—Guau —bostezo mientras estiro los brazos todo lo que puedo.
Al instante abro los ojos y observo con pesadez la pared blanca del lugar.
—Buenos días, princesa —escucho como alguien bromea mientras me da besos en el hombro a la vez que acaricia mi cabello—. Ahora mismo pareces una linda gata.
—¿¡Qué?! —musito para después centrar mi visión borrosa en aquella mano tan suave.
Vislumbro la figura corpulenta de alguien aunque no es hasta haber pasado unos segundos que reconozco a Ariel. Es entonces cuando me ruborizo por ver su torso sin nada encima:
—¿Por qué estás sin ropa?
—Me he puesto los pantalones mientras te desperezas. —Besa mi frente y se coloca la camisa blanca.
La estira bien para quitar las arrugas, después comienza a poner los botones de color negro en sus respectivos agujeros.
—Entonces lo hemos hecho.
—Sí, es gracioso que no lo recuerdes. —Vuelve a tocarme el pelo de forma cariñosa, lo que hace que me sonroje más que antes.
—De eso no, pero sé que bailamos juntos aquella canción de la bella y la bestia.
—A, sí. Eso fue previo a la fiesta que se hizo en el pueblo.
—¿Fiesta? —solté poniendo una cara seria al no acordarme.
—Sí. —Hizo una pausa y añade molesto—: Te bebiste varios vasos de cerveza.
—A...
—Tienes muy poco aguante con el alcohol —dijo sin miramientos.
—Oye —le reprendo abochornada a lo que él me responde con un guiño mientras saca su lengua—. En fin, ¿qué hora es?
—Son las ocho de la mañana. —Mira en su reloj y sonríe al ver como vuelvo a recostarme sobre la cama
—¿Qué haces?
—Dormir —le respondo mientras tapo mi cara con la almohada de mi cama.
—¿No tienes entrenamiento? —comenta mientras se carcajea de la situación.
—Sí, pero no comienzan hasta las doce. Puedo dormir un rato. —Qué asco, se me había olvidado aquello—. Desde ahora prometo que no volveré a beber.
—Ya... Cariño, haz promesas más realistas. —Ariel, ya basta.
Tu risa retumba por toda mi cabeza. Dolorida por el ruido presiono con más fuerza el cojín en un deseo de que cese esta tortura.
Con el paso de los minutos logro calmarme al no escuchar nada. Tampoco es que esté el lugar en silencio, es solo que se escucha bastante flojo, como sino hubiese nadie o fuera ajeno a donde me encuentro.
Vuelvo a poner mi cara sobre el cojín. Ya ha probado un poco lo a gusto que me siento cuando me pongo encima suya y no quiero que se acostumbre. Doy algunas vueltas por la cama sin conseguir sacar nada en claro y me lamento de tirar el tiempo por no lograr desconectar mi mente y así dormir un poco.
Sigo así hasta perder la noción del tiempo, pero no me daré por vencida. Por suerte ya no me duele la cabeza como antes.
Una canción comienza a sonar cerca de aquí, sin embargo, no le presto atención. Lo mejor no es eso, sino, cuando se abre sola la puerta y algo comienza a ladrar. Cansada de intentar dormir levanto la cabeza y observo a un perro rosado con ojos verdes delante mía.
—Guau —ladra el can. ¿De verdad se cree que voy a entenderle?—. Ey, te estoy hablando.
—¿Qué? —artículo sorprendida.

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Una drag a Medianoche #ONC2022
RomanceElegir un número favorito debe ser como escoger el color que más te gusta. Por suerte, no hay imposiciones sociales. Por lo que puedes coger el siete, el doce o el veinticuatro. Entre el infinito mar de cifras. En mi caso, me quedo con el siete. No...