ENTRE LO PROHIBIDO© [Completa]

By EmmaSCasartelli

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◂SINOPSIS▸ (+21) Hay algo en Aemma O'Hara, la enigmática y carismática fundadora de la agencia O'Hara, que l... More

•Nota de Autor•
ԳٰǻܳóԴ
||Capítulo 01||
||Capítulo 02||
||Capítulo 03||
||Capítulo 04||
||Capítulo 05||
||Capítulo 06||
||Capítulo 07||
||Capítulo 08||
||Capítulo 09||
||Capítulo 11||
||Capítulo 12||
||Capítulo 13||
||Capítulo 14||
||Capítulo 15||
||Capítulo 16||
||Capítulo 17||
||Capítulo 18||
||Capítulo 19||
||Capítulo 20||
||Capítulo 21||
||Capítulo 22||
||Capítulo 23||
||Capítulo 24||
||Capítulo 25||
||Capítulo 26||
||Capítulo 27||
||Capítulo 28||
||Capítulo 29||
||Capítulo 30||
||Capítulo 31||
||Capítulo 32||
||Capítulo 33||
íDzǴ
|| Comunidad de lectores ||

||Capítulo 10||

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By EmmaSCasartelli

Yo no haría algo que sé que puede herirte. Tú me importas, tú...

Si hay alguien en el mundo a quién ella conocía más que a nadie, esa era su prima.

Se habían criado juntas, prácticamente como hermanas y se llevaban dos años, pero no parecía. Se contaban todo, sabían del silencio de la otra, sabían leerse las miradas y los gestos e inclusive sabían de las emociones de cada una.

Por eso, ambas sabían que la otra estaba en una encrucijada. Cada una sabía, mejor que nadie, que la otra estaba sintiendo esas famosas mariposas en el estómago.

Ese fin de semana, se habían refugiado en su casa de campo con los niños, pero sin la necesidad de decir nada. Respetaban el espacio de la otra y sabían, más allá de las bromas, que cuando una se sintiera lista, confiaría en la otra.

Karen se había enamorado miles de veces en la vida. De hombres de todo tipo, de todas las clases sociales, altos, bajos, rubios, morenos, pelirrojos. De su edad o incluso más grandes, pero nunca de un hombre tan desesperante como el licenciado Blake.

Era muy atractivo para ella, aunque para los demás era especial y sumamente guapo. Nunca pensó enamorarse de tal hombre arrogante, pero tenía un no sé qué que provocaba en Karen un algo que no podía explicar. Quizás fuera su carisma o su sonrisa auténtica o su mirada dura.

Lo cierto es que Karen se sentía atraída irremediablemente hacia ese hombre. Y eso le asustaba.

Por eso, ese lunes trataría de mantenerse alejada del licenciado Blake, su nuevo cliente. O al menos, esos fueron sus planes y parecía que iría bien al ver llegar a la socia del mismo sin la compañía del hombre en cuestión, lo cual le hizo sentir una punzada de decepción en el estómago. Tras la reunión, reparó en una presencia en su oficina que no esperaba en compañía del pequeño Jakob Nolan: La madre del chico, Danielle. La psicóloga que volvía loca a su prima estaba allí.

—Buenos días, señorita Karen. —Jakob le saludó con una sonrisa—. He venido a acompañar a mi madre a ver las nuevas instalaciones de la ONG.

—Como siempre, Jakob, eres bienvenido —dijo Karen—. Buenos días a ti y a tu madre. Es una sorpresa tenerla por aquí ¿Ya no necesitará de la licencia?

—Buenos días, Karen —respondió Danielle—. Sobre eso necesitaría hablar con la señorita O'Hara.

—Bueno, mi prima aún no llega. Tuvo dirigencias que hacer en el estudio del abogado, pero puedo ayudarle, si así lo deseas.

—Muchas gracias, pero no, mi asunto es con ella.

—Ya veo, entonces es algo personal con mi prima.

Danielle se sonrojó, captando la atención de su hijo y de Karen, quién sonrió para sus adentros.

—No es personal con ella de ninguna manera. —Danielle se apresuró a aclarar, frenándose para buscar las palabras correctas—. Solo que es a ella a la que le presenté mi renuncia.

—La cual ella no aceptó —exclamó Karen, risueña— ¿Y viene a insistir a en que la acepte? Desde ya le digo que Aemma es terca y ahora que tiene a una psicóloga nueva en ese puesto que, por años, ostentó una vieja amiga de la familia, no va a dar el brazo a torcer.

—Ya me di cuenta de eso. Lo que no entiendo es la razón, ya que puede contratar a otra persona más capacitada.

—Mamá, tú eres la única que no se da cuenta de ciertas cosas —intervino Jakob, metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta—. Sinceramente, no sé si eres inocente o demasiado tonta.

—¡Jakob Nolan Larson! —le regañó Danielle provocando la risa de Karen—. No es manera de hablarme.

—Pero es la verdad, mamá. La señorita O'Hara ve en ti algo que en otras personas no y eso es todo. —Se defendió el chico, levantando los hombros— ¿Cierto, señorita Karen?

—Así es.

Karen y Jakob se miraron conteniendo la risa, aunque Danielle no se dio cuenta por estar sumida en sus pensamientos. Se había armado de valor para volver a enfrentarse a esa mirada ambarina que solo soberanos podían tener. Una mirada capaz de hacer que el televisor cambiara solo de canal. Una mirada que hacía que todo se hiciese a su santa voluntad.

Esa mirada de la que era prudente escapar, pero que no quería. Su corazón no quería huir de Aemma y su mente, con un poco de cordura, le gritaba que se alejara.

—¿Cuánto tiempo tardará en llegar? Me refiero a Aemma... a la señorita O'Hara.

—No lo sé, no soy su guardiana o algo así. Solo soy su prima amorosa, su gerente de capital humano y su socia, obviando que soy su diosa. Y madrina de su hijo —dijo Karen y miró el reloj de su muñeca—. Creo que en una hora más o menos llegará ¿Qué le parece acompañarme a ver las oficinas de la ONG mientras tanto?

Jakob se excusó porque tenía que entregar un trabajo practico de música, por lo que ellas se adentraron en el ascensor y siguieron su camino hacia el quinto piso, en donde se encontraban las oficinas de la ONG.

Al llegar, Danielle se maravilló por el diseño de interiores que había en la sala de recepción. Era un color amarillo pastel con tintes naranjas que le daba un toque confortable.

—Me encanta, es una combinación muy bonita.

—Menos mal, tardamos muchísimo en elegirlo. —Karen sonrió contemplando el lugar—. Y espero que le guste el de la oficina de la presidencia. Jakob dijo que para usted estaría bien.

—Jakob es una persona sencilla y de buenos gustos, aunque no lo aparente.

—Sí, la profesora Morgan dijo algo parecido sobre Jakob. Creo que es por el cariño que le tiene que se está haciendo cargo principalmente del proyecto. —Y tras decir eso, se acercó a Danielle para susurrar—. Pero aquí, entre nosotras, opino que lo hace más porque admira a mi prima. Charissa siempre está internado obtener su atención.

La mención de aquel nombre femenino hizo que Danielle se tensara, pero intentó disimularlo.

—¿Ella es su novia? —preguntó Danielle temerosa por la respuesta.

—¿De quién?

—De Aemma..., de la señorita O'Hara

—¡Ah! No, ella no lo es.

