Reddish

By phierield

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Sus dedos eran torpes y su respiración se perdía, le dolió darse cuenta lo tarde que era para un "te amo". ·... More

A N T E S D E L E E R
U N O
D O S
T R E S
C U A T R O
C I N C O
S E I S
S I E T E
O C H O
N U E V E
E P Í L O G O

D I E Z

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By phierield

¿Han escuchado "Fourth of July" de Sufjan Stevens? Edité esto con la canción de fondo y fue un sufrimiento de inicio a fin. Van dos veces que lloro por la historia y eso que yo la escribí.

Perdonen si hay errores, lo repasé varias veces pero un dedazo quizá se me fue.

Si la felicidad fuera un color, definitivamente sería el rojo.

Bakugo había tardado mucho tiempo en comprender eso.

Y oh, cuánto desearía haberlo hecho antes y no ahora. No de la manera tan cruel como lo era esa.

Hacía apenas dos horas antes Katsuki había recibido una llamada de emergencia del hospital avisando el delicado estado de Kirishima. Al llegar se dio cuenta que era el único enterado.

Y ahora se encontraba ahí sentado mientras se miraban fijamente: dos pares de ojos rubíes de los cuales uno había perdido casi por completo el brillo. Eijiro, en la camilla, mantenía los ojos abiertos con dificultad tratando de sonreír despreocupado como siempre lo hacía.

—Perdón por molestar a esta hora... Seguro hice que te despertaran.

Bakugo negó con la cabeza sin darle importancia. Lo que más quería ahora era estar con Kirishima. Lo necesitaba.

—¿Te sientes mal? No tengo problema en quedarme.

—Puede que sí. Aunque seguro estoy exagerando. Estar solo me pone... pensativo. Y es lo que menos quiero.

Iba a hablar pero una tos agresiva del pelirrojo lo interrumpió haciéndole preocupar. Pasados unos segundos el teñido volvió a hablar.

—Falta muy poco para tu cumpleaños... ¿Es pasado mañana, no?

—Sí.

—Vaya, estar encerrado aquí hace que pierda la noción del tiempo. ¿Tienes algo planeado para ese día?

—Venir a verte.

Eijiro lo miró con desaprobación.

—No lo voy a permitir. Debes disfrutar con tus amigos allá afuera.

—Me gusta más estar contigo.

Y no tengo más amigos, pensó.

—Aún así, no quiero que te amargues más con un enfermo. Necesitas socializar.

—No necesito a nadie si te tengo a ti.

Una luz fugaz cruzó la mirada del enfermo mientras alzaba las comisuras.

—¿Y el cursi soy yo?

El cenizo se inclinó sobre el cuerpo de la camilla sin dejar caer su peso por completo, aferrándose a su abdomen.
El chico sólo atinó a acariciarle el cabello con la mano derecha en lo que con la izquierda unía sus palmas.

Bakugo aún conservaba un pequeño trozo de esperanza, aquella gota que había decidido quedarse en la laguna de su corazón. Algo le decía que Kirishima llegaría al día veinte, lo podía asegurar.

—Solo pido que no hables como si fuera el final, ¿de acuerdo?

Estar tomados de las manos resultaba algo incómodo por los tubos intravenosos y los demás aparatos que estaban en el pelirrojo. La pulsera de su muñeca había sido reemplazada por cintas extrañas y ahora era resguardada por el bolsillo de la bata.

Pero eso no podía importar en lo más mínimo. Sólo quería tenerlo cerca.
Necesitaba abrazarlo con todas sus fuerzas y lo habría hecho de no ser por el actual estado de su compañero que lo impedía.

Un silencio reinó, solo siendo interrumpido por el constante beep que les recordaba que seguían juntos, que aún no terminaba. Kirishima cerró los ojos y suspiró profundamente.

—Entonces hay que empezar a hacer planes.

Katsuki sintió sus ojos humedecer y la nariz picar.
—Planes para este año y el siguiente, y el próximo a ese. Sé qué vas a mejorar y podremos seguir, tú y yo juntos...

—Kats, las estadísticas no se equivocan.

—Las matemáticas fallan a veces, todo puede equivocarse... Mientras exista un mínimo, tú y yo-

—Katsuki, basta.

