??? ? ? ┊ GOLDEN HOUR ° ? * ??
- Golden Hour... -murmuró ella.
Jae-won la miró de reojo- ?El concepto médico o la puesta de sol?
Ella giró el rostro hacia él y encontró en su expresión una mezcla de agotamiento y algo más suave, algo que hizo que s...
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Golden hour
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La arena fría bajo sus pies descalzos, el sonido suave de las olas rompiendo en la orilla y el aroma salado del mar creaban un ambiente irreal, casi etéreo. Kang Na-Ri había viajado sola a ese destino, buscando un respiro de su rutina agotadora antes de retomar sus estudios. Sin embargo, la calma que esperaba había sido reemplazada rápidamente por la monotonía.
Así que, cuando la oportunidad de asistir a una fiesta en la playa se presentó en forma de una pareja divertida y espontánea, decidió dejarse llevar. Nunca había sido del tipo que se relacionaba con extraños, pero, por una noche, podía permitirse olvidar quién era.
La noche cayó pronto y, bajo el manto estrellado del cielo, algo cambió dentro de ella. No sabía si era la mezcla del mar, la música relajante, el alcohol o el vestido que llevaba puesto, pero se sentía despreocupada y segura. Como si estuviera en una de esas películas que veía de adolescente, en las que todo el mundo se divertía sin preocuparse por el mañana.
Se encontraba en la barra pidiendo un trago cuando una mano rozó la suya al tomar la copa. Su piel se estremeció por la sensación inesperada y, al alzar la vista, se encontró con un hombre de gafas que, por accidente, casi tomaba su bebida.
Era alto, de complexión atlética, y aunque su ropa ligera y despeinada lo hacían ver desarreglado, el brillo de sus ojos oscuros destilaba una mezcla de diversión y curiosidad. Había algo en su mirada que la hizo contener el aliento.
—Oh, lo siento. Pensé que era mi trago —dijo él con una sonrisa ladeada, retrocediendo ligeramente.
Na-Ri sostuvo su mirada por un momento antes de señalar su vaso con una ligera sonrisa.
—No te preocupes, este es mío. El tuyo aún no ha llegado.
Él rió suavemente, inclinando la cabeza con un gesto que la hizo notar la forma en que la observaba, como si intentara descifrarla. Se apoyó en la barra con aire despreocupado mientras esperaba su pedido. Na-Ri, poco acostumbrada a socializar, permaneció en silencio, creyendo que en cualquier momento él desaparecería entre la multitud.
Pero unos segundos después, su voz volvió a interrumpir sus pensamientos.
—¿Eres coreana?
Su tono, profundo y relajado, le resultó extrañamente cómodo. Ella soltó una leve risa, jugueteando con la pajilla de su bebida. No estaba acostumbrada a ser tan abierta con extraños, pero la atmósfera la hacía sentir diferente.
—No, no lo soy. Y tú, al parecer, tampoco —bromeó, arqueando una ceja.
Él volvió a reír justo cuando el barman le entregó su cerveza. La tomó con naturalidad y, antes de que Na-Ri pudiera despedirse o desviar la conversación, el levantó su vaso en su dirección.
—¿Brindamos?
Dudó por un momento, pero el aire cálido y el resplandor del mar la hicieron ceder. Chocaron sus copas y bebieron, sin apartar la vista el uno del otro.
Las horas pasaron sin que lo notaran. El alcohol le había soltado la lengua y lo mismo parecía haber ocurrido con él. Lo que empezó como una confusión se convirtió en una conversación llena de risas, anécdotas y miradas cómplices. Como si el tiempo se hubiera detenido en esa playa, alejándolos de la realidad.
Hasta que, sin darse cuenta, estaban sentados en un banco frente al mar, sumidos en un silencio cómodo. Na-Ri siempre había apreciado esos momentos, pero esta vez notó su mirada fija en ella, una intensidad en sus ojos que la hizo estremecerse.
—No me has dicho tu nombre —murmuró él, su voz más baja, casi como un susurro que el viento podía robar en cualquier momento.
Ella parpadeó, sorprendida—Tú tampoco.
Su respuesta lo hizo sonreír, inclinándose un poco más hacia ella—Yang Jae-Won, para servirle —dijo con una torpe reverencia que la hizo soltar una carcajada.
—Eso suena demasiado formal —se burló, subiendo sus piernas al banco para luego cruzar las.
Él la observó por un momento antes de inclinarse y, con un gesto pausado, bajó con suavidad la tela de su vestido, que se había deslizado dejando expuesto parte de su muslo. Sus dedos rozaron su piel por un instante, y Na-Ri sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Costumbre —se encogió de hombros continuando con la conversación, sin apartar la mirada de ella, y ella sintió su respiración entrecortarse.
El tema quedó en el aire, reemplazado por el sonido de las olas. La brisa sopló con suavidad, y Na-Ri giró el rostro hacia el horizonte, tratando de calmar la creciente inquietud en su pecho.
—Mira eso —susurró.
El sol apenas comenzaba a asomarse, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Ya estaba amaneciendo. Jae-Won siguió su mirada y sonrió.
—Golden hour —murmuró.
Ella se volvió hacia él, divertida—Eso es la puesta de sol, esto es un amanecer —se burló.
Jae-Won la observó nuevamente, notando la sonrisa en su rostro, la forma en que su cabello se movía con la brisa, la curva de su cuello cuando inclinaba la cabeza. Y entonces, cuando ella también fijó los ojos en él, lo supo: el deseo en su mirada no era unilateral.
—Es lo mismo —susurró él, acercándose a escasos centímetros.
Y entonces, sin previo aviso, la besó.
El beso fue suave al principio, un roce apenas perceptible, como si Jae-Won le diera la oportunidad de alejarse. Pero Na-Ri no lo hizo. En cambio, cerró los ojos y se dejó llevar por la calidez de sus labios, por la brisa marina que les envolvía y por la extraña sensación de que aquel instante era inevitable.
No sabían qué los había llevado hasta allí: si el efecto del alcohol, la emoción del momento o simplemente la atracción silenciosa que había crecido entre ellos sin que se dieran cuenta. Lo único cierto era que, cuando el sol terminó de emerger en el horizonte, sus cuerpos seguían demasiado cerca, sus respiraciones mezcladas, sus corazones latiendo al mismo ritmo.
Horas después, la noche encontraría su desenlace en la habitación de Jae-Won, con el eco del mar colándose por la ventana y la certeza de que, cuando terminara de amanacer, nada volvería a ser igual.