El doctor John Watson llegó para la hora de la cena al hotel y se encontró a sus dos amigos hablando en una mesa apartada, en una esquina.
Caminó hacia ellos con paso decidido pero algo cansado.
Joan le vió y preguntó:
- ¿Averiguaste algo?
- Un poco. -dijo sentándose- Algunos ex compañeros de Bob me confirmaron la existencia de su sobrino y que sostenía breves conversaciones telefónicas con un tal Matthew. Me imagino que se referían al financiador.
- Su nombre es Andrew Mclean y es presidente de la empresa llamada Apolo Industries. La fiesta será ofrecida bajo ese nombre.
- Su "fábrica de juguetes".
- Exacto.
- Bien, -dijo Sherlock- ya tenemos los datos que lo confirman todo. Mycroft me acaba de enviar un mensaje. Sí había un infiltrado y ha confesado todo. Dice que habrá un atentado en la mansión Crown con la droga pero que no sabe como será. Asi que nos vamos mañana e impedimos un genocidio.
- Lo haces parecer simple. -Joan rodó los ojos ante la extrema confianza de él.
- Lo es si seguimos el plan.
- ¿Y cual es el plan? -observó John tranquilamente mientras tomaba los bocadillos que Joan le ofrecía.
Sherlock sacó su telefono ante la mirada atenta de sus compañeros y reprodujo un audio.
- Monsieur Colton y su novia, la señorita Hugh. Los rumores dicen que son un poco... bueno, bastante dados a las muestras de cariño en público. Escuché que estuvieron a punto de hecharlos de un restaurante en Paris por ser demasiado... cariñosos.
- Bien. Seguro atraerán miradas y eso es lo que necesitamos. Necesitamos que toda la atención del público esté en cualquier cosa menos en lo que queremos que permanezca oculto. ¿Invitaste ya a James Wallace?
- Si.
- Procura que le den todo el alcohol posible. Tiene que armar la borrachera del siglo.
Ambos doctores fruncieron el ceño y Holmes dijo:
- Esos eran el organizador de la fiesta Leonel Grim y Andrew Mclean. Estaban hablando del nuevo millonario francés Patrick Colton y su novia Susan Hugh. El señor Colton adquirió su fortuna en herencia de su tío y él y su novia si bien no son muy conocidos por la aristocracia británica ya han sido mencionados sus nombres varias veces. Pero para suerte nuestra no han habido muchas fotografías de ellos circulando por los periódicos.
- ¿Para suerte nuestra? Oh no Sherlock... no me digas que... -dijo Joan sacudiendo su cabeza de un lado a otro lentamente.
- Si.
- ¿Que? ¿Que pasa?-dijo John masticando un bocadillo.
- John -continuó Sherlock con aire decidido- tu te encargaras de impedir que Patrick Colton y Susan Hugh lleguen a la fiesta.
- ¿Ok?...
- Y Joan y yo encarnaremos a la señorita Hugh y a Colton respectivamente.
John no pudo evitar reír un poco y Joan simplemente suspiró resignada.
- ¿Dije algo gracioso?-preguntó el detective un poco indignado.
- No, nada. -aseguró el doctor sin dejar de sonreír- es solo que no te imagino siendo un apasionado francés.
- Tu ya has escuchado mi acento. Es totalmente convincente.
- Si, por supuesto. Espera, tal vez debí explicarme mejor, no te imagino siendo un apasionado para nada. Digo, con Janine fue una cosa, claro. Bastante convincente pero... no lo sé.
Sonrió una vez más deseando que Sherlock le llevara la contraria.
Vamos, Sherlock. Quiero ver cómo tu actuacion hará reaccionar a Joan y a tí mismo.
- ¿Estas dudando de mis habilidades teatrales John? Quieres que lo pruebe ¿no?
El rubio alzó el rostro hacia su amigo con fingida inocencia mientras este se ponía de pie de un salto. Joan pasaba la mirada de Holmes a John con expectación.
- Está bien.-continuó Holmes- ¿Que te parece esa recién divorciada de allá?
John miró a dicha mujer en la barra y negó:
- No. Hazlo con Joan.
- Pero ella ya me conoce.
- Eso lo haría un reto mayor ¿no?
