Nadie como tú. [FangxEdgar]

By sunnyghxst

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Donde un atleta extrovertido adoptó como su mejor amigo a un introvertido emo, ambos disfrutaban de la dinámi... More

Notas de Autor
1. Karateca encantador
2. Día de compras
3. Paleta rota
4. Just friends
5. Dulce y salado
6. Un sol
7. Confusiones.
8. Dia de sorpresas
9. Fantasías
10. Ahora o nunca
11. El principe triste
12. Sentimientos encontrados
13. Dos hamburguesas con todo
14. Siempre tuyo
15. En otra vida
16. Amigo de cuatro patas
17. La lista
18. El adiós
19. Navidad y Noche con amigos
Agradecimientos

20. Fin de año

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By sunnyghxst

¿Qué era esperanza? y, ¿por qué las personas se refugiaban en la frase "la esperanza es lo último que muere"? De tanto escucharlo por todas partes se pregunta si de verdad había funcionado en alguna ocasión porque al menos desde su propia perspectiva no lograba concebir la esperanza de sentirse mejor.

Todo este tiempo había pasado tan rápido que el despertarse y notar que todos los medios de comunicación tenían un solo tema de conversación le hacía incluso sentirse mareado.

Fin de año.

Un día era suficiente para romper su "racha" de cero sentimentalismo, sin llorar, sin sentirse culpable, este día en específico el dolor que había estado soportando recaía fuertemente sobre su cuerpo al punto de tumbarlo, la psicología de su mente era indecible pues de alguna forma sus emociones se relacionaban con sus sentidos y en este caso, su condición física, parecía sólo seguir deteriorándose.

El levantarse y verse al espejo era algo aún más devastador, sus ojeras eran notables, su cabello había crecido aún más en comparación a unos días, a pesar de que el traerlo largo ya era una costumbre, esta vez simplemente no se parecía en nada a él mismo.
Su silueta se distorsionaba al punto de ser irreconocible ante sus propios ojos y aquello le daba más incentivos para acabar de una vez por todas con sus pensamientos.

Si moriría de todas formas, ¿por qué no hacerlo a su manera? Se cuestionaba por los días, por las tardes, por las noches e incluso cuando dormía aquella interrogante seguía rodando en su cabeza, le lastimaba. No se soportaba ni a él mismo, mucho menos lo soportaría alguien más y.. por aquella y otras razones lo había echo. Alejarse de la única persona que realmente le dio la felicidad, quien le brindó cariño y siempre estuvo para él.

Sus, poco expresivos, ojos de color carbón miraban a la nada mientras mecía sus pies al borde de su cama sin tocar el suelo con sus descalzos pies. Desde que había terminado su relación la convivencia social era nula incluso para su madre quien tenía que visitarlo por ratos a su cuarto pues Edgar se negaba a salir, su madre estaba cayendo en la locura ante la inestabilidad de su hijo pero sabía que no podía hacer más, sólo era cuestión de tiempo, y aunque ambos trataran de no pensar en ello era imposible.

Sumido en sus pensamientos recordaba aquella vez que, sorpresivamente, acudió a una de sus pocas amigas; Colette, en busca de un "consejo" que era más un desahogo disfrazado.

A cada paso que daba su enojo disminuía y la culpabilidad le invadía pero estando a poco de llegar a su casa su orgullo impedía que se diese la vuelta y regresara en busca de perdón. Pero aquella mañana no llegaría a su casa, pensó que debía despabilarse un poco antes de enfrentarse a su "cariñosa" madre que buscaba darle toda esa atención que no le había dado hace tiempo. Tomó su teléfono y marcó a una conocida albina quien no tardó en brindarle apoyo.

Entonces ahora su destino era la casa de Colette quien vivía sola, y una vez estando en dicho lugar comenzaron a conversar un poco, para Edgar era algo "complicado" decirle a cada persona con la que hablaba que su vida estaba en riesgo y que en pocas palabras agradecería que estaba aún con vida como para conversar.

—Uhm.. déjame ver si te entiendo —la chica se cruzó de brazos y achicó los ojos mientras mantenía la dirección de su cuerpo hacia el contrario, este se mostraba rígido —¿Morirás para año nuevo? —soltó con sencillez y ladeó su cabeza.

El azabache asintió y seguido se encogió de hombros restándole importancia.

—Si, aunque.. no es por eso que vine aquí. —contesto con tranquilidad y un tono serio en su voz. La contraria sólo le observaba con atención —Nunca pensé en.. acudir a ti para esto —rodó los ojos.

La albina soltó una característica risa y se estiró para darle un pequeño golpe en su brazo mientras se inclinaba más hacia adelante y asentía con frenesí.

—Vamos, señor misterioso, suelta la sopa.

