¿Por qué Nina sabía cómo se llamaba mi madre? ¿Cómo que Astra iba a volver a verla? ¿Acaso ella no estaba muerta? ¿Por qué los Twilight sabían de esto? ¿Qué buscaba Nina intentando hacerse pasar por Ray e irrumpiendo en el castillo?
— ¿Qué es eso de volver a verla? Quiero una explicación —ordené.
—A ver, no me enteré de mucho porque no era algo que debiese saber, sin embargo —pausó y puso mala cara—... a lo mejor no te sienta bien escucharlo, ya que era tu madre.
—No quiero tu compasión ahora —dije tajantemente.
—Bueno, tú lo has querido —sonrió—. Digamos que tu madre está viva —¿cómo? No, no era posible. ¿Había vivido engañado todo este tiempo?—, la torturaron tanto que le frieron el cerebro, pero al parecer gracias a no sé qué tecnología han logrado traerla de vuelta a la vida, aunque con algunos errores pequeñitos.
— ¿Por qué torturaron a mi madre? ¿Qué fue lo que les hizo para que la terminaran matando? —necesitaba saber todo lo que estaba ocurriendo, por qué mi madre se había visto envuelta en aquella situación y qué tenía que ver con todo eso.
Me miró extrañada, como si no lograse terminar de comprender algo.
— ¿Cómo que no lo sabes? Deberías de saberlo —me dijo.
—Pues no, no lo sé, así que déjate de juegos.
— ¿Es que acaso no te suena de nada el “Proyecto Vepxy”?
—Sí, claro que me suena, estuve viendo las cintas —dije, ¿pero qué tenía que ver con eso?
Nina comenzó a reír a carcajadas, y todos se quedaron en silencio en la habitación.
—Eres muy gracioso, ¿en serio no lo sabes? —negué enfadado y se rio aún más fuerte— ¡Tú eres el Proyecto Vepxy! ¡Y tus padres solamente fueron sujetos de prueba que acabaron muriendo! —siguió riendo como una lunática tras aquello.
El mundo se me cayó encima con esas simples palabras. ¿Era lo que habíamos estado buscando todo el tiempo? Ahora lo había confirmado, por mi culpa Ray y Dan habían muerto. Pero y Astra… ¿Cómo me había podido hacer esto a mí?
—Para ver a mi madre, ¿qué es lo que debe de dar a cambio? —tragué saliva, me estaba comenzando a encontrar irremediablemente mal.
—Te tiene que dar a ti —sonrió—, entonces te matarán y torturarán, harán experimentos con tu cuerpo y luego te desecharán, todo con tal de que no te metas en su camino.
¿Astra pretendía hacerme todo eso solo por ver a mi madre?
— ¿Mi padre está vivo? —me atreví a preguntar, con un poco de esperanza.
—No, Astra dijo que quemaran el cuerpo, que ella no lo quería para nada.
Mi padre estaba muerto definitivamente, y todo por ella. ¿Que me quería proteger? Mentiras. ¿Que me quería? Falso. ¿Que quería que estuviera a salvo? Quería que su producto estuviera a salvo. Nunca fuimos una familia de verdad y ahora me daba cuenta de todo.
—Astra es una diosa, ¿no podría librarse de los Twilight en un pestañeo? —preguntó Leo.
—No quiere arriesgarse.
—Pero, ¿qué quieren exactamente los Twilight? ¿Por qué están montando todo esto?
—Quieren que nuestro mundo cambie por completo; quieren llegar al poder, exterminar a todas las razas que den indicios de ser una amenaza y experimentar con los que se rebelen —explicó la cambiaformas.
—Y para eso necesitan a Goliath —dije—, sin él y sin Astra no son nada.
—Ciertamente, pero Goliath podría ser lo más semejante a un semidiós, y ciertamente creo que podría vencer a Astra. Por lo que me han contado mis fuentes, pudiste hacerle frente a Astra una vez y estando herido, ¿no?
—Sí, y no volví a probar el estar contra ella.
—Pues ten en cuenta que Goliath es, por lo menos, diez veces más fuerte y poderoso que tú en todos los aspectos.
