Aurora se encontraba preparándose para su encuentro con Lillia, como a ella le gusta llamarlo. No podía decidir qué ponerse y cómo se vería, así que le envió un mensaje a Xayah para consultarle.
—Oye, Xayah, ¿qué crees que se me vea mejor para el encuentro: una falda corta con unos calcetines largos o un pantalón y unas botas?— escribió rápidamente Aurora.
En unos segundos, Xayah respondió —Bueno... ¿y por qué estás tan preocupada si solo es un encuentro?— respondió Xayah con tono burlón.
—No comiences a molestar. ¿Es que una mujer no puede verse bella para sí misma?"
Aurora se recostó en su cama para seguir texteando con su amiga más cómodamente.
—¿Para sí misma o para Lillia? Jajaja.
—Xayah, solo responde mi pregunta y deja de molestar.
—Ok, ok... usa falda corta con medias y unas botas con tu chaqueta verde. Así podrás lucir tus piernas para Lillia. Después de todo, tienes unas bonitas piernas.
—Gracias...
—Sí, claro. Ya me imagino después contándome, "Entonces me acerqué a Lillia, la besé y le pedí que levantara mi falda y acariciara mis piernas."
—¡Cállate, estúpida! ¿Acaso crees que soy una especie de facilota? Claro que nada de eso pasará.
—Bueno, en un rato te envío fotos de cómo me veo. Debo maquillarme.
—¿Maquillarte?"
—Mierda, esto va en serio. Vas con todo, chica. Sí que quieres hacer caer a esa cervatilla en tus encantos.
Aurora dejó de responder después de ese último mensaje. Después de un rato, Aurora le envió una foto a Xayah para pedirle su opinión.
En la foto, Aurora se encontraba de pie frente a un espejo, llevaba una falda de color negro con unas medias color café, acompañadas de un conjunto de botas y una chaqueta verde oscuro.
—¡Oh, qué guapa te ves!
—Por cierto, verte con el cabello suelto es un bonito detalle.
—Bueno, deséame suerte. Más tarde te cuento cómo me fue.
Aurora salió de casa y emprendió su viaje a toda prisa. Bajó de su apartamento y tomó un autobús. Mientras viajaba, miraba a través de la ventana, sus manos sudaban y se comportaba algo torpe.
—¿Qué me sucede? ¿Por qué me siento así de nerviosa?— se preguntó a sí misma.
—¿Será que Xayah tiene razón y la curiosidad que tengo por Lillia es en realidad algo más?
—Aunque realmente no le he dicho por qué buscaba volver a ver a Lillia...
—Ahora que lo pienso, es bastante extraño. Ella normalmente no ofrece ayuda tan fácilmente y ¿cómo es que tenía información tan exacta de Lillia si en palabras de ella solo fueron rumores?
—Aquí algo empieza a oler raro...
de pronto el conductor exclamo —¡Llegamos, última parada antes de volver a la ciudad!
Estas palabras sacaron a Aurora de sus pensamientos.
—¡Es cierto, ya llegamos!, exclamó Aurora, levantándose de golpe de su asiento y dirigiéndose rápidamente a la puerta del autobús. Pero antes, regresó deprisa a su asiento, pues casi olvidaba la mochila donde llevaba sus materiales.
—Muchas gracias, señor conductor," exclamó Aurora al salir del autobús.
—Cielos, no me di cuenta en qué momento se vació el autobús... Supongo que me metí mucho en mis pensamientos."
—Bueno, ahora solo debo dirigirme al lugar donde acordé verme con Lillia.
Aurora entró a la reserva y se dirigió al lugar donde se encontró con Lillia durante la lluvia de estrellas. Al llegar, se percibía un ambiente calmado y agradable. El viento soplaba suavemente, meciendo las ramas de los árboles, y el cielo se encontraba nublado.
—Es un lugar bastante agradable e ideal para tener una charla amena— pensó mientras se maravillaba con la vista de fondo, donde se observaba un lago de agua cristalina. Se acercó a una mesa para picnic cerca de un árbol, que tenía algo de musgo y la pintura desgastada, pero no le importó y tomó asiento para esperar a Lillia.
—Bueno, ahora solo queda esperar— pensó mientras sacaba su teléfono del bolsillo para mirar la hora.
—Ups, parece que llegué un poco temprano, media hora antes —dijo mientras dejaba caer su cuerpo sobre la mesa.
—Rayos, ¿Cómo no me di cuenta de ese detalle?" murmuró para sí misma.
Poco después, el teléfono de Aurora vibró.
—Oh, parece que hay señal aquí —dijo mientras veía la notificación. Era un mensaje de Xayah.
—¿Y bien? ¿Cómo te está yendo?
