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O6. Yo soy tu amigo.

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Dominika despertó con un gemido ronco. El dolor era una constante que se expandía como una niebla densa por todo su cuerpo: moretones oscuros como tinta cubrían sus costillas, cortes aún sangrantes adornaban su rostro y piernas, y un sabor metálico persistía en su boca. Sus nudillos estaban rotos. Su mente, aún peor.

Los últimos días habían sido una espiral de locura. No recordaba quién era, ni su propósito dentro de HYDRA. Olvidó incluso el rostro de Alexander Pierce, ese que solía dominarla con una mezcla venenosa de autoridad y falsa ternura. Pero él no tardó en recordárselo. A golpes. Con choques eléctricos. Con promesas de grandeza envueltas en sangre.

Y Dominika... sonrió. Esa sonrisa torcida, peligrosa, casi infantil, nació después del último castigo en la silla. Porque por primera vez en mucho tiempo, no sentía miedo. Solo un deseo ardiente de romperlo todo.

Mientras tanto, Rogers y Romanoff escarbaban la superficie, hurgando en secretos que no estaban destinados a ser descubiertos. Cada paso que daban los acercaba peligrosamente al Proyecto Insight, el gran plan de HYDRA: utilizar el algoritmo de Zola para eliminar a cualquier individuo que representara una amenaza para su visión del mundo.

Pierce lo sabía. El tiempo se agotaba. Así que envió a su pieza más letal: el Soldado del Invierno. Bucky Barnes. El asesino perfecto. El hermano perdido del Capitán América. No habría final más cruel que ser asesinado por tu propio pasado.

Dominika, por primera vez, fue retenida en la base. No porque fuera débil, sino porque su inestabilidad la convertía en una bomba impredecible. Aun así, no le dieron descanso. Pierce quería a una máquina de matar tan pulida como Bucky. Fría. Precisa. Letal.

Y la estaba consiguiendo.

En combate, Dominika ya no tenía límites. Atacaba con risas ahogadas entre jadeos, lanzaba cuchillos como si fuesen juguetes y disfrutaba el estruendo de huesos rotos como una sinfonía. Cada entrenamiento era una orgía de violencia. No había empatía. No había freno. Solo caos. Ella era perfecta.

Steve y Natasha aún la subestimaban. Pensaban que el verdadero peligro era el Soldado. Qué dulce sorpresa se llevarían cuando ambos enfrentaran no una, sino dos armas perfectas de destrucción masiva. Aunque, claro, Rogers ya la había enfrentado dos veces... y seguía buscando respuestas. Ella lo sabía. Lo sentía. Como una cosquilla irritante detrás de la nuca.

Y llegó el día.

El gran enfrentamiento. La joya de HYDRA. Bucky fue enviado completamente equipado y flanqueado por un escuadrón de élite. Armas automáticas. Explosivos. Estrategias diseñadas por mentes brillantes y sin alma.

Steve, por su parte, llegó acompañado de Natasha y un aliado nuevo. HYDRA no lo consideró una amenaza. Error fatal.

La pelea comenzó con una tormenta de fuego y metal. Rogers se abría paso como un lobo acorralado, protegiendo a sus compañeros y derribando enemigos uno por uno. Natasha fue la primera en confrontar al Soldado, usando una grabación de voz para distraerlo. Un intento de estrangulamiento. Fallido. Él la lanzó contra una pared como si fuera una muñeca rota.

Pero ella tenía un plan B. Un dispositivo eléctrico colocado en su brazo metálico lo dejó inmovilizado unos segundos, el tiempo suficiente para que escapara y gritara a los civiles que huyeran.

No llegó lejos.

Un disparo soviético atravesó su hombro y la obligó a esconderse tras un coche. El Soldado se acercaba, implacable, con la muerte brillando en sus ojos... pero entonces apareció Steve. Justo a tiempo.

Y entonces empezó el verdadero espectáculo.

El puño de metal impactó contra el escudo de vibranium con una fuerza que retumbó en toda la cuadra. El Soldado le arrancó el escudo a Rogers y lo pateó con brutalidad, haciéndolo caer del capó de un auto. Disparó. Falló. Sacó una metralleta. Más disparos. Más fallos. Steve se levantó como un demonio herido y le pateó la mano, desarmándolo.

SOULMATES━━ BUCKY BARNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora