Rebecca vio que la puerta del estudio estaba abierta, y deliberando por un momento, golpeó la madera y entró.Sarocha miró hacia arriba.
—¿Sí?
—Sólo quería agradecerte por el móvil. Fue entregado esta tarde. No estoy segura de por qué...
—Nam te enviará un mensaje de texto mañana para fijar un horario en el que tú y ella puedan ir de compras, y eso no se puede hacer si no tienes un móvil.
—¿Compras?—Sí. Hay una fiesta a la que asistiremos el 10 de diciembre, y dudo que lo que tengas en tu armario sea apropiado. Ya que tú y ella aparentemente se han convertido en amigas íntimas, le he asignado la tarea de no avergonzarme.
—¿Nosotras? ¿Como tú y yo?
—¿Necesito usar palabras más específicas?
—No.
—Rebecca contó mentalmente hasta diez antes de continuar
—. Sólo estoy tratando de entender por qué de repente querrías ser vista en público conmigo. Eso es todo.
—Es sólo por negocios. Te lo aseguro.
—¿Negocios? Sarocha se pellizcó el puente de su nariz y sacudió la cabeza muy ligeramente.
—Sí, negocios, pero los detalles no te involucran. Todo lo que tienes que hacer es aparecer y mantener la boca cerrada.
Rebecca se puso rígida, y arqueando una ceja, miró fijamente a Sarocha.
—¿Tratas a todas las mujeres a las que invitas a salir en una cita, de esta manera?
—¡Esto no es una cita! —Sarocha dijo, poniéndose de pie.
—Bueno, definitivamente no lo es si vas a pedirlo así.
—Rebecca giró sobre su talón, y salió de la habitación.
—Mierda.
—Sarocha agachó la cabeza. Después de soltar un exagerado suspiro, se apresuró a alcanzar a Rebecca. Cuando llegó al vestíbulo, ella ya estaba en lo alto de las escaleras—.
Rebecca —gritó Sarocha.
Al detenerse a mitad de camino, Rebecca se volvió para mirar hacia Sarocha.
—¿Qué?Sarocha subió lentamente las escaleras hasta que llegó cerca de ella. No tenía ni idea de qué decir, y no fue muy clara cuando intentó hablar.—Mira... sólo necesito... ¿no puedes...?—Discúlpate.—¿Qué? Mirando a Sarocha directamente a los ojos, Rebecca le exigió.
—Discúlpate... y hazlo en serio. Sé que no soy tu esposa en el verdadero sentido de la palabra, pero esto no se trata de ser tu esposa. Se trata de respeto, y estoy cansada de que me trates como si no lo mereciera. Así que discúlpate y luego dime de qué se trata, o si no... búscate otra cita.
Dicen que los ojos son las ventanas del alma, y aunque Sarocha siempre se había burlado de la idea, al sentarse sola en su estudio, empezó a tener sus dudas. Sólo podía pensar en un par de ojos color del coñac con borde dorado. Vidriados y llenos de dolor, le habían hecho hacer loimpensable. De pie en las escaleras, había bajado la cabeza y se había disculpado... y lo hizo en serio.Ser vencida por la lógica o un argumento basado en hechos era una cosa, pero ser vencida por la rectitud, por el dolor en los ojos de otro era completamente diferente. Sentir era completamente diferente. Nada ni nadie había tirado del corazón de Sarocha o le había hecho repensar sus palabras, pero Rebecca lo hizo, y lo hizo con sólo una mirada. Una mirada que se adentró en la psique de Sarocha, e impávida por las paredes y la actitud, encontró su camino hacia su corazón, y la punzada que causó no se olvidaría pronto.Sacudida por el sonido de algo en el vestíbulo, Sarocha se dirigió hacia allí justo a tiempo para ver a la enfermera que ayudaba a Richard Armstrong desde el ascensor.Sintiendo otra presencia, Irene levantó la vista.—Oh, señorita Chankimha. Lo siento. No sabíamos que alguien, todavía, estuviera despierto.
—¿Pasa algo malo?
