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You can't solve me (SherlockB...

By NadeshkaHolmes

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Joan Watson deja New York y se muda a Londres en busca de un cambio en su vida mientras se reencuentra por fi... More

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Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86 (Final)

Capítulo 16

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By NadeshkaHolmes


Joan trató de pasar la mayor parte del día tan ocupada como una persona sin trabajo pudiera estar. Pero llegada la tarde no encontró cómo continuar distrayéndose asi que regresó al apartamento.
Al llegar, entró y pasó por la puerta de la sala de estar lo más rápido que pudo.
Lo último que quería era ver a Sherlock.
Subió sin tardanza las escaleras a su habitación pero justo al llegar a esta vió una sombra alta que la asustó y a punto estuvo de retroceder y correr el peligro de caer por las escaleras si Sherlock no la hubiera sujetado por el brazo.

  - ¿¡Qué se supone que haces aquí!? ¡Casi me matas del susto!

  - Sabía que subirías a tu habitación sin detenerte en la sala y quería hablar contigo.

  - ¿Qué quieres?

  - Disculparme.

Joan no creía lo que estaba oyendo.

  - Fuí informado... por John... que la forma en la que discutí sobre tu salud emocional te hizo sentir incómoda. Tú... te viste afectada, no... umm... te hizo sentir... herida. Así que... lo siento.

Era evidente que para Sherlock era todo un desafío pedir una disculpa y sin embargo lo hizo y esto fué suficiente para Joan. Por el momento.

  - Está bien. Gracias Sherlock.

El detective asintió y empezó a bajar las escaleras, pero luego de unos pasos se detuvo.

  - ¿Joan?

  - ¿Si?

  - ¿Quieres una distracción?

Joan miró su alta y elegante sombra de pie en las escaleras y él continuó:

  - Una muy interesante distracción.

  - ¿Otro caso?

  - Si.

  - No lo sé.

  - Sé que tu trabajo te permitía ayudar a la gente, y resolver este caso también lo hará.

  - Tú resuelves los casos.

  - Tú ayudas.

Joan suspiró y lo pensó unos segundos mientras Holmes permanecía inmóvil.

  - Está bien. Bajaré en un minuto.

Si la luz no hubiera sido tan escasa, Joan hubiera podido ver la sonrisa que apareció en los labios del detective.

La doctora entró a su habitación y se puso una pijama conformada por unos pantalones grises y holgados y una blusa sin mangas.
Sospechaba que no saldrían ya, así que se puso cómoda.
Tomó su bata color púrpura y se la colocó.
Bajó y se sentó en el sofá marrón mientras Sherlock empezaba su exposición.
Sacó una foto y la puso frente a ella. En la imagen aparecía el pálido rostro de una mujer. Tenía un orificio de bala en la sien.

  - Amanda Roberts. 33 años. Hayada muerta en su apartamento por el ama de llaves. Herida de bala en la sien derecha, atada las manos a su espalda con un cinturón y semidesnuda.

  - ¿Violación?

  - Nope.

De repente Sherlock adquirió esa mirada que daba a entender que algo nuevo se esclarecía ante sus ojos.

  - ¿Qué descubriste? -preguntó Joan.

  - Las heridas en sus muñecas eran más grandes que el ancho del cinturón.

  - ¿Entonces las heridas eran de otra cosa?

  - De otro cinturón. -su mirada de hielo brilló, puso los papeles que sostenía a un lado y continuó- Ven aquí.

  - ¿Qué?

  - Necesito ver cómo las heridas pudieron haber sido provocadas.

  - ¿Me vas a atar?

  - Obviamente, ¿acaso puedo atarme a mi mismo y ver mis muñecas al mismo tiempo?

Joan se levantó resignada, se colocó de pie frente a la chimenea y de espaldas a él mientras ponía sus manos en la espalda.
La señora Hudson apareció para ofrecer unos pastelillos recién horneados pero al ver aquella escena se quedó muda.
Sherlock se quitaba el cinturón con rapidez:

  - Quítate la bata.

  - ¿Qué?

  - Va a estorbar.

La pobre señora no dijo nada y bajó las escaleras un poco alarmada.
Joan se quitó la bata, la colocó a un lado y volvió a poner las manos en la espalda.
Sherlock empezó a atarla con el cinturón.

  - ¡Sherlock! Me estás lastimando.

  - ¡Bueno no te muevas!

Ahora era John quién subía y escuchaba aquella extraña conversación.

  - No, espera. Muévete.

  - ¿De qué hablas?

  - ¡Muévete! ¡Como si quisieras escapar!

  - ¡Oh Dios! -John se asomó a la puerta y bajó la mirada a punto de irse- Lo siento.

  - Entra John, puedes participar. -dijo Sherlock aún maniobrando con el cinturón.

  - ¿Qué? No... yo... eso es... no...

  - No es lo que crees que es. -intervino la doctora tratando de ver a John.