—Llegué un poco antes...
—Media hora antes...
—¿En serio? Jajajaja.
—¿Y ahora qué harás?
—Bueno, esperar un poco...
—Awww, parece que la liebre corrió demasiado rápido y olvidó que la carrera aún no empezaba. Jajaja.
—Cállate, Xayah. No es mi culpa que...
—¿Qué? ¿Qué?"
—"Nada..."
—¿Estás nerviosa, verdad?"
—Sí, un poco..."
— Relájate, chica. Verás que todo sale bien. Ahora solo debes esperar a que llegue tu cita...
—¡Que no es una cita!"
Aurora dejó de lado su teléfono y recostó su cabeza sobre la mesa, soltando un suspiro.
—Cielos, mis manos no dejan de sudar. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Espero no arruinarlo todo...
—Me pregunto qué estará haciendo Lillia en estos momentos...
Mientras tanto, en la cabaña de Lillia...
Lillia se encontraba en su habitación, sujetando el retrato de su madre, observándolo con detenimiento. Comenzó a acariciar el cristal que cubría la foto.
—Ayúdame, mamá. No sé qué hacer... —dijo Lillia, hablando con el retrato de su madre, imaginando que ella estaba con ella.
—¿Qué es lo que sucede, cariño?
—¿Recuerdas a la chica de quien te hablé?
—Claro, Aurora.
—Ella me hizo una invitación para el día de hoy, donde acordamos vernos para pintar y charlar, pero yo...
—¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó su madre.
—Tengo miedo...
—Lillia, es normal sentir miedo. Es una cualidad humana. ¿Pero exactamente a qué le temes?
—Tengo miedo de ser lastimada otra vez... Ella está mostrando interés por mí y yo no logro entender por qué... Ella quiere conocerme.
—Lillia, no te abrumes con esos pensamientos. Hasta ahora, ¿cómo te has sentido con ella?
—Bueno, ella ha sido amable y no me ha presionado a nada. En parte, siento que puedo confiar en ella, pero una parte de mí me dice lo contrario y no sé qué hacer.
—Allí tienes tu respuesta, cariño. Ella no te está obligando a nada y ha sido amable contigo. ¿Por qué no le das una oportunidad?
—A veces las personas cometemos errores, cariño, pero eso no nos define como personas. Yo creo que si Aurora se da el tiempo y te trata con respeto, deberías darle una oportunidad. Quién sabe, y termines teniendo una nueva amiga ...
—Tienes razón, mamá. Yo puedo hacerlo. Vamos, Lillia, eres una cervatilla valiente. Tú puedes.
—Así se habla, cariño.
Después de esa charla, Lillia se vistió, se colocó un suéter color gris y una gran falda que utilizaba para ocultar su parte no humana. Cuando la hora acordada estaba por llegar, ella se presentó unos minutos antes.
Al llegar, Lillia se percató de la presencia de Aurora, quien se encontraba sentada sobre la mesa mientras observaba hacia el horizonte. Sobre sus piernas descansaba una libreta, en la que, de vez en cuando, trazaba algo con un lápiz.
—Hola... —dijo Lillia casi en un susurro.
Al no recibir una respuesta, se acercó cuidadosamente a Aurora, con pasos ligeros y nerviosos. La tímida cervatilla se inclinó con curiosidad para observar qué era lo que capturaba la atención de Aurora y notó un dibujo de ella misma en la libreta. En el dibujo, Lillia se encontraba de pie en un campo lleno de flores, extendiendo su mano hacia el espectador, como invitándole a acompañarle.
—¿Esa soy yo?... —dijo Lillia, apenas audible.
—Sí... Te ves bastante linda... —respondió Aurora, sin pensar, absorta en su trazo.
—¿Eso piensas de mí?
Aurora salió de su trance y volteó de inmediato, descubriendo que Lillia estaba parada allí. Su sorpresa fue tal que dio un pequeño salto, cayendo torpemente de la mesa.
—¡Ahhh! —gritó Aurora mientras caía. —¡Lillia, estás aquí! No te vi...
—L-l-lo siento, Aurora. No era mi intención asustarte.
—No te preocupes, jajaja —soltó una risa nerviosa Aurora mientras se ponía de pie y se sacudía la falda. —Bueno, ¿entonces comenzamos? Pero... ¿Dónde están tus materiales?
—Respecto a eso... —Lillia apartó la mirada, evitando el contacto visual con Aurora. —V-v-verás, a mí no me gusta mostrarle a nadie mis pinturas ni tampoco acostumbro a pintar cerca de alguien porque... —comenzó a acariciar la trenza de su cabello ansiosamente.
