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JUEVES 23 DE FEBRERO DE 2025 📍BARCELONA
Nunca pensé que trabajar en el cuerpo técnico del Barcelona me iba a poner tan nerviosa. En serio, todos los días veo a cracks de nivel mundial, pero con Szczęsny la cosa es distinta. No sé si es por lo imponente que es o por esa mirada profunda que tiene cuando me mira de reojo. Y sí, me gusta. Me atrae más de lo que debería, y eso hace que cada vez que tengo que acercarme a él, me tiemblen un poco las manos.
Era una mañana cualquiera de entrenamiento. El sol no pegaba fuerte todavía, pero el césped ya estaba impecable, verde y brillante, como una alfombra lista para la batalla. Yo estaba revisando a algunos jugadores, haciendo chequeos rápidos y entregando botellas de agua. De fondo, el murmullo de las órdenes del entrenador y los gritos de los jugadores se mezclaban con el ruido de las pelotas contra el pasto.
De repente, escuché un grito corto, seco, que me hizo levantar la vista inmediatamente.
—¡Uy,Szczęsny! —gritó el preparador físico.
Lo vi tirado en el suelo, con el rostro torcido de dolor, y la pierna doblada de una manera que no prometía nada bueno.
—Calambre, seguro —pensé. Pero al verlo ahí, retorciéndose un poco, supe que tenía que actuar rápido.
Me acerqué a él con la tabla de masaje y un gel frío en la mano. Él me miró con esos ojos azules que me congelaron por un segundo.
—¿Todo bien, Wojciech? —le pregunté intentando sonar profesional, aunque mi voz sonaba un poco más temblorosa de lo normal.
—Sí, sí... solo un calambre —respondió, intentando quitarle dramatismo.
Le coloqué las manos en la pantorrilla con cuidado, masajeando con firmeza pero sin lastimarlo.
Sentí su piel caliente, y no pude evitar notar la fuerza de sus músculos tensos bajo mis dedos. Me estaba costando concentrarme, y sabía que él también lo notaba.
—¿Te duele mucho? —insistí.
—Un poco —dijo bajando la mirada, y luego levantándola para cruzar una sonrisa tímida conmigo.
No sé qué me pasó en ese momento, pero sentí que el aire se hacía más denso entre nosotros. Como si la distancia se acortara sin que nadie dijera nada.
—Tengo que avisar al cuerpo médico para que te hagan unos estudios —le dije mientras terminaba de aplicarle el gel.
Él asintió, pero en lugar de apartarse, apoyó la mano sobre la mía.
—Gracias por venir tan rápido —murmuró.
Mi corazón dio un vuelco y tuve que recordarme que estaba en el trabajo, que no podía ponerme a fantasear con ese toque tan mínimo.
