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Mientras que vas caminando por la calle, sientes como sus pasos son acelerados, lágrimas corren por tus mejillas y sientes el corazón totalmente destrozado, pero sientes un alivio inmenso de alejarte de su persona para siempre.
Una infidelidad no se perdona, mucho menos si creías amar a aquel muchacho de rizos, quién en muchas ocasiones te ha prometido amor eterno y que jamás se le cruzaría por la cabeza destrozar tu corazón en miles de pedazos.
— Espera, porfavor...
Soltaste un suspiro buscando algo de paciencia, pero no dejaste de caminar, o más bien, correr de Francis.
— ¡Te he dicho que pares! — él creía que gritando ibas a detenerte, era invierno a pocos días de navidad, una época que amas —. Puedo explicarlo.
— No hace falta, ya me quedó todo claro.
— No fue lo que parece.
Una frase típica que haz escuchado cientos de veces en otras parejas, cuando en realidad si todo es lo que parece.
Nicholas vivía a unas cuadras, y Francis odiaba a aquel hombre que por un tiempo fue su mejor amigo.
Chavez odiaba a tu ahora ex novio y estaba dispuesto a cuidar de ti, dándote la indicación de dónde Francis Hall estaba los fines de semana cuando mentía sobre ir a visitar a sus abuelos. Nunca imaginaste creerle, pero siempre tuvo razón y te negaste a ir a la dirección de su amante en varias ocasiones.
La calle estaba desolada, eran tus zapatillas y las del hombre detrás tuyo sonando por la acera, una noche bastante fría y los copos de nieve caían en tu rostro, cabello y ropa, mojandola por completo.
— Esto se terminó — te señalaste, luego a él cuando decidiste parar en la esquina, enfrente estaba el edificio de Nicholas Chavez.
— Esto no puede terminar así, hemos pasado por mucho juntos — intentó acercarse, pero diste un paso hacía atrás —. No dejemos que un desliz arruine los años juntos vividos.
— Me faltaste el respeto, no voy a soportar eso de nuevo — pasaste tus dedos por sus mejillas rojas, secando las lágrimas calientes —. Esto terminó el día en que te relacionaste con Clarisa, debiste usar tu cerebro un poco más, no tu maldita verga.
Tragaste saliva acercándote a Francis, pegando en su pecho con tu dedo índice.
— Si hubiera tenido la oportunidad de hacerte lo mismo, lo haría, sabes muy bien que soy peor.
— Porfavor, amor...
— Porfavor nada, esto se terminó y punto — lo interrumpiste —. Después de todo, he dejado de amarte hace mucho tiempo.
Sabías que esas palabras le dolían a cualquiera, pero no te importó en lo absoluto, ni siquiera imaginaste decirlas en tu vida, pero ahí estabas, después de rogar amor a Fancis Hall, quién su rostro ahora pasó a apagarse, como si fuera que perdió el amor de su vida.
Cruzaste la calle con apuro, con el corazón agitado por otro hombre, uno que comenzaste a amar desde el día que se conocieron en una cena, fue amigable esa noche, tenía eso, hacía sentir bienvenido a cualquiera parte del grupo y no fuiste excepción.
La noche había pasado tan rápido, que Francis se emborrachó y Nicholas los llevó a su casa contigo en el asiento de copiloto, sus palabras eran tan suaves, su voz de hecho, una voz que jamás te cansarias de escuchar. Una risa preciosa, sus dientes perfectos al sonreír como un idiota, te ponías nerviosa al verlo en una pantalla, ya que en las entrevistas, -no todas-, hacía que tu corazón bombeara con fuerza.
