Ángel, ¿puedes dejar de sentirte culpable?
La había jodido. En grande. Con grande en mayúsculas y signos gigantes de exclamación. Y una gran onomatopeya.
Se había acostado con Bradlee por calenturiento y aunque no se arrepentía, reconocía que la había jodido en grande. Y vale, había sido la cosa más excitante de la que había sido hecho parte y no se iba a quejar respecto a eso pero había sido raro.
Muy raro.
Al menos después de que dejó de temblar en la madrugada y durmió con Bradlee abrazándole, no se quejaba respecto a ello pero sí al hecho de la incomodidad cuando ambos despertaron en la mañana completamente conscientes de lo que había pasado. Y es que, Bradlee en primer lugar, no se había colocado ningún condón y eso le jodía porque no podía confiar en tirar su salud sexual por la cornisa.
Y lo más jodido es que quería repetir.
Él pasó su mañana en el aeropuerto pensando acerca de sus sentimientos encontrados con aquella cuestión y regresó a casa con eso aún en la cabeza, sin poder llegar a una solución inmediata. Suspiró al ver a Bradlee sin poder evitarlo en el estudio donde pretendía esconderse de él.
“Hola” Dylan saludó con la mano, ondeándola con lentitud. Los dos se vieron fijamente, al menos eso fue antes de que ambos se buscaran con los labios, estrechándose en un beso fogoso y caliente.
Podía sentir sus labios tibios estrecharse contra los suyos, Dylan respiraba entre sus labios con su aliento haciéndole cosquillas mientras molía sus pieles en una caricia profunda. Los podía sentir en todo el sentido de la palabra, podía hablar de ellos por horas y sentir la textura de ellos en el vaivén impuesto por él mismo, aquellos labios agrietados por el frío de Seattle pero tan tibios como una chimenea y es que le gustaba el sabor de Bradlee, sus intenciones de besarlo cuidadosamente y llenando de caricias por todo su cuerpo que no le producían desagrado y solo podía pensar en el sofá a sus espaldas e inconscientemente lo condujo hacia allá.
Bradlee se apoyó en el sofá, sentándose en él y llevando al ángel consigo mismo. ¿Por qué sabía a fresas? ¿Por qué sus labios estaban rotos? ¿Acaso se los había estado mordiendo? ¿Por qué su cabello olía a lavanda y no a manzanilla? Quería sentirlo como sus sentidos lo recordaban. El ángel bebió de sus labios, succionando sus labios en los suyos hasta hacerlos sonar y no se podía quejar porque se encontraba fascinado con la situación, persiguió con sus manos el cabello pelirrojo para tomarlo en un puñado y un hermoso quejido proveniente del coral de sus labios.
Cada pequeña cosa que hacía le encendía el cuerpo entero y le abrasaba todo a su paso, dejando un rastro de magia a su paso en cada roce de la yema de sus dedos pasando por su piel. Todo se incendiaba en un caos precioso al que era sometido con gracia y satisfacción, no supo como poder detener el avance del efecto de aquellas manos y esos bonitos labios acariciando los suyos.
El ángel bajó las manos al cinturón del hombre, liberándolo y pasó sus inquietas manos a los botones de la camisa pulcra del mayor sin hacer el intento de detenerse de aquella pasión inmaculada que se extendía como fuego en la sangre, una tormenta que se había instalado en toda su cabeza en aquel preciso momento de paraíso al sentir sus labios pegados a los suyos, recibiendo su lengua sin oponerse a la humedad de su boca.
Él, el precioso ángel de alas rotas estaba siendo tan precioso encima suyo en su regazo, dándole caricias en sus mejillas mientras se sometía al control de Bradlee sobre el beso que empezaba a doler por las miles de emociones que le provocaban. Él, lo besaba con parsimonia y fogosidad una extraña combinación a la que no se oponía y era tan satisfactoria como un suspiro del alma, era tan magnífico, sentir sus labios sobre los suyos era lo mismo que respirar.