—preguntó, mirando de un lado a otro entre Richard y la enfermera.
—No. —Irene le sonrió—. Richard está un poco goloso y quería asaltar la cocina. Insiste en comer helado.Sarocha miró a Richard, y el brillo de sus ojos le dijo todo lo que necesitaba saber. Se acercó y le ofreció su brazo.
—Yo me encargo a partir de aquí.
—Oh no, Srta. Chankimha, está demasiado ocupada...—Irene, ¿no es así?Al sospechar que estaba a punto de quedarse sin trabajo, Irene suspiró.—Sí... sí, así es.
—Bueno, Irene, tengo esto cubierto, así que por qué no subes y ordenas o algo así. Te llamaré si te necesito.
—Notando un parpadeo de duda en los ojos de la mujer, Sarocha continuó—. Lo prometo. Si no podemosalcanzar las cucharas o abrir los contenedores, serás la primera en saberlo.Irene había escuchado rumores sobre Sarocha Chankimha de las otras enfermeras, y no le era extraño leer los periódicos. Sabía que la mujer era poderosa y tenía los medios para conseguir lo que quería, pero por segunda vez, Irene se encontró impresionada por la multimillonaria. En ese mismo momento, Irene Rumsey decidió que había más en Sarocha Chankimha de lo que se veía a simple vista. Mucho más.Poco tiempo después, mientras Sarocha comía lentamente de su recipiente de helado, Richard terminaba el primero y acababa de abrir otro.
—No estoy segura de que tanto helado sea bueno para ti.
—Es un poco tarde para que me preocupe por eso, ¿no?
—Richard levantó los ojos—. El daño ya está hecho. No me queda nada más que vivir la vida hasta que no tenga una para vivir.
—Eso es un poco cínico, ¿no crees?—No, es sólo la verdad.
—Richard dejó su cuchara—. Supongo que si tuviera un certificado de buena salud sería diferente, pero no lo tengo. Entonces, ¿por qué preocuparse por tener demasiado de esto o demasiado de aquello? Prefiero morir sabiendo que tuve el placer de probar el mejor escocés o el más sabroso helado que morir deseando tenerlo.No muchos impresionaban a Sarocha, pero de pie en su cocina, se encontró fascinada con Richard, y mientras reflexionaba sobre su punto de vista, se encontró estando de acuerdo.—Tiene sentido —dijo, asintiendo con la cabeza.—Así que. —Richard, continuó probando su postre—. ¿Qué es lo que haces?—¿Perdón?—Para ganarte la vida... ¿qué haces?—Oh. —Sarocha dejó a un lado el recipiente en su mano—. Soy dueña de una empresa que compra otras empresas que tienen problemas financieros o de otro tipo, y luego le doy la vuelta y las vendo para obtener un beneficio. Hago lo mismo con los bienes raíces y la nueva tecnología, siempre y cuando valga la pena mi tiempo.—Por el tamaño de esta casa, creo que vale la pena tu tiempo. Sarocha asintió de nuevo.—Me va bien.—Entonces, ¿las posibilidades de que sigas necesitando una administradora para la casa son buenas?—No veo ningún cambio en lo que a eso respecta. ¿Por qué?—Bueno, dijiste que Rebecca estaba haciendo un buen trabajo, así que sé que estará bien.Sarocha frunció el ceño.—Piensas mucho en la muerte. ¿No es así? Richard se sentó derecho en su taburete.—No estoy pensando en la muerte. Estoy pensando en la vida... la vida de mi hija. Soy todo lo que tiene, y quiero asegurarme de que estará bien cuando me vaya. No hay nada malo en ello.—No, supongo que no. —Sarocha miró al hombre—. ¿Puedo preguntar qué le pasó a su madre?—Un día se levantó y nos dejó antes de que Rebecca cumpliera dos años—dijo Richard con naturalidad—. Quería ser actriz más de lo que quería ser madre.—¿Y nunca volvió? ¿Nunca intentó ver a su hija?—Ni una sola vez. —Richard negó con la cabeza—. Cuando me entregaron los papeles del divorcio unos años más tarde, Moira meentregó todos los derechos de Rebecca. No quería tener nada que ver con ella. Todo lo que quería era liberarse de nosotros dos.