Danielle tuvo que esforzarse para no actuar bajo el efecto de unos celos incomprensibles que estaban surgiendo en ella. Y aunque Karen notó su manera cortante de responder la conversación después, no le prestó mucha atención porque la psicóloga quedó cautivada al ingresar a lo que sería su oficina. Un color verde manzana con leves tintes de azul con plateado. Se detuvo momentáneamente para echar un vistazo alrededor de la habitación. Era grande, un sillón, un televisor y estanterías. Pero lo que llamó más la atención de Danielle era el hermoso escritorio de roble con una silla ejecutiva color azul bastante elegante, muy parecida a la que pudo observar en la oficina de Aemma, ambos haciendo juego con la decoración del empapelado.

—¡Está precioso! —Danielle parecía emocionada, como una niña ante un juguete nuevo— ¡De verdad, es hermoso! Amo estos colores y el escritorio es magnífico ¡Y ni hablar de esa silla de ejecutiva!

—Vaya, entonces mi prima sí que acertó.

Danielle, que estaba acariciando el escritorio y la textura de la silla, dirigió su mirada con rapidez hacia Karen, quién la observaba con los brazos cruzados.

—¿Su prima? —interrogó Danielle, con extrañeza— ¿Qué tiene que ver Aemma..., la señorita Scarlett...digo, O'Hara en esto?

—¿Scarlett? —Karen repitió el segundo nombre de su prima, realmente sorprendida de que alguien usara ese nombre para referirse a ella—. Es extraño, nadie la llama así, salvo mi tía cuando está enojada. No sabía que tan bien iba la relación de ustedes para que le dejara llamarla así.

Danielle enrojeció de golpe, ya que no se había percatado de ese pequeño detalle. Para todos, Aemma era la señorita o señora O'Hara y así se dirigían a ella, a excepción de sus dos socios, por lo que pudo notar en el poco tiempo que llevaba en la empresa.

—Y-yo... este...n-no,... —balbuceó Danielle—. No tenemos ninguna relación, solo que ...-

—No tiene que fingir conmigo, Licenciada Larson. Ya sé lo que pasa.

Danielle no pudo evitar gemir un poco asustada. Si lo que había pasado entre Aemma y ella se sabía, estaría todo acabado sin antes haber empezado realmente. Frank iba a matarlas a ambas, o solo quizás a ella, ya que estaba obsesionado con la empresaria de una manera que nadie podía comprender.

—No tiene que decir nada, Licenciada Larson. Su secreto está a salvo conmigo —dijo Karen, entrecerrando los ojos. Estaba divirtiéndose con la situación—. Es obvio que le gusta el nombre de mi prima. Y no la culpo, es un nombre bonito.

El alivio pareció acunarse en el rostro de Danielle y Karen disfrutaba de la confusión. De esa manera, pudo confirmar que a la psicóloga le pasaban cosas con su prima. Le hizo esa jugada apropósito para comprobarlo.

—En fin, fue mi prima la que eligió el escritorio y la silla. Dijo algo como que una emperatriz debía tener algo acorde a ella. La verdad que no la comprendí, pero si se fija, es a juego con su propio escritorio y silla. —Karen se apoyó en el marco de la puerta, sin dejar de mirar a la mujer—. Usted debería sentirse halagada, ya que mi querida Emˈ no es una persona de muchos detalles hacia personas irrelevantes en su vida. Así que, creo que usted realmente le agrada.

Danielle sintió el peso de las palabras de Karen. Percibió escalofríos recorrer su columna vertebral ante lo dicho por la mujer y clavó sus dedos en la palma de su propia mano mientras se mordía el labio inferior para mantener su compostura, aunque su cerebro se estaba derritiendo con tantas ideas y emociones. Sintió que algo se movía dentro de ella por primera vez en mucho tiempo. Un sentimiento peculiar que amenazaba con asomarse.

—Deberé agradecerle a la señorita O'Hara, entonces.

Karen elevó los hombros como gesto y siguió mostrándole las oficinas. Conversaron un rato más sobre los detalles decorativos que faltaban hasta que se hizo la hora. Karen la acompañó hasta la oficina de la presidencia de la agencia O'Hara, donde la secretaria les informó que Aemma no había llegado aún.

De todas maneras, Karen hizo pasar a Danielle para que la esperara allí.

—No estoy muy segura de esperarla aquí, podría enojarse.

—No pienso que mi prima se enoje, además, confío en que usted le dará una buena noticia. Si no es así... supongo que lo mejor será ni siquiera intentar hablar con ella.

—¿Tan mala es? —preguntó Danielle, haciendo una mueca de incredulidad.

—No, solo que es terca como una mula.

—Eso también puede verse como persistencia y la capacidad de nunca rendirse.

—Sí, eso es cierto. Ella tiene esa capacidad. Ha logrado muchas cosas en su vida y estoy orgullosa de ella. —Karen sonrió mostrando sus blancos dientes—. Aemma puede tener sus defectos, pero sabe cómo salir airosa de los retos que la vida le pone adelante. Aunque creo que lo hace más por sus hijos que por ella misma.

—¿Tiene muchos hijos?

Danielle se maldijo por hacer esa pregunta, pero la curiosidad de saber más de esa mujer no era fácil de controlar.

—¡Oh, no! Solamente dos. Una niña, Sammy que ya tuvo el gusto de conocer, y un chico llamado Alex. Justamente, él es mi ahijado. —Karen le guiñó un ojo. Danielle recordaba a la pequeña niña que parecía ser una copia de su madre, y Karen pareció leerle la mente—. Sammy se parece mucho a su madre cuando era pequeña y puede ser impulsiva, pero no es mala niña. Solo pasa por un momento difícil.

Danielle sonrió de medio lado mientras asentía.

—Pude notar el parecido físico y un poco actitudinal en ella con su madre. He de suponer que el niño se parece a su padre.

Justo en el momento exacto que dijo aquello, Danielle pudo notar como la postura corporal de Karen cambiaba a otra que podría interpretarse como hostil.

—No existe tal persona y es mejor no tocar nunca ese tema frente a Aemma o sus hijos.

—Lo siento —se disculpó Danielle rápidamente. Sí, después de todo, la respuesta se sentía bastante hostil.

—No tiene que disculparse, solo recuérdelo para un futuro. Ahora debo tratar unos asuntos de personal, pero usted espere aquí.

Karen le guiñó un ojo antes de salir de la oficina, dejándola sola.

Al observar con detenimiento, la oficina tenía la personalidad de Aemma impregnada. Una biblioteca a un costado con libros clásicos de la literatura como Oliver Twist, La divina Comedia, La Odisea y la Ilíada, El Quijote de la Mancha, Romeo y Julieta, Otelo, La vuelta al mundo en 80 días, Cien años de Soledad, entre otros.

Una hermosa, pero pequeña, réplica de la colosal escultura de Atenea Parthenos, obra de Fidias, se alzaba al otro lado de la oficina. El juego de living en blanco y negro, a juego con el escritorio de madera de roble con una silla ejecutiva igual que la de la oficina de la ONG, pero de color negro. Un aparato que lanzaba perfume de jazmines en una pequeña mesita al lado de un enorme ventanal de vidrio grueso, pero que permitía observar la ciudad y que, cuando el sol quemaba, seguramente era cubierto con esas elegantes cortinas blancas de doble capa de seda.

