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4 pájaros de un tiro

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Capítulo 30

Jinx

Abrí los ojos con cansancio, sintiendo cómo una punzada de dolor me recorría todo el cuerpo. Estaba en mi habitación, era imposible no reconocer las paredes dibujadas con mis garabatos y diseños. Volteé la cabeza con dificultad, viendo a Silco a mi lado en una silla, casi quedándose dormido.

Intenté levantarme ligeramente, pero el cuerpo me dolía demasiado, como si un ardor abrasador me recorriera las venas. Observé mis brazos, notando pequeñas venas color púrpura destacando en el tono pálido de mi piel.

—¡Jinx! —Silco exclamó de repente, lanzándose a mí en un abrazo—. Qué gran susto nos diste, pequeñita.

No entendía nada. Él se separó ligeramente y dejó un beso en mi cabeza, ahora recostándose a mi lado.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté, frotándome la cabeza.

—Casi mueres. Te encontré a ti y a Ekko en el puente luego de la explosión. Ambos fueron curados por el doctor. Ekko no tenía más que raspones, pero tú... —Se detuvo de golpe, y lo incité a seguir con la mirada.

—Tus heridas eran profundas. Perdiste mucha sangre y solo había una forma de salvarte. Hay una cantidad de litros de Brillo en tu cuerpo ahora mismo, corriendo por tus venas. —Explicó.

Eso explicaba el dolor que sentía, pero simplemente me limité a cerrar los ojos. Siempre había ayudado a Silco con sus dosis, pero solo era un pinchazo, y ahora yo tenía litros de esa cosa en mi cuerpo.

—¿Tiene efectos secundarios? —pregunté, notando cómo él apartaba la mirada.

—Fue una gran cantidad. El doctor dijo que quizás pierdas la razón por momentos y tu cuerpo se llenará de venas color púrpura. Como tu mirada.

—¿Mi qué? —pregunté, confundida. Me levanté de golpe frente al espejo, sintiendo mis piernas flaquear y a Silco levantarse de inmediato, atento.

Tenía razón. El color de mis ojos ahora era magenta, pero también lucían algo púrpura. Suspiré pesadamente. Esta mierda no podía estar pasando.

—Así que ahora hago parte del club de raritos —murmuré con una risa amarga, viendo mi reflejo.

—Jinx, esto era necesario para salvarte. —Silco intentó consolarme, pero su voz sonaba lejana.

—Oh, por favor. Ahora soy una mezcla entre Frankenstein y un arco iris oscuro. —Me reí, pero él no lo hizo. —¿Dónde está Ekko? —Cuestioné.

—Se fue en cuanto pudo levantarse. Ha estado viniendo tres veces ya para ver si despertabas —respondió él, y asentí—. ¿Cómo pasó, Jinx?

—Planeé una pequeña emboscada y salió mal. Eso fue todo. Ekko estaba ayudándome, pero activé una bomba por accidente y casi nos mata. Y listo, aquí estamos —le resté importancia. Silco se tocó la sien con los dedos, claramente frustrado.

—Si esto fue por lo de aquel día en la oficina, quiero que sepas que lo siento. Solo quiero protegerte. Buscas a Violet y mira cómo terminas —reprochó.

—Volvió a abandonarme, en el puente, por esa vigilante. Ella es realmente un grano en el culo —solté de repente, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza.

—¿Quieres que acabemos con ella? Puedo traerte su cabeza en una bandeja más tarde —sugirió él. Negué con la cabeza.

—No, yo me encargaré. —dije decidida, dirigiéndome hacia el armario para buscar ropa limpia.

Corazones enemigos |Caitvi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora