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Madison despertó tras escuchar desorden en la cocina, y al notar que Han no estaba acostado junto a ella abrió los ojos.
Madison se levantó rápidamente de la cama, desorientada, y echó un vistazo a su alrededor. La habitación estaba en silencio, pero el sonido de platos y utensilios chocando llegaba con claridad desde la cocina. Su primer pensamiento fue que Han debía estar allí, haciendo algo con esa calma despreocupada que siempre lo caracterizaba.
Se cubrió con la manta tras estar en ropa interior, salió de la habitación y caminó hacia el sonido. A medida que se acercaba, la luz de la cocina la cegó momentáneamente, pero al entrar, vio a Han de pie junto al fregadero, sonriendo como si no hubiera nada fuera de lo común.
─¿Qué estás haciendo?─ preguntó ella, entre sorprendida y divertida.
Han se giró lentamente hacia ella, con una mirada traviesa.
─Preparando el desayuno. ¿Qué más?─ respondió, levantando una taza de café en su mano.
Madison frunció el ceño, con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Han rara vez se levantaba temprano para preparar algo tan “normal”. Aun envuelta en la manta, se acercó a la barra, observando el desorden en la encimera: una sartén con lo que parecía ser una mezcla de huevos revueltos, unas rebanadas de pan tostado desordenadas y, claro, el caos habitual que él solía generar en la cocina.
─¿Y cómo es que ahora te dio por hacer el desayuno?─ dijo, sin poder evitar sonreír.
Han le lanzó una mirada cómplice, y dejó la taza de café sobre la mesa.
─Solo quise sorprenderte, aunque parece que te ha sorprendido más el caos que la comida.
Madison se acercó a la sartén, probó un bocado de los huevos con la punta del tenedor y lo miró con una sonrisa burlona.
─No está tan mal para alguien que nunca cocina.─ dijo, con tono juguetón.
Han se acercó a ella y, sin previo aviso, le robo un casto beso mientras la tomaba por la cintura.
─Mejor que lo que podrías haber hecho tú, ¿verdad?─ bromeó, y Madison le dio un empujón suave, riendo.
─No estoy segura de qué es peor. Que hayas intentado cocinar o que sea bastante comestible.
Han sonrió de lado, disfrutando de la diversión que compartían en ese momento, pero algo en su expresión cambió cuando volvió a mirar a Madison con una mirada un poco más seria.
─Mira, sé que soy un desastre en la cocina, pero...─ empezó, colocando la sartén a un lado y mirando hacia la ventana. ─Quiero hacer algo bien de vez en cuando. Algo simple, como esto. Además, quise hacerlo para pasar un rato contigo antes de ir a buscar al chico de ayer. Ya sabes, el que destrozó al Silvia.
Madison frunció el ceño, sintiendo una ligera tensión en el aire al mencionar el asunto del Silvia. Aunque sabía que Han no dejaba pasar esas cosas, no era lo que habían acordado ayer en la mañana.
Han terminó de colocar los ingredientes sobre la mesa mientras Madison seguía con su mirada fija en él, sin poder evitar una ligera molestia que empezaba a nublar su diversión.
─¿En serio vas a ir a buscar a ese chico?─ preguntó ella, su tono cambiando ligeramente de juguetón a algo más serio.
Han levantó la vista, dándose cuenta de que su plan no estaba siendo recibido con el mismo entusiasmo.
─Lo tengo que hacer, Mad. Ese tipo me dañó el auto y se fue sin más.─ explicó con un encogimiento de hombros, como si fuera lo más natural del mundo.
Madison frunció el ceño y dejó el tenedor sobre la mesa con un pequeño golpe.
─Pero habíamos quedado en que hoy era un día libre de todo eso. No íbamos a hablar de carreras, ni de autos, ni del taller.─ dijo ella, tratando de calmar su frustración. Su mente aún daba vueltas al hecho de que habían prometido pasar un día sin preocupaciones, un día para ellos, sin los compromisos que siempre venían con su mundo.
Han la observó un momento, notando la tensión en su rostro. Dio un paso hacia ella, dejando de lado su taza de café, y le acarició suavemente el cabello.
─Sé que lo prometimos, y no quiero arruinar el día, Mad. Pero sabes que cuando se trata de mi auto, no soy capaz de dejarlo pasar.─ explicó con una sonrisa, tratando de suavizar las palabras, pero Madison no estaba convencida.