Se acercó al escritorio sin darse cuenta y pudo observar las fotografías que estaban en un rincón de la pared justo al lado de la biblioteca y que, de ahí, solo podían ser observadas por quién se sentara en esa elegante silla.

Dos niños pequeños sentados en la falda de una Aemma mucho más joven, sonriendo los tres. Otra fotografía con una mujer cuarentona, de cabellos castaños claros, una Aemma veinteañera y un adolescente muy parecido a las dos mujeres.

En otra fotografía, la misma mujer de cabellos castaños claros, casi rubios, ojos verdes, abrazada a un hombre de cabellos castaños oscuro, sin ser negros, de ojos marrones. Pudo notar el parecido de Aemma y el adolescente con esas dos personas, así que dedujo que eran sus padres o algún familiar cercano.

En otra fotografía, estaban Karen y Aemma abrazadas, sonriendo. Y en una última, Samantha con su hermano, deducción que hizo Danielle por su parecido, con uniforme escolar abrazados por una Aemma orgullosa de sus hijos.

—Eres preciosa cuando sonríes, Aemma.

Sí que lo era y Danielle deseaba ser la persona que la viera sonreír todas las mañanas al despertar y todas las noches al hacerle el amor. Pero eso era imposible. Eso jamás pasaría, ya que Frank nunca la dejaría ser feliz.

Y porque Aemma no era mujer de querer algo serio. O al menos, eso es lo que pensaba ella por las actitudes coquetas que sabía que la empresaria tenía. Y una vez más, se sintió enfadar.

•••

Aemma se había retrasado por quedarse conversando con su mejor amigo, que también era su abogado, de temas de la ONG y de temas personales. Tenía que hablar con alguien de lo que sucedió en Ibiza y nadie mejor que él para escucharla. Además, él la elogió por el cambio de imagen. Pasó de un castaño común a uno más claro, casi rubio. El color de cabello de su madre.

Aemma y Gustav se conocían desde chicos, pero se habían separado cuando una tragedia sentimental abrumó al muchacho.

Tiempo después, se reencontraron cuando Aemma se separó y se fue a vivir a New York. Él era un abogado recién recibido y a ella solo le quedaba una materia para recibirse en administración, aunque previamente había estudiado marketing.

Él la ayudó también en todo lo que pudo, incluso dándole alojamiento en su pequeño departamento en Bronx.

Eran las 10:40 AM y el tráfico no la había ayudado mucho. New York era un caos a ciertas horas, pero uno terminaba por acostumbrarse.

Guardó su automóvil en el estacionamiento privado de la agencia y se dirigió con rapidez a la entrada, encontrándose con Jakob, a quien saludó con una auténtica sonrisa. Por alguna razón, ya adoraba al pequeño Nolan, tan diferente a su padre y tan parecido a su madre.

—Buenos días, Jakob.

—Buenos días, señorita Aemma ¡Bonito cambio de color! —exclamó el chico, con alegría—. Le queda precioso.

—Muchas gracias, pero ¿qué haces aquí? ¿No tienes horario escolar?

—Sí, recién vuelvo de entregar un trabajo de música y quiero ver a mi mamá, que vino a hablar con usted.

No fue pronunciado el nombre, pero la evocación de la dueña de los ojos grises más hermosos que Aemma jamás había visto, la hizo sonreír de una manera tonta. Y Jakob sonrió de lado ante eso.

Él realmente no veía a mal un romance entre su madre y Aemma, todo lo contrario. Quería y deseaba con todo su corazón que su padre saliera de sus vidas y que, de esa forma, su madre fuera feliz al fin.

—¿Tu madre está aquí?

—Sí, y dijo que quería hablar con usted de algún tema, señorita Aemma —repitió Jakob—. No creo que deba hacerla esperar.

—No es mi intención.

Los dos sonrieron antes de que ella subiera al ascensor. Aemma bajó en el piso de su oficina y se acercó a su secretaria, como todos los días.

—Buenos días, querida.

—Buenos días, señorita Aemma. —Camille sonrió—. La están esperando en su oficina y el señor Frank Nolan le dejó un recado.

—Bien, el recado no me interesa, así que me da igual.

—Debería, ya que informó que vendría hoy.

—Ya... —respondió Aemma con fastidio— ¿Algo más?

—¿Quiere un café?

—Sí, y con alguna cosa para comer. Búscame uno en el café de la esquina y tráemelo, por favor.

—Sí, señorita. Por cierto, su cabello le queda precioso.

—Gracias —Aemma le sonrió con sinceridad, sin ocultar el rubor de sus mejillas—. Compra un café para ti de mi parte.

Camille asintió y Aemma se dirigió a su oficina. Estaba nerviosa como una adolescente. Al abrir la puerta, se encontró con una escena que podría presenciar gustosa todos los días del resto de su vida: Danielle estaba sentada leyendo uno de los libros favoritos de la biblioteca personal Aemma, de una manera que la empresaria sintió que podía morir de ternura. Sentada, con las piernas cruzadas en ese sofá, concentrada en la lectura y sonriendo con dulzura. Su cabello estaba peinado de tal forma que las pequeñas ondas caían con elegancia. Sus labios, más rosados de lo normal, eran una invitación a caer en todos los pecados de una manera irreal.

Era una obra de arte tan perfecta que la deseaba tocar para admirarla más de cerca.

Aemma no quería interrumpir, por eso se quedó parada allí un rato que le pareció eterno, pero Danielle había terminado de leer un capítulo, por lo que elevó la vista hacia ella haciendo que sus ojos se encontrarán.

La empresaria tragó saliva antes de avanzar mientras la psicóloga cerraba el libro para depositarlo sobre la mesita, observándola. Le gustaba mucho como le quedaba ese color de cabello, resaltaba más sus finas facciones y el color de sus ojos.

—Es una sorpresa tenerla por aquí, Licenciada Larson.

—Disculpe por venir sin avisar —dijo Danielle sin dejar de mirarla—. Bonito color, le queda muy bien.

—Usted siempre será bienvenida a donde yo me encuentre y muchas gracias por el cumplido. —Aemma le dedicó una fresca y sincera sonrisa— ¿Le gustó el libro?

—Aunque solo he leído un poco, parece ser un libro muy interesante.

—Es la continuación de «Lo que el viento se llevó» de Margaret Mitchell.

—Sí, pero nunca tuve la oportunidad de leerlo.

—¿Al libro principal o está hablando de «Scarlett»?

—Ambos, solo vi la película.

—El libro «Scarlett» justo comienza donde la película finaliza.

—Eso noté, como también lo más obvio: que la protagonista se llama como usted.

—Me siento identificada con Scarlett O'Hara en muchos aspectos. Para entenderlo, puede llevarse ambos libros y luego devolvérmelos.

Danielle dejó el libro en la mesa, esquivando la mirada de Aemma.

—No sé si sea correcto.

—¿A qué le temes tanto, Danys? —preguntó Aemma de repente, dejando la formalidad de lado—. Esta vez estoy siendo amable contigo y me rechazas. Realmente me duele ¿Qué hice ahora?

Danielle no sabía qué responder exactamente, sorprendiéndose ante el diminutivo de su nombre usado. Solo sabía que ella debía levantar un muro, primero que nada, porque Frank era capaz de cosas horribles si se enteraba de que alguna vez pasó algo entre ellas. Segundo, porque sabía que sufriría estando cerca de esa mujer, que más que mujer, parecía un súcubo.

