POV ZAHIRA
—¿Estás queriendo decir que soy una persona no grata para ti? —pregunta Sharik colocando sus manos en su pecho de manera dramática, mientras que actúa muy bien su maldito papel de víctima.
—No... querida —apoyo mis manos en la mesa con ganas de tomar un plato de porcelana y romperlo en su hueca cabeza—. Lo estoy asegurando —afirmo con fiereza reprimiendo mis ganas de matarla.
Todos vemos como comienza a llorar como si en verdad se le hubiese ofendido y tanto Allarik como yo, nos miramos horrorizados por los alcances que esta maldita mujer puede tener.
Todo este teatro ella lo arma con la intensión de que mi suegra le tenga algo de lástima y se aprovecha de la situación para ocultar sus verdaderas intenciones, que son destruirme.
—Entiendo cuando ya no soy bienvenida en un lugar, mi intención no era estorbar —hace el amago de levantarse, pero mi suegra la detiene.
—No debes ir a ningún lado, si yo no te he dicho que te retires —Makaya me mira con desaprobación, mientras toma por el brazo a la estupida de Sharik que sigue interpretando a la perfección su papel de víctima.
Allarik abre su boca para intervenir, pero esta vez soy yo la que interrumpe, quiero ser capaz de asumir mi papel de esposa y que mejor manera de demostrarlo que lidiando con está situación. Además, por más que Makaya sea mi suegra no voy a permitir que por culpa de una bruja que solo busca destruir todo lo poco que mi marido y yo hemos construido, perturbando nuestra paz, se salga con la suya.
—Lo siento, Makaya. Pero ya he dicho que no se queda —replico con fiereza—. Sharik ha sido la manzana de la discordia que ha perturbado el orden entre su hijo y yo, y no voy a permitir que después de todo el daño que ha causado esta maldita arpía, solo venga aqui, a sentarse en la misma mesa que mi marido y yo compartimos, a cenar los mismos alimentos que los nuestro, fingiendo que no ha sucedido nada —le explico, pero eso a ella parece valerme poco.
Porque se levanta haciendo un ruido estrepitoso con la silla que ocupa y apoya sus manos en la mesa adoptando la misma posición que yo tengo.
—He dicho que se queda y punto —sisea abriendo más y más sus ojos, cada vez que abre su boca para pronunciar sus palabras.
Por una fracción muy pequeña de segundos, puedo avistar una sonrisa maligna grabada en el rostro de Sharik, mientras me mira complacida por el pleito que ha logrado formar.
Maldita serpiente de lengua biperina...
—Soy la madre del jeque de estas tierras —Makaya se engrandece al pronunciar aquella frase—. Y como tal, tengo más poder y más derechos sobre todo aquello de lo que tu crees tenerlo, solo por la simple razón de haber sido la heredera de todo y la que ha parido al actual heredero —agrega con soberbia y la manera tan demencial en como me mira, dan la impresión de odiarme.
—Muy bien lo ha dicho, era... —replico, adoptando una posición erguida, dándole a entender que ella no podrá más que yo—. Ahora el heredero es Allarik y yo soy su maldita esposa, la que está por encima suyo y de todo aquel que se crea con el derecho de pisotearme.
Su ira es evidente, pero sus ganas de asesinarme ahí mismo, lo son más.
—Mira, maldita mocosa de... —comienza a decir.
—¡Basta...! —grita Allarik enfurecido mientras la interrumpe—. Esto no es un maldito jardín de niños en donde se pelean quien es más popular y quien no —nos regaña a ambas, mientras alterna su mirada entre la una y la otra—. Aquí el que da las putas órdenes, ahora soy yo —nos aclara y nos quedamos en silencio.
Allarik observa a Sharik de manera reprobatoria y esta lo mira fingiendo inocencia.
Hija de...
Mejor me calmo.
—Ya escuchaste a la dueña y señora de este palacio —pronuncia Allarik con firmeza.
Mi suegra eleva su rostro con altivez pensando que se refiere a ella, pero su expresión de orgullo se descompone cuando mi marido la saca de su error.
—Zahira ha hablado —explica—. Así que no tienes nada que hacer aquí —agrega de manera tajante y todos vemos como Sharik se levanta enfurecida.
—Yo soy mil veces mejor que esa estúpida mojigata —grita hecha una fiera, mientras se limpia con fuerza con el dorso de su mano, las lágrimas de su llanto fingido—. Fui amable al querer obtener las cosas de esta manera, pero te prometo que eso ya no va a suceder más.
