El coche lleva más de quince minutos apagado y Lena comienza a impacientarse. Está harta de esperar mientras vuelve a releer los mensajes que ha compartido con Kara. Sí, lo han arreglado, incluso antes de lo que esperaban.
Cuando la rubia se tumbó en la cama, no tardó en enviarle un mensaje al igual que la pelinegra tampoco tardó en responderle tras aparcar en su zona. Ambas coincidieron que no querían irse a dormir con las inquietudes de lo que iba a pasar y se tiraron hasta las tantas de la madrugada hablando y sincerándose una con la otra. Estuvieron de acuerdo de que no eran simples desconocidas, aunque siendo conscientes de que tampoco lograrían ser amigas del todo. Lena le repitió cuales eran sus intenciones, pero prometió no excederse ni hacer lo que le diese la gana y a Kara le bastó porque eso significaba que, al menos, era algo y seguirían el plan como si nada hubiera pasado. Estuvieron mejor cuando a lo largo de la mañana compartieron mensajes tontos como nunca antes, haciendo que se sintieran más tranquilas y aliviadas.
Pero, por muy bien que hayan quedado, no significa que ahora Lena tenga que aguantar la espera. Odia llegar tarde a los sitios y sabe que Kara todavía sigue sin estar completamente vestida porque le acaba de enviar un mensaje preguntando qué camiseta debería ponerse.
—Se acabó —suspira la pelinegra saliendo del coche.
Se dirige al portal y aprieta todos los números con la esperanza de que algún vecino le abra porque sabe que Kara no lo va hacer. Se adentra en edificio cuando uno de ellos le da acceso sin ni siquiera preguntar quién es —seguridad impecable— y toma el ascensor para llegar al piso correspondiente. Menos mal que estuvo presente en la conversación que Kara tuvo con Nia para saber el número de su puerta, aunque Lena aseguró que aporrearía cada una de ellas hasta dar con la suya.
—¿Quién es?
—Abre, Kara.
—¿Lena?
—No, el monstruo de las galletas —se burla la pelinegra.
—¿Qué pasa, monstruo de las galletas? —pregunta la rubia intentando sonar a broma porque sabe la razón de por qué está al otro lado de su puerta. Nunca se da cuenta de la hora.
—Como no abras en cinco segundos, echo la puerta abajo. Primer aviso —amenaza dándole un suave toque a la madera.
—¡Estoy medio desnuda! —grita Kara avergonzada.
—¡Tampoco me voy a asustar! —rebate Lena exasperada.
—¡Ese es el problema!
—¿¡Quieres que tus vecinos...!?
—Joder, Lena. —Abre la puerta de par en par—. Dijiste que...
—Sí, también dijiste que estarías lista para la hora y ahora tenemos cinco minutos de margen —regaña con un suspiro—. ¿Puedo pasar, cubre tetas? —se burla al ver que se ha tapado el torso con su sujetador y brazo, pero frunce el ceño cuando la rubia comienza a mirarla de arriba abajo.
—No me lo puedo creer...
—¿Qué?
—¿Te has puesto traje para ir a un partido de béisbol? —pregunta Kara sin parar de observar su chaqueta azul marino.
—¿Y qué tiene malo de eso? Cuando voy al circo no me visto de payaso —razona Lena autoinvitándose a entrar.
—Solo tienes que ponerte la nariz roja —bromea con una pequeña risa.
—Kara, te juro que...
Los ladridos de Lucky interrumpen la discusión y la pelinegra mira al border collie que está a unos pocos metros en posición defensiva. Comienza a gruñir y la dueña no tarda en cerrar la puerta para correr hacia él y calmarle. A Lucky no le gustan los desconocidos y menos cuando gritan en su propia casa. Kara tiene la certeza de que su perro es capaz de sentir las malas vibraciones, el aura negativa e incluso a las malas personas. De hecho, más de una vez le ha mordido a Imra y ya llevaban tiempo juntas. Ahora le encuentra sentido.

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A tu izquierda | Supercorp (Lena G?P)
FanfictionKara Danvers, a pesar de todo, tiene una gran vida: un trabajo estable como reportera en CatCo Worldride Media; un apartamento acogedor con el que siempre había so?ado; una familia genial que la apoya en todo; Lucky, su fiel compa?ero border collie...