  - ¿Qué? ¿Qué crees que es? -Holmes frunció el ceño- La estoy atando con mi cinturón. ¿Para que otra cosa lo haría sino para un caso?

John y ella se miraron y estallaron en risa al mismo tiempo.

  - ¿Qué es tan gracioso? -preguntó Sherlock casi irritado.

  - Nada. -respondió Joan.

  - ¿Así que un nuevo caso? -John tomó los papeles que estaban en la mesa y los ojeó.

  - Amanda Roberts fué encontrada muerta en su apartamento con una herida de bala y las manos atadas con un cinturón.

  - Así que no fué suicidio.

  - Por supuesto que no John.

La noche se acercó mientras hablaban del caso. Trataban de encontrar la explicación a todo aquello.
Una mujer atada recibe un disparo en la cabeza pero no hay nadie mas que ella en el apartamento. El ama de llaves había salido el día anterior y sólo apareció al día siguiente para descubrir el cuerpo.
Esa noche Sherlock no durmió de nuevo.
John se había ido a su casa ya y Joan peleaba con el insomnio en su habitación.
No tardó en desesperarse y bajó de nuevo a la sala de estar.
Ahí estaba Holmes, sentado en su sofá con las manos unidas debajo de la barbilla.
La luz de fuego en la chimenea le daba un aire de misterio.
Al combrobar con un rápido vistazo que Joan entraba en la habitación, dijo:

  - Fué asesinada por el amante o por la novia.

  - ¿Disculpa?

  - Tenía una novia pero aparentemente estaban separadas. El amante sin embargo parecía estar muy enamorado de ella, lo cual también puede ser peligroso. Las pasiones muy fuertes desencadenan asesinos.

Joan se acercó a la chimenea y contempló el collage del caso elaborado en el espejo.

  - En menos de un día has reducido la lista de sospechosos a dos. Dime que no has salido a la mitad de la noche interrogando a gente.

  - No necesito interrogar a nadie cuando la evidencia está delante de mis ojos.

Joan observó con suma concentración las fotos frente a ella.

  - ¿Estás tratando de deducir? -preguntó Sherlock con ojos brillantes de satisfacción.

Ella lo miró y reprimió una sonrisa.

En lo referente a Sherlock, cundo muestras respeto hacia su trabajo, se comporta como una niña cuando recibe un cumplido por el vestido que lleva puesto.

  - Sí, pero no te burles. -replicó ella volviendo al collage.

  - Para nada. Pero si de verdad tienes intención de hacerlo será mejor que veas la escena del crimen por tí misma.

Se levantó, tomó su abrigo y una vez más le extendió a Joan el de ella.

  - Sherlock... son como las tres de la mañana.

  - Lo sé. También sé que no puedes dormir y que, ciertamente, yo no lo haré.

  - Estoy en pijama.

  - Te prometo que los búhos no se escandalizarán.

Joan sonrió un poco y se colocó su abrigo.
Mientras Sherlock cerraba la puerta del 221B, Joan comentó:

  - Supongo que iremos a pie.

El detective asintió y empezaron a caminar en silencio por las desoladas y frías calles.
Al llegar al acomodado apartamento Sherlock hizo lo que su compañera estaba esperando que hiciera.
Sacó los bien cuidados artefactos y los introdujo en la cerradura hasta que la puerta quedó sin seguro.
El apartamento era muy femenino y ordenado, con miles de adornos de cerámica y cuadros hermosos en las paredes.
Sherlock caminó hacia la puerta de una habitación, encendió una lámpara dentro de ella y se detuvo allí:

  - Aquí sucedió todo. Ahora... adelante. Hazlo.

Joan se paró junto a él, lo miró de reojo e ingresó a la habitación lentamente.
Lo primero que hizo fue oler.
Había en el ambiente una leve esencia de loción masculina.

  - La loción del amante... eso fué inesperadamente fácil.

  - Ahora la novia.

La doctora caminó hacia la repisa de la chimenea y vió un florero con un ramo de margaritas que empezaban a marchitarse.

  - Alguien le regaló estas flores...

  - ¿Pero?

  - No las cuidó mucho. Entonces, son un regalo de su novia a la cual no apreciaba mucho.