—Lillia, no necesitas hacerlo. No quiero presionarte —dijo Aurora, con una mirada compasiva que tranquilizó a Lillia.
—Bueno... respecto a eso último, lo siento... Sé que antes fui un poco rápida. Yo sentía curiosidad por conocerte... —Aurora hizo una pausa para ordenar sus ideas. —Es solo que desde la primera vez que nos vimos me causaste mucha curiosidad. Hay algo en ti que... no sé cómo explicarlo... Llamaste mi atención con esa actitud tímida y misteriosa tuya... Pero si no quieres entablar una amistad conmigo, lo entiendo. Tampoco quiero que esto se vuelva un capricho mío...
Aurora dirigió su mirada al suelo, con una expresión de incomodidad en su rostro.
—No tienes por qué disculparte, Aurora. Bueno, de hecho, yo también quería disculparme por aquella vez... —pronunció Lillia mientras dirigía su mirada al suelo y jugueteaba con sus manos. —Fue descortés de mi parte acercarme e interrumpirte mientras observabas las estrellas y después marcharme sin decir una sola palabra... Además, creo que tú eres una persona muy amable y no hay nada de malo en conocer a alguien nuevo. Hace mucho tiempo que no me topo con alguien que quisiera ser mi amigo o algo parecido...
Aurora se quedó sin palabras por un momento, sorprendida por la apertura de Lillia. Finalmente, sonrió con calidez.
—Me alegra que pienses así, Lillia. Es solo que... bueno, me he sentido... interesada en ti desde el primer momento que te vi.
Lillia levantó la vista lentamente, sus ojos grandes y llenos de una mezcla de sorpresa y curiosidad. —¿Interesada?
Aurora asintió, tomando una bocanada de aire para calmar sus nervios. —Sí, no lo se. Es como si hubiera algo en ti que me llamara la atención, como un misterio que quiero entender. Pero no estoy segura de lo que siento.
Lillia se sonrojó y volvió a acariciar su trenza. —Yo... no estoy acostumbrada a que alguien me vea así.
—Lo sé —respondió Aurora, con una sonrisa cálida—. No quiero que te sientas incómoda. ¿Podemos tomar esto con calma?
Lillia asintió tímidamente. —Gracias, Aurora. Realmente significa mucho para mí.
—¿Sabes? Me encantaría ver alguna de tus pinturas algún día —dijo Aurora, tratando de cambiar a un tema más ligero—. Si alguna vez te sientes cómoda, claro.
Lillia mostró una pequeña sonrisa. —Quizás algún día. Por ahora, ¿te gustaría mostrarme cómo dibujas? Me encantaría aprender.
Aurora sonrió ampliamente, sus ojos brillando con entusiasmo. —¡Claro que sí! Vamos a buscar un buen lugar para sentarnos y te enseño algunos trucos.
Aurora y Lillia encontraron un rincón tranquilo en el parque, un lugar donde el sol filtraba sus rayos a través de las hojas de los árboles, creando un mosaico de luz y sombra en el suelo. Aurora extendió una manta que había traído y ambas se sentaron, el ambiente entre ellas volviéndose cada vez más relajado.
—Bien, Lillia, primero te enseñaré algunos conceptos básicos sobre cómo crear profundidad en un dibujo —dijo Aurora mientras sacaba sus lápices y su libreta—. Es algo simple pero muy efectivo.
Lillia observaba atentamente, sus ojos grandes siguiendo cada movimiento de Aurora. Después de unos minutos, Aurora notó que Lillia parecía un poco distraída, como si tuviera algo en mente.
—Lillia, ¿te ocurre algo? —preguntó Aurora suavemente.
Lillia parpadeó y volvió a enfocarse en Aurora. —Oh, lo siento... Es solo que estaba pensando en algo.
—¿En qué pensabas? —preguntó Aurora, inclinándose ligeramente hacia adelante, mostrando su interés genuino.
—Bueno... Estaba pensando en por qué me gusta pintar —dijo Lillia, su voz apenas audible.
Aurora sonrió. —¿Y por qué te gusta pintar? —preguntó, curiosa por conocer más sobre la tímida cervatilla.
Lillia suspiró, mirando sus manos mientras jugaba con los bordes de su falda. —Para mí, pintar es una forma de expresar lo que no puedo decir con palabras. Cuando pinto, siento que puedo mostrar mi verdadero yo, mis miedos, mis sueños, todo lo que llevo dentro. Es como si cada pincelada me ayudara a entenderme mejor a mí misma.
Aurora escuchaba atentamente, sintiendo una conexión profunda con lo que Lillia estaba diciendo. —Eso suena hermoso, Lillia. Creo que el arte tiene esa magia, la de revelar partes de nosotros que a veces ni siquiera sabíamos que existían.