─Han, no se trata solo de eso. Se trata de que siempre estás atrapado en ese ciclo. Carreras, coches, problemas…─ dijo ella, mirando hacia el fregadero, como si esperara encontrar algo allí que le diera más calma.
Han suspiro, entendiendo la preocupación en su voz.
─Lo sé, lo sé. Pero te prometo que iré rápido y volveré. Lo que menos quiero es que estemos peleando por esto, no hoy.─ dijo, acercándose aún más, hasta estar frente a ella. Madison no lo miró de inmediato, pero sus palabras parecían haber hecho mella en ella.
Finalmente, levantó la vista y suspiró, no completamente convencida, pero al menos un poco más tranquila.
─Está bien, pero luego de eso, lo que sea. Vamos a olvidarnos del resto del mundo. Solo tú y yo.─ dijo, con una ligera sonrisa.
Han asintió, dándole un beso suave en la frente.
─Prometido.
Madison se quedó pensativa un momento, observando a Han mientras él comenzaba a limpiar el desastre que había dejado en la cocina. Algo en su interior le decía que, a pesar de sus palabras, esa promesa de "olvidarse del resto del mundo" era más difícil de cumplir de lo que él pensaba.
Aunque ya se encontraban viviendo en Tokio hace un año y once meses, algo en su corazón aún no terminaba de acostumbrarse completamente a los ritmos de su nueva vida. Tokio era un lugar vibrante y lleno de oportunidades, pero también era un mundo que podía resultar tan abrumador como emocionante. Han parecía encajar perfectamente en esa jungla de concreto, pero para ella, había momentos en los que la ciudad, con todo su bullicio, le parecía un recordatorio constante de lo impredecible que podía ser todo.
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Han estaba apoyado con calma en su Mazda RX7, estacionado justo fuera de la escuela secundaria donde Sean Boswell, el joven estadounidense al que le había prestado su Nissan Silvia S15, se encontraba asistiendo. El auto, que yacía hecho pedazos por la imprudencia de Sean en el garage de Han, era un recordatorio del caos que el chico había causado. Para empeorar las cosas, Sean había huido sin escuchar la advertencia de Han de que no se fuera. Han, con su habitual serenidad, observaba el edificio mientras se preparaba para el reencuentro.
Desde el asiento del copiloto, Madison no podía evitar mirarlo. Han estaba recargado contra el coche, sus pies cruzados y sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, una postura relajada pero con algo de tensión en la forma en que sus hombros se mantenían rígidos, como si estuviera listo para moverse en cualquier momento. Madison sonrió para sí misma, sin poder evitar pensar que, aunque la situación fuera tensa, la manera en que Han se apoyaba en el auto lo hacía ver increíblemente atractivo.
No pudo evitar soltar una risa suave y, con un tono juguetón, le dijo...
─Oye, Han, en esa pose te ves bastante realmente sexy. ¿Sabes eso?
Han giró la cabeza hacia ella, levantando una ceja con una sonrisa cómplice.
─¿Ah, sí? ¿Te gusta?─ respondió, manteniendo su actitud tranquila, pero con un destello de diversión en sus ojos.
Madison se cruzó de brazos, con una sonrisa en los labios.
─No me sorprendería que usaras esa pose para llamar la atención. Aunque, debo admitir que funciona.─ dijo, dejándose llevar por el momento y disfrutando de la ligera diversión en el aire.
Han soltó una suave carcajada antes de volver su mirada hacia la escuela.
─Solo soy yo siendo yo. Aunque si sirve para que me mires, no me quejo.─ agregó, sin perder su usual calma.
Madison se recostó en el asiento, disfrutando del momento de complicidad entre ellos, mientras Han seguía observando el edificio, aguardando al chico que había causado tanto lío.
Los pensamientos del japonés parecieron atraer a Sean, quien se encontraba saliendo del edificio con un semblante algo agotador. Madison observo la escena por el espejo retrovisor, mientras que Han al ver al chico, dejo que esté se acercara primero.
─Entra.─ ordenó el japones con seriedad cuando tuvo a Sean parado frente a el.
─Oye, si te quiero pagar.─ dijo el chico finalmente, rompiendo el silencio mientras miraba a Han con una mezcla de desconcierto y confusión al encontrarlo esperándolo fuera de su escuela.
─¿Por qué hablas como si tuvieras opción?─ replicó Han, su voz tan calmada como cortante, mientras rodeaba el auto para abrir la puerta del conductor.