—El problema es que ellos tienen a Goliath en su poder —dije resentido.
—Yo ya he dicho todo lo que sé.
—Leo, Enzel, tenemos que hablar en privado —dije, saliendo de la habitación.
Ambos me siguieron y nos quedamos a pocos metros de la puerta.
—No hay nada que nos garantice que está diciendo la verdad —se apresuró a decir Leo.
—No intentes protegerme, Leo. Lo que ha dicho es verdad, tiene más sentido así que si fuera otra persona.
—No voy a dejar que te maten, Ethan, entiéndelo —intentó acercarse a mí, pero aumenté la distancia entre nosotros.
—Tampoco voy a permitir que os pongáis en peligro por mi culpa —dije.
—Ethan, independientemente de que te entregues o no, según lo que nos ha contado esa chica, todo el mundo está en peligro si no lo detenemos antes —dijo Enzel.
—Además, casi logramos rescatar a Goliath la primera vez que lo encontramos, así que lo conseguiremos en una segunda —dijo Leo.
—Primero debemos trazar un plan, no podemos apresurarnos —dijo el rey.
—Debemos tender una trampa lo suficientemente importante para Astra como para dejar a Goliath únicamente con aquel médico —dije.
—River no sirve, ¿verdad? —apuntó el demonio.
— ¿Acabas de decir que deberíamos usar a nuestro amigo de cebo? —me enfurecí.
—No, acabo de decir que a lo mejor River todavía le tiene que entregar algo importante, así como los documentos que hicieron posible el hecho de crear a Goliath, ¿no crees? —aquellas palabras tenían un doble filo que yo no estaba dispuesto a aguantar.
— ¿Acaso quieres perder más amigos? ¿No te ha servido de nada la visita espiritual rara de Dan? —solté.
— ¿Cómo que la visita de Dan? ¿De qué estás hablando? —genial, desde luego no dormir y pasar por tanto estrés me estaba pasando factura. Desde luego debía parecer un payaso.
— ¿Acaso no ha ido a visitarte a ti también? Ella me ha dicho eso.
— Siento decirte que no me ha venido a visitar, pero ahora que lo dices, puedo intentar entender y poner en práctica algunas cosas que me dijo antes de morir.
—Dan era muy buena persona como para estar en el infierno en verdad —aunque aquella alucinación hubiera sido real, no tenía sentido que alguien tan buena con Dan pudiese acabar encerrada aquí.
—Auch, eso ofende —replicó el príncipe.
—Ethan —me llamó Enzel—, ¿crees que serías capaz de pelear contra Astra?
¿Yo? ¿Pelear contra Astra? Había dos opciones de desenlace: una, acababa muerto; y dos, acababa muerto.
—No creo que pudiera vencerla —confesé sin dilación, no iba a darle falsas esperanzas.
—No me gusta poner en peligro la vida de mi hijo, pero ¿crees que si os unís podrías vencerla? —no me esperaba esa contestación.
—Eso sería ya más bien una posibilidad, Leo casi se la carga en su forma demoniaca.
—Entonces, eso haremos —concluyó el rey—. Buscaremos un cebo e iréis a por Goliath, pero si os encontráis con Astra, combatís. No pienso tolerar ni una baja más, da igual de qué raza sea, ¿no, Leo? —se dirigió a él, y entre las miradas de ambos se pudo descifrar un mensaje que ambos necesitaban entender.
—Combatiremos hasta que nos quedemos sin aliento —me dirigí a Enzel y le susurré al oído—, y si alguno tiene que morir, le aseguraré que seré yo.
Si querían poner en peligro todo lo que conocíamos, iban a tener que pasar primero por encima de mi cadáver.
Si querían guerra, la iban a tener, aunque eso significase dejar atrás el yo que conocía hasta el momento.
—Iré con vosotros, como rey y como padre, he de protegeros; esa es mi labor —dijo Enzel.
—No puedes venir, papá. El reino te necesita, ¿y si se vuelve a colar gente en el palacio? —advirtió Leo, y eso me recordó a algo que me dijo la primera vez que bajamos aquí.
