Natasha cayó agotada encima del supersoldado. Su agradecimiento estaba yendo por buen camino con la cantidad de orgasmos que había provocado en el rubio. Por supuesto que Steve no se había quedado atrás y había aprovechado para mostrar sus nuevos dotes en el arte de satisfacer a una mujer.
La pelirroja rio por lo bajo cuando el audible gruñido de su estómago fue percibido por Rogers. Se habían olvidado de los demás asuntos que no estaban relacionados con lo que sucedía en la cama del capitán.
―Yo también necesito alimentarme ―admitió el hombre.
―¿Por qué no pides que nos traigan la cena?
Él la observó confundido.
―¿Dejaremos que nos vean juntos?
La rusa bajó de encima del capitán y tomó la sábana para cubrirse.
―No será necesario. Puedes llamar al comedor y ordenar algo. Eres el capitán América, no se negarán a complacerte con lo que pidas.
Steve no parecía muy convencido. Ya había pasado una hora y media de la hora límite en la que podían ordenar la cena. No le agradaba la idea de aprovecharse de su fama para conseguir algo.
―Si sientes que pides demasiado... Deberías abrir la puerta en toalla y con gotas de agua deslizándose por tu pecho. Estoy segura de que eso retribuirá el favor de traer la comida hasta este nivel.
El rubio estiró el brazo hasta el teléfono en su mesita de noche y marcó el número del comedor. Charló algunos minutos con la amable cocinera y colgó después de que ella prometiera enviar a una de sus ayudantes con su pedido. Mientras tanto, Natasha revisó sus mensajes en el celular. Ya habían enviado la hora y lugar del entierro de los agentes que habían perecido en la última misión. Rogers debía estar en el funeral como líder del equipo y Natasha como una sobreviviente.
―Es la parte menos divertida de este trabajo ―Romanoff hizo una mueca mientras pensaba en el conjunto negro que utilizaría.
Steve la abrazó por detrás. Había sentido una conexión especial entre los dos y no estaba dispuesto a ignorar eso.
―Cada misión puede ser la última, Nat. Me alegra que estés aquí conmigo en este momento y no en la lista de fallecidos.
―Eso te lo debo a ti.
―Yo estoy seguro que hubieras hecho lo mismo por mí.
La mujer se volteó para darle un largo beso. Aunque Steve le gustaba mucho, su misión era vigilarlo, no salvarlo, así que no tenía planes de arriesgar su vida por ayudarlo.
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Romanoff fue hasta su departamento para vestirse. Esperó algún mensaje de algún miembro de HYDRA sobre lo acontecido en la misión, pero este nunca llegó.
En el funeral, permaneció al lado de Hill y Barton. Los familiares de los agentes caminaron al lado de los féretros en la marcha inicial que terminó en la zona delineada por cintas blancas. Después de que los cajones de madera fueran acomodados sobre los soportes puestos uno al lado del otro, Steve subió al pequeño podio para decir unas palabras en representación de SHIELD. Los presentes quedaron conmovidos con el discurso del capitán América, quien después se acercó a cada madre y viuda para expresar sus sinceras condolencias. El supersoldado tenía un don para ganarse a las personas cuando el asunto estaba relacionado con el trabajo que tanto amaba.
La pelirroja no pudo dejar de pensar en que de no ser por la intervención de Steve, era muy probable que sus restos también hubiesen terminado en esa ceremonia. A diferencia de los demás, ella no tendría familiares ni amigos que asistieran para despedirse cuando llegara su hora. La incomodidad que experimentó la obligó a retirarse temprano del funeral.
Caminó de regreso para despejar su mente. Se le ocurrió que era el momento adecuado para aprovechar el hecho de que Steve no estaría en su departamento. Se decidió a ir hasta allí y esconder micrófonos, así podría estar al tanto de lo que hacía el capitán cuando ella no estaba con él.
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Al día siguiente, resolvió ir a una de las instalaciones secretas de HYDRA con la excusa de querer hablar en persona con Pierce, a sabiendas de que era poco probable encontrar allí el líder de la organización. Lo que en realidad quería era descargar algo de la ira que sentía hacia el Soldado de Invierno. Nadie le quitaría de la cabeza que lo había visto apuntar en su dirección con la bazuca.
Los guardias le permitieron el acceso después de reconocerla. Se dirigió a la sala de entrenamiento y no encontró a nadie. Entonces fue al gimnasio. Llegó en el momento justo en que Barnes se disponía a ejercitarse. Sonrió hacia él para llamar su atención. Luego, lo observó con los brazos cruzados mientras él se acercaba a ella.
―Natalia, me sorprende verte por aquí.
La pelirroja lo hizo callar con un fuerte golpe en el rostro. A pesar del dolor en su mano, se las arregló para darle otro puñetazo con la misma intensidad. Los guardias que vieron la escena se acercaron para separar a la rusa del hombre.
―¿Qué sucede contigo? ―preguntó el hombre con brazo de metal.
―Estuviste a punto de hacerme volar en pedazos junto con el helicóptero.
―Creí que Pierce te había advertido que iríamos.
―Lo hizo, eso no significa que me haya explicado todo el plan.
Strucker llegó hasta allí, atraído por el alboroto que se había ocasionado con los agentes interesados en presenciar la discusión.