Lillia asintió lentamente, levantando la vista para mirar a Aurora. —¿Y a ti? ¿Por qué te gusta dibujar?
Aurora sonrió, mirando a lo lejos como si buscara las palabras adecuadas. —Para mí, dibujar es una forma de capturar momentos, de congelar instantes en el tiempo. A veces, cuando no puedo encontrar las palabras para expresar lo que siento, un dibujo lo hace por mí. Es como si el papel y el lápiz fueran una extensión de mis emociones.
Lillia sonrió tímidamente. —Creo que somos más parecidas de lo que pensé.
—Sí, creo que sí —dijo Aurora, sonriendo ampliamente. —¿Te gustaría intentar dibujar algo ahora? No tienes que mostrarme si no quieres, solo quiero que disfrutes del momento.
Lillia asintió, tomando un lápiz que Aurora le ofrecía. —Me gustaría intentarlo.
Mientras ambas chicas se sumergían en el mundo del arte, el vínculo entre ellas comenzaba a fortalecerse. Aurora, sintiendo una mezcla de curiosidad y algo más que no lograba definir, observaba a Lillia con atención. Había algo en la forma en que Lillia se concentraba en el papel, en cómo sus manos temblaban ligeramente al sostener el lápiz, que hacía que Aurora quisiera conocer cada vez más a la misteriosa cervatilla.
—Lillia —dijo Aurora después de un rato, rompiendo el silencio—. ¿Qué te inspiró a pintar en primer lugar?
Lillia levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de nostalgia y tristeza. —Mi madre solía pintar. Ella me enseñó cuando era pequeña. Pintar me hace sentir conectada con ella, como si estuviera cerca aunque ya no esté aquí.
Aurora sintió una punzada de empatía. Su corazón se apretó al ver la vulnerabilidad en los ojos de Lillia. Lentamente, colocó una mano sobre la de Lillia, asegurándose de transmitir todo el apoyo y la comprensión que sentía.
—Lillia, eso es... increíblemente conmovedor —dijo Aurora, su voz suave y llena de emoción—. No puedo imaginar lo que debe ser perder a alguien tan importante y encontrar consuelo en el arte. Es como si cada pincelada te acercara un poco más a ella.
Lillia parpadeó, sorprendida por la profundidad de las palabras de Aurora. Una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla, y ella la apartó rápidamente, avergonzada.
—Gracias, Aurora —susurró Lillia, su voz quebrada—. A veces siento que soy la única que entiende lo que significa para mí, pero ahora... siento que tú también lo comprendes.
Aurora apretó suavemente la mano de Lillia, sus ojos llenos de calidez y sinceridad. —Lo entiendo, Lillia. De verdad lo entiendo. Y me siento honrada de que compartas algo tan íntimo conmigo.
Lillia sonrió débilmente, sus ojos brillando con una nueva luz de esperanza. En ese momento, ambas sintieron que, más allá de las palabras y los dibujos, algo especial estaba floreciendo entre ellas. Un vínculo único, tejido a través del dolor, el arte y la comprensión mutua.
El viento susurraba suavemente entre las hojas de los árboles, como si la naturaleza misma celebrara este encuentro. Aurora y Lillia se quedaron allí, sentadas juntas, sintiendo que, en ese pequeño rincón del mundo, habían encontrado un refugio seguro en la compañía de la otra.
Aurora, sintiendo que este era el momento adecuado, decidió continuar la conversación en una dirección más ligera pero igualmente significativa.
—Lillia, ¿qué es lo que más disfrutas pintar? ¿Tienes algún tema o estilo favorito?
Lillia, ahora más relajada, sonrió. —Me gusta pintar paisajes y escenas surrealistas. Hay algo liberador en crear mundos que solo existen en mi imaginación. Me permite escapar y explorar lugares que nunca podría ver en la vida real.
Aurora asintió, fascinada por la pasión en la voz de Lillia. —Eso suena maravilloso. Me encantaría ver alguno de tus trabajos algún día, si te sientes cómoda con eso.
Lillia dudó un momento, pero luego asintió lentamente. —Quizás algún día. Por ahora, me gustaría conocerte mejor y compartir este momento contigo.
Aurora sonrió, sintiendo una calidez en su pecho. —Eso suena perfecto, Lillia. Vamos a disfrutar de este día y ver a dónde nos lleva.
Ambas chicas se sumergieron en su arte, compartiendo historias y risas, construyendo un puente de confianza y amistad que prometía crecer con el tiempo.