—He decidido terminar con Fang —mencionó tan pronto como pudo, incluso el que las palabras salieran de su boca le dejaba una mala sensación pero mientras más se convenciera de su idea tendría menos probabilidades de fallar en el momento.

La sonrisa y la animada expresión de la chica se desvaneció por completo, seguido se levantó de su asiento y camino hacia Edgar para zarandearlo de los hombros y gritarle con molestia.

—¡No sabía que te habías vuelto un demente! ¿que te sucede? —exclamó con demasiados sentimientos encontrados que no sabía cómo expresar.

Por otra parte, el azabache sólo bajo la mirada y se quedó en silencio esperando a que su ruidosa compañera se cansara y le dejara contestar, aunque no estaba seguro de cómo "explicárselo".

—MALDITA SEA, EDGAR —insistió aún más —¿Por que le harías eso? Por favor! si se aman.. —dejó de sostenerlo por los hombros y dio varios pasos hacia atrás con temor de su respuesta —¿Tú lo amas no?

El contrario asintió y nuevamente enfrentó la mirada carmín.

—Lo amo.. —añadió con una voz un poco baja, después frunció su ceño, sus ojos le picaban y aquello le molestaba, no quería llorar, no aún —Y por eso.. por eso lo dejaré, ¡ENTIÉNDELO, no puedo ser un maldito egoísta que ata a su novio por compasión de saber que moriré!

Y después de decir tales palabras lo esperado sucedió, cayó en llanto y Colette se sentía sorprendida por tercera vez en aquel día. Se acercó con cuidado y acarició la espalda de su amigo mientras le miraba con tristeza.

—Pero.. Edgar, no puede acabar así... él te ama.

El chico trataba de detener su llanto para poder darle una respuesta pero sólo se prolongó por unos minutos más, minutos en los que la albina jamás dejó de darle consuelo y sólo espero el momento en que pudiera tranquilizarse, estaba segura que las probabilidades de hacerle cambiar de opinión eran pocas pero le reconfortaba saber que lo intento hasta donde pudo.
No podía entrometerse en los sentimientos ajenos, pero de alguna forma la culpa no la abandonaba, las ganas de decírselo a Fang antes de que ocurriera eran tantas pero nuevamente recordaba que no era su relación, se sentía igual de impotente.

—Fang no merece tener un novio muerto. —dijo Edgar después de un tiempo, con rastros de tristeza en sus palabras.




*


Eran alrededor de las 8 de la noche, el pelinegro seguía firme en su habitación, la idea de salir de ella seguía siendo negativa aún si le dijeran que la casa se incendiaba. Todo le daba igual, ahora más que nunca sentía que nada era suficiente para sacarlo de ahí pues de una u otra forma su fin llegaría, tal tema era una broma sarcástica que se hacía todos los días.

Miro su teléfono, estaba apagado desde hace una semana, estaba dudoso de querer encenderlo pero termino haciéndolo.
En la oscuridad de su habitación, donde la única fuente de luz provenía del dispositivo móvil que apenas cargaba su sistema, el pelinegro sólo esperaba el momento.

En cuanto divisó la pantalla de bloqueó inevitablemente maldijo a su "yo del pasado", es decir, no era una mala fotografía, lo "malo" era que por más insignificante que esta fuera le traía recuerdos, entonces entre sus dedos el móvil tambaleaba, ya fuese por la debilidad en sus manos debido a la falta de alimento o por los simples nervios de acceder y toparse con algo que no quería.

Miro un par de fotos, uno que otro video como de la vez en que Fang hizo sus primeras galletas y los vecinos casi recurren a los bomberos, lo divertido de dicha grabación era el final que consistía en un chico pelimorado con los cabellos de punta después de checar el horno y llevarse la sorpresa de lo caliente que estaba, ya que, según desde su propia experiencia "nunca" lo había visto tan caliente, después ambos ríen, se susurran un par de cosas a broma y el último frame es la cámara siendo tapada por la mesa pues Fang habría de acercarse a su novio para darle besos por todo el rostro, aún a lo lejos podía escucharse la risita de Edgar.

Rápidamente bloqueo el teléfono y se sorprendió, ¿de verdad era el?, ¿de verdad había sucedido? El aislamiento le había llevado a alucinar en muchas ocasiones que ya no distinguía con claridad.
Apretó los puños e hizo lo que menos hubiera pensado.

Se levantó de la cama.

Fue en busca de un abrigo ya que lo único que vestía era una pijama negra con franjas moradas, entonces se colocó algo más grueso de color azul marino, se puso un par de tenis y salió de la habitación.

El acostumbrarse a la claridad del exterior, debido a las luces en su casa, fue algo tedioso pero en cuanto lo consiguió salió por el pasillo que conectaba hacia la sala donde su madre veía la televisión con una copa de vino a un lado suyo y media botella vacía.