Dylan se deshizo de la camisa de Bradlee y por lo consiguiente de la suya, exponiendo su cuerpo al mayor sin vergüenza con una mirada dilatada llena de deseo. Bradlee lo miró, contemplando el brillo de su piel, el vello que era tan fino como su cabello, sus pezones erectos para él, su cuello con los estragos de la noche anterior y con la marca de sus manos en sus muñecas; Dylan observó con atención el seguimiento de su mirada y dejó escapar una risa inquieta, intimidado de la mirada escudriñosa dedicada hacia él.
“Eres precioso”
Fue honesto pero Dylan no buscaba su honestidad.
Lo calló con un beso antes de que siguiera diciendo cosas así, entrelazando sus manos en su nuca y otorgando suaves caricias en aquella zona erógena; Bradlee no se atrevió a seguir hablando, simplemente movió sus labios a la piel de su pecho, pronunciando aquel beso en una sentencia condenatoria ejecutada por un cruel criminal. El ángel lo ahogaba con aquel remolino de sentimientos, dándole besos con su mirada agonizante y sus ojos gozosos de más, enigmático al igual que su misma persona.
Le ardía, las manos del ángel en su nuca le abrasaban y lo calcinaban, hería su indiferencia y al mismo tiempo le arrebataba los sentidos. El dulce querubín inclinó su cabeza para besar a Bradlee en su oreja, dejando el rastro de su aliento entrecortado en cada pequeño beso que le daba un resultado de mil emociones errantes y perdidas, encerrándose en el placer mientras le quitaba su ropa y la dejaba tirada al lado suyo porque amaba el olor del ángel esparcido por todo el lugar, aquel indescifrable que se impregnaba en su piel y que daba luz a una tragedia de quejidos placenteros de parte de Dylan ante las mordidas que el mayor le otorgaba en sus pezones, encandilado por aquellas piezas de su agraciada anatomía que lo llevaba cerca de las nubes y acompañado por un beso tibio que le anticipaba el anhelo más íntimo en la cabeza de Bradlee, palpitando por su atención.
Dylan se sentía latir en todas partes, en cada parte que Bradlee tocaba sentía el latido de su cuerpo reaccionando ante la intromisión y terminó expuesto completamente al mayor, quien no perdió el tiempo en poner sus manos grandes en las mejillas de su culo, tentando con sus manas la piel chillona que pedía un poco de color en aquella zona. Bradlee volvió a besarlo en los labios mientras le propinaba una nalgada al pequeño y sintió la jodida gloria cuando sintió su gemido encapsulado en su boca, atrapado en su toque y volvió a hacerlo, produciendo desvaríos de una pasión que subía como una nube en el cielo y de pasión en su estado más puro, un beso salvaje lleno de instintos que no se podía negar para los participantes.
Oh, cómo amó los arreboles en sus mejillas, aquel cárdeno sonrojo cubría su piel con delicadeza y le provocaba tirones en la parte baja de su estómago, espasmos de placer al verlo tan indefenso y vulnerable con aquellas lágrimas destinadas a desprenderse de la cuenca de sus ojos; le producía desvaríos de una pasión inimaginable, ardiente y enloquecedora, que le arrastraba en las mejores olas de placer ante el toque indiscreto del ángel que se retorcía bajo sus manos.
Volvió a nalguearlo, sintiendo la piel durazno de su culo frunciéndose ante su golpe y el paraíso vino cuando el pene del muchacho se irguió orgulloso ante aquello, deslindándose de la cordura y sometiéndose a la locura con un hombre como Bradlee de piloto. Joder, Bradlee quería hacerle un shibari, tanto que le apretaba la polla dentro de su bóxer, el cual terminó por sacárselo, siendo seducido por la mirada llameante de su rostro sonrosado que emitía el salvajismo de sus acciones, aquel puro que no le importaba someterse si eso significaba poder apreciar aquella mirada de desahucio en sus bellos ojos. Indefinible, eso es lo que era, el espasmo que seguía de sus manos inquietas era demasiado y no podía permitirse el no disfrutar de aquella preciosa piel chillona en la que se quería venir.
“Sé que quieres joderme, Brad” Y chupó su cuello, agraviando su placer que ya estaba flotando más allá de las nubes, impasible por las caricias que Bradlee deslizaba por el pliegue de su culo y cuando creyó que debería prepararse para su dedo, él paró. “No pares” Bradlee se rio.