—Lo siento. Eso debió doler.—Sí, bueno, eso es lo que obtienes por casarte con alguien tan joven. Era ciego y estúpido. ¿Qué tipo de mediana edad no querría que una joven como Moira se te echara encima?, pero saqué a Rebecca del trato, y eso es todo lo que importa.—La quieres mucho, ¿verdad?—Por supuesto que la quiero. Es mi hija. —Richard levantó los ojos para mirar a Sarocha—. Sabes, intenté durante años entender cómo Moira pudo hacer eso. Cómo demonios puede una madre alejarse de su propia carne y sangre, pero finalmente llegué a una conclusión sobre Moira, y me ayudó a seguir adelante.—¿Una conclusión? ¿Puedo preguntar qué fue?Richard raspó el resto del helado de su recipiente, y después de disfrutar el último poco, se quitó la cuchara de la boca.—Lo siento, pero no uso esa palabra en particular delante de las damas.Sarocha estalló en risa. No estaba preparada para la honestidad del hombre o su sentido del humor, pero le gustaban ambos... y mucho.A Richard le brillaron los ojos. Aparte de su hija, no recordaba haber disfrutado de la compañía de nadie tanto como de la de Sarocha.»Sabes, me alegro de haberte recordado.—Iba a preguntarte sobre eso. —Sarocha caminó hacia la isla—. Perdóname por decir esto, pero no pensé que te acordarías de mí o del helado.—No olvides el ascensor. Sarocha sonrió.—Buen punto.—A mí también me sorprendió un poco —dijo Richard colocándose de pie lentamente—. Me desperté hambriento, y luego recordé tus ojos.—¿Mis ojos?—Sí, y eso me hizo pensar en el cielo y luego en la hierba, y luego el helado de pistacho apareció en mi cabeza. Lo siguiente que supe fue que estaba buscando el ascensor.Sarocha sonrió de nuevo.—Bueno, me alegro de que hayas recordado lo del ascensor... y lo mío.—Yo también. —Richard sacó su bastón del mostrador—. No es que quiera imponerme cada noche, pero me gusta hablar contigo.—El sentimiento es mutuo.—¿Sí?—Sí.—¿Por qué te gustaría hablar con un viejo como yo? Debes tener mejores cosas que hacer con tu tiempo.Sarocha hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras.—Es agradable... hablar con alguien a quien no... a quien no le importa quién soy.—¿Eres tan importante?A veces, la arrogancia era el segundo nombre de Sarocha. Ella lo sabía. Otros lo sabían. Y otros se ocupaban de ello, pero ahora mismo, el sabor de la arrogancia era asqueroso.—Sí —dijo con un guiño—. En mis propios círculos, soy... soy así de importante.Richard vio la tristeza cruzando la cara de Sarocha. Incluso sus ojos parecían perder su luz mientras jugueteaba sin pensar con la cuchara en su mano. Sin querer, sabía que abrió una herida, pero ¿por qué estaba ahí?Richard habló con una voz más fuerte de lo necesario.—Entonces, ¿alguna vez hablamos durante el día?Sarocha miró hacia arriba.—Um... no. Estoy en el trabajo.—Oh, es cierto. Señora ocupada.—A veces lo estoy, pero... um... no me importaría hacer esto de nuevo.¿Eso es si te gustaría?Richard le enseño una sonrisa irresistible.—¡Oh, lo disfrutaría mucho! ¿De verdad no te importa?