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❛.*🐺 🐀 CHAPTER SEVENTEEN *🐕 🦌ˎˊ˗
▰▰▰▰▰▰ amar es destruir ❞ .˚. ✦
Olivia Kinsley estaba consciente de lo estúpida que era. De hecho, estaba tan consciente de ello que quería golpearse con un autobús en movimiento. Sin embargo, tenía 11 semanas de embarazo y no había autobuses en Hogwarts, por lo que tendría que posponerlo.
Se preguntaba exactamente cuándo se había vuelto tan dependiente de James que casi se sentía imposible pasar el día sin que el rey de Gryffindor la estuviera siguiendo, pero era un hecho comprobado que un hogar abusivo producía niños dañados sin idea de cómo lidiar con sus emociones. Al ser golpeada y decirle que sería una inútil toda su vida, a Olivia le costaba creer que alguien la quería por ser ella misma.
Otro hecho comprobado era que estaba siendo muy difícil ignorar al padre del niño del que estaba embarazada. Tan difícil, de hecho, que Olivia se había acostumbrado a esconderse en la sección restringida de la biblioteca. Ya ni siquiera estaba segura de sí lo estaba ignorando porque no podía enfrentarse a los sentimientos que sabía que sin duda estaban apareciendo, o si estaba tan avergonzada por haberlo dejado plantado frente a todos luego del partido. Realmente ya no tenía idea en ese momento.
Sabía qué estaba mal, pero estaba tan desesperada por ignorar a James que Olivia había empezado a descuidar sus deberes de prefecta. Las clases se habían convertido en un juego de etiqueta con Olivia que no aparecía hasta el último minuto y James no tenía más remedio que esperar hasta el final y Olivia salía corriendo de la habitación antes de que el reloj marcara la hora.
Lo único bueno que saldría de su estupidez sería que finalmente tuviera tiempo para leer los libros para bebés que Remus le había estado diciendo que leyera.
Sin embargo, sabía que no podría evitar a James para siempre. De una forma u otra, tendría que enfrentarlo eventualmente considerando el hecho de que compartían a un bebé. Ella sabía que algo la obligaría a hablar con él al final. Lo que no había anticipado era que ese algo sería la muy seria Minerva Mcgonagall.
Olivia nunca había estado tan cerca de la jefa de casa. La respeta como maestra, como persona, pero sobre todo, como mujer fuerte. Conocía el cariño de los merodeadores por la profesora, pero nunca pensó que lo experimentaría de primera mano.
Se sentó derecha mientras miraba a la mujer desde su lugar en el piso polvoriento. Minerva miró a Olivia con la mirada más severa pero con la más maternal que nunca había visto, y eso le dolió un poco, nunca experimentó que alguien la mirara de esa manera.
—Señorita Kinsley, puede que no sea una medimaga, pero estoy segura de que quedarse en una habitación llena de polvo no es bueno para una mujer embarazada. —la regañó, mirando a Olivia con complicidad.
La Slytherin no pudo evitar dar una sonrisa insegura mientras se levantaba del suelo.
—Tiene razón, profesora.
—Sígueme.
Olivia no pudo evitar sentirse aterrorizada mientras seguía a la mujer, preguntándose si se metería en problemas. Mientras rodeaban cada pasillo y pasaban cada puerta, su corazón parecía latir cada vez más rápido con cada paso. No era ningún secreto que la directora de la casa de los leones era conocida por ser estricta y no tolerar en absoluto ninguna infracción de la ley. Sin embargo, Olivia estaba segura de que no había roto ninguna regla de la escuela aparte de deshacerse de sus patrullas, pero sabía que los maestros sabían de su condición y, a menudo, excusaban sus ausencias.
—Toma asiento. —le indicó Mcgonagall cuando llegaron a su oficina.
Olivia hizo lo que le dijeron, sentándose en un incómodo silencio por unos momentos mientras esperaba que la profesora dijera algo en lugar de mirarla como si supiera algo que ella no sabía. Olivia estaba segura de que Minerva Mcgonagall sabiá, de hecho, muchas cosas que ella no sabía.
— Toma una galleta —dijo la maestra de transfiguración acercando el plato de bocadillos de su escritorio a Olivia.
—No, gracias, profesora.
—Por favor —dijo impasible—. Insisto. Son muy buenos.