Edgar se detuvo unos instantes viendo a su progenitora en silencio, y pronto está sentiría su presencia, ambos ahora se miraban pero no decían nada hasta que la mayor le dedicó una sonrisa melancolía.

—Me alegra verte con mi regalo de navidad —entrecerró los ojos con su expresión "tranquila".

El joven asintió y tocó su abrigo, carraspeó la garganta y se dispuso a hablar.

—Es lindo —dio unos pasos al frente para tomar asiento al lado de su madre, quien de cierta forma le veía pero se notaba perdida, quizá un poco borracha —Debo salir.

El tono en su voz era firme, su madre asintió y no pudo retener más sus lágrimas, no le preguntaría a donde, trataba de no pensar lo peor, ni con dos botellas de vino o con toda la licoreria sería capaz de evadir su realidad. Simplemente se acercó a abrazar a su pequeño por unos instantes más.

—Te amo, hijo —musitó contra su oído, su respiración era irregular debido a el llanto.

Edgar trataba de mantenerse al margen, abrazo muy fuerte a sus madre y un par de lágrimas se escurrieron por su mejilla.

—Yo también.. Feliz año nuevo.


*


Su respiración era agitada, le parecía sorprendente la suerte que cargaba, no comprendía porque justo este día el elevador decidía descomponerse.

Con un par de bolsas de compras en ambas manos se encontraba ya a mitad del camino para llegar a su departamento, había salido a buscar un par de suministros para su larga noche, aunque Buster lo visitaría más tarde sabía que debía de hacer las compras con anticipación o con esto de el año nuevo le sería imposible pagar sin tener que hacer una fila de más de veinte personas.

Una vez llegó a el piso de su vivienda se detuvo a la entrada del pasillo y dio un largo suspiro tratando de regular su respiración. Y nuevamente dio un par más de pasos para llegar a la entrada de su apartamento hasta que alguien más interceptó su tranquilidad.

—Fang.. —musitó la voz contraria.

El aludido simplemente guió su mirada de donde provenía aquella voz y al ver de quien se trataba el par de bolsas en sus manos se deslizaron y cayeron contra el piso, seguido llevó sus manos a sus propios ojos tallando de estos para reafirmar que no se trataba de alguna alucinación.
Pero al volver a abrir sus ojos siguió viendo la misma silueta, se quedó inmóvil en su posición, las palabras no salón de su boca.

El contrario se acercó con miedo, no miedo del que sientes por sentirte en peligro, sino esa clase de miedo a ser rechazado.
Y le sorprendió aún más el echo de ver que al dar un paso adelante el pelimorado daba uno hacia atrás.

—No.. —susurro Fang —que demonios.. —llevo una de sus manos a su hebras moradas y jalo de estas con algo de frustración —¿Q-que es lo que haces? —dijo apretando la mandíbula, estaba cansado de ser un chillón.

—Despedirme. —contestó el pelinegro con una voz decidida y cortante desde el punto de vista contrario.

Fang sonrió de forma sarcástica y negó hacía ambos lados con la cabeza.

—ERES... eres un insensible, Edgar —exclamó.

El azabache apretó los labios, sabía que era cierto, aunque aquella noche estaba ahí más para redimirse.
Pero antes de retomar sus vocablos la voz enfadada del pelimorado abarcó el momento.

—No, ahora déjame hablar a mi.. o, ¿acaso esperabas volver a decirme lo que quieras sin tomarme en cuenta? ¿NUEVAMENTE SE TRATA SÓLO DE TI? —Se acercó hacia el e hizo lo menos esperado, tanto para Edgar como para el asiático, lo sujeto del cuello y lo estampó contra la pared más cercana. —No me digas... estás arrepentido, vienes a pedir perdón sólo para poder morirte en paz y volver a dejarme —escupió con más molestia mientras que el azabache sujetaba la mano que le ahorcaba —¿Tienes idea de lo idiota e inservible que me sentí después de tus arranques de enojo? Quizá siempre estuve equivocado y en ningún momento te importe! PERO ENTONCES POR QUÉ..

Fang agachó la mirada momentáneamente mientras un par de gotas saladas escurrían de sus ojos, Edgar temblaba sobre las manos adversas, quería hablar pero nuevamente sería interrumpido.

—¿Por qué me mirabas a los ojos y me decías cosas que no sentías..? —añadió un poco más "calmado" pero con un nudo en la garganta.

El pelinegro se removió entre su agarre tratando de negar con la cabeza, esta vez teniendo la oportunidad de defenderse.

—No.. no es cierto —exclamó —Yo sentí ca-cada una de las cosas que hicimos, cada una de las cosas que pasamos juntos —frunció el ceño y con su débil mano diestra levantó la cabeza del contrario por el mentón — Y.. ¡por eso estoy aquí!

