17 años habían pasado desde lo acontecido, Celeth ya no era más una pequeña niña, se había convertido ya en una mujer adulta, misma que era respetada y odiada por algunas personas en específico, la belleza excepcional que poseía fue bien recalcada al ser acompañada por un cuerpo escultural que pocas mujeres se atrevían a criticar.
Los años pasaron y con ellos remendaron las heridas, todo recuerdo trágico se había vuelto vago. El problema era que, aún existía un sentimiento persistente que no podía ignorar pese al largo tiempo que había pasado. Ahora formaba parte de una de las familias más conocidas y poderosas de Italia. Sin embargo, cabe mencionar que era totalmente desconocida por aquellas normas que regían el país...
-¡Celeth!- Necesito que vengas urgentemente -Gritó el jefe de la familia desde el otro lado de la inmensa casa en la que residia.
Había estado llamándole por un rato, hasta que desde lo extensos jardines que poseía la residencia; escuchó el llamado de su padre adoptivo, el cual estaba lejos de ser un padre, para ella era como un jefe al que debía servir incondicionalmente, esto en agradecimiento por haberla cuidado durante los años pasados. Intrigada, atendió a su llamado y con gran calma se dirigió a donde se encontraba. Sentado al otro lado de su escritorio mantenía la vista fija en los papeles que administraba. El señor D'Meynet, este era el apellido que distinguía a todos los parientes cercanos. Junto a la señora Lia D'Meynet, adoptaron a Celeth desde pequeña, la criaron al lado de su hijo menor Carlo D'Meynet.
La Casa de los D'Meynet era una familia prestigiosa y altamente reconocida en la sociedad italiana, Vivían lujosamente gracias a que en su mayoría sus integrantes eran empresarios exitosos, o al menos esto le hacían creer a la mayor parte del gentilicio Italiano. Pocos conocían la verdad tras esta familia.
-¿Me llamaba, señor?- Preguntó Celeth con una voz totalmente calmada.
-Si, por fin me has escuchado- Contestó sin quitar la vista de sus documentos.
-Lo lamento, pero me temo que es complicado escuchar su voz desde el otro lado de la casa.
-No importa- contestó el señor D'Meynet con poco interés. -Necesito que mañana a primera hora te dirijas a la empresa de nuestra familia y recojas los papeles que te entregara mi asistente, contienen información muy valiosa para el desarrollo futuro de nuestra compañía.
¿Que clase de información? -Pregunto intrigada.
-Esto solo es una estampa para cubrir la verdadera información que realmente necesito. Tengo la sospecha de que existe un blanqueo de capital por parte de la familia Ortega.
-¿La casa de los Ortega? - Pregunto extrañada- Otra familia igualmente poderosa e influyente en la que habían acuerdos de por medio, de los cuales algunas veces se dudaba de su veracidad.
-No lo hemos confirmado del todo aún, es por eso que necesito esos papeles y una última cosa.-Contesto intrigante-
-¿Una última cosa? ¿Qué es lo que necesita?-Preguntó con gran curiosidad
-Ya verás, pero antes necesito esos papeles- dijo el señor D'Meynet regresando la vista a sus documentos.
-Por cierto ¿Te has encargado ya de ese hombre?- le dijo demandante
-Aún no padre, no lo he hecho- le contestó sin interés alguno.-Estaba pensando en bajar en este momento.
-Recuerda, sin piedad hija mía-inexpresivo advirtió
-No necesitas decirlo- miró Celeth con desdén
-Eso es todo, Ahora puedes retirarte.
Recibida la orden de su padre; Celeth solo giró y salió de la habitación. Había despertado una curiosidad que la carcomía, sin embargo sabía que no podía obligar a su padre a contarle, al menos no por ahora.
-Si realmente la familia Ortega organizó un blanqueo de capital a perdida nuestra, mi padre ordenara matar a todos aquellos que estén involucrados, lo malo de todo es que... Seguramente me mandara a mi para terminar con ellos; como si tuviera el tiempo suficiente para hacer sus mandados - Pensó.
-Necesito averiguar algo de información sobre la situación- suspiro agotada -pero antes, tengo que lidiar con una asquerosa cucaracha que se metió al sótano, que vida la mia.
Se encontraba bajando por unas largas escaleras que conducían a una de las partes bajas de la mansión. Al llegar, estas tapaban con una gran reja de metal ya oxidada por el transcurso de los años, de su bolso sacó una pequeña llave y con ella abrió el candado que aseguraba a esta.
Emanaba de ese lugar un fuerte olor a humedad, podría decirse que era todo lo contrario a la mansión, las paredes eran de piedra, la luz tenue resplandecía de sutiles y pequeños focos que colgaban del techo, en cada una de las habitaciones formadas por sólo tres paredes, se encontraban dentro mesas de madera bastante desgastadas y sobre ellas varios objetos de metal oxidado, los cuales sería complicado describir con exactitud su función, en pocas palabras este lugar era inhabitable.
Continuará...

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Romance?Existe realmente el destino? ?Cómo sabremos lo que pasará a futuro? Nadie asegura nada. La vida se vuelve un ciclo interminable de altas y bajas donde perder no es una opción, al menos no para mi.