La voz del rubio se entrecortaba y sus ojos soltaban las lágrimas que había estado intentado detener desde que recibió la llamada. Creyó que estaba mentalizado para aceptar lo que vendría, pero no podía evitar llorar solo de imaginar que algún día eso terminaría. 

—Te quiero.

Eijiro tenía una mueca de tristeza y los ojos cristalinos. Saltaba a notar que trataba de hacerse el fuerte.

—Sólo... Dime algo. ¿Estarás conmigo en mi cumpleaños?

—No podría perdérmelo.

Bakugo asintió volviendo a soltar lágrimas sigilosas que se escapaban de él.

—Pero... Pero no llores —Eijiro había empezado también a deplorar. —Todo está bien, es más, ¡tengo varias ideas!

—Bien...

Bakugo se limpió el rostro con las mangas de su sudadera lo mejor que pudo y volvió a levantar la vista hacia Kirishima. Éste de nuevo le tendió el brazo mientras regresaba a acariciar si cabello con finura.
Los párpados le pesaron y el tenue resuello del de cabello bermejo sólo consiguió adormilarlo. El aquejado pareció comprobar si dormía llamándolo varias veces, todas sin recibir respuesta. Después de convencerse sobre que su compañero había caído en los brazos de Morfeo, soltó un largo suspiro de desahogo.

—Kats —la voz era ahora casi un susurro quebrantado, —duele, duele mucho.

Sintió su corazón contraerse pero se controló para que el chico no descubriera que seguía despierto. Quería consolarlo.

Y se sintió tan incapaz.

—Desde el inicio tuve claro que moriría. Creí que... creí lo habías aceptado también...

El rubio apretó los ojos con fuerza, contenerse le estaba costando mucho más de lo esperado.

De repente solo escuchó pequeños lamentos ahogados acompañados de jadeos inconstantes, que no tardaron en detenerse. Kirishima no quería alarmar a su supuestamente dormido compañero, así que se quedó de nuevo inmóvil hasta que el cansancio se apoderó de él.

Al día siguiente Katsuki tenía un mal presentimiento.

Desde que despertó un vacío en el pecho lo atormentaba, sentimiento que lo acompañó durante todo el día. De alguna manera sospechaba que tenía que ver con Eijiro, así que se precipitó al hospital con prisa.

Al poner un pie dentro fue atacado por el aroma a cloro y detergente de forma más agresiva de lo habitual. Por alguna razón estaba más susceptible ese día.

Giró su cabeza hacia el área de servicio de Mina sin encontrarla. En su lugar estaba otra enfermera de corto cabello morado y una mecha negra. Se acercó a preguntar.

—Disculpe, ¿dónde está Mina?

—¿Ashido? La llamaron al décimo piso por una emergencia.

Ese era el piso de Kirishima.

—¿Sabes en qué habitación fue la urgencia?

—No, no siento. Pero el pasillo está cerrado ahora. Temo que si vas de visita debes esperar aquí, mientras tanto puedes darme tus datos y... ¡Oye! ¡Oye!

El de pelo blondo desatendió los gritos de la chica con el gafete de "Jirou" y recorrió nueve pisos en tiempo récord, apresurándose al cuarto número dieciséis.

Su respiración se agitaba mientras notaba que al acercarse el equipo médico aumentaba. Al estar a unos metros de la puerta divisó a la pelirosada recargada en la pared mientras sus lamentos eran ahogados con sus propias manos. Un sudor frío lo invadió.

—Mina, ¿qué pasó?

Su llanto solo aumentó al verlo. No le contestó pero le señaló al cuarto que ambos conocían bien.

»Habitación 16 (10) Kirishima Eijiro«

La puerta estaba abierta con algunos doctores dentro. Al verlo entrar uno de ellos se acercó para decirle algo, pero fue detenido por una seña que hizo Ashido. Todos salieron dejándolos solos.

Su corazón dio un vuelco.

Un cuerpo estaba tendido sobre la camilla... Cubierto con una sábana blanca.

Katsuki tragó en seco y negó con la cabeza. Ese no era Kirishima.
Se acercó y sujetó un extremo de la tela con las manos temblorosas para después apartarlo con lentitud.

Un rostro pálido que conocía bien se encontraba quieto, inerte.

Sus ojos empezaron a inundarse y sintió una presión que iba desde la garganta al pecho. Miró a Mina con temor en los ojos.

—Esto... Esto no...