Los ojos verdes de Sherlock brillaron con osadía y dijo:
- Bien.
- Nadie me ha preguntado a mí si estoy de acuerdo con esto. -exclamó Joan.
De pronto el detective se sentó en la silla junto a Joan y se acercó valientemente a ella.
Sus ojos verdes la miraban con intensidad:
- ¿Crees en el amor a primera vista?
Ambos Watsons rieron ante la pregunta y Sherlock se mostró terriblemente apenado. Joan lo notó y se sintió mal inmediatamente.
- Lo siento. -se disculpó ella.
- No. Debí haberlo sabido.
- ¿El qué?
Sherlock alzó la mirada a los ojos de su compañera de nuevo:
- Tú no cederías ante una simple frase como esa.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque tú no eres como todas las mujeres. -bajó la mirada y se apoyó en el respaldo de la silla- Y aún asi no dudo que muchos hombres ya han tratado de agradarte usando esa frase. Pero obviamente no tienen ni idea de como eres.
- ¿Qué quieres decir con eso?
Sherlock volvió a dirigir sus claros ojos hacia los de ella y respondió:
- Imagino que cualquier hombre que te ve repara inmediatamente en tu atractivo físico, luego puede que se acerquen y traten de conversar contigo y se dan cuenta de que además de atractiva eres inteligente y carismática, llena de confianza y modestia al mismo tiempo. En conclusión eres... ideal, si se puede decir. Pero seguro no imaginan que probablemente no están a tu altura.
Joan dijo incrédula:
- No creo que todos los hombres piensen eso cuando me ven.
- Algunos seguro lo hacen e incluso piensan muchas más cosas así y el resto, bueno, el resto seguramente son hombres repudiables cuyos pensamientos no valen la pena deducir. Sé que no crees en el efecto que provocas en los que te rodean. -se inclinó un poco y apoyó sus antebrazos en la mesa- Pero supongo que en eso reside parte de tu atractivo... en no tener la noción de lo que proyectas.
El detective tomó un sorbo de su vaso con aire serio, como si estuviera hablando de algo sumamente importante.
Joan se sentía extraña.
Como si todo estuviera fuera de lugar, como si nada encajara ya, aquello parecía tan genuino... pero no podía serlo. No lo era.
Holmes dejó el vaso a un lado y miró de nuevo a la doctora como si estuviera estudiando los mas reconditos lugares de su interior. Ella se sintió aún más extraña mientras Sherlock continuaba:
- Estoy seguro de que cuando eliges tus citas deben ser hombres que de verdad valgan la pena. Tú no juzgas enteremente en base a tus sentimientos o prejucios, nisiquiera juzgas tan metódicamente como yo lo hago. Utilizas... -entrecerró los ojos y se acercó un poco más a ella- una especie de intuición. No se si yo sería capaz de hacerlo. Tal vez se te da mejor a ti y tal vez sea eso lo que nos hace una pareja compatible a la hora de resolver casos.
Sonrió levemente y Joan no pudo no imitarlo.
De pronto Sherlock frunció ligeramente el ceño y miró la muñeca de ella.
- Te manchaste de tinta cuando buscabas los periódicos. -dijo tomando con delicadeza la mano de ella y levantando la manga de su abrigo.
El contanco le provocó a Joan cierto escalofrio y miró como Holmes tomaba una servilleta, la humedecía en su vaso con agua y la acercaba a su mano, limpiando la mancha lentamente y con suavidad, como si tuviera miedo a lastimarla de alguna manera.
Despues de haber limpiado todo rastro de tinta Sherlock pasó su pulgar con suavidad por el lugar donde había estado la mancha.
Aquello era casi como una caricia y Joan retiró la mano con incomodidad. Un silencio extraño se condensó en el ambiente.
De pronto el detective sonrió triunfante y mientras se ponía de pie y regresaba a su asiento al lado de John dijo:
- Listo. ¿Viste? -miró al boquiabierto doctor- Sus pupilas se dilataron un poco, su pulso se aceleró ligeramente y escuchó atentamente todo lo que dije.
- Cállate Sherlock. -respondió el rubio mirando de reojo a Joan.
- ¿Qué? ¿Acaso no lo viste John? Ella lo creyó.
