Observo lo agotada que está y no puedo evitar reírme por dentro, su imagen es simplemente la definición perfecta de una resaca.
—Oye, ¿y tú qué tal por la tienda? ¿Cómo te va? Veo que os habéis hecho muy amigas con Ruth y Sandra.
—Sí, con Sandra y Ruth me llevo de película. A veces quedamos, como ayer. Deberías venirte con nosotras algún día.
—Ya veremos, tal vez algún día me venga —respondo sin convencimiento.
Puede que un día salga con ella y sus amigas, aunque la verdad, no me muero de ganas por apuntarme a una de sus movidas.
—Tomo nota —se apresura a responder Aída.
—Oye, ¿qué pasa con esa otra? Carla, creo que me dijiste que se llamaba. ¿Has tenido algún roce más con ella?
—¡Puf! Todas hemos tenido alguna historia con ella y, para colmo, descubrimos que es la sobrina del jefe, vamos, una enchufada —arruga la nariz—. Ninguna de nosotras la soporta, es una enterada, nos pone de los nervios, constantemente te dice cómo se deben hacer las cosas, cómo doblar la ropa o arreglar los maniquíes... va de jefa, las tres la tenemos cruzada —me suelta en una oleada de indignación Aída.
—Bueno, en la mayoría de los trabajos hay alguien que intenta complicarte la vida —intento adoptar un tono constructivo.
—Lo sé, a nosotras nos ha tocado la Miss Privilegiada, la pijilla de turno.
—Aída, id con cuidado, os jugáis el trabajo, seguidle el juego y la vais toreando entre las tres —le advierto, consciente de que le cuesta poco que le bulla la sangre.
—Sí, bueno, no hay elección, no te preocupes, lo llevamos bastante bien entre nosotras —lo expresa con un aire despreocupado.
Los ojos de Aída lucen como si se estuvieran apagando. Tal vez comiendo algo recupere energías.
—Vamos a comer algo —sugiero agarrando la mochila.
La abro, saco el mantel a cuadros rojos y lo extiendo sobre el césped. Coloco en el centro los sándwiches que he preparado, junto con algunas rodajas de manzana. Mientras tanto, Aída saca refrescos y una botella de agua y los coloca junto a unos muffins recién horneados.
—¡Uf, qué pinta tienen esos muffins! —Ese olorcito a muffin recién hecho me pide que coja uno y le dé un buen mordisco.
—Los he comprado ahora, saliendo del metro.
—Creo que hoy lo has clavado con estos muffins, estoy deseando probarlos.
—¡Oye! —me interrumpe Aída mientras agarra un sándwich vegetal de atún.
—¿Qué?
—Y, ¿cómo estás con los estudios? Sigues con lo de la carrera de abogada, ¿no?
—Sí, el año que viene quiero terminar la carrera sí o sí, por las noches no tengo mucho tiempo para nada más.
—Con todos esos libros te volverás loca como Don Quijote. La vida no se trata solo de estudiar.
—Ya te lo contaré más adelante, cuando a los treinta, sea una abogada famosa —hago hincapié, haciéndome la interesante.
—Bueno, cuando te conviertas en una abogada famosa, acuérdate de mí y dame uno de esos trabajitos en los que no estás demasiado estresada, como la que maneja las notificaciones, te prepara el café, o el de la secretaria que dice: «Adelante, señor Smith, Clara le está esperando en su oficina» —suelta con picardía.

EST?S LEYENDO
Dos desencuentros y una aventura
RomanceClara está a punto de enfrentarse a una experiencia que cambiará su vida y redefinirá lo que significa el amor. ?Hasta dónde llegarías por algo tan poderoso? Acompá?ala en una historia llena de humor, sue?os y momentos que demuestran que el amor tie...