Antes de que se diera cuenta aurora, la noche se cernía sobre ella y lillia
Así que tuvo que despedirse de ella para haber sido un encuentro algo espontáneo ambas terminaron por disfrutar de una manera inigualable la compañía de la otra
Después de despedirse, Aurora regresó a casa con una sensación de satisfacción. El encuentro había sido espontáneo, pero ambas disfrutaron enormemente de la compañía de la otra.
Esa noche, Aurora se preparó para dormir, pero al recostarse en su cama, no podía dejar de pensar en Lillia y su conversación. Le parecía una persona fascinante, llena de misterios por descubrir.
—Cielos, Lillia... me pregunto qué otros secretos escondes— susurró Aurora para sí misma, con una sonrisa en su rostro. Sentía una calidez en su pecho, una emoción que no había experimentado en mucho tiempo.
Al día siguiente, Aurora y Xayah se encontraban en el café de siempre, charlando después de clases.
—¿Y bien, me vas a contar cómo te fue?— preguntó Xayah, con una sonrisa pícara.
Aurora, con un leve sonrojo en las mejillas, respondió—Bueno, yo...
—Aww, qué tierna te ves. ¿Acaso hubo acción?—bromeó Xayah, haciendo gestos de besos.
—No, nada de eso— dijo Aurora, riendo nerviosamente. —Es solo que... no lo sé. Hay algo en Lillia, es una persona con pensamientos tan profundos y a la vez tan...
—¿Tan atractivos?— interrumpió Xayah, levantando una ceja.
—¡Sí! Digo, ¡no! Quiero decir...— Aurora tomó un respiro, intentando ordenar sus ideas. —Es complicado de explicar. Estuve charlando con ella y el tiempo pasó tan rápido. Es la primera vez que me pasa algo así; disfruté tanto de hablar con ella. Siento que quiero conocerla más, es como si ella ocultara un misterio detrás y yo solo quisiera resolverlo...
—Vaya, amiga, sí que te gusta,— dijo Xayah, con un tono travieso.
—¡¿Qué?!— exclamó Aurora, sorprendida, mientras un sonrojo cubría su rostro por completo. —No, no es eso. Ella no me gusta de esa manera. Hay una clara diferencia entre la curiosidad y estar enamorada— añadió, cruzándose de brazos con una expresión seria.
Xayah soltó una carcajada. —Claro, claro... Tarde o temprano te darás cuenta de lo que realmente sientes. Pero para mí, es bastante obvio.
Aurora frunció el ceño, aún confusa y un poco a la defensiva. —Y entonces, ¿cuándo te verás de nuevo con ella?— preguntó Xayah, cambiando el tema.
—No lo sé, aún no encuentro un pretexto para volver a verla— respondió Aurora, encogiéndose de hombros.
—Tranquila, verás que el destino te presentará otra oportunidad— dijo Xayah, con una sonrisa reconfortante.
—Eso espero...— murmuró Aurora, mirando a través de la ventana, perdida en sus pensamientos sobre Lillia y lo que sentía al respecto.
Toda la semana transcurrió con normalidad, con Aurora y Lillia manteniendo el contacto a través de mensajes, compartiendo memes y charlas banales sobre técnicas de arte y otros intereses comunes. Después de dos semanas del encuentro entre ellas, Aurora estaba sentada en su pupitre, dibujando, pero su mente divagaba.
—Me pregunto cuándo podré verme con Lillia de nuevo... estas últimas semanas platicando por mensajería con ella han sido tan... diferentes— pensaba Aurora, una sonrisa involuntaria asomándose en sus labios.
—¡Aurora, adivina qué te conseguí!—exclamó Xayah, sacando a Aurora de sus pensamientos.
—¿Ah? ¿Qué sucede?—respondió Aurora, intrigada.
Xayah sacó su teléfono, buscando algo con rapidez antes de mostrarle la pantalla a Aurora.
—¡¿Una exposición de arte en un museo cerca de la reserva?!— exclamó Aurora, levantándose de golpe. —¡Xayah, esto es genial!—dijo, abrazando a su amiga con entusiasmo. —Gracias, gracias, gracias— añadió, su voz llena de emoción.
—Bueno, ¿entonces tendrás otra cita, Casanova?— bromeó Xayah, observando el leve sonrojo que cubría las mejillas de Aurora.
—Xayah... ya te he dicho que no son citas. Ella es mi amiga, y no hay nada de malo en querer pasar tiempo con ella— respondió Aurora, un poco nerviosa.
—Bueno, pues lo haces parecer como si no fuera así—rió Xayah.
—Jajaja, eres una tonta—replicó Aurora, riendo.
Esa noche, mientras Aurora se preparaba para dormir, no podía dejar de pensar en cómo invitar a Lillia a la exposición. Sus manos sudaban mientras intentaba escribir un mensaje, borrando y reescribiendo varias veces.