—No ha hecho nada, señorita O'Hara. Simplemente, quiero que tengamos una relación completamente profesional.

—El problema en ello es que usted ha decidido no ser más mi empleada.

—Y usted insiste en que lo siga siendo, aunque no entiendo la razón.

—¿Por qué? No hay un porqué.

—Si usted es como Scarlett, usted no es una mujer que haga algo sin una razón.

Aemma arqueó una ceja. Ella no era mujer de dar explicaciones, no debía ni quería hacerlo. Pero parecía que ella tendía a cambiar un poco sus actitudes cuando Danielle estaba involucrada.

—Buscar otro psicólogo para el puesto implica gastos administrativos, económicos y de tiempo —dijo Aemma, sin enfadarse—. Además, que la anterior psicóloga ya la ha capacitado a usted.

Al hablar, Aemma no la miró a los ojos y solamente se dedicó a sacarse la chaqueta que traía encima, dejando ver su camisa blanca impecable que resaltaba sus atributos físicos.

—Usted es mala mintiendo, señorita O'Hara.

—Usted lo es más, licenciada Larson.

Y los ojos volvieron a encontrarse en un duelo de miradas que dejaba salir chispas entre ellas, además de la tensión sexual existente.

—¿Qué la trae por mi oficina? —preguntó Aemma finalmente sin bajar la mirada.

—Usted gana.

—Yo siempre gano, pero ¿A qué se refiere?

—Ese ego suyo... —Danielle sonrió con algo de sarcasmo—. Me refiero a que acepto cumplir el contrato y trabajar aquí.

Aemma no pudo disimular su sonrisa de satisfacción que se dibujó en sus labios, pero entrecerró los ojos para examinarla con detenimiento.

—Excelente decisión ¿Cuál es la condición?

—Usted es muy perspicaz.

—Gracias por el cumplido, pero vamos directo al punto. No me gustan las vueltas.

—Hay dos condiciones.

—Bien, las escucho.

—La primera es que nadie debe saber lo que sucedió entre nosotras.

—No hablo de mi vida privada. Si eso le preocupa, de mi boca no saldrá nada. ¿Cuál es la segunda?

—No quiero tener ningún tipo de relación o contacto con usted.

Aemma sintió que su corazón se paraba y luego se rompía en miles de pedacitos ante esas palabras. Danielle no podía pedirle algo así, y ella misma no podía aceptar. Debía, pero no podía. No quería.

—Soy tu jefa, Danys. Irremediablemente, tendrás que tener contacto conmigo.

—Solo lo justo y necesario en lo que tiene que ver con lo profesional. Nada más.

—No hablas en serio.

—Estoy hablando lo más en serio que puedo.

—Te dije que eras mala mintiendo.

Aemma se acercó a ella rápidamente, para quedar cara a cara casi rozándose. Buscó sus ojos con súplica, pero Danielle se los negaba. Tuvo que sujetar su mentón para obligarla a mirarle a los ojos.

—Tú no quieres eso, Danys.

—Eso no lo sabe.

—Lo sé, lo veo en tus ojos y tus ojos no saben mentir —dijo Aemma tan cerca de la boca de ella, que Danielle podía sentir el cálido aliento sobre sus labios—. Tampoco miente tu cuerpo, estás casi temblando.

—Eso es porque estoy un poco enferma —respondió Danielle, apartándose ante la atenta mirada de Aemma—. Eso es todo. Si acepta mis condiciones, me quedaré a trabajar aquí.

—¿Y si no? ¿Te vas? No creo que tu esposo esté feliz con eso.

—Usted sabe eso mejor que nadie. Después de todo, usted le pidió a él por mí.

—Mis intenciones no son malas.

—Me da igual sus intenciones y también me da igual si tienen una aventura.

Aemma arqueó una ceja ante la oculta acusación de esas palabras.

—¿Qué parte de qué eres una pésima mentirosa no te quedó en claro, Danys?

Danielle desvió su mirada hacia la ventana, intentando contener lagrimas que sabía que se estaban acumulando en sus ojos.

—No soy la amante de nadie —dijo Aemma con su voz endurecida, pero luego la suavizó para hacer todo lo posible por encontrar la mirada de Danielle y transmitir lo que estaba sintiendo a través de sus ojos—. Danys, yo no haría algo que sé que puede herirte. Tú me importas, tú...

Fue interrumpida por el golpe en la puerta y con fastidio, Aemma se dirigió a abrirla encontrándose con la persona que menos querría ver en esos momentos: Frank Nolan le sonreía con lujuria y ella gustosa le estrellaría la puerta en su rostro.

—Se te ve hermosa de rubia, Aemma —le dijo Frank—. Si me vas a recibir así, vendré todos los días.

—Es castaño claro y agradecería que no me tutee. Estoy arreglando un asunto de mi empresa.

Frank observó por sobre el hombro de Aemma y vio a su esposa. Eso hizo que él acentuara más la sonrisa e ingresando sin que la empresaria pudiera detenerlo.

—Bueno, veo que mi esposa ha venido a decirte que recapacitó y desea trabajar contigo, Aemma.

—Yo le hablo a la pared, ¿verdad? —bufó Aemma, molesta—. Esta es mi oficina y no puede entrar cuando quiera, señor Nolan.

—Vamos, ya puedes llamarme Frank, si estamos en confianza.

—Bien, Frank, no puede hacer aquí lo que le plazca.

—¿Por qué estás de mal humor? ¿Acaso no estás contenta por qué cumplí con mi palabra?

—Porque estoy hablando algo importante con la licenciada y usted viene a interrumpir.

—Por mí, sigan hablando —dijo Frank, sin perder su sonrisa—. Puedo esperar tranquilo sentado en tu sofá que, por cierto, los otros días me olvidé de decirte que se me hace muy cómodo. Tienes que decirme donde lo conseguiste, así compraré uno igual para mi oficina.

Danielle cerró los ojos con fastidio a la vez que apretaba sus puños. Entonces sí había pasado algo entre ellos, aunque Aemma se lo negara. Se sentía estúpida por haberse imaginado por un momento que era mentira.

—Si me disculpan, ya expuse mi punto y tengo trabajo que hacer —Se excusó Danielle para poder irse de allí lo más rápido que le fuese posible.

Aemma iba a decir un montón de cosas, pero se detuvo al ver los ojos suplicantes al borde del llanto de Danielle. Odiaba verla así. No soportaría verla llorar y menos por su culpa.

—Muy bien, Licenciada Larson —asintió Aemma, suspirando—. Puede volver a su trabajo y las cosas serán así. No habrá problema con su regreso.

Danielle asintió y se retiró sin saludar a su esposo, algo que no pasó por desapercibido para Aemma. Ese matrimonio era más extraño de lo que ella pensaba. Si esa mujer creía que ella era la amante de su esposo ¿Por qué no hacía un escándalo? Además, ese hombre ni se interesaba por la hermosa esposa que tenía y eso hacía crecer el desprecio de Aemma hacia él.

—¿Qué es lo que quiere, Frank?

—Ver que se haya cumplido tu deseo, Aemma, querida.

—Bien, como verá, así es.

—¿No estás feliz de verme?

—No.

La sinceridad de Aemma cuando estaba molesta podía ser brutal. Frank, lejos de ofenderse, sonrió.

—Sin embargo, tienes que trabajar conmigo, porque ese era el trato.