―Agente Romanova, acompáñeme a mi oficina ―habló el líder.
La mujer lanzó una mirada de infinito disgusto hacia James antes de seguir la orden de Strucker. La suerte estuvo de su lado cuando encontró a Pierce sentado en la silla del Barón.
―No me informaron que vendría a las instalaciones, Romanova ―comentó el hombre con traje oscuro.
Strucker se sentó en uno de los puestos frente al escritorio mientras que ella se negó a ocupar el lugar vacío a su lado. Prefirió quedarse en pie para verlos desde arriba.
―¿Les sorprende verme con vida?
Pierce frunció el entrecejo, sin comprender.
―¿Quieres explicarte?
―¿No diste la orden de que Barnes me asesinara? Porque no le importó disparar un explosivo en mi dirección.
―Así que por eso fue el altercado de minutos antes ―comentó Strucker.
―Un puñetazo es lo mínimo que se merecía de mi parte.
―El soldado de invierno fue advertido de que estarías allí ―habló Alexander―. ¿Estás segura de que él te vio?
―Absolutamente ―afirmó.
Pierce se enfadó por la falla de su hombre más temido. Se puso en pie y se dirigió a Strucker.
―¿Por qué no me informaron de eso?
―No tenía conocimiento del suceso ―contestó el subordinado.
―Eso es inadmisible ―bramó.
Natasha disfrutó ver el nerviosismo de Strucker. La prepotencia de Pierce podía hacer palidecer a la mayoría de los miembros de HYDRA. Ella había tenido jefes peores, así que estaba acostumbrada y permaneció con la mirada seria y una actitud enfadada.
―Retírese, agente Romanova ―pidió el Barón.
―Lo lamento, pero no he terminado con lo que tenía que decir. No estoy dispuesta a seguir trabajando con personas que podrían atentar en mi contra.
―El trabajo que estás haciendo es muy bueno... ―comentó Pierce―. Me aseguraré de que Barnes no vuelva a cometer un error tan grave. Strucker, ordena que preparen todo para que le borren la memoria al Soldado del Invierno.
Natalia se quedó en las instalaciones de esa base hasta que logró ver a Barnes gritar, todo lo que el protector bucal que le habían puesto le permitía, mientras un científico sostenía unas paletas especiales en las sienes del hombre y una máquina controlaba los avances del procedimiento. En ningún momento, sintió empatía por el Soldado del Invierno. Las fallas debían pagarse con castigos duros o se corría el riesgo de volver a cometer el mismo error.
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Al día siguiente, Steve le escribió a Romanoff para invitarla a desayunar. Ella le respondió que ya tenía planes para otra actividad y le envió la ubicación donde podían verse en caso de que él tuviera ganas de acompañarla. El supersoldado se sorprendió cuando detuvo su motocicleta frente a una construcción bastante grande de una planta. Un letrero gigante señalaba que allí estaba instalado un gimnasio. ¿Por qué Natasha no había ido al Triskelion para entrenar?
Un hombre musculoso y con camisilla negra lo saludó detrás del mostrador.
―Busco a Natasha Romanoff ―le dijo.
―Romanoff... ―pasó un dedo encima de la lista del día que tenía en su libro de control―. Ella tiene reservado la sección B por una hora, debe estar allí ―informó.
Rogers agradeció y siguió las indicaciones de los carteles que le indicó el hombre. Cuando llegó a la sección B, comprendió la elección de lugar de la pelirroja. Natasha estaba caminando encima de una cuerda floja, a varios metros por encima del piso. La postura que estaba adoptando la hacía parecer muy confiada, como si aquel fuera su elemento.
―¿No deberías usar algún arnés? ―preguntó al ver que la red de seguridad que estaba abajo estaba desenganchada en dos extremos.
Romanoff giró la cabeza para mirar al recién llegado.
―Se pierde la diversión con tanta seguridad. Me gusta tener este tipo de control.
―No me parece muy segura esta actividad.
Debía admitir que lo perturbaba pensar en que la mujer pudiera caer y lastimarse.
―Es cuestión de equilibrio, capitán. Debes cuidar la respiración, la concentración y no hay que dudar.
La rusa llegó hasta el otro extremo de la cuerda con facilidad. Regresó siguiendo sus pasos, esta vez con más velocidad. Steve estaba demasiado tenso, pendiente de que ella hiciera un movimiento en falso y se tambaleara.
―¿Tienes planes de salvarme de nuevo?
―Me siento muy tentado a bajarte de allí.
Natasha hizo una pirueta para bajar directamente de la cuerda. Se inclinó hacia adelante para saludar como si hubiera terminado una presentación. Rogers se acercó y le dio un beso.
―¿Qué te sucedió? -preguntó al ver que tenía una mano vendada.
―Me golpeé, nada importante. ¿Quieres probar tu equilibrio? Puedo poner la red de seguridad y bajar la cuerda hasta el nivel de principiantes.
El hombre no se vio muy convencido de querer aceptar la oferta. Natasha lo ayudó a quitarse la chaqueta. Propuso comenzar con ejercicios simples de equilibrio para darle más seguridad. Lo persuadió por completo después de darle un largo beso.
A Nat solo le faltó la risa malvada jaja
¿Qué les pareció?
Nos leemos <3 <3