—¿Y si lo arruino? ¿Y si ella dice que no?— se preguntaba en voz alta, frustrada.
Un mensaje de Xayah llegó en ese momento—¿Y bien? ¿Ya le contaste a Lillia?
Aurora respondió, agotada—Soy una estúpida, no encuentro cómo invitarla sin que parezca forzado o raro.
—Jajaja, ¿por qué no le dices simplemente "Oye Lillia, ¿te enteraste de que habrá una exposición de arte en el museo cerca de la reserva? Pensé que podríamos asistir para ver las pinturas y charlar un poco. ¿Qué te parece?"
—¿Es broma? ¿Así de fácil?
—Jajaja, sí. Te complicas demasiado la vida, solo copia el mensaje y envíalo. Después me agradeces.
Aurora siguió el consejo de su amiga y, tras unos momentos de ansiedad, Lillia respondió: "Hola... Claro, ¿por qué no? ¿Cuándo estás libre?"
El fin de semana llegó, y Aurora se preparó para su encuentro con Lillia, buscando el atuendo adecuado. Se decidió por una falda larga caqui, una camiseta blanca, un saco del mismo color que la falda, y unas botas negras. Como toque final, se colocó una boina, a pesar de las dificultades con sus orejas de conejo.
En el museo, Aurora esperó en una banca, revisando nerviosamente su apariencia en un pequeño espejo. De repente, una figura familiar se detuvo frente a ella.
—¿Aurora?— susurró Lillia, con una tímida sonrisa.
—Lillia, hola. ¿Llevas mucho tiempo esperándome?— preguntó Aurora, guardando rápidamente el espejo.
—No, no, acabo de llegar—respondió Lillia, su mirada recorriendo a Aurora de arriba abajo. —Te ves... muy bonita hoy.
Aurora se sonrojó, desviando la mirada. —¿En serio crees eso?— murmuró, sintiendo un calor en su pecho.
Lillia asintió, jugando nerviosamente con el borde de su suéter. —Sí, me gusta mucho tu estilo— dijo, evitando el contacto visual, claramente avergonzada por la intensidad de su propia observación.
—Gracias, Lillia— susurró Aurora, una tímida sonrisa iluminando su rostro.
El momento quedó suspendido en el aire, cargado de una mezcla de nerviosismo y algo más, algo no dicho pero palpable. Aurora rompió el silencio, intentando aligerar el ambiente.
—Entonces, ¿entramos? Estoy emocionada por ver la exposición.
Lillia asintió, sus ojos brillando con una mezcla de anticipación y aprehensión. —Sí, vamos. He oído que hay algunas piezas impresionistas increíbles.
Juntas, se dirigieron a la entrada del museo, sus pasos sincronizados, mientras una suave brisa invernal acariciaba sus rostros. Aunque ninguna de las dos comprendía completamente lo que sentía, ambas sabían que ese día quedaría marcado en sus memorias, como un lienzo aún sin terminar, lleno de promesas y posibilidades.
Aurora y Lillia entraron al museo, envueltas en un silencio cómodo pero cargado de subtextos. Las paredes estaban adornadas con una variedad de pinturas, cada una contando su propia historia. Mientras caminaban, Aurora intentó inconscientemente tomar la mano de Lillia para guiarla, pero se detuvo justo antes de hacerlo.
—¿Qué estaba por hacer?— pensó Aurora, sintiendo un nudo en el estómago.—Lillia podría ponerse nerviosa si hago eso... ¿Y por qué mis manos sudan tanto cuando estoy cerca de ella? Vamos, Aurora, contrólate. Prometiste no arruinar esta cita...— Su mente se detuvo abruptamente. —¿Una cita? ¡Esto no es una cita! ¿Qué me está pasando?
—¿Aurora?— La voz suave de Lillia la sacó de sus pensamientos.
—¿Sucede algo?— preguntó Lillia, con una preocupación palpable en su tono.
—¿Eh? ¡No! Estoy bien, solo un poco nerviosa. Pensaba en los próximos exámenes de la universidad—mintió Aurora rápidamente, intentando disimular su confusión interna.
—Oh, bueno, si quieres, podemos venir otro día...—Lillia bajó la vista, ligeramente desanimada.
—No, no, Lillia. Estoy bien, de verdad. Vamos, sigamos— respondió Aurora, intentando sonar tranquila.
—Está bien— dijo Lillia, con una precaución que Aurora no pudo evitar notar.
A medida que se adentraban en la exposición, ambas se detuvieron ante una pintura particularmente llamativa. En ella, una figura femenina se encontraba en medio de un desierto árido, rodeada de espejos que reflejaban cielos estrellados. La figura parecía estar atrapada entre la realidad del desierto y la ilusión de un cielo nocturno infinito.
