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? 33: Té

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—¿Te duele mucho? —preguntó el argentino. Aproximaba una mano hacía el mentón raspado de Max y le miraba con angustia—. Estás sangrado.

—No pasa nada —aseguró el nerlandes. Se había ido a los golpes con el conductor del Audi que colisionó a Colapinto—. No me duele.

Franco le picó con un dedo en la zona herida.

—¡Mierda!

—Si te duele...

Las manos firmes en el volante, la mirada atenta a la autopista, hacía el sonido de los coches detrás del suyo, todo cuanto le permitiera ignorar al jóven sentado junto a él que trataba de ayudar al desastre que era en esos momentos; la ropa rasgada, un dedo fracturado, el rostro al que la sombra de un gran golpe en la cara le coloreaba los ojos con un verde violáceo, que él sabía muy bien, le traería problemas con varios peces gordos de su entorno, empezando por Kelly.

—Sinceramente Franco es una pregunta estúpida, me ves herido y solo se te ocurre "¿Te duele mucho?" No, no me duele nada, solo ya sabes la piel se agujereo un poco.

—Max —Franco le apartó el pelo de la cara cuidadoso, oculto se ensalivo la punta de los dedos para borrale un poco la sangre de la cara.

Verstappen lo miró mal.

—Llevo horas esperando un "Gracias".

La sorpresa detuvo a las generosas manos.

—Gracias Max —aseguró Franco de inmediato, y avergonzado añadió—: ¿No te había agradecido? Disculpame, no quería que todo terminara asi, te dije que nos vayamos cuando el tipo se estaba metiendo en su auto, pero tenías que gritarle que era un cobarde. Tú lo probocaste. Ya, ya, no me mires así. Gracias, y mil disculpas.

—"mil disculpas" Y ya, que fácil.

—No sé que quieres que diga. Perdón. No tenía a nadie más a quién llamar.

Max dejó de presionar el volante y giró a la izquierda llevando al auto hacía la cochera de un edificio modesto pero espacioso.

—¿Qué es este lugar? ¿Por qué vinimos aquí? Vamos a una farmacia. Compremos un botiquín de primeros auxilios. Entiendo que no podemos ir a una clínica porque nos reconocerían pero, ¿Max? —preguntó. A Franco la situación indignaba, Max estaba herido y no le cerraba en puño la mano porque al intentar defenderse había errado un gran golpe que colisionó contra la chapa blindada del gran Audi, y por ende se había fracturado unos dedos—. ¿Max dónde estamos?

—¿Qué pasa con Norris?

Franco se rehusó a bajar del auto.

—¿Dónde estamos? —preguntó asegurando la ventana de su lado, firme para no dejar a la puerta abrirse—. No voy a bajar. Devuélveme a la calle, yo tomaré un taxi.

—Franco, bájate.

El argentino miró por la ventana, el lugar parecía un hospedaje familiar, departamentos costosos, la recepción tenía un balconcito.

—No conozco este lugar. Oscar y Lando me están esperando. Max, no me hagas esto.

Solo conocía una razón para que otro hombre lo llevara a un hospedaje costoso y no quería pensar en aquello. El patrón era similar, la conversación tosca en el auto, la distracción para que no reconociera el camino, la orden de bajarse, la demanda de que por unas horas volvía a ser un niño que seguía las intenciones abusivas de ajenos.

—Max, por favor solo llévame de regreso.

Un golpecito contra la ventana llamó su atención. No le oía, y si oía era a su voz lejana hablando desde el otro lado del cristal.

Fanboy (Max Verstappen X Franco Colapinto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora