Fingían bien, pero todo era un teatro para ocultar su mundo de lavado de dinero. Lo maquillaban hablando cosas banales: comprar propiedades, sobre cuáles de los purasangres iban a cruzar, o que animal le daría las mejores crías.
Pero detrás de todas esas fachas estirada, no eran más que viejos. Pervertidos y asquerosos que llevaban una vida clandestina mirando por debajo de la falda de la mujer que les servía el café por la mañana.
En ese momento, pensaba que podía sobrevivir al resto de las horas que me quedaban para ir a clases con los viejos rabo verde en mi casa. Supongamos que si podía. La mejor opción que tenía era quedarme encerrada en mis cuatro paredes hasta que se fueran, y si no se iban, por lo menos me quedaban cientos de esas asquerosas barras energéticas que me obligaban a comer a diario.
La vida era un asco, pero siempre podía ser peor. Unos cuantos días antes de mi cumpleaños mis retinas habían dejado de ser vírgenes.
El mayor trauma de mi vida hasta ese momento había ocurrido; cuando encontré a una de nuestras sirvientas ligando uno de los amigos de mi padre, y no estaban exactamente conversando.
Solo hacían estas fiestas cuando mi madre estaba en campaña. Campaña a la que le invertía todo su esfuerzo y dinero. Las mujeres no eran muy apoyadas en la política y ella quería ser la mejor.
Ella era una mujer inteligente, joven y hermosa. Una activista de la alta sociedad. Mi padre había sido un nuevo rico, y claro, yo creía que se habían casado por el mutuo beneficio del dinero, no que yo había sido la causa de ello.
Mi abuelo no quería manchar el apellido de la familia y él necesitaba un heredero, por consiguiente, yo era una Becker legalmente y no había sido registrada en un principio con el apellido mi padre.
Era solo una adolescente abrumada que estaba viviendo en soledad. Con una madre que abonaba a su hija por semanas e incluso meses, porque el hambre mundial le parecía más importante que el maltrato psicológico que recibía su única hija a diario.
Pronto amanecería y las cosas se sentirían diferentes por unas pocas horas.
Soñaba con tener una vida libre. Libre de mi familia y libre de Amanda.
Tan solo era el día de mi quinceavo cumpleaños, pero la presión por su falta de expectativas era asfixiante; porque claro, ni siquiera era buena del todo para bailar ballet. No era la hija trofeo que deseaban que fuera.
No tenían el más mínimo interés en mí. No podía presumir de tener una hija perfecta, por el contrario, mi cumpleaños era una fecha que mis padres deseaban olvidar desesperadamente.
Había arruinado la vida de una joven adinerada, guapa y con toda una carrera por delante.
Ni siquiera podía ser una inquilina en mi propia casa, debía ser un total y silencioso fantasma. Me había acostumbrado a la soledad y al silencio. ¿Pero realmente me gustaban?
En esa época tuve a alguien que logró compensar esas dos cosas. Ese había sido Aiden.
Me gustaba Aiden. Claro que lo hacía.
Era una quinceañera suspirando en su cama por un chico.
Él había llegado a mi vida para regalarme su calma. La primera persona que me había dicho que no era una buena para nada, que tenía futuro, que podía ser una gran bailarina clásica. Que podía brillar.
En algún punto me creí sus palabras y comencé a buscar más de ellas. Si no iba a ser aceptada por mi familia, por lo menos sí sería aceptada por Aiden.
A él le gustaba verme bailar, pero Amanda pensaba que el baile era para las prostitutas. Irónico, porque realmente la prostituta era ella.
Era una mujer agraciada y joven. Ni siquiera llegaba a los treinta años, pero su constante ceño fruncido y el aura de bruja sobre su cabeza la habían convertido en un ser despreciable.

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Mátame Sanamente
Mystery / ThrillerCualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes y los ligues, incluso pueden pensar que tienen todo a la mano. Son amantes de los placeres de la vida y las reinas de la fiesta. Eso no va...
Capítulo 8
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