Fang miraba hacia aquel par de ojos ónix tratando de encontrar veracidad en sus palabras. El reflejo de sí mismo en la oscura mirada le era aún más humillante de alguna forma. Con lentitud soltó a el contrario quien agradecía poder volver a respirar con normalidad.

—¿Que es lo que quieres..? —añadió abatido y aceptando la derrota.

Sería una mentira decir que había superado el amor que profesaba al chico frente suya, trataba de hacerse el fuerte pero sabía que era inevitable el abrir su corazón a este.

—A ti.

Acto seguido Edgar tomó por los hombros a Fang, y se colocó de puntillas para alcanzarle y rodearle en un abrazo por el cuello. El asiático nuevamente se quedó estático, el latido de su corazón era cada vez más fuerte y todo a su alrededor parecía haberse pausado dejándolos solos en aquella burbuja de la ilusión.

El azabache se apartó levemente y contactó su mirada con aquellos grises que aún le veían atónitos, Edgar repasaba su mirada por las facciones de su amado y no pudo evitar llorar.

Fang ahora estaba más confundido que nunca, entró en pánico, no le era agradable ver an Edgar llorar y menos cuando aún tenía fuertes sentimientos hacia él.

Después de unos segundos reaccionó y guió sus brazos hacia la cintura del chico contrario abrazándolo con fuerza mientras se inclinaba hacia en frente para que el azabache tuviera más acceso a él debido a las diferencias de estatura.

Ahora ambos se aferraban al presente y olvidaban aquel maravilloso, y a la vez tormentoso, pasado que tenían juntos. Aquel contacto se prolongó hasta que Edgar pudo dejar de llorar y Fang, de igual forma, se sintiera menos tenso.
En cuanto se separaron el más alto acercó su pulgar hacia las mejillas con rastro de lágrimas del contrario tratando de limpiarle.

—Ed.. —musitó con melancolía, su mirada grisácea vagaba por los finos detalles del antes mencionado, aquellos que tanto le gustaba admirar cuando lo tenía en su cercanía, deteniéndose momentáneamente en aquellos pálidos labios que ahora eran mordidos por el mismo Edgar.

Pero sin más preámbulo fue el pelinegro quien lo tomó de la nuca y lo acercó aún más hacia sí al punto en el que los segundos sobraron para concretar aquel acto.

Ambos jóvenes compartían un beso calmado, lleno de sentimientos que no habían podido expresar antes, un ósculo dulce que interpretaba aún más de lo que ambos pudieran explicar. Sus labios se amoldaban a la perfección y se movían sin prisa y sin preocupación de su alrededor.
Hasta que el aire escaseo en sus pulmones que hizo que se detuvieran y se separaran aunque no del todo, ambos manteniéndose con los ojos cerrados y dejándose llevar por el choque de sus respiraciones que brindaban calidez y alivio en sus corazones.

—M-maldita sea, Edgar... —susurró ronco el de mayor estatura.

—Fang —jadeó un pelinegro mientras sus manos trazaban líneas en la amplia espalda del contrario —E-entremos a tu departamento. —aquello más que una orden parecía una súplica.

El aludido sintió como una agradable corriente eléctrica le recorría por todo el cuerpo y es que con aquel tono de voz le era difícil resistirse. Poco a poco la timidez e incomodidad entre ambos disminuía y era Fang el primero en sonreír de medio lado asintiendo a dicha petición.

Una vez ambos estaban dentro del apartamento del amante del karate y las novelas románticas evitaron las conversaciones y se centraron más en lo que sus cuerpos pedían.

Fang se encontraba sentado sobre el sofá con Edgar sobre su regazo, uno frente al otro mientras volvían a besarse ahora con más desespero, las manos del pelimorado sostenían con firmeza el trasero del pelinegro y este se mantenía de los hombros del contrario.
De vez en cuando Fang propinaba pequeños apretones en los glúteos del azabache lo que hacía que este provocara aquellos sonidos satisfactorios para el oído del pelimorado.

El echo de que Edgar tuviese puesta su pijama sólo ayudaba a tener un mejor roce entre sus virilidades. El azabache había comenzado a mover sus caderas con la única intención de provocar al mayor.

—Hum.. —jadeaba Fang —Me vuelves loco —acercaba su boca contra el cuello del chico sobre suya mientras que brindaba un camino de húmedos besos sobre su piel lechosa, extasiado de lo suave que está era.

—F-Fang.. —Edgar arrastraba sus palabras y simplemente apretaba los ojos mientras sus manos apretaban sus hombros —Espera... —musitó al sentirse demasiado estimulado.

El pelimorado se detuvo y observó a el chico contrario con preocupación.

—Está noche... —su respiración era aún irregular, se acercó hacia el oído de Fang y susurró contra este con una voz rasposa que al mismo tiempo tenía un toque dulce —Quiero ser tuyo. —completó para después morder ligeramente el lóbulo de su oreja.