—No. —Los ojos de Sarocha se arrugaron en las esquinas—. No me importa en absoluto.De pie frente al espejo victoriano de la habitación, Sarocha se subió los pantalones. Hechos de la más fina lana virgen y ajustados a su cuerpo, no se parecían a ningún par que hubiera usado antes.Había sido una decisión consciente de vestirse como un hombre, tomada años antes cuando su joven mente creía que emulando a su padre conseguiría de alguna manera que la aceptara como su hija, pero se había equivocado. Nada podía borrar el color de su piel o la forma de su nariz. Tenía la altura de su madre así como su belleza y curvas, y aunque sus ojos diferían en tonos de azul, no había duda de que era la hija de Alena, sin importar la ropa que llevara.Al principio parecía que ser andrógina le convenía. Había templado su identidad de género mientras añadía una tenacidad que le permitía competir y superar a otros en su campo. No necesitaban saber que bajo los trajes de lana había lencería de seda y encaje. Lo que veían era lo que ella quería que vieran. Una fuerza formidable y sin sexo... pero eso iba a terminar esta noche.Esta noche se trataba de atención. Se trataba de conseguir embobamientos y susurros de asombro, mientras que los fotógrafos lucharían por películas o tarjetas de memoria adicionales. En un frenesíde flashes, sus dedos apretarían los disparos de sus cámaras, y la tranquila oscuridad de la noche se llenaría de la cacofonía y el brillo de una tormenta artificial que sólo la notoriedad podría proporcionar.Sarocha habló fuerte al escuchar un familiar tap-tap-tap-tap en la puerta.—Entra, Evelyn.—Hay un enjambre de gente ayudando a Rebecca a prepararse, así que pensé en pasar y ver si necesitabas ayuda —dijo Evelyn, cerrando la puerta tras ella.—No he necesitado ayuda para vestirme desde que tenía dos años.—Tenías tres años y medio cuando dejaste de usar tu ropa al revés. Y casi cinco antes de que clasificaras los colores y los patrones.Evelyn sabía que Sarocha no podía discutir la declaración, así que no intentó ocultar su sonrisa mientras caminaba por la habitación. Consciente de la afición de Sarocha por la lencería fina, el sujetador negro con borde de encaje no fue una sorpresa, pero los pantalones de cintura alta sí lo fueron. A diferencia de los habituales de frente plana con piernas rectas y cuadradas, los que llevaba esta noche estaban plisados en la parte delantera, y con las piernas estrechándose al acercarse al suelo, el diseño era innegablemente femenino.Después de darle a Sarocha una muy lenta vuelta, la sonrisa de Evelyn se hizo más amplia.»Pero parece que los has clasificado bastante bien esta noche.El comentario de Evelyn no tenía nada que ver con los pantalones de estilo y todo que ver con la apariencia general de Sarocha. Una mujer que normalmente usa poco maquillaje, si es que lo usa, esta noche eligió resaltar sus rasgos, y el resultado fue impresionante. Ahora enmarcados en un tono carbón y con un toque de sombra de gris y blanco mezclado, el color ártico de sus ojos se había acentuado en un enésimo grado, y la fuerza de su mandíbula y sus pómulos altos se marcaban ahora con un toque de rubor, pero Sarocha no se había detenido sólo con el maquillaje.Aunque tenía una cita permanente cada cinco semanas para un corte de pelo, el talento de la estilista fue casi desperdiciado por el usocontinuo de Sarocha del mejor y más fuerte gel del mercado, pero esta noche Sarocha había liberado su cabello. Los mechones de la parte superior eran ahora ondulados y sexis, y usando un poco de mousse, había peinado con los dedos los lados cónicos, dando una perfecta silueta a su rostro, pero permitiendo que su color natural de castaño se notara.Perdida en su admiración por lo que tenía delante, pasó casi un minuto completo antes de que Evelyn finalmente levantara la vista. Se estremeció cuando vio el amenazante resplandor de Sarocha.»¿Qué?—Estás mirando.—¿Lo estoy?—¡Sí!—Lo siento.—¿Lo sientes?Evelyn comenzó a reírse.—No, en lo más mínimo. Ya es hora de que dejes de esconderte detrás de trajes de hombre y camisas almidonadas. Tú y yo sabemos que eres una mujer, y tú y yo sabemos que disfrutas siendo una mujer. Ya es hora de que lo demuestres.