—Hey, hay un traidor entre nosotros —me miraron asombrados—, o al menos, hay un demonio que está de su lado. Si no, no hubiera podido aparecer Nina aquí abajo, ha tenido que venir con alguien más…
— ¡Nos están atacando! —gritó un guardia apresuradamente.
No podía pasarnos justo ahora.
Enzel cogió rápidamente y siguió al guarda que nos había avisado previamente. Llegamos a una sala del castillo que era desconocida para mí; sus paredes eran oscuras y hechas de ladrillo, mientras que armas de todo tipo colgaban del techo y las paredes.
—Ethan —comenzó el rey—, tú combatirás con magia, pero si te ves en apuros, utiliza esta espada —me tendió una espada plateada con un mango negruzco—. Leo, tú utiliza el arco y el hacha, vete a las partes altas del castillo y dispara a todo lo que te parezca una amenaza.
— ¿Incluso si son demonios? —dijo horrorizado.
—Ya no podemos fiarnos de nadie —sentenció—, en esta batalla todos somos enemigos.
— ¡No puedo atacar a nuestra población!
—Oh, sí. Claro que lo harás —le retó con la mirada y Leo no pudo ni mover un músculo—. Eso pensaba; ahora vete a la parte superior del castillo. Ethan, tú conmigo.
Enzel salió del cuarto y seguí sus pasos, hasta que un fuerte agarre en mi muñeca hizo que me girase.
—Prométeme que volverás con vida —su mirada estaba clavada en mí.
—Volveré —me zafé de su agarre y seguí al rey.
Leo debía darse cuenta de que las muertes no iban a parar si seguía siendo tan débil.
Me puse a la misma altura que Enzel y nos dirigimos al ala este del palacio, donde se encontraban varios guardias intentando detener la amenaza.
“La amenaza”, ese nombre le quedaba como anillo al dedo.
— ¡Cubríos! ¡Si os llega a atacar directamente moriréis! —gritó el rey a mi lado—. ¡Ethan, te necesitamos! ¡Necesitamos tu magia!
Iba a combatir con mi propia creadora, con la que me había visto crecer y con la que me quería ver perecer.
Astra estaba flotando ligeramente y ya había matado a varios de los demonios de la guardia real. Sus ojos se habían tornado morados y su pelo se elevaba hacia los lados, como si no existiera la gravedad a su alrededor.
Comencé a lanzar ataques torpes, gesto que la hizo reír a carcajadas, sabía que me subestimaba, pero no tanto como para reír a cada paso que daba en el mundo de la magia, como si no fuera un hechicero, como si solo fuera un simple humano…aunque ahora ya ni siquiera era eso. Ahora era una masa deforme hecha con la sangre de otras personas, con la vida de otras personas, era como una máquina con corazón, como un muerto que desease no haber nacido.
Leo tenía razón, era un muerto en vida.
No podía dejar que esos pensamientos me abordasen, debía de matar a la mujer que tenía frente a mí como fuera posible, incluso si debía morir para acabar con su existencia.
Lanzaba todos los ataques que tenía a mi disposición sin tregua alguna, mientras que los guardias combatían como podían contra la diosa. Astra no parecía cansada, sino más bien como si esto fuera un simple juego de críos para ella.
Me hervía la sangre, y la sensación que se apoderaba de mí en momentos concretos había vuelto a aparecer. Estaba más decidido que nunca, iba a asesinarla antes de que se pusiera el sol de nuevo.
Perdí el control de mí mismo, no supe qué sucedió.
Cuando desperté todo era sangre. Sangre de cristal. Fundida como el vidrio entre la magia y las vísceras de todo aquel que me rodeaba.
EST?S LEYENDO
SANGRE DE CRISTAL
FantasyLa paz pende de un hilo, todos quieren la corona. Un proyecto secreto que lo cambiará todo, azotando la aparente vida perfecta, pero recluida de cierto chico. Los fantasmas del pasado vuelven a desvelar la verdad. ?Qué harías si tu rival no fuera ta...