- Sherlock, cállate.
- No fué precisamente apasionado, lo sé, pero ¿que más podía hacer? ¿Besarla? -Holmes resopló burlon, como si aquello fuera ridículo.
Joan se puso de pie de inmediato. Quería golpearlo.
Hacer que se callara de una vez.
Pero si lo hacia... delataría algo de lo que ni ella estaba segura.
¿Por qué se sentía enojada y... triste?
Tal vez sí lo sabía.
Una sucesión de sentimientos pasaron por su mente. Sí. Por su mente.
Estaba identificando lo que sentía.
Aquello que había sido raro paso a ser tierno para terminar de ser algo horrible y grosero.
A pesar de lo mal que se sentía dijo:
- No te hubiera dejado hacerlo. Me voy a dormir. Espero que el sofá sea cómodo si es que te apetece dormir hoy, buenas noches John.
- Buenas noches. -respondió el aludido un poco estupefacto.
Mala idea. Pésima idea John. -Se reprendió a sí mismo.
Ambos la vieron marcharse y luego de unos segundos John preguntó:
- ¿Sofá?
- Al parecer solo queda una habitación sin problemas de tuberias y esa es en la que nos han alojado a ella y a mi. Solo tiene una cama y lo que parece ser un sofá aunque honestamente parece mas una máquina de tortura.- se levantó casi de un salto con el ceño fruncido- Voy a dar un paseo para aclarar la mente. No me esperes.
- No iba a hacerlo.
El rubio se limpió las manos y se encaminó al mostrador mientras Sherlock se marchaba.
Miró a Gary cruzar y le llamó. Éste acudió:
- ¿Si?
- ¿Asi que no hay mas habitaciones disponibles?
Gary sonrió.
- Por supuesto que las hay. Pero pensé que debería darle un empujoncito a esos dos para que decifren al fin que tipo de relación existe entre ellos.
John asintió pensativo, luego hizo un gesto de acuerdo y dijo:
- Lo hecho, hecho está. Veamos que pasa.
Aún a pesar de actuar tranquilo no pudo evitar sentir remordimiento.
Joan acababa de darse una ducha y se puso un pijama un poco incómodo que había comprado (con el dinero de Sherlock, ya que todas las pertenencias de ella, incluida su billetera, estaban en cuarentena en su habitación en el 221B) y se sentó en la amplia cama recapitulando los detalles del caso.
No tardó nada en recordar lo sucedido con Holmes.
¿Por qué Sherlock no puede darse cuenta de lo hiriente de sus palabras? Más importante: ¿Por que me importa lo que diga él? Es mi amigo, sí, pero...
Se tendió en la cama entre confundida y desesperada. ¿Que estaba pasando?
Tal vez solo me siento así por esa estúpida demostración de sus habilidades de seducción en la que me involucraron.
Es solo que... él no se da cuenta de lo cretino que pareció.
Bueno... es que ES un cretino.
Trató de eliminar todos sus pensamientos y concentrarse en descansar, se metió debajo del grueso y cálido edredón y cerró los ojos durmiéndose profundamente minutos despues.
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Joan estaba durmiendo tranquilamente cuando algo pesado cayó a sus piernas y la sobresaltó.
Estuvo a punto de gritar pero en cambio movió sus piernas con fuerza para librarse de lo que fuera que estaba ahí. Al final lo hizo y escuchó como aquello caía al suelo y emitia... ¿un quejido? Se sentó en la cama y mientras encendia la lámpara preguntó:
- ¿Sherlock? ¿Estás ebrio?
El largo cuerpo de Sherlock estaba tendido en el suelo y luchaba con todas sus fuerzas por ponerse de pie pero no podía. Entre extrañas murmuraciones dijo:
- No... yo... estaba en la casa de... de...
- ¿Lucas Eton?
- ¡Si! Ese. Y... estaba en su laboratorio y por accidente... inhalé algo...
- ¿Te drogaste por accidente? ¿Es la droga H.O.U.N.D?
- No... no lo creo... Ya hubiera hecho efecto.
- Bueno, lo que sea que inhalaste ya está haciendo efecto.
La doctora salió de la cama y encendió las luces de la habitación.
