Cerca de la sección de trucos muggles había dos puertas, una que conducía al depósito y otra que iba a la habitación de arriba. Por lo que recordaba Roxanne, era usada como una sala de descanso para los empleados, y ahí mismo, una tercera puerta daba paso hacia la habitación de Fred. Su hermano siempre odió vivir allí arriba, por eso paraba todo el tiempo en casa de sus padres o en casa de Roxanne y Lysanser.
Fred nunca tuvo fuerza de voluntad como para irse.
Distraídos ante la gran cantidad de clientes y el ruido ensordecedor que había en la tienda, Ron y los otros empleados no notaron como Roxanne atravesaba rápidamente la puerta de la sala. No había cambiado mucho, notó vagamente, los mismos sillones naranjas, una mesa con naipes desordenados y varios productos esparcidos alrededor.
—¿Recuerdas cuándo solíamos pasar el tiempo aquí? —le dijo Fred—. Solíamos tomar prestado algunos sortilegios y venir a jugar aquí. ¿Crees que ahí se desarrolló tu etapa como cleptómana?
—¿Sabes? Si eres un alma en pena que necesita completar algo para continuar, espero encontrarlo rápido —gruñó Roxanne, provocando una risa en el espíritu.
Ella se dirigió a la otra puerta, la cual conducía hacia unas escaleras que iban al segundo piso, directo a la habitación que alguna vez le había pertenecido a su hermano mayor. No era un lugar que solía frecuentar, la habitación era pequeña para que dos personas pasaran el tiempo cómodamente. Incluso cuando Roxanne iba a Sortilegios Weasley, tampoco subía.
Había una cama individual en el medio, con sábanas comunes azules y dos almohadas. Un escritorio se encontraba al frente y en la otra punto de la pieza, había un pequeño armario, el cual tenía las puertas abiertas y estaba despojado de cualquier prenda de ropa. En el piso, otros artículos de bromas estaban situados.
—Que lugar tan horrible —comentó Fred, sentándose en la cama—. ¿Yo vivía aquí? Que feo gusto.
Era claro que George, Angelina o alguien había limpiado el lugar, lo mejor posible, quitando las pertenencias de su hermano. Roxanne se preguntó dónde estaría, un intuición le decía que seguramente en casa de sus padres no estaban.
—¿Qué planeas buscar aquí? —siguió Fred—. No hay nada mío.
—Presentimiento de bruja —explicó Roxanne, sintiéndose luego tonta por contestar al fantasma.
En Azkaban no había lugar para sueños. Era un hechizo, aún quedaba esencia de Dementor o cosa de Roxanne, pero no había tenido sueños durante su estadía en la prisión. Cuando dormía, sentía que al siguiente segundo ya despertaba, teniendo la sensación de no haber descansado nada. La primera noche fuera de Azkaban, por fin pudo dormir debidamente bien, y luego de diez años, tuvo un sueño, el cual tenía que ver con Fred.
Los siguientes días también había soñado con su hermano y no eran sueños proféticos que le revelaban algo, la mayoría de las veces solo le quedaba la sensación de haber imaginado su sonrisa y sin poder acordarse del todo de lo que soñó. Quizá fuera por la nostalgia que le producía la situación actual, pero una parte de ella quería ver si en serio aquel era el único motivo.
—No sé por qué sueñas conmigo, estoy aquí para que me veas.
«No es lo mismo», pensó Roxanne. Aquel ente solo le hacía extrañar a horrores a su verdadero hermano y no tenía ni idea de cómo hacer que se fuera.
—Vaya, gracias —bufó Fred, con un tono ofendido—. Y eso que iba a ayudarte.
Roxanne se puso de rodillas en el piso para poder ver bajo la cama, pero aparte de suciedad y artículos rotos, no había nada más. La frustración se estaba adueñando de ella. Tal vez debió quedarse con Lucy.
—Oye, en serio, puedo ayudarte —continuó Fred, y Roxanne solo lo miró para que se callara, aunque sin quitar la expresión desganada de su rostro—. ¿No te acuerdas lo que hacía en Hogwarts o en casa?
—¿Qué hacías? —preguntó ella, mientras se levantaba y se acercaba al escritorio para revisarlo.