—¿Y qué harás? —inquiero rodeando la mesa, para quedar frente a frente con ella—. ¿Ir dónde tu papi a colocarle las quejas de que no pudiste obtener al hombre que querías? —arrojo con ironía.
Sharik, aprieta su mandíbula de tal manera que da la impresión de que en cualquier momento sus dientes se quiebraran. Sus ojos chispean por la ira, pero una sonrisa biperina la cual quisiera borrarle a punta de bofetadas, se dibuja en su boca disimulando su rabia.
—No, querida... haré algo mejor —susurra cerca de mi rostro—. Llamaré a mi maldito padre y le pediré que cancele el contrato —se encoge de hombros, pasa por uno de mis lados y se sitúa ahora frente a Allarik que la mira con odio—. A menos que... —coloca sus manos en el pecho de mi marido y una ira demencial invade todo mi ser.
Hago el amago de irme sobre ella, pero Allarik niega con su cabeza, su actitud me deja desconcertada dándole así un golpe muy doloroso a mi corazón.
—¿Qué quieres? —cuestiona mi marido en tono negociador y la maldita arpia sonríe.
Soy sabedora de que este negocio es todo para la nación de Allarik y de que se cumpla dependen muchas cosas, pero dejar a un lado mis sentimientos como si no fueran nada solo por darle gusto a aquella mujer, es mi destrucción.
—Que me conviertas en tu segunda esposa —aclara y mis ojos empiezan a abarrotarse por las lágrimas que amenazan con salir, pero hago un esfuerzo sobre humano para no darle el gusto a la maldita de verme débil—. No seré como la primera —me mira por encima de uno de sus hombros como si yo fuera basura, mientras que con sus horribles uñas, juguetea con la corbata del traje que usa mi marido—. Pero eso será para mí suficiente, así yo me quedo con el hombre que amo y tu te quedas con tu dichoso contrato —delibera como si su idea fuera la más brillante y mis ganas por arrancarle la cabeza, se intensifican.
—¿Los Sogamons y los AlQantara juntos? —interviene mi suegra agrandando sus ojos y por el tono interesado que utiliza da a entender muy bien que no le disgusta para nada la idea—. Seria benéfico para ambas familias, unir tan poderosos linajes —agrega y debo apelar a toda mi fuerza para no quebrarme ante ellos.
Mi corazón se acelera cuando hay un silencio sepulcral casi aprobatorio y el nudo que tengo atragantado en mi garganta, se aprieta más y más dándome la sensación de no poder ni siquiera respirar.
Miro a Allarik con mis ojos siendo incapaces de seguir conteniendo el dolor y la rabia que me he estado tragando.
Abro mi boca para gritar el millar de insultos que en este mismo instante se me cruza por la mente, pero decido mejor tragarmelos. No vale la pena malgastar mis palabras con gente que al final, verá mi actitud como una simple rabieta de una mal perdedora.
Doy dos pasos hacia atrás dispuesta a abandonar el recinto, pero son esas dos simples letras que conforman aquella sílaba, que me devuelve el alma al cuerpo.
—No —habla Allarik con rotundidad y nunca en mi vida, me había alegrado tanto de escuchar una negación.
Las dos mujeres que nos acompañan sueltan un sonido estrangulado y lleno de sorpresa desde sus gargantas y yo no puedo estar más estupefacta que ellas.
Mi marido, toma a Sharik por los hombros y la aparta de él haciéndola a un lado, pasa sus enormes manos por su elegante traje, limpiándose como si se hubiese ensuciado de algo y luego dirige sus pasos hacía mi.
Se planta frente mío, que lloro desde hace quien sabe cuanto y con los nudillos que conforman sus gruesos dedos, limpia cada una de mis lágrimas.
—Seria incapaz de traicionar a la mujer que amo —dice sin dejar de observarme, ahora acariciando una de mis mejillas con el dorso de su mano—. Juré tener solo una esposa —me sonríe y yo cierro mis ojos para calmar la tormenta que llevo dentro—. Y así se quedará —agrega.
—Allarik —escucho pronunciar en una voz casi chillona a mi suegra—. ¿Podríamos hablar en privado? —inquiere, pero por la manera tan brusca en que lo dice, se evidencia que es más una orden que una petición.
—No, madre —niega Allarik, mientras me toma de la mano—. Mi esposa y yo estamos muy cansados por el largo viaje y ahora mismo lo único que queremos es irnos a la cama —añade dirigiendo sus pasos hacia la salida y así mismo arrastrando los míos junto a los de él.