—Es hermosa, pero también un poco triste, ¿no crees?— murmuró Lillia, rompiendo el silencio.
Aurora asintió, perdiéndose en la imagen. —Sí, es como si estuviera buscando algo... tal vez una salida, o un sueño que parece inalcanzable.
Lillia giró su cabeza hacia Aurora, observando su perfil. —A veces, nuestros sueños y miedos se reflejan en las cosas que más nos atraen— dijo en voz baja, como si hablara consigo misma.
—¿Crees que ella está sola?— preguntó Aurora, sus ojos fijos en la figura solitaria.
—No lo sé—respondió Lillia, con una expresión pensativa. —Tal vez, a veces nos sentimos más solos cuando nos enfrentamos a nuestros propios reflejos, a nuestras propias dudas y esperanzas.
Aurora la miró, conmovida por la profundidad de sus palabras. —Lillia, tú... realmente tienes una forma especial de ver el mundo.
Lillia sonrió tímidamente, sin apartar la vista de la pintura. —Gracias, Aurora. Es extraño, pero a veces siento que el arte es la única forma en que puedo expresar lo que siento... lo que realmente soy.
Aurora sintió un impulso de consolarla, de decirle que no estaba sola en sus sentimientos. Pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. En cambio, se acercó más a Lillia, hasta que sus hombros casi se rozaron.
Después de un rato, continuaron explorando la exposición. Se detuvieron frente a otra pintura que mostraba dos figuras, una masculina y otra femenina, en un jardín lleno de flores que se entrelazaban, creando un arco iris de colores. Las figuras sostenían una frágil burbuja entre ellas, dentro de la cual se reflejaba un paisaje paradisíaco.
—Es como si esa burbuja fuera su sueño compartido—susurró Aurora.
—Sí—respondió Lillia, con los ojos brillantes. —Y parece tan frágil... como si pudiera romperse en cualquier momento.
Aurora sintió un nudo en la garganta. —A veces, los sueños y los sentimientos son así. Frágiles, pero preciosos.
Se giró para mirar a Lillia, encontrando sus ojos, y por un momento, el mundo exterior se desvaneció. El tiempo pareció detenerse, encapsulando ese instante de conexión pura y sincera.
Finalmente, Aurora rompió el silencio, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. —Lillia, me alegra que hayas venido hoy. Quiero conocerte más, saber más de ti... si eso está bien contigo.
Lillia, sorprendida por la franqueza de Aurora, asintió con una sonrisa suave. —Sí, me gustaría eso. Me alegra haber venido también.
Mientras caminaban hacia la salida del museo, Aurora de repente tuvo una idea. Se detuvo y miró a Lillia con una sonrisa juguetona.
—¿Qué te parece si nos tomamos una selfie para recordar este momento? propuso, sacando su teléfono.
Lillia, sorprendida pero divertida, asintió. —Claro, suena bien.
Ambas se acercaron, pero Aurora, en su entusiasmo, tropezó ligeramente y casi dejó caer el teléfono. Lillia soltó una risa suave, que fue seguida por la risa de Aurora. Después de varios intentos fallidos de alinear correctamente el teléfono, finalmente lograron capturar una imagen, aunque un poco desenfocada y con ambas riendo.
—Bueno, no es la mejor foto, pero es auténtica— dijo Aurora, mirando la pantalla con una sonrisa amplia.
Lillia asintió, sintiendo una calidez inusual. —Sí, es perfecta.
Se despidieron fuera del museo, con la promesa implícita de volver a verse pronto. Aurora observó a Lillia caminar hacia la estación de autobuses, sintiendo una mezcla de satisfacción y anticipación.
Esa noche, en su habitación, Lillia se sentó en su escritorio, frente a un portarretratos que contenía una foto de su madre. Tomó el marco en sus manos, acariciando suavemente el vidrio con los dedos. En su mente, se imaginó a su madre, con su sonrisa cálida y comprensiva.
—Hoy fue un buen día, mamá— pensó Lillia, sintiendo un nudo de emociones en su pecho.
—Aurora es... diferente. Ella me hace sentir como si pudiera ser más abierta, más yo misma. Pero tengo miedo de mostrarle mis pinturas. ¿Y si no le gustan? ¿Y si piensa que soy extraña o... o peor?
Se quedó en silencio, como esperando que el silencio le diera alguna respuesta. En su mente, podía casi escuchar la voz de su madre, calmante y alentadora, diciéndole que fuera valiente y que confiara en sus propios sentimientos.