Fang estaba más duro aún y en cuanto Edgar se separó para poder verlo de frente el brillo en aquellos ojos grises sólo confirmaban que él quería lo mismo.
Sin tanta espera sujeto al pelinegro por la cintura y se levantó con este luego acomodándolo al estilo nupcial para llevarlo hacia su habitación mientras trataban de mantener aquellos apasionados besos.

Edgar era tan delgado que le sorprendía, tenerlo entre sus manos era la sensación que le satisfacía como no se imaginaba, al llegar a su habitación recostó a el pelinegro con delicadeza y coloco sus rodillas a los lados de las rodillas del contrario mientras se sacaba el suéter y la camisa.

El marcado abdomen de Fang y aquellos pectorales bien formados eran presenciados por Edgar quien por primera vez se daba el tiempo de apreciarlos, era un cuerpo bien trabajado debido a lo activo que el pelimorado era y esto no hacía más que excitar al azabache mismo que de igual manera se quitó el abrigo tirándolo por alguna parte y Fang le ayudó a quitarse la parte superior de la pijama quedando ambos con el torso descubierto.

Edgar a comparación de Fang no tenia músculos marcados pero su abdomen era plano, toda su piel era aún más blanca y aquel par de pezones rosados eran una completa tentación para el pelimorado quien no tardó en inclinarse hacia estos comenzando a succionar y lamer aquellos botones.

Edgar se encontraba agitado, miraba al techo y de vez en cuando apretaba los ojos, el sentir la húmeda lengua del contrario sobre su pecho y como su mano estimulaba su otro pezon era algo que no se imaginó sentir antes.
De por si tener a alguien bien dotado como Fang encima suya le provocaba nervios ahora el como este le brindaba atención a sus zonas erógenas era demasiado satisfactorio.

—A-aah —gimió en cuanto sintió cómo la diestra de Fang recorría su pelvis por encima de la ropa y como sus dedos amenazaban con introducirse bajo la tela.

—¿Que sucede, Ed? —canturreo coqueto —¿Te pone duro que te toque así..? —la yema de sus dedos se paseaba superficialmente sobre aquel bulto en la parte baja del aludido.

El pelinegro apretaba los labios y se mordía de estos tratando de no jadear tan alto pero Fang no se lo dejaba tan fácil al presionar y hacer movimientos circulares sobre dicha zona.

En cuanto el tacto abandono su miembro Edgar abrió los ojos con desilusión misma que no duraría tanto pues al divisar al contrario notó que se encontraba se pie sacándose los zapatos y el pantalón quedándose en sólo interiores, bajo su bóxer se podía notar una gran erección, Fang lo miraba con una sonrisa divertida y volvió a su posición estaba vez inclinándose más al frente logrando que ambos miembros rozaran sobre la tela. Inevitablemente ambos soltaron un jadeo.

—Dímelo, Eddie —con sus manos apoyadas a los costados del contrario, Fang evitaba recargar todo su peso sobre este y ahora su boca se encontraba contra su cuello dejando salir aire caliente cada vez que suspiraba lo cual provocaba espasmos en el pelinegro —dime que lo deseas tanto como yo~

—Humm —cerró los ojos al sentir como la lengua ajena recorría de su mandíbula por lo largo de su cuello hasta perderse en sus clavículas —T-te deseo.

—¿Qué deseas? —musitó y seguido succionó una parte del niveo cuello de Edgar.

—A... t-ti —arrastrando las palabras se aferró a él chico encima suya con sus manos sujetándose de su espalda — de-dentro de mí.

La mano derecha de Fang se dirigió nuevamente a la parte inferior del adverso y coló de esta en la ropa interior de Edgar acariciando con lentitud el falo del pelinegro quien instantáneamente gimió con más fuerza.

—No comas ansias, honey —añadió con voz ronca y sensual sin dejar de un lado su atractiva sonrisa.

Lo siguiente sería fácil, arranco del chico su pijama y su bóxer con tal facilidad que ahora se encontraba completamente a su merced, se detuvo unos instantes para admirar la silueta desnuda del chico que amaba, era sin duda un poema que no se cansaría de repetir, desde su estrecha cintura hasta sus firmes caderas y lo perfecta que era su piel sin importar las cicatrices en sus piernas. Fue lo primero que notó así que bajo hacía estás brindando un camino de besos por aquellas heridas intencionadas de Edgar mismo que se encontraba demasiado avergonzado y con todo el rostro colorado.

El único sonido que ambientaba la habitación era de los labios del pelimorado moverse contra la tersa piel, escalonando hasta el erecto pene del pelinegro, Fang no desaprovechó la cercanía y lamió desde sus testículos hasta la punta y de regreso.

—Aaahg, F-Fang.. maldita.. sea.

