Intenté poner atención en vano a mi amiga.
— Nena... ¿Acaso siquiera me escuchas? Me miras pero tu atención está en la luna, ¿Qué tanto miras? — se quejó Noelia dando un rápido vistazo a su alrededor, seguramente intentando descubrir la causa de mi distracción.
— Lo siento — suspiré sin poder quitar mi vista de aquella aparición angelical que aún parecía resplandecer frente a mis ojos.
— Ohhhh... Ya veo — afirmó Noelia tras seguir mi mirada — Aquella debe ser la chica nueva, creo que te agrada.
Confirmó su aseveración levantando una ceja sugerentemente.
— No... Qué va, aún no sé si me gustan las chicas, es una probabilidad pero... Nada confirmado.
— ¿A no? Creo que lo acabas de confirmar al mirarla como a un apetecible filete de lomo — Noelia guiñó un ojo sugestivamente.
— ¿Tú crees que si me gusten después de todo? — centré mi mirada en mi amiga — No lo sé... Se que lo hemos conversado mil veces y que atribuimos a esta causa mí falta de atracción eterna por el sexo opuesto, pero no sé si sea la causa correcta —suspiré admirando a la bella pelinegra que aún parecía acercarse lentamente, como flotando sobre nubes de algodón hacia nuestra dirección.
Espera... ¿Hacia nuestra dirección? Enfoqué la mirada y con horror descubrí que efectivamente venía hacia nosotras.
— ¡Oh no! Viene hacia acá... ¿Qué hago? ¡Escóndeme! — Supliqué en susurros a mi amiga.
— ¡No! Tú vas a hablarle con seguridad, ¡Vamos! Nunca has sido insegura — me animó Noelia.
Tragué saliva mientras veía como una distancia cada vez más mínima nos distanciaba de aquella hermosa chica. Intenté sacar mi vista de ella pero un imán invisible me tenía anclada fuertemente.
¡Maldición! Ya estaba a sólo unos pasos y yo aún estaba en transe observándola como boba. Si tan sólo pudiera quitarle la vista y dejar de...
— ¡Hola! — la voz más dulce que había escuchado hasta el momento me sacó de mis cavilaciones — ¿Cómo están? Soy la... chica nueva.
El ángel nos ofreció una gran sonrisa de hermosos y perfectos dientes. Por mi parte quedé muda, sin poder siquiera respirar o pestañear, tan sólo observarla en silencio. Un codazo seco de Noelia por el costado de mi estómago, me quitó el aire que contenía en una fracción de segundo. Tras darle una rápida mirada asesina y tomar una bocanada de aire, logré reaccionar lo suficiente.
— Ehhh... ¡Hola! — exclamé con más efusión de la que pretendía — Bienvenida chica nueva, soy Emma y ella es mi amiga Noelia.
Señalé a Noelia con un palmotazo con fuerza intencional en plan venganza por el codazo asesino de hace un momento.
— Un gusto Emma, un gusto Noelia, yo... lo siento, no me presenté, soy Mía — nos ofreció otra hermosa sonrisa que peligró durante un segundo mi equilibrio y tambaleé sutilmente.
— Mía... que hermoso nombre. El gusto es todo mío... nuestro — sonreí nerviosa por mi torpeza pues ni una frase fluída lograba emitir con los nervios.
— Bueno, me disculpan que las moleste pero ando desorientada en esta inmensa universidad y no logro encontrar mi salón... fue entonces que te vi observarme y pensé que tal vez me podrías ayudar a encontrarlo... Llevan ya casi 3 meses del inicio de clases así que, se manejan ya en el terreno — sonrió encantadoramente.
Sentí como inevitablemente un rubor no deseado invadía mis mejillas al darme cuenta de la poca sutileza que había tenido al mirarla de ese modo descarado.
— Ehhhh yo... si es que, verás, te me hiciste conocida, creo... — miré disimuladamente a Noelia para pedir auxilio, pero mis esperanzas peligraron al ver la forma traviesa en la que me miraba.
— Si bueno... Emma tiene razón — cedió — Pero evidentemente te podemos ayudar Mía, ¿cuál es tu salón?
— H 29 — leyó en su libreta.
— ¡Oh vaya! Pero si es el mismo salón de Emma — nos miró a ambas alternadamente con las cejas en alto.
— ¿Kinesiología? — Mía abrió los ojos, sorprendida.