—No sé de qué diablos estás hablando. —Sarocha se quejó, alcanzando la percha acolchada que sostenía su camisa de vestir negra—. Y si todo lo que vas a hacer es mirar fijamente, ve a mirar en otro lugar. Estoy ocupada.Viendo como Sarocha sacaba la blusa de la percha, cuando la vio desabrochar la camisa a tientas, Evelyn apretó los labios para acallar una risa que apenas logró controlar.—Si no te conociera mejor, diría que estás nerviosa.—No me pongo nerviosa. —Sarocha rápidamente se puso la camisa, y no prestó atención mientras deslizaba los botones por los agujeros hasta que descubrió que tenía un botón de más y no más agujeros—. ¡Mierda!—Aparentemente, tampoco te dedicas a los botones. —Evelyn se rio en voz baja mientras se acercaba y le quitaba las manos a Sarocha—. Aquí, déjame hacerlo. —Admirando la seda mientras soltaba todos los botones abrochados erróneamente, Evelyn estaba a punto de volver a abrochar la camisa cuando algo sobre los botones le llamó la atención. Inclinándose, tocó las gemas rojas rodeadas de puntas de plata—.¿Sarocha?—¿Sí?—¿Son... son estos rubíes? Sarocha no pudo evitar sonreír.—Sí, lo son.—¿Rubíes reales?—¿Hay algún otro tipo? —Sarocha se quedó quieta para que Evelyn pudiera abrochar la camisa, pero al notar que la mujer parecía ahora decidida a examinar cada cierre de rubí, Sarocha cambió de opinión. Y le dio una palmada a Evelyn—. Yo lo haré. No quiero estar aquí toda la noche.—Esto es un poco exagerado para ti. ¿No es así? —Evelyn preguntó señalando las gemas.—Fue idea de Nam. —Sarocha metió el último rubí en un ojal—. Algo para llamar la atención.—Odias la atención.—¡Ya lo sé! —Sarocha gritó, agarrando un juego de gemelos del tocador—. Pero Nam insistió en que añadiera algo rojo. No tengo ni la más remota idea de por qué.La expresión de Evelyn no cambió, al menos no en el exterior.—Ya veo —dijo girando hacia la puerta—. Bueno, si no me necesitas, creo que volveré a la habitación de Rebecca y me aseguraré de que todo va según lo planeado.—Está bien. —Sarocha se miró en el espejo mientras se arreglaba la camisa—. Oh, arreglé con la Joyería Garrard para que me prestenalgunas joyas para esta noche. Debería llegar pronto. La caja grande es para Rebecca, y la pequeña es para mí. Tráela cuando llegue.—¿Pediste prestada la joyería?—Es un alquiler, pero era mejor que gastar unos pocos millones de libras.—Unos pocos millones...—¡Basta! —Sarocha gritó—. Sabes de qué se trata esta noche, y si puedo conseguir que se firme este trato, valdrá diez veces más, así que tráeme las malditas joyas cuando lleguen. ¿Puedes hacerlo?—Por supuesto, Sarocha. —Evelyn de deslizó por la puerta abierta—. Lo que tú digas.Rebecca bajó lentamente por el pasillo hasta la habitación de su padre, sintiéndose más alta por sus tacones de tres pulgadas. De niña, nunca había jugado a disfrazarse. Nunca quiso ser una princesa o usar joyas y vestidos elegantes, pero como adulta, Rebecca no podía negar que había algo que decir por disfrazarse.Siempre le gustó ser una mujer, pero esta noche ni siquiera se acercó. Rebecca sabía que era atractiva. No se habría convertido en la esposa de Sarocha si no lo fuera, pero también sabía que había una fina línea entre la vanidad y la confianza.Antes de salir de su habitación, Rebecca se había parado frente al espejo y se encontró sosteniendo su barbilla un poco más arriba. Por un momento, le había molestado, pero luego recordó que era la esposa de Sarocha Chankimha. Se dijo a sí misma que necesitaba mirar y actuar el papel, pero en el fondo de su mente, Rebecca rara vez se permitía reconocer que acechaba algo más, y