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La noche en Tokio ya se había desplegado, cubriendo la ciudad con su manto de luces. Han y Madison estaban en lo alto de un edificio, reunidos con Sean, observando desde el techo la cancha de fútbol que se encontraba frente a ellos. En el terreno de juego, los amigos de Han, junto a Twinkie, se divertían en un partido lleno de risas y buen ambiente. El sonido de los balones golpeando el césped y las voces lejanas se mezclaban con la tranquilidad de la noche.
Mad se alejo de Han, quien con una sonrisa divertida admiraba el juego de sus amigos. La pelirroja se acercó a Sean quien se encontraba en el otro borde del techo, recargando sus brazos en la baranda de metal mientras mantenía su mirada en el tránsito de la calle.
Madison se detuvo junto a él, observando el bullicio que se extendía por la ciudad. Tokio, con su vida vibrante y constante, parecía un contraste perfecto con la calma que ambos compartían en ese instante. El ruido lejano del fútbol era ahora un eco suave mientras la ciudad respiraba a su alrededor.
─¿Nunca te cansas de la ciudad?─ preguntó Sean, su voz rompiendo el silencio entre ellos.
Mad sonrió sin mirarlo directamente, su mirada fija en los autos que pasaban.
─No. Tokio siempre tiene algo que ofrecer. Siempre hay algo nuevo que ver, aunque sea lo mismo una y otra vez.
Sean asintió, comprendiendo su punto.
─Sí, tiene algo, un tipo de energía.
De repente, un grito en el campo de fútbol atrajo su atención, y ambos voltearon hacia Han.
─¡Han, eso fue falta!─ se escuchó a un amigo del japonés gritar desde abajo.
─¿Qué crees que parezco? ¿Una cebra?─ contesto Han divertido, haciendo referencia al uniforme que usaban los árbitros.
El japonés se acercó sigilosamente a los dos chicos que descansaban contra el borde, sorprendiendo a Madison cuando, de repente, se detuvo justo detrás de ella. Estiró los brazos y apoyó las manos en la baranda de metal, quedando tan cerca de ella que su cuerpo la acorraló entre el borde y su espalda. En un suspiro, Madison dejó que la parte posterior de su cabeza descansara contra el pecho de Han, sintiendo la calidez de su contacto mientras disfrutaban la vista frente a ellos.
─Además de querer tomar otro rumbo. ¿Cómo llegaron hasta aquí?─ pregunto Sean de repente, reemplazando el silencio con su curiosidad.
─¿Recuerdas las películas de vaqueros donde los malos huían a la frontera?─ quien respondió fue Han, aún manteniendo la mirada en las calles de Tokio. Sean respondió con un asentimiento de cabeza. ─Este es nuestro México.
Madison no pudo evitar sonreír ante la referencia de Han, posando con ternura una mano sobre la de Han, que yacía apoyada en la baranda. La pelirroja daba suaves caricias en la piel del japonés.
─¿Por qué me dejaste correr tu auto?─ otra pregunta de Sean floto en el aire. ─Madison te dijo que lo dañaría, y además estoy seguro que tú también lo sabías aunque no lo admitiste en voz alta.
─¿Por qué no?─ Han respondió de manera simple, acompañando su semblante con una sonrisa curvada.
─Porque cuesta mucho.─ respondió de forma inmediata Sean, sonando obvio.
─Tengo dinero.─ contesto el japones sin importancia. ─Además, necesito gente de confianza. Todos te identifican de acuerdo a la gente con la que te rodeas. Y un auto por saber lo que vale una persona, es un precio que quiero pagar.
Madison escuchaba atentamente las palabras de Han. No sé sorprendía de oírlo hablar así, su sorpresa se debía a que no muchas veces solía soltarse de tal manera frente a alguien que no fuera ella.
─Asomate, ve a esas personas.─ continuo Han, señalando con la cabeza a las personas en la calle de Tokio, caminando de un lado hacia el otro. ─Siguen las reglas ¿para que? Dejan que el miedo los domine.
─¿Qué pasa si no las tomas?─ hablo Sean nuevamente, después de algunos segundos.
─La vida es simple, Sean. Toma decisiones y no voltees hacia atrás.─ está vez quien contesto la pregunta del estadounidense fue Mad.
Los tres guardaron silencio por algunos segundos más. Sean tomo un trago de agua mientras seguía observando la actividad de la gente desde arriba, mientras que Mad continuaba acariciando la mano de Han, quien parecía estar sumido en sus pensamientos.
─Si no corres para ganar, ¿entonces para que hacerlo?─ Sean volteo a mirar por un instante a Han, dejando aquella pregunta nuevamente en el aire.
─¿Enserio quieres saberlo?─ Han respondió con otra pregunta.
─Si.
─Bueno, vamos.
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Madison suspiró profundamente, recostada contra el asiento trasero del Mazda mientras Han aceleraba a toda velocidad, desafiando las curvas con una destreza impecable. Cada derrape parecía desafiar la gravedad, y el rugir del motor llenaba el aire. A su lado, Sean no pudo evitar soltar una carcajada, la adrenalina en su cuerpo desbordándose mientras observaba el dominio de Han sobre el volante.