—Así es, pero mientras, estaría muy agradecida si no vuelve a aparecer como si nada por mi empresa.

—Pero yo avisé a tu secretaria —dijo él, con desdén.

—Pero no habíamos pactado una cita. Y si me disculpa, tengo demasiado trabajo que hacer.

Frank sonrió con una mezcla de malicia y lujuria. Admiró detalladamente el cuerpo de Aemma, acercándose a ella para tomar su mano y besarla.

—Esperaré paciente por ti, Aemma. Siempre esperaré por ti.

La mujer no dijo ni hizo nada más que mirarlo fijamente mientras él se marchaba de su oficina.

Una vez a solas, se sentó en su hermosa y cómoda silla para suspirar como un alma en pena.

Danielle Elise Larson Adams se estaba convirtiendo en su debilidad.

No sabía si soportaría cumplir esa parte del trato, pero, aun así, se esforzaría por no querer perderla. La quería cerca de ella, aunque sea para admirar su belleza desde lejos.

Y sosteniendo ese pensamiento, los días fueron pasando hasta contar veinte días exactos. Veinte días en que Aemma cumplió su palabra y no la buscó. Solamente aprendió todos sus horarios y más de una vez coincidieron en la hora del almuerzo junto a Karen, pero sin hablarse. A veces, sus ojos se iban solos a posarse sobre Danielle, deseando en secreto sus labios de nuevo. Otras veces, podía sentir la mirada intensa de los ojos grises sobre ella. Sobre todo, cuando conversaba con algún cliente que justo coincidía en el restaurante con ellos. Pero al mirarla de reojo, Danielle los dirigía a otro lugar.

La ONG estaba en proceso de reclutamiento de colaboradores, así como también de las primeras personas a las que ayudarían. Y eso era una excusa perfecta para concretar reuniones en compañía de Danielle. Pero, ella era estrictamente profesional y le dirigía la palabra lo justo y necesario.

Aemma iba a enloquecer, incluso dando clases se sentía frustrada porque todo se la recordaba. La poesía como los temas empresariales. Todo.

Jakob había notado, al igual que Karen, ese intercambio de miradas discretas entre ambas mujeres. Era un histeriqueo constante, digno de una novela de la tarde, esas que tanto le gustaban a Karen.

Trataban de que ellas hablarán en las reuniones, pero Danielle se mostraba fría y distante, mientras que Aemma se mostraba indiferente.

Jakob iba sumergido en esos pensamientos al ingresar al edificio, pero se detuvo al ver una escena que le llamó la atención. Camille, la secretaria, estaba disgustada con el tal Exequiel Weber, el gerente de ventas. El hombre la sujetaba del brazo mientras ella lo miraba enfadada.

Iba a intervenir preguntando por su madre, pero un abrazo en su espalda lo detuvo.

—¡Hola, Jake! —le dijo Samantha en su espalda, con alegría— ¿Cómo estás?

Jakob inclinó la cabeza hacia atrás para mirar a la pequeña carga sobre él.

—Lo normal, con hambre, recién salgo de mis clases, ¿Y tú, Sammy?

Mientras la niña hablaba, Jakob volvió su vista hacia el lugar donde Camille discutía con Exequiel, pero se sorprendió al encontrarse a Karen en medio de la conversación acalorada. O más bien, regañando al hombre.

Samantha también observó hacia ese allí y suspiró.

—Ese es Exequiel. Según tía Karen, es un cerdo idiota e insiste en que mamá debe correrlo.

De todos modos, las voces elevadas, llenó el lugar de tensión. Y eso hizo que Jakob se encontrase apretando los puños en silencio y se irguiera de espalda con una rapidez admirable.

—¡Pareces todo un superhéroe! —dijo la niña, toda ilusionada con una sonrisa enorme, tras soltarlo—. Alex, mira, Jakob quiere golpear a Exequiel.

—Es un buen plan —dijo Alex, ladeando su cabeza—. Exequiel me cae mal.

Jakob no había notado la presencia del menor y sonrió al verlo de reojo. Él iba a preguntar más sobre el tal Exequiel, cuando los gritos provenientes de la discusión entre las mujeres y Exequiel se fueron elevando un poco más, dejando de ser solo murmullos inentendibles. Las palabras eran claras, más que claras.

—¡Ella provoca con esas falditas cortas! ¡¿Y me estás echando la culpa a mí?!

—¡No hace falta que grites! —Karen elevó su voz— ¡Deja de culpar a los demás por tus errores!

Jakob frunció el ceño y se dirigió hacia allí seguido de los dos niños, pero fue Alex que le dio un puntapié a Exequiel en la pantorrilla.

—¡No le grites a mi madrina!

—¿Qué te pasa, enano? —le dijo Exequiel mirándolo desde arriba, con una sonrisa cargada de malicia y asco—. Te hace falta un buen escarmiento para no meterte en asuntos de adultos. La figura de un padre...-

Jacob sintió que no había manera de detener lo que estaba sintiendo. El chico era, debajo de toda su simpleza y la máscara de genio apático y despreocupado, un pequeño rottweiler. Jakob aprendió, desde temprana edad, a proteger a su hermana, siempre, tanto cuando era absolutamente necesario como también, solo por si acaso. Y por eso, más de una vez, había terminado con varios moretones en el cuerpo. Hubo una vez que la persiguieron por cinco cuadras por decirle al matón de la escuela que dejara de empujar a su hermana y sus amigas. También estaba la vez que se había ganado el labio roto, un ojo morado y varias marcas en el cuerpo por golpear con la pelota al capitán de un equipo de básquet de otra escuela por hacer llorar a su hermanita. Con el tiempo, había aprendido a defenderse, pero lo más importante: había aprendido que a veces lo mejor es no ir a los golpes. Y cuando Exequiel parecía querer zarandear al pequeño Alex, Jacob quiso golpearlo. Pero no lo hizo, ya que una voz llena de ira retumbo en el lugar.

—¡Suficiente! —gritó Karen captando la atención de todos—. Esto es una empresa, no el salón de juegos del colegio. Exequiel, Aemma no se encuentra, pero tomaré la decisión yo en su lugar.

—¿Me vas a despedir solo a razón de que una secretaria no soporta una broma? —Exequiel le miró, incrédulo—. Soy un gerente igual que tú.

—Sí, pero yo soy dueña de una parte de esta empresa. No te voy a despedir, solo quiero que tomes una licencia anticipada por unos días, así que tienes que darte la vuelta y marcharte.

—¡Tú no puedes...!

—Sí puedo, Exequiel. No te lo voy a volver a decir. Si tienes alguna queja, se la das a Aemma cuando vuelvas de la suspensión.

Sin más, Karen indicó a todos que prosiguieran en su labor. Exequiel parecía querer decir algo, pero no lo hizo y se marchó, riéndose entre dientes. Claramente, él no estaba molesto por lo sucedido, en lo más mínimo.

En cambio, Karen lo observó desde allí de pie, y luego les indicó a todos que debían volver a lo que estaban haciendo. Su voz se escuchaba dura, fría, a lo que a Jacob le pareció un poco extraño, pero cuando la observó, pudo ver la tensión en la mandíbula de ella ir desapareciendo como si nada. Al ver a sus sobrinos, Karen sonrió. Ser jefa era un trabajo difícil y admiraba por ello a Aemma por saber lidiar con esos temas de una manera tan fácil como preparar una chocolatada.

