Entraron de nuevo al palacio, el cambio de temperatura envolviéndolos en un cálido abrazo de mármol y velas encendidas. Sus pasos resonaban bajos en los amplios pasillos, sus voces apenas un murmullo para no romper la quietud de la noche.
— Siento mucho... haber tardado tanto en volver —rompió Seonghwa el silencio, su voz rasposa y baja, cargada de pesar—. Siento haberme ido... y más aún, no haberte escrito jamás.
Hongjoong se detuvo a mitad del pasillo, haciendo que Seonghwa frenara también. El príncipe bajó un poco la mirada, apretando suavemente la tela del uniforme entre sus dedos mientras sentía que el corazón se le encogía en el pecho.
— No sabes cuánto... esperé —susurró, su voz apenas un hilo de aire, temblorosa—. Cada día, cada noche.
Seonghwa no pudo evitar mirarlo entonces, sintiendo que la culpa lo atravesaba como una lanza. Hongjoong alzó la vista y sus ojos se encontraron: dos mundos que se buscaban en silencio, sin saber aún cómo volver a unirse como antes.
Por un instante, ninguno de los dos dijo nada más, el peso de las palabras flotando entre ellos como una promesa rota... y al mismo tiempo, como una nueva posibilidad.
— No hubo un solo día que dejara de pensar en ti —murmuró Seonghwa mientras alzaba una mano para acariciar la mejilla del menor con la punta de los dedos.
Hongjoong no lo pensó demasiado. Solo se dejó llevar por el impulso que le latía en el pecho y, soltando su mano, se lanzó contra Seonghwa, rodeándolo con ambos brazos.
Seonghwa titubeó apenas una fracción de segundo antes de corresponderle, envolviéndolo en su abrazo como si fuera algo natural, inevitable. El mundo se redujo al calor entre ambos, a los latidos entremezclados, a la tranquilidad silenciosa de saberse en casa.
Permanecieron así durante varios segundos, quizá minutos, ninguno de los dos dispuesto a romper el momento, hasta que una voz chillona y cargada de fingida exasperación los alcanzó.
—¡Por todos los cielos! —exclamó una voz exageradamente chillona, Wooyoung, acercándose a grandes pasos con un gesto mezcla de diversión y molestia—. ¡Estamos en un palacio! ¡En público por amor de Dios!
Hongjoong se apartó de golpe, rojo como un tomate, mientras Seonghwa carraspeaba, acomodándose la capa con torpeza.
Wooyoung puso las manos en su cintura y los miró como una madre regañona.
— Su alteza, debería estar en su habitación hace media hora —le dijo al príncipe, aunque no pudo ocultar la sonrisa divertida que bailaba en sus labios.
Seonghwa solo pudo soltar un suspiro resignado, mientras Hongjoong desviaba la mirada, luchando por no reírse también.
— Ve a descansar también, Seonghwa... tuviste un largo viaje —murmuró Hongjoong, aún con las mejillas un poco sonrojadas. Levantó la vista hacia él por un segundo, con una sonrisa suave que le curvó los labios como una caricia.
El alfa asintió, esa expresión suya grabándose en su memoria como un recuerdo cálido.
— Duerma bien, alteza —respondió con voz baja, casi íntima.
Wooyoung soltó un suspiro dramático y tomó a Hongjoong del brazo con exageración, como si necesitara escoltarlo antes de que se desmayara.
— Vamos, Julieta, tu cama te espera y mañana tendrás que fingir que no suspiras por el general.
— Wooyoung... —musitó Hongjoong en tono de advertencia, pero sin dejar de sonreír.
Se giró una última vez antes de desaparecer por el pasillo, regalándole a Seonghwa una mirada rápida, cargada de algo difícil de nombrar.

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ENTRE LA ESPADA Y LA CORONA
FanfictionHongjoong y Seonghwa compartieron su infancia entre los muros del palacio, unidos por una amistad inquebrantable. Sin embargo, el destino los separó cuando Seonghwa partió a entrenar como guardia real, mientras Hongjoong se preparaba para asumir su...