—Pero también sé que no puedo seguir escondiéndome—continuó Lillia, su voz interior apenas un susurro. —Aurora parece genuina, y quiero... quiero confiar en ella. Tal vez, algún día, le mostraré mis pinturas. Solo espero que entienda que, para mí, el arte es más que un simple pasatiempo. Es una parte de mí.
Lillia dejó el portarretratos sobre la mesa y apagó las luces. Se metió en la cama, su mente llena de pensamientos sobre Aurora y las posibilidades de lo que podría ser. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió emocionada por lo que el futuro podría traer.
Mientras tanto en la ciudad...
Aurora regresó a su apartamento, sintiendo una calidez en su pecho. Al cerrar la puerta tras de sí, se apoyó en la pared, dejando escapar un suspiro largo y profundo. No podía evitar sonreír al recordar el día. Había algo en Lillia que la atraía, algo más allá de la curiosidad. Algo que comenzaba a sentir como... posibilidades....
Al día siguiente, Aurora se encontró con Xayah en su cafetería habitual después de clases. Mientras esperaban sus pedidos, Xayah observó a Aurora con una sonrisa curiosa.
—Entonces, ¿cómo estuvo tu 'no-cita' con Lillia? — preguntó Xayah, levantando una ceja con picardía.
Aurora se rió, un leve sonrojo cubriendo sus mejillas. —Fue genial. Fuimos al museo, vimos algunas pinturas realmente impresionantes. Lillia es una persona increíblemente interesante.
—¿Oh sí? ¿Y hubo algún momento especial?— Xayah se inclinó hacia adelante, claramente esperando algún detalle jugoso.
Aurora sonrió tímidamente y sacó su teléfono. —Bueno, intentamos tomarnos una selfie... aunque no salió tan bien.
Xayah tomó el teléfono de Aurora y miró la foto. Al verla, su sonrisa se desvaneció un poco, y una sombra de preocupación cruzó su rostro. No era solo sorpresa; había un destello de algo más profundo, una mezcla de culpa y nostalgia que Aurora no pudo identificar del todo.
—¡Vaya! ¿Estás de broma? ¡Esta es la Aurora que conozco, sonriendo y tomándose selfies! Has cambiado bastante...— dijo Xayah, intentando sonar despreocupada, pero con una nota de tensión en su voz.
Aurora notó el cambio en su amiga y frunció el ceño. —Normalmente estoy feliz y me gusta tomarme selfies, ¿no? ¿Qué quieres decir con eso?— preguntó, su tono más serio. —¿Estás insinuando algo? ¿Hay algo que debería saber?
Las palabras de Xayah parecían tener un doble sentido, como si estuviera hablando de Lillia más que de Aurora.
Xayah vaciló, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de su taza. —No es nada malo, es solo que... es bueno verte tan feliz. Pero... bueno, es obvio que Lillia te gusta, y no estoy segura de si te has dado cuenta.
Aurora se tensó ligeramente, sorprendida por la dirección de la conversación. —¿De qué hablas? Lillia es una amiga, una buena amiga. No hay nada más.
Xayah suspiró, devolviendo el teléfono a Aurora con manos ligeramente temblorosas.
—Mira, solo te digo que no te cierres a lo que sientes. Y si hay algo en tu pasado o en el de Lillia que te preocupa, lo mejor es hablarlo. No dejes que los secretos o los malentendidos se interpongan....
Aurora frunció el ceño, sintiendo una inquietud creciente. —¿Qué es lo que sabes, Xayah? ¿Hay algo sobre Lillia que no me estás diciendo?
Xayah evitó el contacto visual, su mente retrocediendo a recuerdos que preferiría olvidar, momentos en los que sus acciones habían herido a Lillia. Ahora, ver a Aurora tan feliz al lado de Lillia despertaba una mezcla de culpa y temor de que ese pasado volviera a salir a la luz.
—No es el momento para hablar de eso, Aurora— dijo finalmente, forzando una sonrisa. —Todos tenemos nuestras historias. Lo importante es cómo decides escribir el siguiente capítulo. Y a veces, eso implica ser honesto contigo mismo y con los demás.
Aurora se quedó en silencio, procesando las palabras de Xayah. Sabía que su amiga tenía razón, pero había algo en su tono que sugería más de lo que estaba diciendo.
—Bueno— dijo Aurora finalmente—supongo que lo descubriré en su momento. Pero gracias, Xayah. Sabes que siempre puedo contar contigo.
Xayah sonrió, levantando su taza de café en un brindis silencioso, aunque sus ojos mostraban un brillo de inquietud. —Siempre, Aurora. Siempre....
parecía que xayah le ocultaba algo a aurora porque ella reaccionó de esa manera al volver a ver a lillia