Sin saber qué más hacer, Olivia finalmente accedió, cogiendo uno antes de desenvolverlo rápidamente y darle un mordisco. Ella estaba en lo correcto. Las galletas sabían bien y Olivia se sintió tentada a pedirle otra.
— Entonces —comenzó Minerva.— Escuché que has estado ignorando a James. ¿Podrías decirme por qué, Olivia?
Olivia casi se ahoga ante la franqueza de sus palabras, pero se las arregla para tragar su comida antes de aclararse la garganta.
—Yo...
—Debo decirte que sea lo que sea de lo que hablemos se quedará en esta habitación —interrumpió Minerva—. Así que sientete libre de decirme cualquier cosa.
Olivia se pregunta brevemente si las galletas tenían veritaserum, ya que de repente sintió la necesidad de desnudar su alma frente a la mujer mayor.
— Me gusta él. Me gusta mucho y me besó.
Las cejas del profesor se fruncieron como si no entendiera del todo lo que realmente estaba sucediendo.
—Si ese es el caso, ¿entonces no veo cuál es el problema?
— Porque tengo miedo —admitió finalmente mirándose las manos.— Tengo miedo de dejar entrar a alguien porque todo lo que he conocido en toda mi vida es la decepción. Y tengo miedo de que, a la larga, James sea otra decepción.
—Oh, dulce niña —dijo Minerva con simpatía—. ¿Pero cómo vas a saber si no le das una oportunidad?
— Tengo miedo —repitió.— Pero, ¿y si tengo razón? Los sentimientos son una mierda de todos modos. Son una pérdida de tiempo.
Minerva sólo puede preguntarse por lo que esta chica había pasado para que ella llegara a esa conclusión. Con Amara, la profesora realmente se había encariñado con ella, había vislumbrado la vida de los niños Kinsley dentro de su casa, pero todavía no podía evitar sentir pena. Ningún niño merece crecer creyendo que sus sentimientos no importan.
Minerva se inclinó hacia adelante y se encontró con los llamativos ojos grises de Olivia.
— Se lo digo ahora, señorita Kinsley, conozco a James Potter desde que ese chico tenía once años. Y seré la primera en decirle que no es un hombre perfecto. Ha cometido errores, muchos de ellos, pero es un hombre. Su corazón está en el lugar correcto. Y dudo que a propósito lastime a alguien, y mucho menos a ti.
—Lo sé —murmuró—. Eso es lo que lo hace mucho peor.
Minerva le sonrió a la chica, sabiendo que a pesar de su madurez, Olivia todavía es solo una niña. Una niña que necesitaba orientación.
—Habla con él, Olivia. Tienes que recordar que no solo estás decidiendo por ti misma. La vida de tu bebé se verá afectada por tus decisiones.
Olivia nunca pensó que le diría a Minerva Mcgonagall sobre sus demonios internos, sin embargo, había algo en la mujer que te haría revelar tus secretos después de unas pocas palabras y galletas.
Finalmente, Olivia asintió, sabiendo que tenía razón. Tiene que dejar de pensar solo en sí misma. Su bebé se merecía a un padre, y no se merecía una madre que ni siquiera lo intentara. Ella lo adoraba. Adoraba todo lo que componía a James Potter, pero seguía fingiendo que no lo hacía por miedo a que él no sintiera lo mismo. Olivia siempre había sido muy buena fingiendo. Su rostro podía ser la imagen perfecta de la calma y, sin embargo, sus demonios internos estaban causando estragos en su mente. Pero esta vez, dejaría de fingir. Por una vez, actuaría con su corazón.
—Hablaré con él —dijo finalmente, poniéndose de pie—. Muchas gracias, profesora.
Minerva le sonrió con orgullo a la chica, viendo cómo a pesar de que estaba rota intentaba levantarse por la criatura en su interior..
— Recuerde, señorita Kinsley. Si es real, dolerá como el infierno. Si no duele, no es real.
—Me duele ahora. —admitió y los ojos de la mujer brillaron.
— Entonces debe ser real.
🦌
La mente de Olivia giraba solamente en hablar con James. Sus emociones estaban por todos lados y no sabía cómo controlarlas. Las emociones siempre habían sido su punto más débil. A menudo, no sabía qué hacer con ellas. Ella pasaba su vida siendo gobernada por su cabeza, nunca por su corazón y ahora no sabía cómo ceder el control y dejar que su corazón tomara las decisiones por ella.