Miro a Sharik que permanece con su rostro empuñado por la ira y en cuanto sus ojos se cruzan con los míos, no pierdo la oportunidad de sonreírle de manera triunfal y es todo lo que necesita para explotar.
—Allarik Gabad Asod Sogamons —ella pronuncia cada palabra con furia—. Si das un maldito paso fuera de este lugar, considera anulado el contrato —sisea furiosa, mientras la veo sacar su teléfono móvil—. Llamaré ahora mismo a mi padre y le diré que tus tierras son un fiasco —amenaza, haciendo que ambos nos detengamos a escasos centímetros de la puerta—. Le contaré que el pozo que supuestamente estaba repleto de petroleo, en realidad está seco y que tu visita a nuestra casa en Montecarlo, solo fue un intento desesperado en buscar algo que ya no existía —se cruza de brazos, mientras eleva una de sus cejas con espectativa—. Decide —exige y todos aquellos sentimientos que ya habían comenzado a disiparse, vuelven de nuevo.
Miro con indignación a mi suegra que solo observa de manera calculadora y en silencio la escena, y no es capaz de intervenir por su hijo, la mujer que ella misma invitó a nuestra mesa amenaza con acabar con todo el legado de su familia y ella solo se queda plantada viendo todo de manera fría.
Esa maldita zorra, no solo puede venir aquí, perturbar la poca tranquilidad que teníamos y luego salirse con la suya.
Se lo importante que todo esto es para mi marido y lo egoísta que es de mi parte no querer aceptar que tenga una segunda esposa para salvar a su nación de la quiebra, pero tampoco puedo dejar que esa maldita mujer se salga con la suya, consiguiendo lo que quiere y que nadie haga algo al respecto.
Zafo mi mano de la de Allarik quien trata de sostenerme, pero no me alcanza y mis piernas caminan de manera automática hasta el lugar en donde se encuentra Sharik, dejo de pensar con claridad al estar frente a ella y sin importar que mi esposo pronuncie mi nombre en repetidas ocasiones a manera de advertencia, estampo mi mano en el rostro de la mujer, acertandole una fuerte bofetada.
El tiempo se ralentiza y siento que todo sonido se extingue, mis oídos zumban a causa de lo rápido que viaja la sangre por mi sistema y mis ojos inyectados de sangre por la ira, solo son capaces de observar como ondea en el aire el cabello de aquella repugnante mujer, por el golpe que le he propinado. Su rostro queda girado por unos segundos, mientras su cuerpo empieza a sacudirse por el llanto.
Mi mano arde a causa del impacto y para cuando la elevo de nuevo para propinarle otro, el golpe falla por pocos centímetros, cuando un brazo fuerte se enrolla en mi cintura y mi delgado cuerpo es alzado en el aire, para alejarme de la fiera que tengo al frente, que me observa de manera asesina mientras se frota la mejilla que se vio afectada por el bofetón de hace unos segundos.
—¡Sueltame...! —grito revolcandome en los brazos de Allarik que no deja de susurrarme al oído que me calme.
—Estas no son maneras de arreglar las cosas —susurra con calma y después de la amenaza de terminar con el negocio que mantendrá al flote sus tierras, se me hace extraño que que no esté alterado como siempre le ocurre cada vez que las cosas se salen de su control.
Y eso debe ser porque tiene un plan.
Claro... un maldito as bajo la manga y yo por ser impulsiva, tal vez he mandado todo a la mierda.
—Hija de perra... —ambos escuchamos pronunciar a Sharik, mientras se acerca hacia nosotros, dando zancadas.
—Esto va a ser muy interesante —escucho murmurar a Makaya, mientras ensancha una sonrisa maliciosa y no sé pensar en quién está más loca.
Si la maldita de Sharik que parece una desquiciada por la ira que la consume o mi suegra quien sonríe de manera sádica como si viera un duelo de gladiadores.
Permanezco enrollada en los brazos de mi marido, lista para recibir un golpe que nunca llega.
—Yo como tu, pensaría dos veces antes de cometer cualquier estupidez —habla Allarik de manera calmada—. Recuerda que tu solo eres una invitada en tierras ajenas y como tal, le debes respeto a su soberano —permanece impertérrito—. ¿Ves esa lampara incrustada en la pared de ahí? —apunta con su dedo el artefacto del que habla—. Es una cámara —explica y los ojos de Sharik se habren de tal manera, que da la impresión de querer salirseles en cualquier momento.
