Golpe Final (Jikook)

Capítulo con contenido violento

Jung Hoseok se enamoró de las luchas ilegales mientras estudiaba en Estados Unidos, donde este deporte no del todo legal estaba mucho más desarrollado que en su Corea natal. Los estudiantes más pobres no desdeñaron participar y recibieron por la lucha mucho más que aquí. Y la organización fue de primera, al igual que el espectáculo: incluso en el sótano más sórdido pelearon con tal ferocidad que los dientes volaron por todo el ring. El entretenimiento cruel era justo lo que necesitaba. Y así, al regresar a casa, inmediatamente encontró a varios organizadores, recibió una invitación y rápidamente se involucró, venía a ver la pelea mutua casi todos los fines de semana. Es un soplo de aire fresco. Entonces decidió patrocinar a varios chicos, jóvenes y prometedores, y observó con placer cómo sus protegidos derribaban a sus oponentes al ring uno tras otro. Y, ante la insistencia de Hoseok, su favorito Yun no perdonó a nadie, mostrando su crueldad solo para complacerlo. 

—¿Has colocado seguridad? —preguntó Hoseok, sentándose en un asiento de la primera fila. 

—Sí, señor —informó uno de sus hombres. —Tanto en el interior del edificio como en todo el perímetro exterior. 

—Está bien —asintió Hoseok y se dio la vuelta, dirigiendo su mirada hacia el ring. Últimamente, rara vez se aventuraba fuera de los confines de su mansión bien protegida. Sí, después del ataque de Park Jimin, tuvo que gastar dinero en reparaciones, pero el edificio en sí no sufrió muchos daños, lo cual fue una buena noticia. La torreta fue terminada, las paredes fueron acribilladas a balazos, muchas puertas fueron derribadas, los muebles fueron destruidos por explosiones de granadas... y eso fue todo. Aparentemente, este bastardo tenía demasiado miedo por la vida de su hijo, por lo que no usó un arma más destructiva. Bueno, sea como fuere, le hizo un favor: Hoseok acabó personalmente con el anciano que quedó con vida, y ahora podía decirles tranquilamente a todos los interesados ​​que la culpa era de Jimin. Nadie tenía sospechas, todos los que estaban de alguna manera relacionados con el mundo criminal de Seúl sabían del asalto a la mansión de Choi. Además del hecho de que él, Jung Hoseok, por supuesto, impulsado por una sed de venganza hacia su amado tío, fue capaz de matar al propio Park Jimin, cuyo nombre muchos temían con solo oírlo. De esta manera se ganó su reputación. Es cierto que hubo quienes intentaron morder el anzuelo: pequeñas bandas, codiciosas y eternamente hambrientas, buscaron apoderarse de su tajada del pastel en la anarquía resultante, pero está bien, son dificultades temporales. Definitivamente los eliminará a todos y tomará legítimamente el trono del rey del mundo criminal en esta ciudad. Sin embargo, por ahora era necesario actuar con cautela, los intentos de asesinato se habían vuelto demasiado frecuentes. Él sólo vino a las peleas de hoy porque tenía que encontrarse con su informante, un topo en una de las bandas más fuertes que habían salido contra Hoseok. 

Durante los siguientes cuarenta minutos bostezó abiertamente, las peleas eran aburridas y, a él, acostumbrado a un nivel completamente diferente, le recordaban a las peleas en la cafetería de una escuela más que a algo espectacular y sangriento. La multitud no compartió su estado de ánimo, allí, a sus espaldas, se oían gritos y consignas de ánimo por cada golpe más o menos bueno. 

—Espero que al menos puedas entretenerme —le dijo a Yun, que estaba sentado a su izquierda, esperando su turno para salir. 

—Sí, es fácil —dijo Yun haciendo crujir los dedos demostrativamente. —Si quieres, a otro luchador poco entusiasta lo convertiré en una chuleta. 

—Incluso puedes matar —sonrió ampliamente Hoseok. —Por favor, no lo hagas en cinco minutos, tómate un poco más de tiempo. 

—Como desees —dijo Yun haciendo una reverencia. —Me voy al vestuario, parece que estos dos no van a durar mucho —refiriéndose a los monos que se golpeaban en el ring.