—Guardaban dulces en una bolsa bajo un suelo falso del armario —contestó él, mirando hacia el pequeño armario.
Roxanne imitó la acción bruscamente. Era un detalle que había olvidado, a su hermano no le gustaba compartir, así que guardaba sus dulces y otras cosas bajo una madera salida del armario. Roxanne lo había sorprendido una vez, era donde habitualmente robaba cuando su fase de cleptómana empezó.
Tal y como esperaba, había algo bajo la madera. Si esperaba una caja con recuerdos, se encontraría muy decepcionada, pues solo halló un viejo pergamino arrugado, que tenía la letra pequeña y ligeramente torcida de Fred.
—¿Quizás una carta de suicidio? —cuestionó el fantasma de su hermano.
Sin embargo, Roxanne no llegó ni a leer el destinario, porque escuchó pasos subiendo por las escaleras. Dirigiendo una mirada de terror a Fred, utilizando su varita, se volvió invisible, quedándose rígida en su lugar. La puerta se abrió con un ruido chirriante y George Weasley entró.
Los años o lo que pasó con sus hijos hicieron mecha en él. Tenía sesenta y dos años —aún joven, para los estándares de la vida de un mago—, pero su cabello ya estaba cubierto de canas, arrugas se situaban bajo sus ojos y la típica sonrisa que siempre tenía no estaba, en su lugar no había más que una línea carente de alegría.
Seguido de él, entró Ron, quien venía con una mueca incómoda.
—¿Entonces es oficial? ¿En serio van a hacerlo? —preguntó su tío, parado cerca de la puerta con una actitud nerviosa.
Roxanne se corrió cuando notó que su padre también había traído una maleta y la acercaba al armario. Él respondió mientras la abría para sacar ropa.
—Las cosas con Angelina han estado mal desde que perdimos a nuestros hijos en el mismo año, Ronnie —contestó George, sin algún tono en su voz que le dijera a Roxanne qué tanto le afectaba eso—. Hoy Fred cumple once años de muerto y Roxanne salió de la cárcel… Es mucho para Angelina… Ya no puede seguir, así que sí, le concedí el divorcio.
Incluso Fred se quedó callado, tan incrédulo y sorprendido como Roxanne ante la noticia. Una parte de ella siempre supo que el matrimonio entre sus padres no era tan bueno como los demás en la familia, era consciente que Angelina había sido la novia de su tío Fred antes de que muriera y suponía que la única razón para que sus padres se casaran era que intentaban sanar juntos. Aun así, el divorcio era un paso muy extremo.
—¿Viste a Roxanne? —El nombre salió de la boca de su tío como si no lo hubiera mencionado en años.
—Bueno, tampoco esperes que mencionen el nombre de una asesina en las reuniones familiares —comentó Fred con sinceridad.
George negó con la cabeza. Detuvo el proceso de sacar la ropa de la valija y se quedó mirando a su hermano menor, con la primera muestra de sentimiento en lo que iba la conversación: melancolía.
—¿Te arrepientes de algo, Ronnie?
Ron bajó la cabeza.
—De muchas cosas.
—Sí —George se puso de pie y se acercó a su hermano para marcharse de la habitación—, yo también.
Cuando la puerta se cerró, Roxanne usó su varita para la Aparición. Llegó a Cabeza de Puerco, donde se quedaba con Lucy con un ligero mareo en el estómago, pero no entró. Acomodándose bien el saco, siguió caminando, a la vez que acercaba el pergamino de Fred con cuidado a su cara para leerlo.
—¿Y bien? —preguntó el ente de su hermano—. ¿Es una carta de suicidio?
Roxanne no contestó, de hecho, se quedó inmóvil. A medida que leía, se sentía cada vez más confundida. Volvió a leer la carta no terminada y dejó escapar un suspiro inquieto.
—No —respondió, teniendo las emociones a flor de piel—. Es una carta donde le dice a Annabeth que quiere conocer a su hija.

EST?S LEYENDO
Dark Present
FanfictionLos cuentos de hadas siempre fueron mejores que la vida real. Eso bien lo sabían los primos Weasley, quienes por a?os intentaron aparentar tener una vida feliz, como todos esperaban. Entre sonrisas fingidas lograron su cometido por décadas, hasta qu...
Capítulo diecisiete
Comenzar desde el principio