasos al grupo, con una ligera sonrisa.
—Felicidades… ahora sí son verdaderos héroes. Descansen bien. Pronto recibirán su primera misión.

EST?S LEYENDO
curse elements
FantasyCada siglo, los elementos se desatan y el equilibrio del mundo se rompe. Desde las profundidades de la tierra hasta los confines del cielo, una energía ancestral conocida como La Emergencia Elemental despierta, dando paso al nacimiento de bestias sa...