— Pues... así es — me encogí de hombros intentando ignorar el rubor que nuevamente me asediaba — Creo que seremos compañeras.
— Si, compañeras y castigadas si no se apuran, que ya hace cinco minutos comenzaron las clases — aseveró Noelia con firmeza.
— Ohhh ¡Entonces vamos! — sonrió Mía nerviosa — No quiero llegar tarde a mi primera clase.
— Seguro, es por aquí, sígueme — le sonreí con amabilidad a la vez de hacer un gesto de despedida a Noelia, cuya clase quedaba del otro extremo del pasillo.
*
Resultó que estuvimos prácticamente todo el día juntas con Mía, le di un recorrido por todas las dependencias concurridas de la universidad y conversamos mucho. Me comentaba como había sido su experiencia con el traslado de ciudad, lo mucho que le había costado asimilar no sólo un cambio de casa, sino también un cambio de vida, de entorno, de amigos, y de universidad. Pese a todo, se mostraba bastante animada con el ambiente del edificio en general y no se me apartó en todo el día, lo que agradecí internamente.
Ya de salida, nos dirigimos juntas al aparcamiento y estaba por preguntarle que si venía con carro o si deseaba que la llevara cuando recibió una llamada.
— Bueno Manuel, recuerda que hoy toca cena con mis padres. Sí, no tardaremos mucho y luego te puedes ir a lo tuyo. Si... si se que tenías planes con Andrés pero bueno, no es mi culpa que lo olvidaras. Ok, listo, nos vemos allá.
Y cortó la llamada sacudiendo la cabeza.
— Lo siento — se disculpó.
— No, no debes disculparte linda, ¿tu novio? — me mordí la lengua por mi intromisión.
— Si, bueno no... algo así. Es algo complicado — sonrió analizándome con la mirada como si titubiara — Bueno me has dado confianza, te contaré. Manuel es mi novio pantalla.
— ¿Novio pantalla? — fruncí el ceño sin comprender.
— Si bueno, es que verás, a mi me gustan las chicas, pero en mi familia eso es algo... complicado de confesar, mis padres son muy tradicionalistas y chapados a la antigua. No aceptarían a una hija lesbiana así como así... Manuel es gay, y pues somos amigos hace muchos años, pero entre ambos nos hacemos el favor de aparentar un "noviazgo" para no llamar la atención de nuestras familias, el está con un chico de hecho.
— Ahhhh.. entiendo, y ese chico debe ser el tal Andrés — me mordí la lengua por segunda vez al poner en evidencia que había estado escuchando atentamente la conversación minutos antes.
— Así es — afirmó Mía.
— Comprendo, y tu estás con una chica me imagino — la curiosidad pudo conmigo.
— De hecho no... actualmente estoy disponible — sonrió de manera impactantemente encantadora — Y que me dices de ti... ¿Tienes novio?
— No tengo novio — sonreí también.
— Comprendo, ¿quizás novia? — me observaba con interés, produciendo un mar de cosquilleos recorrer mis canales nerviosos.
— Tampoco — sonreí nerviosa — La verdad... estoy en un proceso donde apenas voy descubriendo quien soy, si te soy sincera.
— Lo comprendo perfectamente — me guiñó un ojo — ¿Y me atrevo a deducir que en este momento estás algo dudosa con respecto al sexo opuesto?
La observé boquiabierta, ¿acaso era adivina?
— Pues... la verdad sí, ¿pero cómo lo sabes? —no pude evitar observarla con asombro.
— Pues... sucede que hay una mirada que las lesbianas sabemos identificar a millones de kilómetros, y es la mirada que me diste cuando me acerqué a ti a tu amiga esta mañana.
Sentí el rubor instalarse con fiereza por milésima vez en aquel día, ¿tan descaradamente la había mirado? Al parecer sí, tomé aire al borde de una crisis nerviosa.
— Tranquila, no te inquietes, esa mirada es normal cuando se ve algo que a uno le gusta —Sacó unas llaves de su bolsa, desactivando la alarma de un carro cercano — Además tu eres preciosa, así que es correspondido.
Me guiñó un ojo antes de subir a su carro.
— ¿Te veo mañana? — sonrió coqueta.
Tragué saliva, incapaz de pronunciar palabras, por lo que me limité a asentir, siendo consciente de lo roja que estaba en ese momento.