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El último juego, por así decirlo.
Una última petición que Katsuki acepto después de rogarle todo un día.
Se podría decir que era de las peticiones más tranquilas, de entre todas las otras opciones, y fue por eso que en parte Katsuki aceptó.
Así que ahí está, sentando en su silla giratoria mientras espera a que el rubio salga del baño.
Los minutos se sienten eternos, tanto que es capaz de pararse y entrar al baño, pero no lo hace porque Katsuki lo mataría.
Obvio, ese pensamiento pacifista desaparece de su cabeza cuando media hora después Katsuki no omite sonido alguno y tampoco tiene intenciones de salir.
Así que con un gran suspiro se levanta de la silla y camina hacia la puerta de madera, toca tres veces y espera una respuesta.
— Cariño... Si no sales yo voy a entrar, y la cosa no será suave una vez este dentro...
Un breve silencio le sigue a aquellas palabras, para después oírse algo caer dentro del baño.
Izuku se alarma un poco ante aquello así que, con mucho pesar (obviamente) entra al lugar y busca con la mirada el objeto que produjo aquel ruido.
Aunque eso no duró mucho al toparse con un rubio sentado en la bañera de manera fetal.
Sus defensas decayeron al ver a su rubio de esa manera, sintiendo un terrible golpe de culpa.
— Dios, Kacchan ¿Estas bien? — sacude la cabeza — que pregunta más estúpida.
— La verdad, lo es — dice, desviando la mirada a otro lugar que no sea el torso desnudo del peliverde.
— Si no quieres esta bien, cariño. Mejor veamos una película, comamos algo y después hay que dormir abrazados — todo eso lo dice mientras entra a la bañera y se sienta, quedando frente a frente con el rubio.
— No es eso...
— Oh... ¿Entonces?
Las mejillas blanquecinas se tiñen de rojo, sus manos se mueven nerviosas por sus piernas y su labio inferior tiembla antes de hablar.
— Es raro... Yo... Me siento avergonzado...
Izuku se queda en silencio y después lo mira con una sonrisa divertida — Eso es muy... — trata de hablar, pero la risa parece querer ganarle.
— ¡Ya sé que hicimos peores cosas, mierda!
Izuku asiente en silencio y lo mira fijamente, con esa típica mirada depredadora que le da cuando va a hacer algo que el sabe que no es una buena idea.
— Pero aún así tú llevas puesto la ropa que te di... Y te queda taaan bien...
El cuerpo del rubio cenizo se estremece al oír aquello, siendo aún peor la reacción en automático que sufrió su entrepierna ante la rasposa voz.