Siempre había estado aterrorizada de apegarse, asustada de que eso solo la destruya al final. Pero ella se encariño. Ya no tenía sentido negarlo. Ella estaba cayendo, y estaba cayendo fuerte y rápido.
Olivia no se sorprendió al encontrar a James frente a su dormitorio, apoyado en la pared con la cabeza agachada, los ojos fijos en el suelo, una cortina de cabello cubriendo su rostro.
Olivia se sintió tan culpable entonces. James se merecía algo mejor que una chica aterrorizada de amarlo.
—James. —lo llamó suavemente, queriendo estirar la mano y empujar su cabello hacia atrás, pero mantuvo su mano a su lado.
El chico rápidamente miró hacia arriba, mostrando alivio en su rostro. James no dudó en acortar la distancia entre ellos y acercarla a su pecho abrazándola con fuerza.
— Lo siento. Merlín, lo siento mucho, Liv. No debería haber hecho eso sin saber si tú sentías lo mismo, pero estaba tan feliz y tú estabas allí y te veías tan jodidamente hermosa frente a mi y me dejé llevar, pero sé que no debería haberlo hecho. Merlín, no es así como quería que supieras. Soy tan jodidamente estúpido. Entonces te fuiste antes de que pudiera disculparme y...
—James, detente —dijo ella, interrumpiendo su divagación nerviosa—. Cálmate. Está bien.
—¿Es...? —preguntó James luciendo sorprendido y Olivia rápidamente se dio cuenta de su error.
—Quiero decir... supongo que no realmente, pero no es por ti. Es mi culpa —dijo ella, alejándose de él—. No sabes en lo que te estás metiendo, James. Ni siquiera me conoces.
— Te conozco —insistió desesperado— Odias el color naranja porque dijiste que es demasiado ruidoso. Abres las ventanas por la noche para dejar entrar el viento, pero siempre te despiertas por el calor cuando sale el sol. Odias cualquier cosa con sabor a fresa, pero puedes terminar una bandeja de fresas frescas por ti misma. Dices que no te gusta apegarte pero le dices a Lucas todos los días lo maravilloso que es y juegas con el. Llevas siempre chocolate encima y cuando sientes que Remus está estresado se lo das porque sabes que lo calma. Dices que no entiendes emociones, pero de todos nosotros, tú sientes más. De hecho, sientes tanto por tantos que ya no sabes qué hacer con esos sentimientos, así que los niegas con la esperanza de que desaparezcan. Te conozco, Olivia.
—Sólo conoces a esta Olivia —dijo también desesperada—. No me conoces entonces. No conoces a esa Olivia que pasó su infancia escondida en su armario o la Olivia que se volvió su varita hacia sí misma, esperando que finalmente silenciara a los demonios.
—Entonces déjame —suplica con sus ojos mientras toma su mano, sosteniéndola entre las suyas—. Déjame conocerte.
—Soy un desastre —dice tratando de soltarse de su agarre—. Te voy a romper el corazón.
— Entonces rómpelo. Rómpelo todo lo que quieras. Solo es tuyo para romperlo.
— Me odiarás —responde ella.—Soy difícil de amar.
—Y es difícil que me devuelvan el amor. Pero nunca tuve problemas para amar.
Ella negó con la cabeza, no queriendo escuchar sus palabras.
—Serás lo mejor para ambos, James.
— Yo podría ser tuyo.
A Olivia le dolía el corazón, porque ahí estaba él, desnudando sus sentimientos frente a ella, dándole su corazón y su alma, y Olivia no sabía cómo hacer lo mismo.
— Te arruinaré.
—Solo dame tiempo. Dame tiempo para convencerte de que esto podría funcionar. Puedo hacer que esto funcione, Olivia. Déjame hacer que me ames.
— Amarte nunca fue el problema —le dijo.— Amarte me esta matando
— Te amo lo suficiente por nosotros dos —dijo con los ojos llenos de lágrimas.
— No es así como funciona..
— Hasta después de Navidad —suplicó hincándose frente a ella.— Solo dame hasta después de Navidad, y si tu respuesta sigue siendo un no, la aceptaré.
Olivia recordó las palabras de la profesora, sobre darle una oportunidad a James, luego recordó las suyas propias, acerca de que su bebé no merecía una madre que ni siquiera lo intentara.
—Bien.
(2048 palabras)