mientras se miraba en el espejo, eso burbujeaba a la superficie. Quería que a Sarocha le gustara lo que viera. Quería seducir y tentar, y que Sarocha la viera no como una intrusa en su casa, sino como una mujer deseable. Esos pensamientos hicieron que Rebecca echara la cabeza hacia atrás a tal velocidad que asustó a los que la ayudaban con el maquillaje y el pelo. Luchando por frenar su rubor,había salido rápidamente de la habitación, pero no podía escapar a la pregunta que se hacía a sí misma. ¿Cómo demonios se había enamorado de Sarocha Chankimha?Richard levantó la vista de su libro, dudando antes de notar que la impresionante mujer que estaba en su puerta era su hija. La había visto en buenos y malos momentos, de niña y de mujer, pero nunca la vio así.—Vaya.—Hola papá —dijo Rebecca en voz baja.—Te ves... te ves positivamente deslumbrante. —Richard se dio cuenta que su hija no sonrió ante uno de sus cumplidos, era la primera vez, y la expresión que llevaba no parecía encajar con la ocasión—. ¿Por qué el ceño fruncido?—¿Estoy frunciendo el ceño? —preguntó, entrando en la habitación.—Un poco.—Sólo unas pocas preocupaciones, supongo.—¿Preocupaciones? ¿Sobre qué?—Es sólo que esta noche es terriblemente importante para Sarocha. No quisiera hacer nada que le cause vergüenza.—¿Y honestamente crees que lo harías? ¿Vestida así?—No se trata sólo de la ropa, papá. Odiaría decepcionarla. Eso es todo.Richard dejó de lado su libro y estudió a su hija. Su rostro estaba nublado por la tristeza, pero en sus ojos vio un destello, un vibrante parpadeo de algo que no pudo distinguir. Levantó una mano para frotar su barbilla.—Parece que has recorrido un largo camino desde que te casaste con ella.—¿Qué quieres decir?—Recuerdo una vez, no hace mucho tiempo, cuando no te importaba lo que ella pensaba de ti o cómo te veías, pero ahora estás a favor de complacerla.—No se trata de complacerla. Es sólo... —Rebecca cerró la boca, la sangre le corría por la cara cuando se dio cuenta de que estaba a punto de contarle algo a su padre que nunca podría confesar—. No te preocupes por mí. —Desestimando la conversación con un movimiento de su mano—. Sólo estoy siendo estúpida.Rebecca no era nada estúpida, y tampoco Richard. Ladeó la cabeza y miró a su hija. El peso de la preocupación ya no afectaba sus hombros y las líneas de su cara se habían desvanecido. Su piel resplandecía y su pelo brillaba, y de repente reconoció el brillo de sus ojos. Los suyos también habían brillado así, y Richard estaba tan eufórico como sombrío. Rebecca había encontrado su lugar, y él lo sabía.»¿Estás bien?Richard miró hacia arriba.—¿Qué?—Acabas de irte a un millón de millas de distancia.—Estoy bien, cariño, y si tienes alguna duda sobre esta noche, te sugiero que te mires en el espejo unas cuantas veces más. Eres absolutamente impresionante.—No se trata de cómo me veo, papá. Se trata de... ¿se trata de quién soy?—Rebecca, no has cambiado. —Richard extendió la mano para tomar la de su hija—. Sí, tu ropa es mejor, y tu pelo está peinado, pero cuando te miro a los ojos, sigo viendo a la misma chica que vi cuando tenías uno, dos o veinte años. Y el hecho de que te preocupa la posibilidad de ser... um... maldita sea, ¿cuál es la palabra?—¿Pretenciosa?—Sí, así es, pretenciosa. Y como está en tu mente, eso me dice que no has cambiado nada, y no lo harás sin importar a cuántas fiestas asistas o las joyas que lleves. Te crie mejor que eso.Rebecca no pudo contener su sonrisa mientras se inclinaba y daba un suave beso en la mejilla de su padre.—Gracias —susurró—. Lo necesitaba.Richard podía sentir que sus emociones comenzaban a agitarse, y se negó a lloriquear delante de su hija.