A Edgar le parecía increíble como la lengua del adverso sobre su virilidad le provocaba espasmos de pies a cabeza y sabiendo que era el principio estaba por perder el conocimiento. El libido se subía de golpe en ambos chicos que exploraban por primera vez su sexualidad.

—Tranquilo, Ed.. —el pelimorado abandonó aquella zona para sacarse los bóxers y ambos estar en la misma condición de desnudez, ahora si que Edgar se desmayaría, el solo ver el tamaño del pene erecto contrario y pensar que aquello entraría en él le provocaba temor y extasis. Fang pudo notar los ojos ojos temerosos del contrario lo que hizo que soltara una pequeña risa —Te destrozare pero seré cuidadoso.

Y antes de que Edgar pudiera quejarse el pelimorado atrapó sus labios en un apasionado beso, volviendo a compartir saliva de una forma tan desesperada, sus belfos se movían necesitados y la parte favorita de Fang no se hacía esperar pues pronto mordería el labio inferior del contrario logrando colarse en su cavidad bucal simplemente en una continua batalla de lenguas.

Por otra parte la mano de Fang sostenía el miembro de Edgar y realizaba movimientos de abajo a arriba los cuales se aceleraban al pasar de los segundos. Mientras lo masturbaba los besos se intensificaban y Edgar trataba de seguirle el paso pero estaba sobre estimulado que no parecía pensar con claridad.

Antes de que pudiera venirse el pelimorado se detuvo, lo miro a los ojos y el azabache hizo lo mismo.

—Edgar te ves jodidamente sexi sudado —halagó Fang al notar como un par de hebras negras de cabello se pegaban hacia su cara y el resto de su lageo cabello se espacia sobre el colchón, ver su rostro despejado era otra de sus cosas favoritas y aún más cuando notó cómo este se coloreó desde las orejas a las mejillas, volvió a sonreír bobamente. —Bien... introduciré un dedo.

Y como hombre de palabras acercó su índice en la entrada anal del chico recostado con intención de introducirlo con cuidado, Edgar se quejó tan pronto logró sentir por completo el largo dedo de Fang.

—N-no... —gimió apretando los ojos.

Fang se detuvo y lo miró con confusión.

—¿No te gusta? —añadió algo decepcionado.

—N-no es eso... —Edgar abrió los ojos y desvió la mirada, era demasiado vergonzoso el decirlo por lo que frunció el ceño y enseguida el pelimorado captó con una amplia sonrisa y sacando su dedo.

—Dime que es entonces —exclamó retante.

—Fa-fang hijo de puta.. —susurró el pelinegro pero no pasó por desapercibido lo cual hizo que Fang soltara una ruidosa risa —sólo.. métemela. —añadió aún sin verlo.

El asiático ensanchó su sonrisa y con su propio miembro en su mano se preparó contra la entrada del contrario.

—Lo que tú pidas —canturreo con diversión.

Sabía que no podía simplemente introducirse o sería doloroso para ambos, por suerte tenía un poco de líquido preseminal en la punta de su pene por la excitación que le provocaba el pelinegro, y con un poco de saliva mojó su entrada lo que avergonzó el triple a Edgar.
Esta vez comenzó a meter la punta de su miembro a la estrecha cavidad del contrario e inevitablemente ambos comenzaron a jadear conmocionados.

Era una sensación única, con lentitud siguió introduciendo el largo de su virilidad hasta que se topó con el punto erógeno del emo y este chillo.

—Aaahg —un par de lágrimas se asomaron en sus ojos, Fang entró en pánico e intento moverse con cuidado aunque le costaba pues estaba muy apretado —T-tranquilo.. se siente.. bien.

Como incentivo a continuar comenzó a entrar y salir con calma pero no por completo, el vaivén de sus movimientos era calmado hasta que el interior de Edgar se acostumbró al grosor del pene del pelimorado y ahora podía moverse con mayor libertad.
Sus estocadas fueron en aumento y el mórbido sonido de ambas pieles chocando en cada embestida combinado con los suaves gemidos de Edgar y el gruñido de Fang ante cada movimiento era la melodía perfecta para aquella pieza.

—M-más.. —pedía un pelinegro quien después de unos segundos de dolor comenzaba a sentir satisfacción y quería sentirlo una y más veces.

—Q-que insaciable, corazón —añadió Fang con una sonrisa traviesa y sujeto sus caderas para aumentar sus embestidas con frenesí.

A ese punto las manos de Edgar que se sostenían de la amplia espalda del pelimorado lograban rasguñar de está tratando de mantener la cordura, y Fang cada vez se sentía mas excitado con las delicadas manos del contrario apretándole.

Antes de que pudiera acabar dentro detuvo sus movimientos y Edgar abrió los ojos sin entender que es lo que hacía.

