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6. ?Kalma?

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Su silueta se mantuvo escondida en la oscuridad de la habitación de la niña, apoyada en la puerta de esta mientras intentaba calmarse a sí misma.

Había revisado todo, la respiración de esta, sus ojos, la ventana, el olor en la habitación e incluso le preguntó si despertó por algún ruido extraño, pero nada. Finalmente permitió que se volviera a dormir, quedándose un rato observándola antes de salir. Su padre no parecía haber llegado.

Bajó las escaleras con cuidado, apresurándose hasta llegar a la cocina y tomando entre sus manos el cuchillo más grande que vió. Sus pasos temblaban mientras caminaba hacia la entrada principal, notando algo que empeoró su ansiedad.

La cerradura no había sido forzada.

¿Tenía una llave? ¿Realmente había entrado por la puerta?

Suspiró, encontrándose sin saber que hacer por quinta vez en la noche. Aceptó la única opción que pareció quedarle, caminando hasta quedar frente al único cuadro colgado en toda la casa.

La sonrisa de su padre y la mirada de amor en los ojos de su madre mientras ella cargaba a Aisha sonriendo a la cámara la saludaron después de semanas sin haberse detenido a dar un vistazo por segunda vez a los recuerdos. Miró a su alrededor por unos segundos, antes de finalmente levantar el cuadro, dejando caer un manojo de llaves en su mano. Volvió a colocar el cuadro con cuidado, dirigiéndose hasta el segundo piso, quedando de pie frente a la puerta de la habitación de Aisha.

Sin atreverse a soltar el cuchillo siquiera por unos segundos, jugó con las llaves entre sus dedos hasta dar con la correcta, escuchando el característico sonido del seguro.

El sonido de algo cayendo hizo que sus dedos se apretaran alrededor del mango del cuchillo, dirigiendo su mirada en aquella dirección de donde había provenido. Su habitación.

Avanzó, sus manos temblando mientras pensaba en que era mejor, si alzar el cuchillo, esconderlo tras su espalda o simplemente dejarlo a la altura de su abdomen. Quizás lo mejor hubiera sido no entrar en aquella habitación para empezar porque Ava estaba a punto de entender que las cosas no eran como ella pensaba y que había mucho más detrás que su presencia en lo que, después entendería, era una tradición para personas tan enfermas que ella ni siquiera era capaz de imaginar.

Podía oírlo a un metro de la puerta, las cosas cayendo, las pisadas. No podía imaginar lo que estaría haciendo Kalma en su habitación. Su mano tocó la manilla, dejando así finalmente de temblar.

—Carajo —susurró en un hilo de voz para sí misma, intentando hallar valor para lo que iba a hacer.

¿Debería haber abierto la puerta con lentitud en un intento de ser sigilosa y coger desprevenida a su atacante? Tal vez, hubiese sido la más razonable y lógico. Pero el estruendo de la puerta al abrirla con fuerza no importo, sino la rapidez con la que lo hizo. Gracias a eso pudo ver los ojos de aquella persona, lo único visible a través de la máscara que portaba. Verdes, con ese mismo matiz de locura que había visto aquella noche. Sus manos colgaban del borde de la ventana de su cuarto cuando entró, mirándola fijamente antes de soltarse y caer.

Caminó con lentitud, sin atreverse a acercarse por temor a que siguiera ahí, esperándola. El ruido de algo caer fue una señal de confirmación, se había dejado caer, Kalma estaba tan loca como para dejarse caer desde la ventana de un segundo piso. Corrió, acercándose a la ventana y mirando a través de ella, observando como aquella silueta había caído de pie sin el más mínimo esfuerzo, subiendo su cabeza solo para encontrar su mirada con la de ella.

El terror inundó su cuerpo cuando pudo examinar con claridad por al menos un minuto la figura de su atacante, era imposible que esa altura y complexión fuesen de la rubia. Se quedó ahí, aturdida, mientras el extraño retrocedía sin dejar de observarla hasta finalmente dar la vuelta y perderse en la oscuridad.

Razones Para Morir (#1Sillcest) (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora