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Su mirada se detuvo en el rostro sonrojado del omega, las lágrimas corrían por sus mejillas. Una enferma sensación de satisfacción llenó a In-ho mientras contemplaba a su sirviente, destrozado y desesperado por su toque.
— Paciencia, pequeña zorra —se burló In-ho, llevándose los dedos a los labios. Los lamió lentamente, saboreando el sabor de la excitación de Gi-hun.— Todavía no he terminado contigo.
Se desabrochó el cinturón, y el sonido del cuero deslizándose a través de los bucles resonó en la silenciosa habitación. Su corazón se aceleró de miedo y disgusto cuando Hwang expuso su polla erecta. Sabía lo que se avecinaba, sabía que no tenía más remedio que someterse a los deseos del alfa. Pero cada fibra de su ser gritaba en protesta, su alma retrocedía ante la idea de ser violado por este hombre cruel.
— No — susurró el, con voz temblorosa.— Por favor, In-ho, no hagas esto. No quiero esto.
Los ojos de In-ho se entrecerraron, su expresión se oscureció con ira.— Cállate —le espetó, rodeándole la garganta con la mano.— No puedes decir que no.
Le obligó a separar las piernas, colocándose entre ellas. Gi-hun luchó débilmente, las lágrimas corrían por su rostro. Pero no sirvió de nada. In-ho era demasiado fuerte, demasiado decidido.
El alfa agarró las caderas, volteándolo boca abajo. Tiró de la falda del omega, exponiendo su trasero desnudo al aire frío. Sin previo aviso, se estrelló contra él, enterrándose hasta la empuñadura en el calor apretado y húmedo de su vagina y atravesando sus delicados tejidos.
— ¡Asi no! —gritó el omega, revolviendo con los dedos el escritorio en busca de la compra, Inho imponía un ritmo brutal, sus caderas se movían hacia adelante con cada embestida.
Los ojos de In-ho se oscurecieron de lujuria mientras contemplaba el trasero desnudo de Gi-hun rebotar con cada penetrada, la carne rosada era atractiva y vulnerable, extendió la mano, aterrizando con un fuerte crujido en el culo de este.
Las brutales embestidas del alfa continuaron, cada una más dolorosa que la anterior. Los gritos de Gi-hun resonaron en la habitación, una sinfonía de agonía y humillación. Las lágrimas corrían por su rostro mientras se aferraba al borde del escritorio, sus dedos se clavaban en la madera.
La mano de In-ho volvió a crujir contra su culo, el sonido se mezcló con sus gritos.— Que hermosa puta obediente. —gruñó él, con la voz cargada de lujuria y crueldad.— Esto es para lo que estás hecho. Esto es para lo que eres bueno.
El omega solo podía sollozar, su cuerpo temblando con la fuerza de las embestidas del alfa. Estaba siendo violado y se sentía sucio, como si no fuera más que un trozo de carne para el placer del Alfa. Sus jadeos se hicieron más fuertes, más desesperados, a medida que In-ho continuaba usando su cuerpo. Sintió como si la estuvieran destrozando, con las entrañas en carne viva y doloridas por la brutal penetración. El dolor era insoportable, pero no era nada comparado con la humillación y el asco que sentía al ser utilizado de una manera tan degradante.
