PLUT?N ? kooktae [DISPONIBLE EN AMAZON]

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              —Taehyung-ah, ¿qué piensas cocinar hoy para la cena?

Mi primer pensamiento es que, para variar, no tengo idea alguna, pero, de entre mi mente en blanco e ideas espontáneas explotando aquí y allá, aquel platillo magnífico que se me ocurriera tarde o temprano, debía incluir carne en algún lado. Frunzo los labios y cruzo los brazos mientras apoyo mi hombro contra el borde del congelador. ¿Tal vez estoy siendo muy presuntuoso? ¿Lo acompaño con vino tinto? Es un martes cualquiera; no hay algo para celebrar, menos un fin de semana que le siguiera para disfrutar, no existen excusas.

Sólo quiero hacer feliz a una persona que, de casualidad, me hace querer festejar todos los días.

Con Lady de Yubin sonando de fondo en el local, suelto un suspiro y reviso mis opciones. Carne de res, de cerdo, costillas, inclusive me llama la atención el empaque del sundae. Mi nariz no tarda en enrojecerse por la baja temperatura.

—¿Sería mucho atrevimiento si llevo carne en un día casual? —Giro sobre mis zapatos hacia la caja, la señora Oh atendiendo a otro cliente, pero notablemente atenta a mi voz—. Siento que sería demasiado, ¿no lo cree?

—Nada de eso. No hay nada mejor que la proteína y mejor si la puedes comprar. ¿Qué dices que vas a hacer?

—Aún no lo sé.

Oh Eunmi fue la primera en recibirnos en Cheongnyangni-dong cuando llegamos de Busan, hechos un desastre, con solo una mochila y una maleta. Recuerdo su mandil rojo, su vestido rosa salmón y sus zapatos de tacón bajo, sus trenzas azabaches con unos cuantos mechones de plata reposando en sus hombros a la vez que nos apresuraba a tomar asiento. Esos pequeños pies corrieron más de dos veces para traernos agua y dos onigiris con furikake. Desde aquel entonces, nos ha cuidado como sus hijos, como los que nunca pudo tener por un accidente de auto y la histerectomía a la que fue sometida.

A sus cincuenta y cuatro, ella es dulce como el albaricoque y vamos a extrañarla más que a todo.

Hecha una experta, la vi bajarse de su silla para, en sus característicos pasos elegantes, ir a revisar las carnes en el congelador, leyendo laboriosamente los empaques. A veces se quedaba pensando, mirando a la nada y luego continuaba rebuscando. De pronto, sin importar cuán frío estuviera, sostiene un empaque de entre el resto y lo mete en mi canasta.

—¿Panceta de cerdo? —pregunto.

—Para el samgyeopsal.

«Ah, verdad», pienso, riéndome por dentro porque, demonios, queridos lectores, esta era una fácil y no la adiviné.

—Creo que lo voy a acompañar con chapagetti. —Tomo tres bolsas de la despensa, por si acaso—. Son los favoritos de Jungkook.

—¿Y para beber?