“Sé que quieres ser jodido fuerte” Dylan desvió la mirada, no quería rebatir algo que era obvio y no se alejaba para nada de la verdad. Bradlee logró disimular una pequeña sonrisa, llevando una de sus manos a la punta del pene del muchacho, brillante por el líquido preseminal. “Sé que quieres que te coja en este sofá y sé que quieres tragarte mi polla en ese culo” Dylan se quería reír, en otra situación lo hubiera hecho pero la polla parada no le ayudaba para nada y mucho menos que, nuevamente, Bradlee estaba otra vez en lo correcto.
Bradlee lo masturbó, llenando su mano de los fluidos del muchacho y llevándolo al borde y con eso provocó que las uñas del muchacho se aferraran a la piel de sus hombros mientras dejaba salir dulces jadeos de sus preciosos labios rotos. Quería llevarse los dedos a la boca pero también quería follárselo con sus dedos por lo que terminó chupando sus dedos, degustando el sabor de aquellos fluidos en su lengua, paralizante y tierno como la miel.
Dylan se dejó caer sobre el hombro del mayor, atormentado por las caricias en su glande y antes de poder recuperarse, se encogió al sentir los dedos de Bradlee penetrándolo suavemente y boqueó en busca de aire, sin poder conseguirlo a tiempo antes de que el placer le descolocara la cabeza, estremeciendo cada vello de su cuerpo y solo pudo atinar a besar su hombro como pudo, perdiendo la razón con la intromisión de sus dedos cepillando la piel sensible del interior de su culo.
Lo sentía, en cada parte de su cuerpo y solo podía gemir en respuesta, siendo inútil en sus alegatos de placer acarreados por la eterna tentación de sus caricias. Bradlee era tentación para él, sabía que no debía someterse a él pero su cuerpo le dictaba otra cosa.
Poseído en el placer, dejó que sus labios esbozaran gemidos de placer y que sus cuerpos frotándose mutuamemte mientras lo penetraba con sus dedos hiciesen la mejor música. El ángel dejó su cuello al merced de su verdugo, sin poder evitar el aclamar sus caricias, sus manos colándose en sus testículos para acariciarlos con solo la yema de sus dedos.
Lo sentía encogerse ante sus dedos, su piel erizándose y temblando ante el toque del menor quien hacía todo desaparecer en un respiro agitado y no dudó en aferrar sus dientes al cuello del pequeño, esforzándose en dejarle marcas de una pasión benevolente que comenzaba a surgir en aquel encuentro. Se estremeció cuando sintió que las manos del ángel lo masturbaban sin escrúpulos y antes de poder decir algo al respecto, fue callado por los labios de Dylan, arrebatando el espacio entre ellos y eliminando el vacío de sus cuerpos al pedir ser llenados de una pasión infernal y tentativa, una entrega a la desesperación que encendía todo lo necesario para llevar a Bradlee al cielo.
Bradlee se separó, apoyando al menor en el reposabrazos del sofá y extendió sus piernas a los lados, exponiéndolo para sí; Dylan se avergonzó al instante porque eso sí había sido atrevido pero antes de decir algo, los labios del mayor se ubicaron rudamente en sus muslos, mordiéndolos y dejando hematomas a su paso mientras navegaba su cuerpo desnudo, el mejor mar de todos por los que había navegado y eso también involucraba el semen que fluía de su miembro. Las manos de Bradlee abrasaron sus rodillas mientras regalaba sus caricias desinteresadas y crueles, descubriendo sensibilidades mientras absorbía el olor de su piel y la textura de su piel. Lo acarició lentamente, saboreándolo, lo quería joder tan fuerte pero no quería perderse de nada en lo absoluto por lo que se llevó el miembro del muchacho a su boca, consumiéndolo vorazmente en un ritmo que el chico no lograba llevar y se perdía entre gemidos placenteros y delirios que parecían no terminar.
Bradlee era incansable, haciéndolo resurgir tras el orgasmo y nuevamente tenía una erección y quería con todas sus fuerzas ser jodido de una vez por todas por lo que lo apartó de su miembro y se volteó, masajeando su propio culo ante el deleite del mayor. Joder, eso sí que lo había provocado.