—Lo reportaron muerto hace una hora... 

Su cuerpo se paralizó por completo. Sintió un balde de agua fría caerle encima mientras recordaba todo lo que habían pasado juntos, tratando de convencerse de que eso era una pesadilla. Al despertar Eijiro estaría cepillándole las hebras del cabello. Cuando abriera los ojos se encontraría recostado a su lado.

Cada minuto a su lado se reproducía en su cabeza, segundo a segundo.

Desde la primera mirada bajo el cerezo de la escuela hasta aquella última llena de despedidas que nunca se atrevieron a decirse.

"A veces las mejores compañías son las que menos duran"

La primera lágrima surcó su camino por la mejilla derecha, aterrizando en la comisura de sus labios.

Él fue quien le vendió las ideas sobre el amor.

¿Y por qué no se había quedado para iniciarlo?
¿Por qué había llenado el saco con promesas si al final iba a terminar rompiéndolas junto con el corazón de Bakugo?

El cenizo miró el rostro inmóvil, pálido. Acarició su cara con las yemas de los dedos, estremeciéndose al contacto de su temperatura con la fría piel. Se arrodilló a su lado de forma casi ceremoniosa en lo que buscaba las manos del cuerpo debajo de la sábana. Un vuelco salvaje lo envolvió al sentir la pulsera. ya no estaba en su bata.

Kirishima había tomado el hilo tejido, aprensándolo entre sus palmas. Probablemente fue lo último que hizo. Bakugo se desmoronó un poco más al imaginarlo.

¿Qué habría pasado por su mente en ese instante? ¿Y el dolor? Probablemente esa pulsera se mantuvo siendo su único consuelo. Su refugio al miedo.

De pronto las lágrimas no sólo eran una, montones empezaron a bajar por su rostro sin oposición. Sintió unos brazos rodearlo pero se alejó al instante.

Cualquier contacto que no fuera el de Kirishima le quemaba. Sus manos se dirigieron a su cabello y empezó a tirar de él con fuerza.

Kirishima había muerto.

No volvería a verlo sonreír mostrándole los dientes. No sentiría otra vez sus caricias en el cabello. Ni los delicados roces de sus mejillas. Jamás vería de nuevo su mirada brillante al darle un regalo y el sonrojo que lo aquejaba cuando lo besaba. Ya no bailarían abrazados y mucho menos le tomaría fotografías.

Pero lo más importante es que no volvería a oír su nombre saliendo de sus dulces labios.

Entonces gritó.

Gritó su nombre tan fuerte como pudo, deseando desvanecerse en el aire junto a él.
No se detuvo hasta que sus cuerdas bucales rasparon y le prohibieron casi por completo hablar.

Envolvió el cadáver con brusquedad, apoyando la cabeza sobre su pecho. Solamente necesitaba un latido, una respiración, un beep que le dijera que todo había sido un malentendido. Entrelazó sus palmas con ansias, no era capaz de controlar su propio cuerpo.

Tenía miedo.

—Por favor, vuelve...

Entonces todo se detuvo. La respiración se le quebró mientras los dedos que alguna vez lo habían apretado con fuerza ahora resbalaban cayendo a la camilla junto a un cuerpo inconsciente.

Su corazón se rompió en miles de pedazos con el nombre del pelirrojo escritos en ellos.

Se aferró con fuerza al cuerpo, gritándole, maldiciéndole, rogándole... Tratando de encontrar con desesperación su latido, quería sentir de nuevo sus respiraciones debajo de él.
Se perdió entre sus reproches y palabras con la voz eufórica mientras sacudía el cadáver pegándolo más a su cuerpo, como si por su contacto pudiera regresar.

Sus sentidos se desconectaron en su cerebro y sintió que era ajeno a todo lo que pasaba. No pensaba en otra cosa que no fuera mantenerse ahí.

Bakugo sólo se enteró de que las enfermeras lo separaron y llevaron fuera mientras sus gritos de dolor fueron escuchados hasta por el último pájaro vivo en la tierra. Gritos rotos, tristes y vacíos....

Y de pronto el dolor era tanto que sus emociones se apagaron, ni siquiera fue capaz de llorar, sólo se quedó ahí, sintiendo como se rompía por dentro.

Y le dolió darse cuenta que esta vez no habría nadie para consolarlo.

Bakugo no fue al funeral.

