??Mi Salvación??

ꕥ𝑨𝒏̃𝒐𝒔 𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔...ꕥ

—Pasen al experimento 001. Empezamos con las pruebas físicas y luego evaluaremos su resistencia con las inyecciones —ordenó una voz firme desde el fondo de la habitación, resonando como un eco frío e impersonal.

El sonido de pasos sincronizados llenaba el pasillo mientras los escoltas escoltaban a una pequeña niña de apenas cuatro años. Vestía una bata blanca que le quedaba demasiado grande, y sus pies descalzos rozaban el suelo helado. Cada paso suyo estaba cargado de miedo, su pequeño cuerpo temblando como una hoja al viento.

Cuando cruzaron la puerta, los ojos de la niña se encontraron con la vista de una habitación amplia y estéril, iluminada por luces intensas que parecían agrandar las sombras de las personas que la rodeaban. Había decenas de figuras en batas blancas, moviéndose de un lado a otro, sus rostros ocultos detrás de mascarillas y gafas de seguridad. La atmósfera estaba cargada de tensión y curiosidad, como si todos esperaran ansiosos el siguiente momento.

Diana, con su cabello blanco como la nieve y ojos azules llenos de inocencia, apretó los puños con fuerza. Quería correr, esconderse, gritar, pero sus piernas apenas la sostenían.

Afortunadamente, no estaba sola. A su lado estaba su único consuelo: un hombre que ella veía como una figura paterna. Él se agachó frente a ella, mirándola con una mezcla de tristeza y determinación, sus palabras suaves intentando perforar el muro de su miedo.

—Tranquila, Diana —le dijo, colocando una mano cálida sobre su pequeña cabeza—. Son mis compañeros, ¿recuerdas? Me dijiste que querías ser una gran hechicera.

La niña asintió lentamente, con las lágrimas luchando por salir de sus ojos. Sus dedos se aferraron a la mano de él como si fuera su única ancla.

—Ahora será posible, Diana. Con esto no sólo tendrás habilidades sobrenaturales, sino que también serás increíblemente fuerte. Podrás proteger a quienes amas, incluso a tu comprador.

—¿Dolerá? —susurró la niña con un hilo de voz, mirándolo con ojos tan llenos de temor que hicieron que su corazón se encogiera.

Él respiró hondo antes de responder. No podía mentirle, no a ella.

—Sí, mi pequeña... —admitió con un nudo en la garganta—. Pero estaré aquí contigo. Aliviaré tu dolor y te cuidaré.

Con cuidado, la levantó en sus brazos, como si temiera que se rompiera en pedazos. La niña enterró su rostro en su pecho, buscando un refugio momentáneo de lo que sabía que venía. El sonido de los pasos del hombre resonaba con un eco solemne mientras la llevaba hacia una silla rodeada de máquinas intimidantes, con cables y agujas que parecían pertenecer más a una pesadilla que a la realidad.

Cuando la colocó en la silla, Diana lo miró una última vez, sus ojos suplicando respuestas que él no podía dar. Entonces, las máquinas se encendieron, llenando el aire con un zumbido ensordecedor, y la pesadilla comenzó.

Los gritos de la niña perforaron el aire mientras el primer aguijonazo de dolor recorrió su cuerpo, un sonido que hizo que incluso los técnicos más endurecidos apartaran la mirada. Pero él permaneció allí, sosteniendo su mano, murmurando palabras de consuelo entre dientes apretados mientras su propia alma se desgarraba al verla sufrir.

Era el comienzo de un sufrimiento que ni ella ni él podrían olvidar jamás.

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°2019°

La Tierra había sucumbido ante su peor enemigo: la propia humanidad. Durante años, el hombre ignoró las advertencias, explotando recursos, contaminando y alterando el equilibrio natural. Finalmente, la catástrofe llegó como un castigo inevitable. El aire, una vez vital, se volvió denso y apenas respirable. El agua, antes fuente de vida, se transformó en un líquido ácido que quemaba más que saciaba. Y el clima, tan impredecible como letal, oscilaba entre un calor abrasador que calcinaría cualquier forma de vida y un frío implacable que congelaba hasta los huesos.