Punto de vista de Nicolás.No fue gran cosa. Solo un libro.
O al menos eso pensé cuando la vi detenerse frente al estante, con los ojos fijos en esa tapa azul.
No lo tocó. Ni siquiera lo pidió. Solo lo miró con una expresión que, en otra persona, habría sido insignificante. Pero en ella… fue un mundo.
—¿Ese te gusta? —le pregunté.
—Lo leí cuando era chica. Me hizo llorar —respondió sin levantar la vista.
No dijo más. No hizo falta.
Tomé el libro, lo puse sobre el mostrador junto a otros que elegí al azar, y lo compré. Cuando se lo extendí, lo miró como si no supiera qué hacer con él.
—Gracias —murmuró. Apenas audible.
Fue la primera palabra amable que me dedicó.
No dije nada. Solo asentí y seguí caminando. Pero ese “gracias” quedó dando vueltas en mi cabeza todo el camino de regreso.
***
Desde ese día, no volvió a soltar ese libro.
Dormía con él en la mesita de noche. Lo llevaba consigo a la sala, al jardín, a todos lados. Lo abría despacio, como si tocara algo frágil, algo que podía romperse… o curarse.Ya no se escondía tanto.
No hablaba mucho, pero de a poco empezaba a buscarme. A veces entraba a la oficina con una excusa simple: "¿Dónde puedo leer sin ruido?" o "¿Tenés algún otro libro parecido?". Al principio eran preguntas sueltas, sin intención. Pero con el tiempo… su voz no sonaba tan rota.
Una tarde, mientras revisaba unos informes, se quedó parada junto a la ventana.
—¿Siempre estás solo en este lugar? —me preguntó de la nada.
Levanté la vista, sorprendido. Su tono no tenía miedo. Tenía… curiosidad.
—Casi siempre —contesté.
Asintió y no dijo más. Pero no se fue. Se quedó ahí, en silencio. Y por alguna razón, no me molestó.
***
Con el paso de los días, algo en mí empezó a cambiar.
No lo noté al principio. Pero cuando me descubrí vigilando si comía, si dormía, si seguía cargando el libro bajo el brazo, supe que era tarde. Me importaba.
Ella era tan pequeña, tan frágil, que cada gesto suyo se me grababa en la piel.
Una vez escuché a uno de los guardias levantar la voz en el pasillo, y ella retrocedió como si esperara un golpe. No dije nada en el momento, pero más tarde hablé con todos. Nadie debía alzarle la voz. Nadie debía mirarla mal. Nadie debía acercarse si ella no lo quería.
Me volví… protector. Sin notarlo. Sin quererlo.
Pero lo peor —o lo mejor— era que no me importaba admitirlo.
Porque esa chica que no hablaba, que no sonreía, y que solo encontraba refugio entre páginas viejas…
me estaba cambiando.Y yo ya no quería que nada la volviera a romper.

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"Peligrosa cicatriz..."
Romance? Amor, Mafia y Peligro: una historia que no podrás dejar de leer Valentina tiene apenas 18 a?os. Es joven, hermosa y con toda una vida por delante... hasta que su padre la obliga a casarse con un hombre al que ni siquiera conoce. No es cualquier h...