De repente, al tomar una curva cerrada, un auto gris con detalles azules apareció frente a ellos, bloqueando su camino. Han, sin pensarlo, pisó el acelerador con más fuerza, llevando el auto directamente hacia el vehículo rival. Con un giro experto del volante, comenzó a rodearlo a gran velocidad, haciendo que las llantas del auto chirriaran al raspar el asfalto. Las marcas de las ruedas quedaron grabadas en el suelo, formando un círculo perfecto al alrededor del otro vehículo.
Han detuvo el suyo por un instante, observando a las personas dentro del auto. La pelirroja arqueo una ceja al ver que se trataban de dos mujeres, quienes paseaban sus miradas en los tres, deteniéndose por algunos segundos en la pelirroja. Y cuando el japones apretó el acelerador para seguir con el trayecto, un papel cayó dentro del Mazda, quedando justo arriba de las piernas de Han.
Madison fue más rápida que Han, inclinandose en su lugar para arrebatarle el papel al japonés. Al abrir este, se encontró con un número telefónico, y abajo de este una frase bastante coqueta. Pero la pelirroja frunció el ceño cuando noto que aquella frase había sido directamente para ella.
"Para la chica pelirroja de atrás"
Madison soltó una carcajada, llamando la atención de ambos hombres. El número y el coqueteo no había sido para Han ni para Sean, habían sido para ella. Aquellas mujeres claramente no se sentían atraídas por los hombres, sino por las mujeres.
Madison arrugó el papel entre sus manos, mientras una sonrisa divertida seguía dibujada en su rostro. No podía evitar reírse de la situación. Era un juego curioso y, de alguna manera, divertido, pero algo en su interior la hizo sentir una leve incomodidad. Quizá fuera la forma en que las mujeres la observaban.
Han frunció el ceño al escuchar las carcajadas de Madison, pero la leve sonrisa que se mantenía en sus labios no desapareció.
─¿Qué decía el papel?─ preguntó el japones, sin apartar los ojos de la carretera. Su voz había tomado un tono más suave, como si de verdad quisiera saber lo que había hecho reír a Madison.
Madison, aún sonriendo, miró el papel arrugado en sus manos antes de dirigir su mirada a Han.
─Nada importante.─ respondió con ligereza, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de diversión. ─Solo un número de teléfono y una frase para la chica pelirroja de atrás.
Han mantuvo el rostro sereno, pero su cuerpo tensó ligeramente. Su mente pasó rápidamente por las implicaciones de la frase, y aunque trató de mantener su calma, no pudo evitar una leve fricción en su pecho.
─¿Para ti?─ preguntó, su voz apenas más grave.
Madison lo miró de reojo, su expresión divertida contrastando con la ligera tensión que se estaba formando entre ellos. No era algo que la molestara, pero sabía que Han había notado el papel, y también sabía que el japones había creído que era para el.
─Sí, para mí.─ Madison soltó una pequeña risa antes de continuar, su tono más suave, casi burlón. ─Parece que las chicas de Tokio tienen buen gusto, ¿no?
Sean observó la escena en silencio, con una sonrisa traviesa dibujada en su rostro al notar la ligera incomodidad en Han. La situación era divertida, el estadounidense sentía que el ambiente estaba cargado con una tensión juguetona.
─¿Vas a llamar?─ Sean intervino, con tono de broma, mirando a Madison desde el asiento delantero. ─Podrías estar desatando una guerra de chicas por tu atención. Note que las dos te observan más a ti que a nosotros.
Madison soltó una carcajada, balanceando el papel entre sus dedos.
─No tengo intención de llamar.─ respondió, su tono ligero y relajado, pero con un brillo juguetón en sus ojos. ─Aunque la idea de causar una guerra de chicas no suena tan mal.
Han frunció ligeramente el ceño, sin mirar directamente a Madison, pero sus ojos destellaron con una mezcla de diversión y celos que no pudo disimular.
─¿Vas a dejar que la competencia me desafíe?─ murmuró Han, manteniendo la sonrisa aunque sus palabras tenían un toque de provocación.
Madison miró a Han de reojo, disfrutando del juego que se estaba creando entre ellos.
─No tienes competencia.─ respondió con seguridad, su tono de voz firme pero juguetón. ─Si alguien tiene que preocuparse, son ellas.
Sean no pudo evitar reírse, sacudiendo la cabeza mientras veía cómo la conversación fluía entre los dos.
─El único que debería estar preocupado es Han, con su chica pelirroja atrayendo toda la atención.─ dijo Sean burlonamente, tomando un trago de su botella de agua y mirando a ambos con una expresión divertida.
Han dejó escapar una ligera risa, aunque su mente seguía rondando sobre el papel y la forma en que las mujeres lo habían dejado. Aun así, sabía que era una broma entre ellos, y la confianza entre él y Madison le permitía no tomarse demasiado en serio la situación.
─Solo no te olvides de lo que tienes en casa.─ Han dijo, con tono bajo y cómplice, mientras dirigía su mirada a Madison por un instante, quien simplemente le sonrió.
La dinámica entre los tres se mantenía juguetona, y a pesar de las pequeñas tensiones que surgían, la amistad y confianza entre ellos estaba más que clara. El viaje continuó, y aunque los riesgos y las situaciones se volvían más intensos a medida que avanzaban, la diversión seguía siendo el centro de la conversación.
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