Y eso fue lo que al final, Karen llevó a los niños a tomar a una cafetería cercana.

•••

Odiaba esto. Odiaba sentirse molesta por la situación. Un mes había pasado y ella no le había dirigido la palabra salvo exclusivamente en reuniones de personal.

Reuniones que a veces Aemma inventaba para poder verla de cerca.

Ella necesitaba ver esos ojos grises tan esquivos de los que la morena era dueña y que provocaban un deseo indescriptible en Aemma. Sí, deseo. Y no solo esos ojos, también las piernas, el abdomen, las caderas. Vamos, el cuerpo entero de Danielle.

Además, por si fuera poco, debía soportar ver a Frank Nolan más seguido de lo que esperaba desde que firmaron el acuerdo de negocio. Cada día que pasaba lo detestaba más y más. Le fastidiaba que siempre hiciera cualquier cosa para intentar conquistarla. A ella no le interesaba él y jamás lo haría. Su único interés en ese hombre era verlo separado de su Danys. Sí, suya, porque estaba más que segura que esa mujer era más suya que de él.

Aemma no podía concentrarse en los documentos que tenía frente a ella. Hacía aproximadamente una hora que habían finalizado una reunión de personal nuevamente y Danielle ni siquiera la había mirado. Y, por si fuera poco, le había sonreído a Lysandro como si nada. A Lysandro, con quien ni hablaba nunca. ¡ah, pero a Aemma le miraba como si hubiera cometido un crimen! Eso fue más de lo que podía tolerar ¿Cómo es que andaba regalando sonrisitas a todos menos a ella? ¿Cómo se atrevía a ser tan bella y no mirarla?

Karen tenía razón, si no hacía algo iba a enloquecer. O ya estaba enloqueciendo y su locura tenía nombre y apellido.

—¡Maldición!

Se puso de pie al llegar a la conclusión de que la necesitaba más de la cuenta. Necesitaba sentir su perfume, el olor y la suavidad de su piel, el aroma de su cabello. No podían seguir así y tendría que hacer lo que quería desde hace mucho tiempo y por eso, salió a toda prisa de su oficina ante la mirada sorprendida de Camille.

Danielle, mientras tanto, se esforzaba demasiado para parecer distante con una indiferencia que le quemaba. La verdad era que ella luchaba consigo misma para no caer ante los ojos ámbares de su jefa. Le había costado más de la cuenta no ceder ante la seducción nata de Aemma. Sí, hablar de la Aemma Scarlett O'Hara era sinónimo de seducción. Una mirada, una sonrisa, un gesto. Todo parecía un acto de seducción, pero no adrede, ya que Danielle había notado, en ciertas miradas fugaces que daba hacia ella cuando estaba distraída, que era algo natural en Aemma.

Entendía la razón por la que Frank y los demás se sentían atraídos con facilidad. No podía culpar a nadie de caer ante ella, además que esa atracción también era culpa de su cuerpo y carisma. Comprendía la obsesión de Frank, y una parte de ella sonrió internamente al recordar los murmullos y chismes que se escuchaban entre los pasillos de la oficina. Esos chismes que decían que Frank siempre insistía de muchísimas maneras, pero no obtenía más que desprecio por parte de Aemma. Chismes en los que Frank, desde hace años, estaba detrás de Aemma y ella, desde hace años, le huía.

Danielle se obligaba a no sonreír cuando notaba que Aemma no huía de ella como de Frank, por contrario. Y ella no sabía ya como esquivar esos ojos con los que soñaba todas las noches. Más de una vez recorrió su cuerpo con sus propias manos, cerrando los ojos e imaginando las delicadas manos de la empresaria.

No podía negar lo obvio: estaba enamorada de esa mujer descarada.

Por eso, cuando vio a Aemma entrar a su oficina como un huracán, creyó que era producto de su imaginación. Una gran imaginación llevada por el deseo por una mujer inalcanzable.

Sin embargo, rápidamente comprobó que no era así cuando Aemma la tomó por la cintura con firmeza y la atrajo hacia ella, pudiendo sentir el corazón de la mujer latiendo a gran velocidad, su respiración entre cortada y su aliento de menta cerca de su rostro.

—Perdóname por las cosas inexplicables que estoy a punto de hacerte.

Eso le dijo Aemma y acto seguido, la besó con vehemencia, sorprendiéndola. Sus labios se reconocieron al instante, era como si se hubieran extrañado todo ese tiempo, como si hubieran nacido para unirse en ese baile sensual que hacían al saborearse.

La lengua de la empresaria no pidió permiso y, cuando tuvo acceso, exploró esa boca que tanto deseaba, provocando leves gemidos en ambas mujeres.

Cuando el tiempo pasó, se separaron un poco para tomar algo de aire, pero sin separar sus cuerpos y uniendo sus frentes.

Ambas mantenían los ojos cerrados como si el abrirlos las hiciera despertar de un sueño.

—Te necesito.

Esa confesión hizo estremecer a Danielle, al punto que dejó escapar un gemido casi inaudible. Abrió los ojos y recorrió con sus manos el rostro sonrosado de Aemma.

—De verdad te necesito —insistió Aemma, mirándola a los ojos.

—Esto no es correcto.

—¿Por qué?

—Es obvio el porqué.

—¿Por qué somos dos mujeres?

—¿Qué más da que seas mujer? —dijo Danielle, arrugando su frente—. No me importa eso, ya que pienso que el sexo solo define un cuerpo, no un corazón.

Aemma sonrió antes de volver a besarla, pero esta vez con ternura. Un beso cargado de emociones al que Danielle correspondió con dulzura.

—Y eso, ¿por qué fue? —preguntó Danielle.

—Es la segunda vez que me tuteas, y haces que mi corazón lata más rápido.

—Esto es imposible— murmuró Danielle.

—¿Por qué? ¿Por qué estás casada? —Aemma dijo arrastrando las palabras—. Mejor tomate el día libre y ven conmigo a otro lugar a entrar en detalles mientras te beso y te demuestro que no me importa que estés casada.

—Aemma...

—Sé que lo deseas igual que yo. Tu piel no sabe mentir.

Danielle todavía no podía más que concentrarse en su respiración, o estaba segura de que se desmayaría al ver el brillo en los ojos ambarinos. Para su desesperación cada vez mayor, Aemma movió un dedo para colocarlo sobre su boca, haciéndola aguardar silencio. Si hubiera estado en el uso de sus facultades mentales, se habría sentido ofendida y querido escapar, porque eso se esperaría que hiciera una mujer tradicional casada. Pero su mente se adormecía con cada toque, cada caricia, cada beso. Debería haber huido, si no fuera porque su cuerpo estaba completamente controlado por la empresaria presionada contra su cuerpo.

—A ti no te importa estar casada con ese imbécil que no tiene lo que aparenta ni dice. —Aemma la besó de nuevo en la boca con dulzura—. Esa noche que pasamos juntas me lo dejó bien en claro.

Danielle se permitió cerrar los ojos mientras la boca de la empresaria comenzaba a besar primero la línea de la mandíbula, luego el cuello, luego la clavícula.

—Aemma, por favor...

—No lo amas porque si así fuera, no te hubieras entregado a una desconocida como lo hiciste. Y sé que me deseas como yo a ti.

—Tú deseas a muchas personas, por eso esto no es posible. —Le soltó Danielle haciendo que Aemma se alejara.

