11 de junio
Al día siguiente de que Francis regresó a Forks, se llevaría a cabo la graduación de Bella. Esa misma mañana, Renée también arribó desde Jacksonville.
—¡No tengo nada que ponerme! —se quejó Bella.
La menor había extendido toda su ropa sobre la cama tras vaciar los cajones y los armarios. Bella miró los huecos desocupados con la esperanza de que apareciera alguna prenda apropiada.
Francis y Renée la miraban divertidas desde la puerta.
—¿Todavía no te cambias, Bells? —se burló la mayor.
Bella la miró mal.
Su madre entró a la habitación. —Yo sólo pasaba por aquí —dejó caer sobre la cama una caja aplanada de color blanco—. Se me ocurrió que quizá necesitarías algo de ropa para la ocasión.
—Eres mi salvación, mamá —admitió aliviada—. Gracias.
—Aún necesitas a tu madre ¿Eh? —dijo René, mientras abria la caja y sacaba un lindo suéter azul y una falda de color negro.
Francis y su madre ayudaron a la menor a ponerle el conjunto y peinarle el cabello. Estaban por terminar cuando llegó Charlie a tocar la puerta.
—¿Todavía no están listas? ¡Vamos a llegar tarde! —se quejó su padre, quien parecía estar con los nervios a flor de piel.
Una vez que estuvieron arregladas, las tres se montaron en la patrulla del Sheriff.
—¿No estás entusiasmada? —le preguntó Charlie a Bella, mientras salían de la casa.
—La verdad es que no —admitió.
—Bella, éste es un momento importante —dijo Renée—. Estamos orgullosos de que nuestra bebé va a graduarse —se le hizo un nudo en la garganta.
—Oh Dios —protestó Bella—, no vayan a ponerse a llorar.
—¿Quién se pone a llorar? —refunfuñó Charlie—. Ahora bien, ¿por qué no te alegras?
—No lo sé, papá. Supongo que aún no noto la emoción, o algo así.
—Me alegro de que Alice haya organizado esa fiesta. Necesitas algo que te anime.
—Claro, para fiestas estoy yo —replicó Bella en tono irónico.
—¿Qué fiesta? —preguntó Francis confundida.
—Alice organizó una fiesta de graduación en su casa —explicó Bella, con un atisbo de fastidio—. Es esta tarde. Invitó a toda la escuela.
Francis rió. —Qué bueno que ya me gradué.
La menor negó. —Ni creas que te vas a salvar. Irás conmigo.
—No, Bella —se quejó Francis.
—Sí, Francis. Será divertido —le animó Renée.
Charlie miraba a sus hijas por el espejo retrovisor y a Renée en el asiento del copiloto; le gustaba tener a sus chicas cerca y compartir momentos como ése. Tenía una sonrisa genuina en la cara. Él estaba feliz.
Le aplaudieron muy fuerte cuando nombraron a Bella y recibió su reconocimiento. En el momento en el que terminó la ceremonia se acercaron a felicitarla.
Al llegar, Bella estaba hablando con Edward. Francis soltó un bufido y Renée analizó el semblante de su hija mayor.
—A ti no te gusta Edward —afirmó en un susurro.
La castaña se encogió de hombros. —No me gusta, pero no me tiene que gustar a mí, sino a Bella.
Edward miró a Francis. La castaña lo retó con la mirada y se puso a pensar en las veces que iba a la habitación de Bella y la encontraba en modo zombie.
El cobrizo apartó la vista, con gesto de dolor. Francis sonrió entre dientes.
—¡Felicidades, pequeña! —exclamó Charlie. Abrazó a Bella y la rodeó con sus brazos de tal modo que obligó a Edward a hacerse a un lado.
—Gracias —contestó la menor en un murmullo.
—Felicidades, Bells —dijo la mayor abrazando a su hermana.
—Ay cariño, estoy tan orgullosa de ti —dijo su madre, casi al borde de las lágrimas.
Después de la emoción del momento, el gimnasio comenzó a vaciarse. Ahí divisaron a la familia Weber.
Francis fue la primera en llegar a ellos. —Felicidades, Angela.
La pelinegra menor sonrió. —Gracias, Francis.
Adam se acercó a la castaña y pasó el brazo por sus hombros. —¿Te veremos en la fiesta?
Dakota respondió por ella. —Por supuesto que sí —afirmó.
—Es fiesta para los graduados —recordó Francis.
—Por eso —contestó Adam—. Nosotros también estamos graduados.