Rodeó su cintura, besando el camino de su espalda con locura emancipada mientras se aproximaba al delirio que había deseado desde aquella mañana y mordisqueó las mejillas de sus nalgas antes de sumergir su boca en la entrada del pequeño, quien ante lo inesperado, se revolvió en palabras sin sentido. No lo dejaba escapar y joder, quería que lo mirara mientras le jodía con su lengua pero no podía ordenar sus pensamientos en orden antes de que una nueva ola de excitación le recorriera el cuerpo entero.
Dylan enloqueció cuando Bradlee se alejó de su entrada, lo quería ahí, joder, que lo quería tanto ahí, ¿por qué no se quedaba ahí? Podía sentir sus lágrimas resbalando por sus mejillas mientras sin esperarlo, sintió algo frotarse contra sus nalgas repetidamente. Oh joder, Bradlee se estaba frotando a sí mismo, no consiguió retener los gemidos de protesta y estaba siendo mucho más ruidoso que el día anterior; la firmeza de Bradlee le deslocaba, provocándole que su cabeza se perdiera en las sensaciones a su sensible cuerpo.
“Hazlo” pidió el muchacho. Escuchó la risa de Bradlee y pronto sus manos se hicieron presente en su culo, atrapando entre sus dedos la carne que esperaba ser acariciada. Su piel recibió con gusto el toque del hombre e incluso cuando lo volvió a nalguear, solo sentía gloria en aquel ardor que le recorría el cuerpo y casi podía predecir que sus nalgas estaban rojas.
Bradlee dejó de jugar, tiró de las mejillas de su culo a un lado y lo lubricó con su boca, dejando que su saliva tibia recorriera los muslos tiernos del muchacho quejoso. Lo penetró con uno de sus dedos, sin esperar a que se acostumbrara antes de ingresar el segundo dentro del anillo de músculos del pequeño quien gimió incontrolablemente.
Sus cuerdas vocales no le obedecían y se sometía a sí mismo a las órdenes de Bradlee, empujando su culo hacia los dedos del hombre, pidiendo que lo jodiese más fuerte porque lo necesitaba. Se sentía tan vacío y quería ser llenado, su pene le dolía porque quería tocarse y extendió sus manos para tocarse pero fue impedido por Bradlee, quien agarró sus brazos y los colocó tras su espalda, dejándolo a la merced a su vez que su mejilla tocaba la piel del sofá y dejaba salir sus lágrimas de placer allí; Bradlee no esperó a decirle algo al muchacho, solo se alineó a su entrada y lo penetró, robándole un chillido de protesta por el ardor que le había recorrido a través de todo su cuerpo.
Bradlee se deleitó al ver a su miembro entrar y salir de la entrada del menor, lo podía sentir engullirlo y como sus paredes se contraían a su paso en cada estocada. Quería dejarlo desecho y hacerlo venir cada vez que jugaba con su cuerpo, exceder el límite que su cuerpo imponía y dejarlo afónico, hacerlo sentir todo lo que no podía poner en palabras.
Dylan notó que la puerta se abría y una mujer entraba mientras Bradlee lo seguía jodiendo, notó como ella perdía el brillo de su mirada e iba a decirle a su amante pero no alcanzó a cumplir su cometido al sentir que su próstata era cepillada cruelmente. La rubia desvió la mirada a la ropa tirada de la habitación y nuevamente a ellos pero no dijo nada, absolutamente nada, simplemente cerró la puerta y escuchó el sonido de sus tacones en el mosaico del suelo.
No dijo nada al respecto, simplemente giró su rostro para el sofá y se desentendió de lo que había visto.
Ángel, no puedo evitar amar la manera en que tu cuerpo se mueve.
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N/A: Lmao lo último me da mucha risa JSJSJSJSJS. No es porque Ann quiera a Brad y esté herida sino porque se quedó sorprendida al respecto de lo que estaba pasando.
Anywayyyyy feliz año. En este año volví a escribir y ha sido una completa travesía, he sido feliz escribiendo y planeo hacerlo por un poco de tiempo más. A todos uds. les deseo un próspero 2018 lleno de oportunidades y bendiciones.
Todo el amor.