Lo dicho por la psicóloga, golpeó a Aemma como una bofetada en la cara y se escuchó casi gritar mentalmente, pero no lo hizo. En su lugar, clavó su mirada en esos ojos grises para mirarla de una manera un poco menos engreída, con una ceja arqueada.

—¿De qué otras personas hablas?

—De mi esposo, del gerente de ventas, de tu socio, de la profesora de mi hijo, toda persona que te parezca atractiva y le coqueteas.

Danielle estaba casi sin aliento cuando terminó su conteo de personas. La boca de Aemma había estado ligeramente entreabierta durante el punto álgido de la pequeña tormenta verbal, pero ahora estaba cerrada, en una línea delgada formada por esos labios color fresa.

—Me reiría gustosa de este arranque de celos, Danys, pero no me gusta que me acusen de cosas que no hice.

—No es un arranque de celos —Danielle negó rápidamente.

—Es un reclamo —respondió Aemma, esta vez con un tono un poco más reservado—. Sucede que no entiendo la razón. Sé más específica.

—¿Para qué? No va a cambiar nada. Es mejor hacer de cuenta que no ha pasado nada, que solo nos hemos dejado llevar por impulsos...-

Mientras hablaba, Danielle se fue alejando de Aemma acomodándose un poco la camisa, pero ella no parecía a gusto con esas palabras y la atrajo nuevamente hacia su cuerpo.

—¿Impulsos? —le cuestionó la mujer— ¿Crees que mi necesidad de ti pasa por lo sexual?

—¿Me lo negarás?

—Sí.

—¡Eres realmente una mujer muy descarada! —exclamó Danielle haciendo que Aemma arqueara una ceja—. Me acabas de invitar a no sé dónde para tener sexo.

—No hice eso.

—Sí lo hiciste.

—No, te invité a besarte. Si tú quieres que pase algo más, no me opongo.

—¡Eres una...! —dijo Danielle, casi gritando, pero deteniéndose.

—¿Una qué? Prosigue, por favor, no te detengas —replicó Aemma, instándola a continuar— ¿Una qué?

—Manipuladora.

Aemma entrecerró sus ojos, sin dejar de mirar a Danielle y se mordió el labio por un momento, intentado calmar la ira burbujeante.

—Bueno, pues esta manipuladora es capaz de hacerte gemir tantas veces hasta dejarte afónica —dijo Aemma, con una sonrisa llena de confianza. Una sonrisa molesta—. Esta manipuladora puede hacerte tener multiorgasmos más de lo que has tenido en tu vida. Esta manipuladora te hace parecer ser... una perra infiel y una...-

El sonido de la palma de la mano de Danielle sobre la mejilla de ella resonó por toda la oficina. Aemma tenía la capacidad de hacerla molestar con facilidad y ese era el resultado. Quería que se callara porque sentía que todo aquello que le dijo era verdad, pero eso le hizo recordar cosas del pasado que la condujeron a esa jaula en la que Frank la encerró. La hubiera besado para que se callase, pero su dolor fue más fuerte.

Aemma, en cambio, la provocó a propósito, ya que se sentía juzgada por cosas que no había hecho y eso le molestaba en sobre masía. Ella no era una santa, pero Danielle tampoco lo era, así que la descarada era ella.

Luego del golpe, la miró a los ojos para luego tomarla en sus brazos con firmeza y besarla a la fuerza. Danielle trató de zafar de esos brazos, pero terminó cediendo. Después de todo, aquello era verdad: la deseaba tanto o quizás más de lo que la empresaria podría imaginar. El beso no fue cuidadoso ni indulgente. Era duro y ferviente, desesperado y necesitado. Era lo que ambas sentían.

Cuando Aemma la supo segura en sus brazos, la levantó delicadeza hasta sentarla sobre el escritorio y meter una de sus manos bajo la camisa para acariciar sus pechos. Eran tal como los recordaba y varias veces imaginó en sus manos. Después, aventuró su mano a acariciar sus piernas tan suaves hasta llegar a sus muslos. Pero cuando iba a ir más allá, Danielle recobró un poco de cordura para empujarla y salir de su alcance.

—Te dije que esto no era correcto.

—Y yo me cansé de lo que es correcto o no —dijo Aemma con los dientes apretados

—¿Eso se lo dices a tu esposa o lo que fuese cuando la besas?

Un golpe muy bajo pero efectivo. Aemma sabía que ella se refería a Jav, su compañera de años en la que, justamente en esos momentos, no estaba pensando.

—Las cosas no son como crees, Danys.

—¿Tienes pareja o no tienes pareja, Aemma? —le interrumpió para preguntar sin dejar de mirarla.

—No la tenía cuando nos conocimos...-

—¿Eso es un sí? Entonces esto no es correcto.

La mirada de Danielle era dura, acusatoria, pero había algo más. Tristeza, tal vez. Decepción. Aemma niveló su mirada con la de ella. Incluso, aunque ambas habían sido infieles de una u otra manera y estuvieran del mismo lado de la culpa, Aemma todavía sentía que estaba siendo juzgada y tenía que defender su honor.

Y como si le hubiera estado leyendo la mente, Danielle prosiguió.

—Yo no soy nadie para juzgar a los demás, ya que también he cometido errores, pero no quiero seguir cometiéndolos —dijo ella sin rodeos con la mirada fija en los ojos de Aemma—. Y tampoco quiero que nadie salga lastimado por involucrarse de más. No te pido que me entiendas, a veces ni yo misma me entiendo, pero sí te pido que me respetes. O al menos, respeta a tu pareja. Sé que eres una buena persona, Aemma y que tu seducción es algo natural en ti... pero yo no quiero juegos donde los demás sufran por mi culpa. Lo siento, esto no es correcto y no tiene que volver a pasar.

Aemma se quedó estática en su lugar sin decir nada más que mirar a esa mujer que, ahora además de desear, admiraba. Estaba convencida de que la deseaba, pero no cedería para no lastimar a los demás, eso quedó en claro. Esa nobleza en Danielle la hacía querer tenerla más cerca. Lo más cerca que pudiera, pero no iba a insistir.

Ella tenía razón y no podía permitirse lastimar a Jav.

—Lo lamento, Danys... —respondió Aemma, mirándose las manos—. Entiendo tu punto. No te preocupes, no volveré a insistir en esto.

No dijo nada más y se fue tal como vino. Quería huir de allí antes de abalanzarse sobre ella para besarla.

Danielle la vio salir sin decir nada, aunque quería detenerla. No quería que se fuera, quería que la siguiera besando y le dijera que estarían juntas. Quería que se quedara.

Y entonces volvió a la misma conclusión: no era solo deseo, ella estaba enamorándose de Aemma.

Un carraspeo la sacó de sus pensamientos y al elevar la vista del suelo, se encontró con Karen que sostenía unos papeles en su mano.

—Tienes esa cara tan peculiar desde que mi prima se fue.

—¿Qué? —Danielle tragó saliva— ¿Qué cara peculiar?

—La que traes, esa de tonta enamorada —dijo Karen sin más, levantado los hombros—. Y no intentes negarlo porque las escuché. Y sí, sé todo.

La mandíbula de la mujer se abrió de tal manera que Karen pensó que competiría con alguna de las caricaturas de Warner Bros.