La castaña rió. —Idiota.
Ese día por la tarde, la familia Swan disfrutó de una deliciosa comida en el Lodge para celebrar el hito de la más pequeña. Francis debía admitir que extrañaba las comidas donde estaban los cuatro, porque desde que se mudó a Forks, dos años antes, su padre ya no iba a Phoenix para visitarlas, por lo que ya nunca se reunían de este modo,
La castaña deseó que pudieran juntarse más veces al año.
Al terminar la comida, sus padres las fueron a dejar en la casa de la familia Cullen.
—Que se diviertan —exclamó Renée, más entusiasmada que ellas.
Edward y Jasper las esperaban en el porche. En cuanto el auto de policía se perdió en el camino, el cobrizo tomó a Bella de cintura y la besó.
Francis hizo una mueca de asco y entró a la casa, con Jasper siguiéndole los talones.
Apenas dio unos pasos dentro, la castaña paró en seco.
Habían transformado el interior de la casa de los Cullen en un night club, de ese estilo de locales que sólo se ven en la televisión.
—Alice —le dijo Jasper, justificando aquello.
—¡Hola, Francis! —saludó Alice desde su posición junto a un altavoz—. Necesito tu consejo —señaló con un gesto la computadora—. ¿Deberíamos poner melodías conocidas o educar los paladares de los invitados con la buena música?
—Música conocida y para bailar —dijo rápidamente—. A nadie más que a ustedes les gusta esa música vieja.
Alice soltó una risa y se puso a preparar la lista de canciones en la computadora.
En ese instante tocó el timbre. Los amigos y compañeros de Bella fueron llegando poco a poco.
La castaña debía admitir que estaba un poco nerviosa por estar ahí. Hacía más de dos meses que no veía a los demás miembros de la familia Cullen, y no sabía cómo reaccionar después de todo lo que pasó, ¿Debía hablarles como si nada o ignorarlos?
Francis se deshizo de Jasper cuando llegaron sus amigos, Dakota, Malcolm y Adam.
—¡Malcolm! —saludo Francis—. Hola, chicos.
—Vaya —exclamó Adam observando el salón—. Qué casa tan linda.
—Hola, Fran —saludó Malcolm, también mirando a su alrededor.
—Es como en las películas —comentó Dakota emocionada.
—Sí, sí —dijo Francis, cuando se colocaron en una de las esquinas de la sala, y cambió de tema—. ¿Cuándo iremos a Port Angeles para buscar bares?
Malcolm se adelantó a contestar. —Tengo un amigo en Port Angeles, él ya me envió una lista de bares y lo único que tenemos que hacer es buscar quién nos contrate.
—Eso es genial, Malcolm.
Pero el chico no contestó, observaba hacia otra parte de la casa.
Francis siguió el rumbo de su mirada. En ese momento, cuando ya había llegado mucha gente, los anfitriones aparecieron. La familia Cullen entró al salón y saludaron cordialmente a sus invitados.
Amelia miró en dirección de Francis y sus amigos, conectando con la mirada de Malcolm. La castaña también volteó a verla y se dio cuenta que Amelia tenía una expresión rara en el rostro, como la última vez que la vio, en aquel bar. Malcolm giró la cabeza sonrojado.
Francis no comentó nada sobre ello. Pero soltó un suspiro, le dijo a sus amigos que regresaría enseguida y se encaminó hacia la familia Cullen.
—Hola, Amelia —saludó la castaña, con un poco de vergüenza—. Felicidades por haberte graduado.
La rubia la miró con una sonrisa, la expresión rara que tenía se había esfumado. —¡Gracias, Fran!
Emmett y Rosalie se encontraban cerca de Amelia, también miraron en su dirección. De los demás miembros ya no había rastro.
—Hola, Emmett; Hola Rosalie.
Los vampiros tenían un gesto de sorpresa, que luego fue reemplazado con una amplia sonrisa.
—Hola, Francis —saludó Rosalie amablemente.
—¡Hola, enana! —exclamó Emmett—. Ya te extrañábamos.
A pesar de que ya no había tensión, Francis no se sentía completamente cómoda con ellos. Sin embargo, les dió su mejor sonrisa y después de intercambiar unas palabras más, la castaña regresó con sus amigos.
La fiesta fue un éxito rotundo a pesar de los nervios provocados por la presencia de los Cullen. El ritmo de la música era contagioso; las luces casi hipnóticas; la comida debía de estar buena a juzgar por la velocidad con que desaparecía. Parecía haber acudido la clase entera del último curso, además de algunos alumnos de cursos inferiores, y graduados contando a los amigos de Francis.