Y mucho menos al entierro.

No salió de su cuarto en su cumpleaños, ni siquiera cedió a las insistencias de Mitsuki.
El chico se pasó las siguientes horas sentado en un rincón mirando hacia la ventana, esperando a que todo fuera una terrible pesadilla y que en algún momento Kirishima volviera a aparecer del otro lado del vidrio, golpeándolo ligeramente para que abriera.

Porque si sólo pudiera ver su cara una vez más, él no lo dejaría irse.

Porque si sólo pudiera tomarlo de la mano una vez más, lo sostendría con fuerza para evitar que se alejara.

Para evitar que dijera su último adiós.

No tenía idea siquiera si era de día o de noche. Las cortinas cerradas y las luces apagadas no le ayudaban. Igual no le importaba.

Se levantó de la cama hasta posarse frente a la pared de vinilos, recordando los momentos de efímera felicidad a su lado.

Sus ojos volvieron a aguarse. Perdió la cuenta de la cantidad de veces que había llorado ya, pero su mirada completamente hinchada señalaba un número enorme. Una más no le regresaría a Eijiro, pero sí que podía hacerlo sentir un poco menos miserable.

Dos pequeños golpes en la puerta captaron su atención, pero decidió ignorarlos. Esa misma estrategia le había funcionado las diez veces anteriores. 

Contrario a su suposición los llamados no cesaron. 

—Katsuki, es importante que abras la puerta...

—No quiero ver a nadie.

—Pero dos chicos están afuera, dicen que son amigos tuyos.

—No voy a salir.

—Te trajeron algo.

Sus ojos se agrandaron un poco y abrió la puerta con duda.

—¿Qué?

—Dicen que es un regalo de Kirishima.

Su corazón se oprimió al escuchar el nombre que se había empeñado por no mencionar y apretó sus labios en una fina línea. Lanzó la cobija que lo cubría al suelo y se apresuró a bajar con dirección a la sala.

Los chicos que lo habían acompañado a él y Eijiro en la montaña se encontraban ahí sentados, hablando entre susurros. Al notar la presencia del tercero, ambos se reincorporaron mientras Denki rebuscaba entre su mochila. Sero se le acercó para abrazarlo, pero el cenizo se alejó de inmediato; estaba harto de condolencias.

Hanta notó su gesto y también dio un paso atrás. 

Kaminari finalmente sacó un pequeño pero grueso paquete envuelto en papel de regalo lleno de corazones y lo sostuvo entre sus manos.

—Lo sentimos, Bakugo. 

El mencionado se puso a la defensiva, cual gato amenazado.

—¿Qué hacen aquÍ? ¿No se supone que deberían estar en su viaje por el país?

—Le prometimos a Kirishima que estaríamos aquí en tu cumpleaños —Aclaró el pelinegro.

—Nos pidió por mensaje ayudarlo para tu sorpresa. —Denki hablaba suevemente sin levantar la vista del paquetito. 

Katsuki sabía que Eijiro y ellos habían intercambiado números, pero el otro jamás le comentó sobre alguna conversación. La palabra sorpresa se le estampó en la frente.

—Él realmente estaba emocionado por dártelo, ¿sabes? Cuando nos hablaba de ti transmitía su felicidad por las palabras... Era hermoso presenciarlo...

Bakugo moqueó por la nariz mientras su vista se empañaba de nuevo. Sus ojos estaban tan inflamados por las horas lagrimeando que incluso parpadear era doloroso.

Sero le quitó el regalo al de la mecha negra y se lo tendió al de pelos puntiagudos con algo de duda. 

—Supongo que no le importará que te lo entreguemos por él.

Sus manos temblaban con ansias mientras de nuevo las lágrimas se asomaban. Al tener contacto con el papel suspiró compungido y lo abrazó con cuidado, asegurándose de no estropearlo. Las palabras abandonaron su boca sin siquiera poder pronunciarlas y su mente se quedó en blanco.

Los amigos se miraron y asintieron.

—Quizás es mejor que lo abras tú solo.

Ambos lo abrazaron dándole unas suaves palmadas en la espalda mientras se dirigían de nuevo a la puerta.

—¿Se van tan pronto? —Masaru preguntó mientras bajaba las escaleras sorprendido por su repentina despedida.

