En un reino donde la opulencia esconde secretos y las apariencias lo son todo, Sasuke Uchiha, un joven duque de una de las familias más influyentes de la nobleza, lucha por mantener su lugar en una sociedad donde la homosexualidad es vista como una...
Terminó en un susurro ahogado, como si el dolor de su corazón pudiera acallar la última nota.
Naruto dejó caer sus manos, agotado, sintiendo cómo la desesperanza se enroscaba en su pecho, como raíces amargas que invadían cada rincón de su ser.
Sabía que su amor por Sasuke era el motor que lo hacía vivir, pero también una daga afilada que, con cada latido, lo desgarraba. No podía tocarlo, no podía amarlo libremente, y esa verdad lo consumía con una fuerza incontrolable.
Respiró hondo, intentando calmarse, y miró alrededor de su pequeño departamento. Las paredes estaban cubiertas de partituras y manuscritos, testimonios de su vida dedicada a la música, pero, al mismo tiempo, le recordaban su soledad.
En medio de la frialdad de su hogar, los recuerdos de sus encuentros furtivos con Sasuke eran lo único que le otorgaba calidez, como brasas encendidas en el invierno.
Recordó la última noche en el jardín del palacio de la reina, cuando se habían besado con una urgencia desesperada, y sintió que el mundo a su alrededor desaparecía, dejando solo la sombra de su amado grabada en su mente.
De repente, un golpeteo en la puerta interrumpió sus pensamientos. Naruto se sobresaltó, sus manos aún temblorosas de tocar, y se acercó cauteloso. Nadie lo visitaba sin previo aviso, y menos a esa hora de la noche.
Abrió la puerta apenas un poco, con el corazón acelerado, y su sorpresa fue mayúscula al encontrar una figura imponente, vestida en un sobrio traje oscuro, con una expresión de impasible severidad en su rostro. Era Lord Sai.
— ¿Naruto Uzumaki? — preguntó Sai su voz fría y distante como el hielo.
— Sí, soy yo… ¿A qué debo su visita, Lord Sai? — respondió Naruto, tratando de ocultar el temblor en su voz, pues sentía que la presencia de aquel hombre traía consigo una tormenta.
Sai sonrió de forma casi imperceptible, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, y sacó de su bolsillo una carta con un sello que Naruto reconoció de inmediato: el emblema de los Uchiha.
Naruto sintió que el mundo se desmoronaba bajo sus pies. Sabía que lo que tenía en sus manos no era una simple misiva; era un mensaje cifrado, una advertencia del poder que los rodeaba, que los vigilaba, y que podía destruirlos.
— Tómelo como un consejo, joven Naruto. El duque Uchiha es una figura pública, y como tal, está destinado a brillar en una esfera que no pertenece a gente como usted — murmuró Sai, cada palabra como un golpe que hería más profundamente que cualquier cuchillo — Si no abandona sus fantasías y se aleja de él, su vida podría volverse… muy difícil.
El rostro de Naruto palideció, pero mantuvo la mirada firme, con una mezcla de dolor y desafío.
— Mi relación con el duque Uchiha no es asunto suyo, Lord Sai.
— Oh, pero eso es donde se equivoca, joven Uzumaki — respondió Sai, su sonrisa creciendo un poco más, como un depredador que detecta la fragilidad de su presa — Todo lo que afecta al duque Uchiha es asunto de todos los que estamos en su mundo. Recuerde mis palabras, Naruto. Esto es solo el principio.
Con un último vistazo despectivo, Sai se dio media vuelta y desapareció en la oscuridad del pasillo, dejando a Naruto solo con la carta en las manos y el peso de una amenaza que ahora pendía sobre su amor.
Naruto cerró la puerta, su respiración entrecortada, y miró la carta, temiendo abrirla, pero al mismo tiempo sintiendo que debía hacerlo. Sus manos temblaron al romper el sello, y al leer las primeras líneas, supo que su vida y la de Sasuke estaban en peligro.
El mensaje era breve, casi cruel en su frialdad:
"Deje de lado sus ilusiones. Lo que usted y el duque Uchiha comparten no tiene futuro. Si se niega a comprenderlo, la desgracia caerá sobre ambos."
Naruto dejó caer la carta, sintiendo que la desesperación lo abrumaba. Sabía que su amor por Sasuke era la única luz en su vida, pero esa luz ahora amenazaba con quemarlos a ambos.
Sin embargo, lejos de someterse a la amenaza, algo en él despertó, una chispa de desafío y una resolución férrea. Si este era el precio por amar a Sasuke, estaba dispuesto a enfrentarlo, sin importar las consecuencias.
Y así, mientras el reloj daba la medianoche, Naruto decidió que no se dejaría doblegar. Si la sociedad, la familia de Sasuke, y los enemigos como Sai querían interponerse en su amor, entonces tendría que enfrentarlos, con la música como su arma y el amor como su escudo. No permitiría que nadie apagara la llama que ardía en su corazón.
La noche se cerraba a su alrededor, oscura y amenazante, pero Naruto sabía que cada nota que tocara a partir de ahora sería un desafío al mundo que intentaba separarlos.
Su amor por Sasuke no se extinguiría tan fácilmente, y, aunque la sombra de Sai y Sakura acechaba sobre ellos, estaba decidido a luchar hasta el final.
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