—Ahora, lárgate de aquí antes de que llegues tarde.—Bien —dijo Rebecca mientras se erguía—. Vendré a verte cuando llegue a casa. ¿Está bien?—Espero un informe completo. —Richard volvió a tomar su libro.—Buenas noches, papá.—Buenas noches, muchacha. —Richard observó como su hija salía de la habitación—. Oh, ¿Rebecca?—¿Sí, papá? —preguntó ella, mirando a hurtadillas.—Hazme sentir orgulloso esta noche. ¿De acuerdo?Una sonrisa deslumbrante apareció en el rostro de Rebecca.—Lo haré, papá. Te lo prometo.Richard esperó un minuto antes de abrir su mesita de noche y sacar un cuaderno. Buscando a tientas un bolígrafo, su expresión se volvió severa mientras escribía sus pensamientos. Nunca antes había llevado un diario, pero después de gritar de terror más de una vez cuando se despertaba en una casa extraña, sólo para calmarse cuando leía sus propios garabatos, Richard decidió que un diario era una buena idea. Quería recordar siempre lo que los trajo a este lugar. Quería recordar siempre cómo la vida de su hija estaba cambiando para mejor desde que llegaron, y nunca quería olvidar a la mujer en que se había convertido ni la más mínima parte de la vida de Rebecca... tanto si Rebecca se preocupaba por admitirlo como si no.Cuarenta minutos más tarde en el vestíbulo de The Oaks, Sarocha se había convertido en un leopardo del Serengueti encerrado tras unas rejas invisibles. Caminando de un lado a otro del piso de pizarra, revisó su reloj de nuevo sólo para encontrar que el puntero se había movido sólo treintamuescas desde la última vez que miró. Su presión sanguínea subió otra vez, y hubiera continuado si no hubiera visto a Evelyn bajar las escaleras.—¿Dónde diablos está? —Sarocha preguntó, poniendo sus manos en las caderas.—Ella bajará en un momento. Relájate. —Evelyn se detuvo cuando llegó cerca de Sarocha—. Quería darle las buenas noches a su padre.—No me gusta que me hagan esperar.—Se lo haces a la gente todo el tiempo.—Así son los negocios. Evelyn ladeó la cabeza.—¿Y dices que esto no es así?—Los hago esperar. ¡No me hacen esperar!—Bueno, supongo que no debiste casarte con una mujer —dijo Evelyn mientras se acercaba y desempolvaba un infinitesimal trozo de pelusa del esmoquin de Sarocha. Sin esperar una respuesta, Evelyn le hizo un rápido guiño a Sarocha antes de recoger su abrigo y su bolso de una silla—. Y con eso, creo que me despido por esta noche. Espero que tú y Rebecca pasen una noche maravillosa.—Mientras se mezcle y no me avergüence, eso no debería ser un problema.La cara de Evelyn se puso rosada cuando abrió la puerta principal.—¿Sarocha?Observando su reloj, Sarocha levantó su mirada.—¿Qué?—Dudo mucho que Rebecca haga algo que te avergüence, pero en cuanto a mezclarse... —Evelyn se detuvo y se golpeó el dedo contra su barbilla—. Eso puede ser un problema.Antes de que Sarocha pudiera procesar el comentario, Evelyn salió a la noche, cerrando la puerta silenciosamente detrás de ella.Observando su reloj otra vez, Sarocha estaba a punto de subir las escaleras y sacar a Rebecca de su habitación cuando escuchó un débil sonido de balanceo desde el segundo piso. Mirando hacia arriba, Sarocha perdió la capacidad de respirar. Evelyn tenía razón. Mezclarse no sería una opción para Rebecca esta noche.

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Un comienzo fuera de lo Normal (Freenbecky)
FanfictionDos mujeres. Dos mundos. Dos desafíos... y dos formas de enfrentarlos. Sarocha Chankimha lo tiene todo para triunfar: un talento que parece mágico y una confianza que roza la arrogancia. Su capacidad es innegable, pero su visión es limitada, moldead...