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FLORES AL SEPTO
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AÑO 126 D.C ༊*
UN LARGO Y PESADO SUSPIRO escapó de los labios de la princesa platinada, que estaba sentada al borde de la cama, mirando un punto fijo en la pared con la vista perdida, sus manos apretando sutilmente las sábanas debajo de sus dedos. A su lado, Daeron veía el mismo punto en la pared, con un semblante entristecido y exhausto.
──No creí que madre sería capaz de forzarte a seguir sus absurdos ideales ──murmuró el menor, con un pequeño puchero en los labios──. Pensé que te dejaría elegir el camino que tu creías correcto. El que te hiciera sentir cómoda.
Aemma negó con una sonrisa, parpadeando, pero incapaz de mover un solo músculo.
──No importa, Daeron, estoy cómoda con esto ──aseguró, su tono bajo, brillando por ausencia de la sinceridad──. Y sé que madre estará feliz.
──Es que ese es el problema, hermana, tu no priorizas tu felicidad ──bramó, poniéndose bruscamente de pie con la vista clavada en ella, y su expresión llena de enfado──. Sólo buscas complacer a los demás, siempre son ellos por encima tuyo, pero ¿Quién piensa en ti?
Aemma lo miró y dejó salir un suspiro, negando con una sonrisa divertida y despreocupada en su rostro.
──Tú lo haces, ¿no es así, mi querido hermano? ──alzó una ceja, mirándolo con inquisición, pero sin mucha intensidad para presionarlo──. Eso es más que suficiente para mí.
Daeron negó, arrugando la nariz y apretando los puños. En parte tenía razón, sin embargo, esa conexión que los unía no sería eterna, su destino ya estaba sellado hace mucho tiempo y al llegar la hora debía cumplir con el deber como también se esperaba de él. Su madre lo había comprometido con una lady de la casa Strong, y en su décimo sexto onomástico, tenía que asegurar ese compromiso.
Apartó la mirada y luego volvió a mirarla, aún con ese semblante molesto.
──No estaré toda la vida a tu lado ──le recordó, utilizando un tono agridulce y una expresión distorsionada──. Y antes de irme quiero asegurarme que seas feliz, que tienes todo lo que realmente mereces. No lo que otros te hacen creer que necesitas.
Aemma se puso de pie y agarró con delicadeza sus manos, dándoles un suave apretón, en su rostro una pequeña sonrisa adornó sus facciones.
──No te preocupes por mí hermano, no soy importante ──dice, mirándolo fijamente, y con una voz tan tranquila que lograban que los nervios del menor aumentarán y se pusiera más molesto por su despreocupación──. Puedo conformarme con lo que sea.