Justo cuando Sean intento abrir la puerta del lado del copiloto, Han lo detuvo.
─Ve atrás. Ahí está mi chica.
Sean parpadeó, claramente sorprendido por el tono de Han, pero obedeció sin discutir. Se deslizó en el asiento trasero, echando un vistazo a Madison, quien lo observaba con una mezcla de curiosidad y diversión. No dijo nada, pero la manera en que cruzó los brazos y levantó una ceja dejaba claro que no estaba muy impresionada con el chico.
Han entró en el auto y encendió el motor con su habitual calma, pero el rugido del RX7 hizo que Sean se tensara un poco en su asiento.
─¿Siempre manejas así de tranquilo, incluso cuando estás enojado?─ preguntó Sean, rompiendo el incómodo silencio, intentando aligerar la tensión.
Madison soltó una pequeña risa antes de responder, sin girarse para mirarlo.
─Oh, deberías verlo cuando realmente está enojado. Esto es su versión pacífica.─ dijo, con un tono sarcástico que hizo que Han sonriera levemente.
Sean no supo si reír o preocuparse más. Mientras el auto avanzaba por las calles de Tokio, Han finalmente rompió el silencio tras detener en auto.
─Hay un tipo con una garra tatuada. Me debe dinero.─ comenzó a hablar Han mientras se movía un poco en su lugar para observar a Sean.
─¿Garra?
─Ve por mi dinero.─ ordenó Han, intercambiando miradas con Madison para después volver a observar al chico.
─Lo haré.─ accedió Sean mientras bajaba del auto.
Madison arqueo ambas de sus cejas al ver que el chico no había intentando discutir, simplemente escucho y salió del vehículo, adentrándose a aquel lugar que le había indicado Han con un movimiento de cabeza, como si fuera un robot programado.
Madison observó en silencio cómo Sean se alejaba, entrando al edificio con una actitud de quien no tiene idea de en qué se ha metido. Su mente no dejaba de dar vueltas al hecho de que Han había confiado en él tan fácilmente. Aunque el chico parecía cumplir con lo que Han le pedía, algo en ella le decía que no sería tan sencillo. Ese tipo iba a ser un problema, lo podía sentir en las entrañas.
Con un suspiro, Mad se giró hacia Han, que permanecía en silencio, mirando fijamente el edificio como si no hubiera nada fuera de lo común.
─¿De verdad crees que es buena idea hacer que un chico que no conoces se involucre con personas peligrosas?─ preguntó, su tono serio y cargado de inquietud.
Han no respondió de inmediato. Parecía pensativo, pero Madison no podía ocultar su frustración. Por lo que al ni siquiera recibir respuesta de el y sentirse ignorada, volvió a hablar.
─Lo que me molesta, Han, es que siempre haces esto. Siempre te lanzas sin pensar en las consecuencias. ¡No es solo el auto, es todo!─ sus palabras salieron de manera más brusca de lo que había planeado, y de repente se dio cuenta de que había tocado un nervio.
Han finalmente la miró, su expresión más seria que nunca.
─Lo que pasa, Mad, es que sabes que no puedo dejarlo ir. Este chico causó un daño a algo que para mí es más que solo un auto. Es mi reputación, es lo que he construido.─ su tono era calmado, pero había una firmeza en él que Madison reconoció.
Madison suspiró profundamente, intentando mantener la calma mientras miraba a Han fijamente.
─¿Y qué hay de lo que estamos construyendo nosotros?─ preguntó, su voz ahora más baja, pero con un filo que cortaba el aire entre ellos.
Han la miró por un momento, como si sus palabras le hubieran llegado, pero no dijo nada. En cambio, volvió a fijar la vista en el edificio. La tensión en el aire era palpable, y Madison sintió que el momento de complicidad que habían compartido antes se desmoronaba como si nunca hubiera existido.
─Siempre es lo mismo contigo, Han. Dices que me entiendes, que esto importa, pero a la primera oportunidad te desconectas y vuelves a lo tuyo, como si yo no estuviera aquí.─ continuó ella, esta vez sin intentar esconder la frustración que llevaba acumulando desde la mañana.
Han entrecerró los ojos, claramente molesto, pero seguía manteniendo su actitud tranquila. Esa calma era lo que más la enojaba, como si todo lo que ella decía no fuera suficiente para sacudirlo.