—Quiero.. quiero ver tu rostro cuando acabe dentro de ti —añadió con lujuria el mayor y tomándolo de las caderas intercambio posiciones con habilidad.

Ahora Edgar estaba encima de Fang, en aquella posición el erguido miembro del pelimorado se sentía aún más lo cual blandeó momentamente al azabache.

—Yo te ayudo a moverte-

Antes de que pudiera seguir hablando un sorprendido Fang se quedó mirando como el pelinegro saltaba sobre él. Se sentía aún mejor de lo que pensaba y dejó sus manos sobre sus caderas mientras ahora era Edgar quien se encargaba de controlar la velocidad, la cual no disminuyó, sino al contrario, aumento en gran consideración.

—Uhmmm, si... así —musitaba con el libido al tope mientras la punta de su pene golpeaba constantemente aquel punto de placer para el pelinegro que no dejaba de moverse. —M-mierda —le parecía absurdo lo increíble que se sentía estar en dicha posición.

Pero como no quería quedarse sin hacer nada Fang tomó entre sus manos el miembro del Edgar y trató de seguir masturbandolo lo que hizo que los sentones que el pelinegro le brindaba disminuyeran tanto por cansancio como por exceso de estímulo.

—A-aahg, Fang —gimió sin miedo a ser escuchado por primera vez en aquella noche lo que hizo sonreír al aludido.

—E-estoy apunto de.. terminar —jadeó el antes mencionado y por ultima ves volvió a recostarlo sólo para terminar de embestirlo con la velocidad suficiente como para venirse.

Dicho y echo unos minutos después de entrar y salir aquel espeso y caliente líquido blanco inundó el interior de Edgar quien respiraba demasiado agitado a la par de Fang, una vez Fang había logrado vaciar su semen en la cavidad del contrario su mano continuó masturbando a Edgar y pronto este también acabó vendiéndose en su mano.

—Uhmmmm —gimió con total satisfacción al sentir calidez en su interior y al sentirse igual de bien por venirse. Llevo su mirada hacia la mano de Fang llena de su semen y dispuesto a levantarse la otra mano de este le impidió.

—No te vayas —dijo el pelimorado y después llevo sus dedos a su propia boca saboreando un poco de aquel líquido blanco avergonzado una vez más al pelinegro —M-me encantas... —musitó con toda sinceridad.

Edgar sonrió por primera vez en mucho tiempo y se acercó a darle un pico en los labios.

—Tú también me encantas —respondió después de reponer su respiración.

El de Fang abandonó la calidez y aunque el ver cómo de la entrada de Edgar brotaba su semen le volvía a calentar sabía que por más que quisiera volver a hacerlo suyo habían cosas más importantes que hacer o decir.

*

Ambos ya vestidos y bañados, Edgar con unos pantalones sueltos, una camisa, cortesía del propietario del departamento, y su suéter azul se encontraban sentados en el sillón de la sala mirando la televisión aunque un tanto perdidos en sus pensamientos.

Fang, quien portaba unos pantalones rectos de color negro y una playera blanca con un suéter vino encima, rodeaba con uno de sus brazos por los hombros a Edgar y este a su vez se acurrucaba hacia el pecho del contrario.

—Es ridículo —la pronta voz de Fang descoloco al pelinegro quien alzó la mirada austado —¿Por qué todas las novelas tienen que terminar en boda?

Por otra parte, el pelimorado mantenía su atención finamente a la pantalla y fruncía sus labios cosa que a Edgar le pareció adorable.

—Es lo que todo mundo espera supongo —respondió el azabache a pesar de que quizá la pregunta de Fang era retórica. El contrario bajo la mirada econtrabdose con ese par de ojos negros y sonrió.

—¿Ya te he dicho lo lindo que te ves con el cabello amarrado? —añadió en respuesta mientras que con su otra mano acariciaba los costados de su cabeza y apartaba los pequeños mechones rebeldes de un ruborizado pelinegro.

—Oye, Fang —cambiándole un poco el tema se levantó del asiento y un confundido pelimorado le veía con atención —Se que me he equivocado antes..—su mirada se desvió al suelo.

—Todos nos equivocamos.. —el aludido trataba de darle el aliento que a él mismo le faltaba, ojalá pudieran olvidar aquello y seguir como si nada, pensó.

—Yo... yo no he dejado de quererte —apretó los puños evitando llorar —Pero como podrías seguir con alguien que... morirá.

Aquello le dio directo al corazón, quizá ahora comprendía un poco más aunque le hubiera gustado saber aquello el día de su ruptura, el asiático tomó su mano y acarició de está haciendo que Edgar levantara la mirada y se topara con una que fingía tranquilidad.

—Yo se que eso es complicado... pero no sabes cuánto me hubiera gustado estar contigo en todo momento y más con.. esa noticia. —suspiró y sonrió con melancolía.

Edgar asintió con un nudo en su garganta.