—Mentiroso... —replica.
—¿Tienes la osadía de llamarle mentiroso al soberano de esta nación? —cuestiona mi marido con ironía—. No sabes lo decepcionado que se sentiría tu padre, si viera y escuchara el contenido de las últimas grabaciones de los vídeos que han captado las cámaras.
—No te atreverías —rumia Sharik.
—Pruebame —rebate Allarik decidido.
—Eres un...
—Desgraciado, hijo de perra y manipulador —la interrumpe—. Un poco de todas —agrega en tono burlón mientras me deja a un lado con entera sutileza y encamina sus pasos hasta quedar en frente de aquella fiera—. Te voy a decir que es lo que vas a hacer y lo vas a cumplir al pie de la letra—dictamina Allarik con dureza—. Vas a llamar a tu padre y le vas a informar que todo el proyecto va de maravillas, pero que lastimosamente te has cansado de como la horrible arena del desierto, arruina y deteriora tus tacones de diseñado favoritos, así que prefieres volver a casa —se yergue dando la impresión de ser más alto y aquella víbora queda diminuta ante el gigantesco hombre—. Le dirás que en tu reemplazo, envíe a alguien de género masculino y así volveremos a evitar problemas —eleva su vista por encima de uno de sus hombros y me dedica una mirada rápida.
Le da la espalda a la arpía de tez trigueña, la cual no aguanta más el llanto y deja salir todo lo que tiene guardado.
—Luego, recogeras todas tus pertenencias y te irás de estas tierras para jamás volver —prosigue mientras comienza a caminar hacia mi—. No quiero saber más nada de ti en lo que me reste de existencia y si me entero que de casualidad se te ocurre averiguar de nuestras vidas o tratar de fastidiarnos por otros medios, te juro que le enviaré el maldito video a tu padre en donde cumples a la perfección tu papel de chantajista —finaliza tomandome de la mano y me lleva casi a rastras fuera del lugar.
Lo último que escucho es a la maldita y mal perdedora de Sharik gritando infinidades de maldiciones en contra nuestra, mientras la madre de Allarik la reprende.
Soy llevada por todo el camino a toda prisa, aún abrumada por todo lo que acabo de vivir. En mi cabeza, aún rondan las palabras de Allarik en las cuales hablaba del fantástico sistema de seguridad que mantiene aquella fortaleza.
—¿Si es cierto lo de las cámaras? —inquiero antes de llegar al que parece ser nuestro dormitorio y el detiene sus pasos.
—¿Acaso quieres escapar? —pregunta elevando las comisuras de sus labios en una sonrisa maligna, una de esas que son capaces de erizarte la piel—. Sabes que no podrás llegar ni a la salida, ¿cierto?
Trago duro ante su tono de voz que a pesar de ser lento y profundo, no deja de sonar amenazador, pero no se lo pregunto por eso, sino porque sé lo mentiroso que puede llegar a ser con tal de salirse con la suya y tengo la sospecha de que esta fue una treta, igual a la que me hizo el día que quería que le firmara la cláusula de matrimonio.
—No —le aclaro—. Pero sé lo embustero que sueles ser cuando quieres volver a tener todo bajo control.
—Le llamas mentiroso a tu rey —se acerca a mi con una agilidad impresionante y coloca una de sus manos en mi cuello, para luego presionarlo pero sin acusarme daño alguno.
Guía mis pasos hasta la pared más cercana apoyando mi pared en ella y me presiona con su cuerpo hasta casi asfixiarme.
—Eso es un delito muy grave, ¿y sabes como se paga? —susurra con voz sensual en mi oído.
—¿Cómo? —jadeo casi sin aliento.
—Con un castigo ejemplar —responde mientras presiona su pelvis contra mi cuerpo y puedo sentir su creciente erección sobre mi estómago.
Coloca sus labios sobre los míos con posesividad, brindandome así un beso hambriento el cual no dudo en corresponderle con la misma intensidad.
—¿Acaso no estás cansado por el viaje? —le pregunto sin dejar de besarlo.
—Para darle los cuidados necesarios a mi reina, jamás —desvía su boca por toda mi mejilla, dando besos juguetones sobre toda mi quijada, para luego bajar a mi cuello—. Y respondiendo a tu pregunta, si —sonríe en contra de la piel de mi cuello—. Todo era mentira, soy capaz de hacer lo que sea necesario, con tal de proteger a las personas que amo —agrega sin dejar de mimarme.