  - No. Estás adaptando los hechos a la teoría que yo te dí. - se acercó hasta estar en el centro de la habitación- Estoy seguro que notaste los múltiples adornos que hay con el tema de las margaritas. Eso nos hace pensar que tal vez eran sus flores favoritas. Pero si es así, ¿por qué las verdaderas flores aquí -señaló el florero- están tan descuidadas? La tarjeta estaba mojada y un poco arrugada. "Con amor, L.H.", letra femenina. Tenías razón sobre eso, tal vez a ella no le agrade mucho "L.H.", dejó que su obsequio se marchitara. Ahora, esto nos hace revaluar el  significado de los demás adornos. Esa pintura -señaló un pequeño cuadro cerca de la ventana con la imagen al óleo de unas margaritas- tiene las iniciales "L.H." al igual que otros objetos. ¿Por qué conservaría ella tantos objetos con la temática de las margaritas y con las iniciales de una persona que al parecer no le agrada? Porque tal vez esa persona vivió con ella y mantuvieron una larga relación, eso explicaría el hecho de que Amanda haya conservado todos estos objetos aún. Hay prendas de vestir por ahí -señaló un rincón- de estilos totalmente opuestos pero ropa de mujer, sin duda. Dos tazas allí, una con restos de café y otra con restos de té. No creo que alguien guste de la combinación de ambos al mismo tiempo, y sí, ambos fueron tomados al mismo tiempo, sólo basta ver la consistencia de los líquidos y la marca que dejaron en la mesa. Evidentemente los tomaron dos personas. Dos personas que utilizaban lapiz labial. Además también está la evidente prueba- sacó una fotografía que se asomaba por fuera de un libro en la repisa- de esta fotografía rota en la que aparecían dos mujeres besándose. Una es Amanda Roberts y la otra sólo nos queda suponer -le dió la vuelta mostrándole el reverso de la foto, donde alguien había anotado un desgastado "L.H. y A.R." dentro de un corazón- era su novia.

Joan guardó silencio por un momento y luego exclamó:

  - ¿Cómo haces todo eso?

  - Requeriría práctica para alguien que no está acostumbrado a observar y deducir. Yo lo he hecho practicamente gran parte de mi vida.

  - Te estás poniendo presumido. -dijo ella mirando el pequeño cuadro de las margaritas.

Un ruido se escuchó en la segunda planta. Joan se dió la vuelta enseguida y vió a Sherlock.

  - ¿Qué es eso?- susurró.

  - El ama de llaves.

  - ¿Está aquí?

  - Por supuesto.

Holmes se dirigió hacia la lámpara y la apagó quedando ambos en la penumbra.
Escucharon pasos en la escalera.
Al parecer la mujer había bajado a la cocina.
Ambos permanecieron allí aproximadamente veinte minutos hasta que la mujer decidió al fin, subir de nuevo a su habitación. En cuanto el ruido que hacia el ama de llaves se detuvo, Holmes tomó del antebrazo a Joan y la guió hacia la salida.
Ya fuera del apartamento Sherlock reanudó su marcha en una dirección diferente.

  - ¿A dónde vas? -preguntó Joan.

  - No quiero regresar ahora, si quieres vete tú.

  - Sabes que me perdería.

  - Bueno, entonces ven.

Ella suspiró y lo siguió a regañadientes.
Caminaron un trayecto considerable hasta que llegaron a un hermoso lago artificial.
Sherlock se sentó en una banca de frente a la hermosa vista y Joan lo imitó.
El detective evidentemente estaba sumido en sus pensamientos y Joan no se atrevió a hablarle hasta pasados casi quince minutos. Tenía una pregunta que hacerle.

  - ¿Por qué mencionaste lo de "ayudar a la gente" y mi trabajo?

Sherlock se vió levemente sobresaltado al romperse el hilo de sus pensamientos pero no le reprochó nada a ella.

  - Porque sé que aún te culpas por lo que pasó en el hospital en el que trabajaste.

  - ¿Asi que sabes de eso?

  - Si.

Joan guardó silencio incapaz de decir nada más.
A su mente acudió de nuevo el horrible momento en el que el señor Castoro perdió la vida por su culpa.
Una negligencia médica por su parte. También pensó en Joey, que quedó huérfano por su error y pensó en cómo su culpabilidad y otros asuntos la llevaron a sumergirse de lleno en su trabajo como compañera de sobriedad. Ella sólo quería ayudar a la gente.

  - Joan, - la voz profunda de Sherlock la sacó de sus pensamientos- asumo que ya has notado que hablar de... sentimientos... no es exactamente mi especialidad, pero en vista de la manera en que tu vida se ha transtornado, me veo en la obligación de intentarlo. -guardó silencio evidentemente pensando con cuidado lo que diría- Cometiste un error, muchos lo hacen, incluso yo. Tu trabajo era una manera de... enmendarlo, si es que eso es posible, y ahora entiendo que al perderlo sientes que no estás haciendo lo que deberías hacer. Pero creo que debes parar de juzgarte tan duramente... y puedo decirlo por experiencia, sé exactamente qué es eso. Debes afrontar esta situación y tienes que volver a tomar el control y las decisiones en tu vida. Eso es todo.

Holmes se veía en extremo incómodo y Joan no pudo no aprovechar la situación.

  - ¿Está bien si lloro un poco?

Sherlock la miró casi alarmado y sin saber que hacer y Joan rió:

  - No voy a llorar. -él dirigió de nuevo su mirada al lago- Gracias Sherlock.

Los rayos del sol empezaban a despuntar hacia todas direcciones y el silencio se convirtió en el más agradable de los acompañantes.

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