Los asistentes movían los cuerpos al ritmo del compás marcado con los pies y todos estaban a punto de ponerse a bailar. Francis y Adam decidieron poner el ejemplo y escogieron una canción para sacar sus mejores pasos de baile.
Por otro lado, el timbre de la casa volvió a sonar: se habían presentado cuatro lobos a la fiesta. Jacob, Nick, Embry y Quill.
El chico albino recorrió la mirada por todo el salón, buscando a su amiga castaña. La vio en el centro bailando "Push It" de Salt and Peppa, con los hermanos Weber y otro muchacho de cabello rizado.
Sonrió con nostalgia, recordando sus días en la preparatoria con sus dos mejores amigas. Extrañaba pasar tiempo con aquellas dos chicas, pero las circunstancias habían cambiado y no quería poner en peligro también a Dakota, prefería verla de lejos siendo feliz.
Bella recibió a los lobos y habló un poco con Jacob, hasta que se dio cuenta que Alice había tenido una visión.
La vampira se había metido en una habitación vacía para hablar con Jasper y Edward, pero para cuando Bella llegó su novio ya se había ido.
—¿Qué has visto, Alice? —preguntó Bella. Los cuatro lobos llegaron detrás de la Swan menor.
—La decisión está tomada —respondió Alice solemne.
—¿Ustedes irán a Seattle?
—No.
Bella sintió cómo el color huía de su rostro y tuvo un retortijón en el estómago. —Vienen hacia aquí.
—Sí.
—Vienen a Forks —susurró la menor—. ¿Con qué fin?
Alice comprendió su pregunta y asintió. —Uno de ellos lleva tu blusa roja.
—No podemos dejarles llegar tan lejos. No somos bastantes para proteger el pueblo —comentó Jasper, tenso.
—Lo sé —repuso Alice—, pero no importa dónde los enfrentemos, porque vamos a seguir siendo pocos, y siempre quedará alguno que vendrá a registrar el pueblo.
—Espera —intervino Jacob—. ¿Quién viene?
Alice le dirigió una mirada gélida. —Son de los nuestros. Un montón.
—¿Por qué?
—Vienen por Bella. Es todo lo que sabemos.
—¿Les superan en número? ¿Son demasiados para ustedes? —preguntó—. Podemos ayudarles.
—¡Excelente! —exclamó Alice. Dedicó a Jacob una sonrisa que él le devolvió—. No tendré visiones si ustedes intervienen, por supuesto —comentó—. Es un problema, pero, tal y como están las cosas, lo acepto.
—Debemos coordinarnos —intervino Nick esta vez—. No nos va a ser fácil. Éste sigue siendo más un trabajo para nosotros que para ustedes.
—Yo no iría tan lejos, pero necesitamos la ayuda, así que no nos vamos a poner difíciles.
—Espera, espera, espera —los interrumpió Bella.
Alice, Nick y Jacob la miraron con impaciencia.
—¿Coordinarse? —repitió la menor entre dientes.
—¿De veras crees que nos vamos a quedar fuera de esto? —preguntó Jacob.
—¡Están fuera de esto!
—No es eso lo que piensa su vidente —respondió Embry.
—Alice, niégate —insistió Bella—. Los matarán a todos.
Nick, Jacob, Quil y Embry se echaron a reír.
—Bella —contestó Alice con voz suave—, todos moriremos si actuamos por separado, juntos...
—...no habrá problema —Jacob y Nick concluyeron la frase al unísono.
Quil volvió a reírse y preguntó con entusiasmo. —¿Cuántos son?
—Su número varía... Ahora son veintiuno, pero la cifra va a bajar.
—¿Por qué? —preguntó Jacob con curiosidad.
—Es una larga historia —contestó Alice, mirando de repente a su alrededor—, y éste no es el lugar adecuado para contarla.
—¿Y qué tal esta noche, más tarde? —presionó Nick.
—De acuerdo —le contestó Jasper—. Si van a luchar con nosotros, van a necesitar algo de instrucción.
Eso no le gustó a los lobos, pero Jacob preguntó. —¿A qué hora?
—¿A las tres?
—¿Dónde?
—A quince kilómetros al norte del puesto del guarda forestal de Hoh Forest. Vengan por el oeste y podrán seguir nuestro rastro.
—Allí estaremos —y los lobos se dieron media vuelta para marcharse.
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