—Lo sentimos señor, pero no podemos quedarnos más tiempo. Ya cumplimos lo que teníamos que hacer.

El hombre atisbó a su hijo que seguía inmóvil y los acompañó fuera. Antes de irse, Kaminari asomó su cabeza y gritó: 

—¡Llámanos si nos necesitas! ¡Dejé nuestro número en la mesita!

Dicho esto, ambos se subieron al auto y arrancaron. El castaño cerró la puerta y se giró a donde estaba su hijo, encontrándose con que el rubio volvió a correr hacia arriba para encerrarse.

Al estar de nuevo en su recámara, buscó la camisa que alguna vez le había prestado a Eijiro y se la puso. De alguna manera olía a él. Era una mezcla de suavizante con la colonia que el chico solía usar. Aquel aroma le transmitió una paz momentánea. Ya hecho eso se sentó en la cama con el regalo en las palmas y meditó si abrirlo o no. No se sentía listo, pero necesitaba hacerlo.

Tragó saliva y empezó a rasgar el papel con delicadeza, encontrándose con un montón fotografías; sonrió nostálgico al recordar aquel día en el estudio. Antes de que se enterara de la enfermedad.

¿Quién hubiera pensado que ese momento había sido felicidad?

Su corazón empezó a latir ansioso mientras veía una a una cada imagen. Contó dieciocho en total. Se levantó para buscar la primer foto que le había sacado el día que se conocieron y la quitó de la pared.

"Te ves lindo cuando sonríes" releyó. Una idea cruzó su cabeza y regresó a las fotografías sobre la cama tomando una al azar. Su mundo se vino abajo al encontrar la misma caligrafía desigual adornando cada una. Todas tenían un distinto mensaje para él. Apretó la mandíbula antes de empezar a leer.

"Si recibiste esto por favor perdóname. No tuve la fuerza para sobrevivir a la enfermedad"

Se dejó caer en el colchón mientras expulsaba el poco aire que había conseguido reunir en un jadeo. Sintió como los pequeños pedazos de su corazón que habían conseguido mantenerse en pie se desmoronaban. Trozos teñidos de rojo.

"Te juro que lo intenté, pero a veces el amor no es suficiente"

"Una vez dijiste que yo era tu estrella. Discúlpame por perder el brillo"

—No eras mi estrella. Eras mi maldita luna, el mayor destello del manto.

"Me ayudaste a vivir, al menos el poco tiempo que estuvimos juntos"

"Yo no quería ser tu universo. Solo quería gustarte"

—Y lo lograste.

"Sé que estarás mejor sin mí, aunque ahora no lo creas"

Se sintió abatido, Kirishima había derrumbado sus defensas por completo desde el día que se conocieron, entrando a su vida como si fuera su casa mientras que a su paso destruía con una sonrisa todas las barreras que había construido durante años. 

"Quiero que seas feliz cuando ya no esté, y así como me amaste a mí, ama a otra persona. Estaré agradecido si lo haces"

Y eso era imposible. Porque le había amado tanto que se deshizo de las ganas de querer a alguien más. 

"Juré hacerte feliz, pero no sé si lo logré"

—Lo lograste, y por eso necesito verte otra vez.

"Un día me di cuenta de por qué me gustaba tanto observar las estrellas. Me recordaban a ti"

"Entiende que tú no has hecho nada mal"

"No te prometí un final feliz porque sabía que no podría dártelo"

—Ambos sabemos que te rendiste antes de intentarlo...

"Cada vez que una estrella te siga, quiere decir que ese día te estoy extrañando"

"Por favor quiero que creas que nunca estarás solo. Te abrazaré en la noches por tus sueños"

"Porque aunque no podamos estar juntos, te amaré como nunca a nadie"

"Tú eres mi luna"

"Me mantendré contigo aunque no me veas a tu lado"

"Te amo"

La última imagen era la única que tenía otro color en el texto. Rojo.

Bakugo se quedó ahí, esperando que las lágrimas llegasen. Que el dolor interno le atormentara como lo había hecho las últimas horas, pero nada pasó. Contrario a eso un vacío inundó su ser de forma densa, envolviéndolo en un lúgubre calígine grisáceo.

Entonces se dio cuenta que no había peor dolor que no sentir nada.

~


Dije que lo terminaría antes de fin de año y aquí vamos.

Gracias por seguir leyendo esto<3

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