—Pero no podemos cambiar el pasado..

—Perdóname, por favor —el azabache se inclinó sobre el pecho del contrario y ocultó su rostro mientras sus manos se sujetaban de su pecho.

Fang sabía de la importancia de que una persona se fuese siendo perdonada o perdonando a alguien, así que asintió y acarició la cabeza de este.

—Te perdono... todo paso ya, Ed —siguió acariciando lo y después se acercó a darle un beso en la frente.

Eran las 11:30 de la noche, una media hora pasó más pronto de lo que ambos hubiesen querido, pero sabían que el tiempo funcionaba de esa forma.

Hablaron de otro par de cosas, vieron un programa más hasta que a ambos les comenzó a dar sueño y decidieron ir a la, ya ordenada, habitación.

Mientras Fang se cepillaba los dientes Edgar, quien ya lo había echo, se encontraba en una de las esquinas de la cama jugando con sus manos y esperando a que el contrario llegase.

—Hey, que haces, ¿todo bien? —como si hubiese manifestado su presencia el pelimorado se apareció por el umbral y se acercó hasta donde el pelinegro estaba.

—Uhm, si —contestó con una pequeña y honesta sonrisa. Suficiente para el más alto quien le regaló una a cambio.

—¡Espera! Antes de dormirnos.. quisiera saber algo

Edgar asintió y ladeó la cabeza con confusión.

—¿Te casarías conmigo? —anunció de la nada y se arrodilló con un anillo de plástico que le
había salido días atrás en la caja de un cereal.

El pelinegro abrió los ojos con sorpresa y observó lo que simulaba ser un anillo, le parecía una muy bonita escena y sonrió soltando una pequeña sonrisa.

—Fang...

Antes de que pudiese "regañarle" el aludido se le adelantó al levantarse del piso, colocarle el anillo y tomar sus manos.

—Quizá en otra vida —sonrió con calma, misma que no sabía de donde había sacado.

Edgar parecía querer llorar por lo que Fang se adelantó y acuno con delicadeza su rostro entre
sus grandes manos.

—No, no llores, Eddie... quizá yo no muera pronto.. o no lo sé, quizá si... pero quiero que sepas que pase lo que pase —acarició sus nudillos y aclaró su garganta— yo te volveré a buscar y nos volveremos a enamorar.

El pelinegro, con un par de lágrimas en los ojos, lo miraba atento.

—Y si me vuelves a decir rarito por quererte.. yo siempre encontrare la forma de conquistarte —añadió y seguido le guiño un ojo siendo coqueto.

Aquello hizo que Edgar soltara una pequeña risita y su tristeza se fuera desvaneciendo mientras asentía.

—Si que eres un rarito —dijo en forma de juego a lo que Fang hizo un puchero y Edgar se acercó a besar sus labios —Bien bien, me conquistaste.

Ambos rieron con suavidad y Fang se levantó a apagar las luces para por fin acostarse en la cama para dos.

Estando con la mirada en el techo, a pesar de que no había luces y lo único que les iluminaba eran los pocos rayos de luz exterior que se colaba por las ventanas del asiático, se sumieron en silencio.

—Oye Fang... —dijo en voz baja el emo rompiendo con el mutismo y recibiendo a cambio un "¿Ujum?" que le hizo continuar —Te amo con mi alma.

Después de dejar salir aquellas palabras Edgar se sentía un poco más liberado y ahora era Fang quien sentía una opresión en su pecho, sus manos le cosquilleaban y como si el contrario leyese su mente pronto sintió el contacto de sus manos con las suyas.

—Edgar.. —el pelimorado se volteó para quedar cara a cara con el contrario, en aquel instante el estruendo proveniente de los fuegos artificiales inundó momentáneamente de luz la habitación lo que permitió a Fang el poder ver el rostro de su acompañante, sonrió ampliamente —También te amo con mi alma.

Una ráfaga más de destellos eran la combinación perfecta para aquel momento, estando tan cerca sellaron aquella declaración en un suave beso, lleno de cariño, de esperanza... de amor.
Que en cuanto se separaron el primero en hablar fue el chico amante de la palomitas.

—Feliz año nuevo, Edgar —susurro contra sus labios y ambos sonrieron.

—Feliz año nuevo, Fang —le dio un casto beso en los labios y volvieron a ver al techo esta vez cerrando los ojos.

Ambos quedaron dormidos en aquel noche donde habían aclarado sus sentimientos, en donde ambos podían descansar en paz y dormir sin preocupación de lo que sucedería a continuación. Ambos lo sabían, y estaban felices de haber compartido aquel último día juntos, al lado de la persona que jamás pudieron haber amado tanto.

Aquella madrugada del día primero de enero dos jóvenes cayeron en los brazos de Morfeo pero al amanecer uno de ellos no volvería a abrir los ojos.

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