Sherlock ya había logrado apoyar su espalda en la orilla de la cama cuando Joan se colocó en cuclillas frente a él:
- Déjame ver.
Examinó sus pupilas y su ritmo cardiaco.
- Creo que ya debes estar completamente bajo el efecto de la droga.
Holmes la miró un rato con el ceño fruncido y dijo:
- Gracias.
- Definitivamente estas completamente drogado. Necesitas dormir. Ahora, te voy a ayudar a levantarte pero tu debes poner de tu parte, ¿ok?
Rodeó con sus brazos el torso de su compañero como si lo estuviera abrazando y Holmes le hechó los brazos a ella.
La doctora se sintió extraña una vez más.
- A la cuenta de tres te voy a levantar y tu tratarás de hacerlo también. ¿Listo? 1, 2... 3.
Sherlock intentó levantarse un poco y con la ayuda de Joan logró ponerse de pie por un segundo para luego caer desplomado en la cama.
Solo había un problema.
Él no hizo ademán de soltar a Joan y esta cayó inevitablemente sobre él. Joan se removió sumamente incómoda con la situación.
- Sherlock, suéltame ya.
Pero el detective no lo hacía.
Apoyó como pudo sus manos en la cama y se separó un poco para ver si Sherlock seguía conciente.
Su rostro estaba a centímetros del de él. Sus ojos cerrados y el pálido rostro sereno ciertamente eran una visión agradable a la vista.
Joan quedó hipnotizada por unos segundos pero el hechizo se rompió cuando su mente reaccionó.
Oh por Dios... dime que no estás muerto.
Intentó librarse de los brazos de él para tomarle el pulso, pero, no podía.
- ¿¡Cómo es que estás dormido, inconciente o muerto y tienes tanta fuerza!?
Una divertida sonrisa se dibujó en los labios de Sherlock y a Joan se le aceleró el corazón.
- ¡Adivinaste! -dijo Holmes con una voz adormilada.
- ¡Suéltame!
Al fin la soltó y él se movió a un lado de la cama:
- Esta bien... está bien. Duerme en la otra... mitad.
Joan se quedó sentada a la orilla de la cama dubitativa.
- No puedes dormir en el horrible sofá de tortura... -decía Holmes arrastrando las palabras, tomando la muñeca de Joan y jalándola hacia la cama.
La doctora se soltó del agarre de su compañero.
- Si, ya sé..
Se levantó y apagó las luces de la habitación, quedando unicamente encendida la luz de la lámpara en la mesita de noche.
Mientras regresaba a la cama pensando en que ésta era lo suficientemente amplia para que ninguno de los dos estuviera demasiado cerca del otro, el detective parecía luchar una batalla desesperante.
- ¿Qué haces? -preguntó Joan.
- Luchaaando con... mi propio... abrigo. ¡No me quiere soltar!
- ¡Shh! No alzes la voz. ¿Te lo quieres quitar?
Holmes se extendió completamente en toda la cama e hizo un gesto infantíl de rendición.
- Si.
La doctora suspiro y le ayudó a quitarse el abrigo.
Sherlock parecía feliz al haber sido librado.
Empezó a quitarse los zapatos lanzándolos lejos, los calcetines volaron por los aires, desabrochó dos botones de su camisa y luego buscó el broche de su pantalón.
- No, no, no. No puedes quitarte la ropa Sherlock.
- ¿Por quee no?
- ¡Pues porque yo estoy aquí!
- ¿Y que? ¿Acaso... no me has... en ropa interior visto?
- ¡No! Por Dios... ¡cállate y duerméte!
Y como un obediente Sherlock drogado, este se desplomó en su lado de la cama y se durmió.
Joan esperó un par de minutos hasta estar segura de que su compañero dormía con normalidad, luego se recostó, trató de aminorar la reciente impresión y descansar.
Fué difícil.
No era la cercanía de él la que le molestaba, era más bien el recuerdo de lo que había ocurrido.
Ella sabía que lo de la demostración de seducción era pura actuación. Pero parecía haber algo de honestidad en algunas partes.
Eso le abrumaba. Ver cómo Sherlock era capaz de hacer que una mentira fuera tan convincente.
Tal vez nunca sabré cuando mienta y cuando no.
No he resuelto a Sherlock Holmes después de todo.