—Sé que eres la Danys por la que mi prima suspira desde esa noche de domingo en el bar nocturno. Yo estaba con ella.

—¿Tú sabías ...?

—¿Qué tú eras la mujer que hechizó a mi prima? —preguntó Karen, arrastrando las palabras, con una ceja levantada expectante—. No, sinceramente no te reconocí, pero te me hacías conocida de algún lado. En la gala fue que te reconocí cuando escuché tu diminutivo y fue una gran sorpresa.

—¿Alguien más lo sabe?

—¿Lo de ustedes dos? No, solo yo. Aemma es muy reservada con su vida privada, pero déjame decirte algo y espero que lo entiendas. Probablemente, ella me mate por esto, pero es necesario que lo sepas: la noche que ustedes se conocieron, yo llevé a Aemma a ese bar para que saliera del estado en que su ex la dejó.

—No comprendo.

Karen se alejó del marco de la puerta unos centímetros para cerrarla y miró a los ojos de Danielle, inclinando la cabeza hacia un lado.

—Aemma no te mintió y jamás sería infiel. Le da asco la traición, pero contigo siente algo más fuerte que va más allá de su escala de valores. —Karen suspiró. Su prima no estaría muy feliz de que ella revelará cosas privadas. Por un momento, pareció pensarlo durante un rato y, cuando finalmente continuó, mantuvo la mirada fija en la decoración de la mesa—. Su antigua novia la dejó de un día para otro y Aemma se encerró en sí misma concentrándose en el trabajo y sus hijos. La llevaba conmigo a algunas fiestas y lograba que quedara con alguien, aunque sea una noche, pero jamás lograba que alguien le importara o llamara su atención. Aemma es una persona terca, pero de sentimientos firmes y cuándo te conoció a ti, todo eso cambio. Durante una semana entera fue a ese bar esperando encontrarte. Y comenzó a fumar mucho más de la cuenta. Tenía ojeras porque en sus sueños, solo habitabas tú y se torturaba por no tenerte. Así que la obligué a irse de viaje. Y luego, ustedes dos se reencontraron y ella se sumergió en su pelea moral por lo correcto e incorrecto. Puede que tengas razón en que no es correcto lo que ustedes sienten, pero lo sienten y no hay nada que pueda evitar eso. Además, siendo honesta, tu esposo es un idiota y creo que mi prima vale la pena. Digo, no sé qué te ata a Nolan, pero puedo apostar mi vida en que Aemma daría hasta lo que no tiene por tenerte, aunque ella no lo admita ¿Y sabes por qué?

Danielle estaba impactada por todo lo que Karen le estaba diciendo, así que no pudo razonar la pregunta, por lo que se limitó a negar con la cabeza.

—Porque Aemma está enamorada de ti como tú lo estás de ella —respondió Karen a su propia pregunta—. Solo alguien que conoce bien a Aemma puede darse cuenta de eso y tienes suerte de que esa persona soy yo.

—Pero...-

—Sí, estás casada ¿Y? —interrumpió Karen, con un intento de risa áspera—. Él es un idiota que te engaña con cualquiera y que tiene intereses en mi prima, pero ella solo tiene ojos para ti. Y sé que la heriste. Si yo fuera tú, por una sola vez dejaría de pensar en lo correcto e incorrecto, me armaría de valor e iría por ella porque Em' es de esas mujeres que valen la pena. Dejarla ir es una estupidez y un acto de cobardía imperdonable.

Danielle guardó silencio y trató de procesar la información. Aemma estaba soltera. Aemma estaba enamorada de ella. Aemma correspondía sus sentimientos. Sonrió al aceptar que estaba enamorada de Aemma Scarlett O'Hara, la mujer que todos querrían tener, pero que le correspondía a ella.

Karen asintió al ver la sonrisa en el rostro de Danielle y esa sonrisa burlona siguió en su rostro cuando la siguió con la mirada hasta la puerta de salida.

Por su parte, Aemma había llegado al piso de su oficina, un poco contrariada. Necesitaba a Danielle, pero no para una noche de placer. La necesitaba a su lado, daba igual si solo conversaban o se besaban o se reían. Simplemente, la necesitaba. No entendía la razón o quizás sí, pero no quería aceptarlo.

¿Qué estás haciendo conmigo, mujer? Se preguntó para sí misma. Estaba tan metida en sus pensamientos que no escuchó a Camille acercarse para informarle algo.

—Lo siento, señorita, no quise molestarla, tengo que llevarle unos papeles al señor Lysandro, pero antes quería...-

—Entonces llévalos —interrumpió Aemma, notando su presencia—. Haz lo que debas hacer y que nadie me moleste.

—Pero es que...

—¡Pero nada! —exclamó Aemma, molesta—. Ahora ve.

Camille asintió y salió apurada hacia la oficina de Lysandro. Conocía la mirada oscura de su jefa y sabía que lo mejor era apartarse de su camino.

Aemma ingresó a su oficina con fastidio. Sabía que había sido una bruja con su secretaria, pero es que no podía sacar a Danielle de su cabeza. Ella había correspondido a sus besos, a todos y a cada uno de ellos ¿De verdad el hecho de que ambas tuvieran una pareja era lo que la frenaba para entregarse a sus brazos? Aemma tenía la sensación de que había algo más, algo que se escapaba de su comprensión.

De pronto, unas manos la sujetaron de la cintura y una boca le depositó suaves besos en el cuello. Reconoció de manera inmediata ese perfume y giró para encontrarse cara a cara con un rostro femenino tan conocido.

—Jav... ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste?

—¡Cuánta alegría al verme! —Jav la sonrió de medio lado—. No es la reacción que esperaba, pero bueno, llegué hace un rato y vine directo a verte porque te extrañé, aunque tú a mí parece que no.

—Lo siento es que me agarras de mal humor. —Aemma Intentó justificarse, dibujando una suave sonrisa en su rostro—. Claro que te extrañé.

—Puedo quitarte el mal humor de la manera que más te guste.

—Jav, estamos en el trabajo y no es correcto —se quejó Aemma.

—No va a venir a nadie —dijo Jav. Obviamente, ya habían tenido sexo en la oficina antes.

—Pero está Cam...-

—Prácticamente, la corriste y ahora quiero que te corras.

Jav sonrió con cierta picardía antes de besarla sujetándola con fuerza contra ella. La recostó con delicadeza sobre el sofá, desprendiendo su camisa. Aemma no podía poner resistencia porque el poder sexual que tenía Jav sobre ella era algo que no había cambiado en todos esos años.

El placer físico que esa mujer le otorgaba siempre había sido como una droga, por eso la dejaba hacer con ella lo que quisiera.

Mantenía los ojos cerrados y en su mente solo podía imaginar a aquella morena de ojos grises. Y la culpa la invadía en una sensación extraña, por lo que se vio obligada a abrir los ojos mientras Jav besaba su cuello y fue entonces que la vio.

 De pie, al lado de la puerta, Danielle observabala escena y en sus ojos había decepción.

||10||✓

///////////////////

La dedicatoria de este capítulo es para LGBT-Comunidad       a quienes agradezco por las lindas palabras que tuvieron conmigo y la acogida de esta historia.

🌈 #loveislove
❤️🧡💛💚💙💜 Amar es un derecho, no dejes que el odio y la ignorancia de los demás te impidan vivir algo tan bonito. El amor simplemente es amor.

Un abrazo enorme para quien lo necesite! 
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