─No es que no me importe, Madison. Pero también sabes quién soy. Esto es parte de mí. Es parte de lo que me hace ser yo.─ dijo finalmente, en un tono más firme, pero sin perder esa serenidad que le resultaba exasperante a Madison en ese momento.
Ella lo miró fijamente, con los brazos cruzados, mientras él seguía hablando.
─No puedes pedirme que deje todo atrás cada vez que algo se complica. Esto no es solo un juego. Lo que hago, lo que soy, no puedo apagarlo como si fuera un interruptor.
Madison negó con la cabeza, sintiendo que las palabras de Han, aunque ciertas, no lograban apaciguar el enojo que sentía.
─No te estoy pidiendo que cambies lo que eres, Han. Te estoy pidiendo que me pongas a mí primero, al menos por una vez.─ dijo, su voz quebrándose un poco al final.
Eso pareció afectarlo más que cualquier otra cosa que ella hubiera dicho. Han suspiró profundamente, como si estuviera intentando contener su propio enojo, pero entonces, sin previo aviso, abrió la puerta del auto.
─¿A dónde vas ahora?─ preguntó Madison, claramente sorprendida por su reacción.
─Necesito un momento.─ fue todo lo que dijo antes de salir del coche y cerrar la puerta tras él con más fuerza de la necesaria.
Madison se quedó en silencio, mirando cómo Han se dirigía al capo del auto y se apoyaba contra la chapa. La pelirroja sintió sus ojos picar, por lo que mordió su labio en un intento de reprimir su sollozo y pestaño varias veces para que las lágrimas no salieran.
En ese momento, Mad y Han pudieron ver cómo Sean salía de un empujón de aquel lugar, gracias a que alguien lo había lanzado fuera del edificio. Y a los segundos tiraron su zapato y su blazer junto a él. Sean compartió una mirada con Han para después volverse a poner de pie y entrar al lugar nuevamente, pero aquello se vio interrumpido cuando el hombre que había dicho Han volvió a lanzarlo fuera del lugar, para después hacerse ver en la entrada. Este le lanzo el dinero a Han y el japones lo tomo por el aire con éxito. Mad pudo notar como su chico le tiraba las llaves a Sean para después indicarle que subiera al Mazda.
La pelirroja se acomodó en el asiento del copiloto mientras su mirada se perdía en el paisaje urbano que desfilaba por la ventana. Esta vez no era Han quien llevaba el volante, sino Sean. El japonés había optado por tomar asiento en la parte trasera.
Sean conducía con una precisión sorprendente, un contraste notable con el desenfreno que había demostrado en la carrera. Aun así, no podía evitar que su atención se desviara ocasionalmente hacia Madison. La tensión de ella era palpable, como una cuerda a punto de romperse, y algo en ella lo mantenía cautivado. Para Sean, la pelirroja era fácilmente la mujer más fascinante que había conocido, claro, después de Neela.
El sol descendía sobre el horizonte de Tokio, tiñendo las calles de tonos cálidos, dándole paso a la noche. Sean respiró profundo, encontrando en el acto de conducir una calma similar a la que sentían sus compañeros de viaje. Sin embargo, la atmósfera dentro del auto seguía cargada, hasta que Han decidió romper el silencio.
─Ya eres parte del negocio. Puede que te llame una vez a la semana o cada que yo quiera. No me importa si estás enfermo o si estás en la cama con alguien. Haces lo que te diga.
Tras las palabras de Han, Mad volteo hacia Sean para escanear su reacción, mientras que el japones al ver el movimiento de la chica centro su mirada en ella.
─Solo si me enseñas a driftear.─ Madison sonrió ante la respuesta del chico. La pelirroja sabía que Han no estaba negociando, ni estaba preguntando, le estaba informando.
─Esto no es una negociación.─ replicó Han con una calma característica, reflejando en su rostro la misma sonrisa que Madison llevaba consigo.
─No estaba negociando.─ dijo Sean con determinación.
Madison soltó una carcajada, su atención fija en el chico, disfrutando del intercambio. La chica sonrió con una mezcla de diversión y sarcasmo, girándose un poco en su asiento para mirar a Sean de frente.
─¿Sabes? Aún no puedo divisar si lo tuyo es valentía o simple estupidez.─ comentó Mad con una tonalidad burlona, haciendo que Sean volteara a verla con una sonrisa ladeada.
─Ambas.
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